¿Qué filosofía? Mona despeinada y esquizofrénica

La filosofía es una mona despeinada.

También se podría describir como un ovillo compuesto de múltiples hilos de diferente textura, materiales y multicolores. Por eso habría que hablar más de filosofías que de filosofía. En esto se parece a la poesía: hecha también de tonos, colores, sabores y ritmos. Se contra argumentará: la filosofía descansa en el argumento y la poesía en las emociones. No necesariamente. Filosofía y poesía trabajan y elaboran sus productos con lenguajes, éstos son la forma en la cual destilan sus producciones, sean conceptuales o imaginativos, emocionales o cerebrales, experienciales o abstractos. Así como es posible una poesía que se plantee preguntas filosóficas, también existe una filosofía que recurre a la poesía para clarificarse (dicho lo anterior, tampoco estoy afirmando que sean idénticas y ni siquiera asimilables).

Los manuales de historia de la filosofía suelen presentarla como trayectorias continuas y homogéneas, primero Platón y Aristóteles, luego Kant y Hegel, después de Hegel, Marx y en seguida Lenin, Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt. Si a los latinoamericanos nos va bien, en algún pie de página se incluye a Adolfo Sánchez Vázquez, José Revueltas, Jorge Portilla y Enrique Dussel. Imaginemos el escenario: a los adolescentes que preguntan sobre la vida, la sociedad y sus relaciones, se les dice: primero hay que conocer lo que sostuvo el tatarabuelo Platón, luego lo que corrigió el bisabuelo Aristóteles y después ir a la casa del abuelo y solterón Kant, para que explique los límites del conocimiento humano. De ahí que los manuales —a partir de un punto por determinar— se convierten en tóxico para el intelecto (aunque, en otro sentido, comprender qué se ha dicho en el pasado sea relevante). Otra manera de acercarse a la filosofía es revisar los argumentos, sus estatutos y consistencia. Pero ambas formas terminan por vaciar la experiencia y despolitizarla. De ahí que sea fundamental una tercera forma: a partir de lo apremiante del presente, preguntar por el dentro y afuera, por el mundo y su entorno, la mente y los olores del cuerpo, por el saber y sus límites, por el poder, el dolor y la opresión social y la política. Por eso Deleuze afirmaba que la filosofía es el detective que indaga y va tras las huellas del “criminal”.

Pero preguntar no es asunto sencillo ni tampoco imparcial e indiferente. Siempre se pregunta desde un lugar, en un contexto y una densidad histórica. Si Adán y Eva no se veían “en pelotas” y no se podían preguntar por qué estaban cegados ante su desnudez, el motivo era que estaban presos de las garras de la ideología religiosa. De aquí que también sea importante hacerse cargo del contexto social, político y económico en el cual planteamos las preguntas. Ese contexto es el capitalismo, como modo de producción y reproducción social que se funda en la explotación de trabajadores y personas. Esta disociación de la filosofía con respecto al modo de producción en el cual surge, la hace esquizofrénica. El capitalismo, entonces, es determinante en la forma en que vemos el mundo y vivimos dentro de él. Éste es el criminal que persigue el detective deleuzeano y al que hay que combatir, por más que se oculte tras mil máscaras y se comporte seductoramente (¡la mercancía!).

Entonces, la filosofía es un asunto del preguntar crítico que se hace cargo del contexto de dominio capitalista e intenta generar figuras y espacios de lucha y resistencia. En este punto se clarifica que la filosofía no es sólo un asunto de ideas y abstracciones, sino también de maneras que buscan transformar el mundo y luchar contra la explotación y el sufrimiento humano. Y esta lucha tiene un sólo sentido: la liberación de las y los oprimidos. Por ello, si bien la filosofía tiene su identidad, también linda con la poesía y la política.

          La filosofía, además de ser una mona despeinada, es esquizofrénica.

 

* Enrique G. Gallegos

 

*Es poeta, filósofo y crítico literario. Ha publicado poemas, aforismos, crítica literaria y artículos de investigación. Algunas de sus publicaciones: Épocas, 2014 (poesía); Poesía mayor en Guadalajara. Anotaciones poéticas y críticas, 2007 (crítica literaria); Poesía, razón e historia, 2010; Walter Benjamin y el ciframiento político de la estética en Baudelaire, 2015 (ensayo). Ha participado en antologías nacionales y co-editado algunos libros colectivos. Es profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana y miembro del SNI.

¿Solidaridad como acto desinteresado?

Blanca Celeste Aguirre Hernández

Preparatoria Regional de Degollado

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

¿Existe verdaderamente el acto de hacer las cosas sin ningún interés de fondo? No. Todavía no existen las acciones desinteresadas. Los humanos somos seres egoístas, malvados y ambiciosos, que sólo aparentamos la bondad y la solidaridad para evitar sentirnos tan mal por nuestras malas acciones. Somos seres que creemos poder ser mejor que los demás, que no nos reconocemos como seres sociales, como alguien que siempre va a necesitar de otro. Sin embargo, se necesita ser un ciudadano, un amigo, un hijo, un miembro perteneciente de algo, para así ser reconocido, y que eso le brinde una cierta seguridad. Por ello, la solidaridad y la seguridad del existencialismo van de la mano, aunque aún no nos demos cuenta de ellos.

Para que exista controversia en algo es necesario detenerse a filosofar, a cuestionarse, y en la actualidad aún no hay suficientes personas con el valor de hacer dicha acción tan sencilla y complicada a la vez. Hacerlo conlleva revisar las acciones de cada quién y distinguir entre el gran dilema de si se es feliz o no.  Hablar de solidaridad es hablar del hombre y todo lo complejo que es. Entonces surgen las preguntas: ¿el hombre es bueno por naturaleza?; ¿en verdad ayudamos a los demás sin esperar nada a cambio?; ¿quién o qué nos ha ensañado a ser solidarios?, ¿es obligación serlo?

          Al observar a nuestro alrededor, podemos concluir que todo lo malo que nos rodea se define en una sola cosa: el hombre, único ser que posee inteligencia, la cual brinda además la posibilidad de hacer daño, convirtiéndonos en manipuladores, mentirosos, corruptos o asesinos. No hacemos nada porque sí; no hemos adquirido el gusto o la costumbre de actuar desinteresadamente, siempre estamos esperando algo a cambio, pensando en qué beneficio proporcionará lo que vayamos a realizar.  Por lo tanto, el hombre se vuelve su propio enemigo, en una lucha constante de querer ser mejor que el otro, y hacer lo que sea para imponer su voluntad por encima de la de los demás. Al respecto el filósofo Thomas Hobbes (2013) comentó que “el hombre es un lobo para el hombre”, que al mismo tiempo tiene un miedo terrible a no sobrevivir por su cuenta y la idea de equivocarse le aterra, dudando de su propia libertad a la hora de tomar decisiones.

          El que existan las formas de gobierno y las religiones es sólo una cuestión de estrategia. Al haber una autoridad imponiendo un orden, dictando lo que está bien y lo que está mal, se establece seguridad relacionada con la supervivencia. Si todos hicieran lo que se les da la gana, todo se convertiría en un completo caos. Por eso, Nietzsche (2013) habla de la muerte de Dios, que entre todos lo hemos matado, porque lo necesitamos para vivir. Requerimos estar bajo la sombra de un padre protector que nos guie al momento de cómo comportarnos, que reconozcan nuestros méritos, y que logre hacernos sentir mal cuando nos equivocamos, queriendo así brindar una solidaridad falsa, aparentando que lo hacemos por ayudar a los demás cuando en realidad en el fondo es para así lograr limpiar nuestras culpas, para hacernos sentir mejores, cuando hemos hecho algo bien.

          Le tememos al karma. Nadie quiere para sí mismo todo el daño que le ha brindado a alguien más.  Nos queremos considerar buenas personas y sobre todo encargarnos de que los demás también lo crean, porque desde pequeños nos han vendido esta idea. Vivimos en un lugar donde hay que decir y hacer todo con suavidad, con tacto, aparentar ser buenas personas, para que nadie se ofenda, para que nadie te vea mal, que no te tachen de egoísta o narcisista, pero de todos modos todos lo somos, ¿no? Siempre pensando primero en nosotros y en nuestro bien, sin importar a quién lastimo, y cuando estamos verdaderamente cómodos, nos preocupamos por ayudar a los demás, ya después de que hicimos todo para dañarlos, intentamos remediar el daño, pero no por ellos, sino por nuestra propia moral.

          Y no siempre podremos aparentar ser almas puras. Nos mentimos a nosotros mismos, tratamos de convencernos de algo que no somos. Para remediar eso necesitamos poner en práctica la propuesta de Freud: el psicoanálisis, para conocernos. Sin embargo, es imposible mostrarte tal como eres, siempre ocultamos; existe algo más dentro de nosotros del cual no estamos conscientes pero que se expresa en nuestro comportamiento. Una parte desconocida de nosotros que nos hace actuar, pensar y sentir, de cierta forma, pero desde un punto de vista externo nunca vamos a lograr funcionar en un mundo donde las personas sean juzgadas por ser buenas o malas. Necesitamos formar un mundo donde las personas sean libres de negar lo que les han inculcado, personas que desconfíen de todo y sean capaces de pensar por ellos mismos.

          La libertad se complica desde el momento en el que nacemos, y no porque alguien más nos la prive, sino porque como dijo Aristóteles (2016): el hombre es un ser social, somos la única especie que no puede estar sola completamente. Necesitamos de los demás, desde que nacemos, con una familia que nos cuide los pasos, nos guíe y nos haga sentir protegidos. Tardamos alrededor de un año en lograr movernos de un lado a otro por nuestra propia cuenta, y aun con mamá detrás de nosotros, nos sentimos inseguros al ir andando solos. Y aunque miremos a la familia como un obstáculo para obtener la libertad, nadie se ha podido librar de ella completamente, porque somos dependientes. Y ésta nos hace sentir que formarnos parte de algo, igual que el gobierno nos hace ser ciudadanos. Ser ciudadanos también nos hace cargar con ciertas reglas y estándares sociales sobre ayudar y ser buenos con los demás, aunque sea sólo por aparentar. Y por mucho que esto no nos guste, no será sencillo romper con esa idea de agradar, porque comportarse como el verdadero ser egoísta que somos no nos deja buena aceptación de los demás, la cual la necesitamos para la supervivencia.  El ser diferentes, decir lo que pensamos y hacer lo que queremos, nos provoca un rechazo social, nos aparta, y al estar separados sufrimos, porque no sabemos aún cómo lidiar con nosotros solos. Por mucho que una persona se considere independiente y afirme que ella puede ir sola, es una completa mentira, siempre llegamos a un punto en el cual vamos a necesitar de los demás. Aunque lo tengas todo, nunca alcanzarás la felicidad, finalidad de la existencia. Los amigos son los únicos que te dan la posibilidad de no sufrir en esta vida.

          Por lo tanto, mientras no nos reconozcamos como los seres malvados y egoísta que somos, lo cual nos obliga a fingir, a actuar de cierta manera simplemente para ser ciudadanos, miembros de algo que nos brinde seguridad y supervivencia; mientras no digamos lo que pensamos, y no actuemos conforme con nuestros propios criterios; si no hacemos algo de manera desinteresada, sólo por el gusto de hacerlo, sin buscar un reconocimiento; mientras no nos conozcamos, y no logremos controlar los deseos de ser mejor que los demás; mientras no nos guiemos conforme nuestra propia verdad, ya que no existe una absoluta simplemente diferentes puntos de vista; mientras no aceptemos que somos seres sociales, y que todos necesitamos de todos; mientras no actuemos pensando en el bien ajeno; mientras no dejemos el “hoy por ti, mañana por mí” y sea simplemente el “por ti”, porque puedo y porque quiero hacerlo, no porque alguien me lo impone, porque me nace voy a ayudarte, sin esperar que hagas lo mismo; mientras todo esto no suceda; y no dejemos el interés; entre tanto no tengamos una chispa de benevolencia, podremos ser ciudadanos, pero nunca verdaderamente solidarios.

Bibliografía

Aristóteles (2016). Ética nicomaquea. Política. México: Porrúa.

Nietzsche, F. (2013). La gaya ciencia. México: Colofón.

Hobbes, T. (2013). Leviatán. México: FCE.

 

Sergio Jaír Sáenz Uribe. Dualidad

Dualidad. Sergio Jaír Sáenz Uribe. Egresado de la Preparatoria 10.

 

¿Hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo?

Christopher Josué Medrano González

Preparatoria de Tonalá

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Ganador del primer lugar del I Concurso

Nacional de Ensayo Filosófico 2017-2018

Resumen

Considero que todos somos conscientes de que algo anda mal en el mundo, de que en los últimos años, o quizá décadas o siglos, la crueldad humana se ha visto incrementada. Estamos llenos de malas noticias, día tras día. ¿Cuál es el problema, el origen de todo esto? Lo atribuyo a la forma en que opera el actual sistema social, específicamente hablando, al individualismo mismo, al que deberíamos de culpar por muchas de las problemáticas por las que pasamos hoy en día. Sólo nosotros podemos erradicar ese sistema y salvarnos, y así salvar al planeta porque, aunque no lo parezca, nos dirigimos a un camino que apuesta, en el peor de los casos, a la extinción y, esta vez, las circunstancias no me dicen que sea ficticia. La solidaridad es la solución, es decir, hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo para erradicar ese sistema.

El siglo XXI será ético o no será

Gilles Lipovetsky

Así está el actual sistema social a nivel mundial: uno que privilegia al yo por encima de todos, uno en donde vemos un auge del individualismo (Ojeda y otros, 2007: 128). Ese sistema ha sido el detonador de los más grandes problemas que ahora enfrentamos los humanos: la terrible contaminación del ambiente, la pobreza de millones de personas, la violencia, entre muchos otros problemas. Lo menos confortante en este momento sería decir que estamos viviendo una especie de apocalipsis, mas lo estamos viviendo y está bien disfrazado, con un traje de múltiples progresos tecno científicos por aquí y por allá, que nos hacen creer que vamos por el rumbo correcto, pero hemos retrocedido en lo que respecta a la moral.

          Ahora los humanos, como producto de esas consecuencias negativas del sistema social actual en el que estamos inmersos y por el que hemos sido afectados, tenemos dos objetivos claros, totalmente radicales y determinativos: la lucha por la subsistencia de nuestra especie y la reconciliación con la naturaleza (ibídem: 129), pues ¿de qué valdría otro interés (económico, cultural, religioso, político) si ya no hay vida humana? Sócrates decía que conocernos a nosotros mismos es conocer nuestras capacidades para lograr el fin que perseguimos (ibídem: 144). Para valorar y tomar buenas decisiones es necesaria una reflexión constante, un aprendizaje profundo de quiénes somos y qué queremos (ibidem: introducción). En este caso, me atrevería a afirmar que ya sabemos qué somos (humanos), con qué capacidades contamos (la razón como la mayor de todas) y qué queremos: erradicar, contra atacar a ese sistema, un problema social, al lograr dos objetivos claros. Con todo esto, estamos en el mejor de los estados para valorar y así lograr el fin que perseguimos. Y ya que nuestro problema es uno de tipo de social, propongo a la ética como solución, específicamente a un deber moral de la aplicación del valor de la solidaridad, por todos y para todos. Porque la ética es nuestra posibilidad, como diría Fernando Savater, “vivir una buena vida” (1999, cap. 1), en todos los aspectos.

          La tesis que defenderé en este ensayo es acerca de la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo, que al ser adquirida por todos permitirá erradicar ese actual sistema social, que es individualista, al lograr dos objetivos por medio de la solidaridad que demostremos. Pero, ¿por qué no elegí otra cosa que no fuera la obligación de ser solidarios con todo el mundo como solución? Porque en un sistema individualista en donde sólo importa el yo, es justo la solidaridad o el apoyo o ayuda mutua la que hace falta para que se logre el bien común (el de los humanos y el de la naturaleza), antes de que sea tarde.

          Para desarrollar este ensayo es pertinente expresar en forma de pregunta o problema filosófico (por ser la solidaridad parte de la moral, y el objeto de estudio de la ética, uno de los campos de análisis de la filosofía): ¿hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo? Buscaré responder con un sí, basándome en argumentos sustentados.

          Entonces, lo que estoy tratando de defender es la solidaridad entendida como la adhesión o apoyo a una causa, o al interés de otros1  (en esencia, ayudar a otros, no ser individualistas, como el sistema) forme parte de los valores de la moral de todos los seres humanos, la cual se define como ese conjunto de valores (como la solidaridad), normas y reglas que regulan la convivencia de los hombres en sociedad (Ojeda y otros, 2007: 21), para evitar el individualismo que afecta a muchos hombres y a la naturaleza misma. Con el fin de que el ser solidarios sea en nuestras vidas un acto moral de día a día, el que se hablaría de un acto libre (es decir, no impuesto a manera de ley, que es totalmente contraria a un valor, norma o regla moral, sino impuesto por nosotros mismos), consciente (sabiendo que se está ayudando a otros siendo solidario) y determinado por un valor (ibídem: 61), en este caso, la solidaridad. Todo esto para que en nuestras andanzas por la vida siempre busquemos, además de a nosotros mismos, apoyar a los otros (nuestros semejantes) directamente (con esa moneda que nosotros damos a ese mendigo que nos la pide, por ejemplo) e indirectamente (cuando, por ejemplo, plantamos un árbol sabiendo que será capaz de purificar el aire que todos respiramos, lo que nos beneficia o ayuda) en la medida de lo posible (sin caer en la cuenta de decir que no se tiene nada para dar, puesto que esto nunca es posible, pues se puede dar no sólo con dinero, sino también con una decisión o acción encaminada a ayudar) con nuestro hablar (al dar consejos, por ejemplo), actuar (al donar algo a alguien que lo necesita) y decidir diario (que pueda llegar a provocar algún efecto sobre alguien más, siempre buscando no perjudicar a otro, sino beneficiarlo, ayudarlo).

          Pero, ¿dónde quedó la parte de nuestra reconciliación con la naturaleza, que también será fundamental para erradicar a ese sistema individualista? Al ser solidarios unos con otros lograremos la subsistencia de nuestra especie (pues ya no habrá humano que mate a otro humano, es decir, no habrá humano que no busque ayudar, apoyar a otro hasta el punto de matarlo) y en consecuencia nuestra reconciliación con la naturaleza, pues, por ejemplo, yo, siendo solidario, sabré que con mi fábrica que desprende grandes cantidades de gases tóxicos perjudicaré (no ayudaré o apoyaré) a mis semejantes al contaminar el aire que respiran, por lo tanto busco y aplico la forma de producir de tal manera que los perjudique mínimamente, es imposible hasta ahorita que no nos veamos perjudicados tan siquiera en un mínimo grado, y en consecuencia me reconciliaré con la naturaleza, pues la beneficiaré también.

          El aseguramiento de la existencia de nuestra especie a través de la solidaridad dará como resultado nuestra reconciliación con la naturaleza, y esto ya habrá roto, erradicado a ese sistema individualista, egoísta. Se trata de que con lo que hagamos, digamos o decidamos siempre, busquemos ayudar a los otros (ser solidarios) pues, en palabras de Jean Paul Sartre, “nuestra resposad abarca a la humanidad entera” (ibidem: 210). De nosotros depende hacia donde la dirigimos, si le damos fin al relato o le damos una saga.

          Entonces, ¿hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo? Sí, porque de acuerdo con la concepción histórica del hombre en la época clásica, la Edad Media y la modernidad, el hombre tiene una naturaleza que lo identifica como tal y ésa es la que determina cómo debe de actuar. Lo que determina cómo debe de actuar es la moral, el deber ser (ibidem: 38-52). Por lo tanto, si se incluyera el valor de la solidaridad en la moral de todos los humanos como un deber ser, todos actuarían de forma solidaria, y ya que la guía para actuar moralmente (conforme al deber ser) es nuestra razón (William, 1965: 132; Ojeda y otros, 2007: 65), todos actuarían de forma solidaria y racionalizada (conscientes de que ayudan, buscando el bien común).

          La solidaridad como un acto moral es la que ha asegurado la vida hasta hoy y la solidaridad como un acto moral obligatorio es la que asegurará la existencia de la especie humana. Todos, para poder llegar hasta este día, tuvimos que haber recibido cuidados, apoyo, ayuda, solidaridad. Es decir, lo que ha permitido que a la fecha de hoy todavía existan humanos (transcendentalmente, vida) es la solidaridad practicada no como un deber.

          ¿Entonces por qué no seguir así, sin la necesidad de que la solidaridad se vuelva un deber para asegurar la vida del futuro? Porque justo aquellos que con su actuar por ejemplo, amenazan la existencia de la especie humana en el futuro, son los que no practican la solidaridad como una obligación moral. Immanuel Kant, como resultado de su arduo trabajo filosófico, una vez se atrevió a afirmar que el hombre no sólo es merecedor de la solidaridad, sino producto de ella. Y con esto la idea está clara: existiremos en tanto que la solidaridad exista. Y no hay mejor forma de asegurar la existencia de la solidaridad que practicándola, haciéndola parte de nuestra moral.

          El planeta Tierra es el único lugar que conocemos en donde es posible la vida y que podemos habitar para vivir, por lo tanto lo que digamos, hagamos y decidamos siempre debe de estar orientado no sólo a beneficiarnos a nosotros, sino también a apoyar, a ser solidarios, a beneficiar al género humano, en su totalidad, para que así cuidemos del planeta, en beneficio de todos. Se trata de que se rompan las fronteras y nos convirtamos en ciudadanos del mundo, de que nuestro yo particular englobe a la humanidad entera, de que encontremos el sentido trascendente de lo que hacemos, decimos y decidimos, es decir, no es sólo decidir hacer algo para beneficiarnos, sino pensar en si ese algo ayuda o beneficia también a nuestros semejantes, si es solidario o no lo es y entonces actuar solidariamente para así también beneficiar al planeta.

          Kant afirmaba que el hombre debe actuar de tal forma que su acción pueda convertirse en ley universal, lo cual significa que el hombre debe pensar que su acción debe ser benéfica no sólo para él, sino para todo el género humano (ibídem). A partir de ese momento sería bueno que la pregunta siguiente forme parte de nuestras vidas: ¿lo que estoy decidiendo, haciendo o diciendo me beneficia a mí y a los de mi especie? Elijamos nuestro beneficio y ayudemos al planeta.

          Si bien Friedrich Nietzsche escribió que nadie puede construirnos el puente por el que hemos de caminar sobre la corriente de nuestra vida (Nietzsche, 1999: 28), tarde o temprano las condiciones del puente o las propias nos imposibilitarán para seguir el camino o pasar por la vida, pues con una vida llena de factor humano (todo ese mundo físico e intelectual que hemos creado) y de factor biológico (lo que somos capaces de hacer y lo que no en cada una de las etapas del ciclo de la vida, por ejemplo), se corre el riesgo de que en cualquier momento ya no sepamos cómo seguir o ya no podamos seguir por nuestros propios medios. Es entonces cuando nos damos cuenta de que en algún punto de nuestras vidas requeriremos del apoyo, de la solidaridad de otros para poder continuar. Y es entonces también cuando reflexionamos acerca de la importancia del acto moral de ser solidarios siempre, lo cual radica en hacer consciente que el día de hoy debemos de ser solidarios con los otros, para que el día en que nosotros caigamos, ellos sean solidarios con nosotros y nos ayuden. Y esa consciencia será la que sea capaz de erradicar al sistema individualista e implantar uno solidario.

          Para finalizar este ensayo me gustaría hacer uso de un contra argumento. Protágoras de Abdera, sofista de la antigua Grecia, alguna vez dijo: “El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en tanto que no son y de las que no son en tanto que no son”. Esta frase implica una cierta visión ética: si el hombre es la medida de todas las cosas, entonces es correcto hacer cualquier cosa. No hay nadie más que el sujeto para definir qué es lo bueno y lo malo, es decir, no existe la posibilidad de un consenso o ley universal (Ojeda y otros, 2007: 180).

          De acuerdo con Protágoras, no es posible que la solidaridad se vuelva parte de la moral de todos, que sea universal. Sin embargo, si el ser humano tiene una naturaleza que determina cómo actuar y esa es la moral, que es un acto racional que nos dice cuál es el deber ser (lo bueno, para no hacer el no deber ser, lo malo), y si Jean-Jacques Rousseau dice que el hombre es esencialmente bueno, que la vida en sociedad es lo que lo hace malo (ibídem: 129-130), entonces sólo el hombre será capaz de actuar conforme a su deber ser, el ser bueno (de acuerdo con Rousseau), cuando aplique la racionalidad moral dentro de la sociedad de la cual forma parte y así descubra que el verdeber ser (que es la moral) que debe llevar a cabo es ese, ser su esencia (porque ¿cómo es posible que el ser humano sea la única especie que se vuelva contra sí misma hasta el punto de amenazar su propia existencia?), pues actuará conforme al bien (deber ser), se dará cuenta que iba por el camino equivocado del no deber ser, actuará de acuerdo con todas esas virtudes que existen y que van en contra del no deber ser (lo que se opone al bien, la maldad), las cuales se entienden como aquellas cualidades que tienden al bien (ibídem: 147), una de ellas la solidaridad (que va en contra del egoísmo, el individualismo).

          Bien lo decía Sócrates: no hay hombres malos, sino ignorantes (ibídem: 182), que no son racionales y no descubren el deber ser para así ser hombres buenos, que es nuestra naturaleza humana, como él también lo defiende (ibídem: 39-40).

          Entonces, existe la posibilidad de que la solidaridad pueda convertirse en una especie de ley universal, pues ese es nuestro deber ser, de todos, sólo falta razonar moralmente para hacerlo consciente y llevarlo a la práctica.

          En resumen, sólo cuando nos atrevamos a detenernos un momento a reflexionar, racionalizar sobre nuestro deber ser y los argumentos que se defendieron en este ensayo, se verá que debemos de ser virtuosos (hacer el bien), que debemos ser solidarios, y así nos reconciliaremos con nosotros mismos, no habrá lucha por la subsistencia de nuestra especie, y nos reconciliaremos también con nuestro planeta. Por lo tanto, sí hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo para así erradicar al sistema social actual.

          Otro aspecto a considerar es la naturaleza humana reflejada en este caso en los estados de ánimo, eso inmaterial que hace que el hombre se sienta enojado, triste o feliz. El estado de ánimo de un hombre influye mucho en su percepción sobre el mundo, su percepción de la realidad hace que tenga sentido su existencia y encuentre su lugar en el mundo. Entonces, en el terreno de las experiencias y la naturaleza humana es y será indispensable para él mismo expresar dichos estados de ánimo hacia sus semejantes y que estos tengan cierto grado de comprensión y entendimiento.

          Desde el comienzo de la historia se puede apreciar en los discursos de las ciencias “a la humanidad como un todo”, generalizando así a la especie humana como la administradora del mundo. Al pasar del tiempo (la historia) se puede observar que el hombre tiene su lugar como especie en el mundo por un grado de naturaleza distinta, llamado conciencia de sí mismo, y la existencia puede ser sólo concebida teniendo en cuenta que se existe —me refiero a “tener en cuenta” en el sentido de ser consciente (Descartes, 2008).

          La evolución del hombre en cuanto a producción de ideas (pensamiento sistematizado, o como se le llama en la modernidad, ciencia) está invadida en muchas ocasiones de ideologías que arrastran a ciertos grupos sociales a actuar de cierta forma sin cuestionar sus propuestas.

Bibliografía

DOMINGO Moratalla, A. (s. f.). “Solidaridad”. Consultado el 3 de marzo de 2018, disponible en: http://www.mercaba.org/DicPC/S/solidaridad.htm

FRANKENA, W. (1965). Ética. Madrid: UTEHA.

NIETZSCHE, F. (1999). Schopenhauer como educador. Barcelona: Biblioteca Nueva.

OJEDA, M. E. y otros (2007). Ética. México: Pearson.

“¿Qué es solidaridad?”, consultado el 4 de marzo de 2018, disponible en: https://www.significados.com/solidaridad/

SAVATER, F. (1999). Ética para Amador. Barcelona: Ariel.

 

Sergio Jaír Sáenz Uribe. Omnipresencia

Omnipresencia. Sergio Jaír Sáenz Uribe. Egresado de la Preparatoria 10.

De la libertad de escoger y la voluntad dirigida a la búsqueda de trascendencia en la vida

Lael Calamateo Rodríguez Orozco

Preparatoria 19

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

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Tiburón mano. Diego Guadalupe Pérez Vallejo. Egresado de la Preparatoria 20.

Resumen

En este ensayo me enfocaré en hablar desde una postura existencialista atea, con la finalidad de poder enfocarme en el ser del hombre como un individuo capaz de definirse a sí mismo, por lo tanto idóneo para determinar la trascendencia que se le da la vida. Esto no es de alguna manera un intento por descalificar la existencia de Dios, sino que sólo sigo la postura del  filósofo, escritor, activista político, biógrafo y crítico literario francés Jean-Paul Charles Aymard Sartre. Además, también incluiré un poco del pensamiento de Martin Heidegger, filósofo y profesor universitario, ambos grandes maestros del existencialismo. Sus textos reflejan con claridad la corriente filosófica a la que pertenecen, incluyendo la importancia y relación que tienen la existencia y la esencia, siendo estos conceptos mis principales herramientas para señalar el sentido de la vida desde la postura existencialista.

Al indagar sobre la existencia o el sentido de la misma, es usual adentrarse en una discusión de si existe un ser superior que rige en un plano más allá de lo material, de lo que es correcto y lo que no, del porqué de las cosas:

          El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre o, como dice Heidegger, la realidad humana (Sartre, 1946: 20).

          Lo primero que corresponde es identificar que el existencialismo es una corriente filosófica y literaria que tuvo su origen oficial en el siglo xix con Søren Kierkegaard (1813-1855) y se prolongó hasta finales del siglo xx con Jean-Paul Sartre (1905-1980), pero hay que recordar que la búsqueda del sentido de la vida y algunos temas existencialistas ya se hablaban en la antigua Grecia por prominentes filósofos, como Aristóteles, quien la definió como filosofía primera: “existencia del ente en cuanto al ente”.

          Así, desde tiempos remotos los filósofos existencialistas se han centrado en el análisis de la condición humana, la libertad y responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida, por lo que me parece adecuado introducir el existencialismo en este ensayo, pues hasta resulta gracioso pensar en un artículo que aborde sobre el sentido de la vida y no considerar aquella corriente que trata del análisis del significado de la misma. Además, el existencialismo me parece una herramienta muy útil para responder preguntas como “¿qué es la vida?” y ¿cuál es el sentido de la vida?”, ya que considera más importante la experiencia subjetiva vivida sobre la objetividad y qué mejor para responder estas preguntas que la experiencia de lo vivido.

          Si se me cuestionara acerca del sentido de la vida, lo meditaría antes de poder responder; de inmediato recordaría la ocasión en la que tuve la oportunidad de leer el libro El existencialismo es un humanismo, donde el autor relata una experiencia en la que un alumno se cuestiona lo mismo y, antes de responder, le dijo que él no la necesitaba, después explicó que para el momento en el que una persona hace una pregunta, esa persona ya tiene su respuesta. Esto sucede porque para realizar un cuestionamiento, éste (la duda) debe de ser dirigida hacia alguien y al ya haber escogido a una persona para preguntárselo ya sabemos la clase de respuesta que esperamos obtener (Sartre, 1946).

          Por ejemplo, imaginemos un momento que por alguna razón tenemos cinco mil pesos y no sabemos qué hacer con ellos, por lo que le preguntaremos a alguien qué deberíamos hacer. Ésa es la parte intearesante, porque al preguntárselo a un inversionista es porque queremos que nos responda que deberíamos invertirlo para así obtener algún rendimiento o beneficio; al preguntárselo a un adicto a las compras respondería que deberíamos gastarlo, y al hacerle la pregunta a un sacerdote o alguna persona con cargo religioso, podría sugerir que se ofrezca como ofrenda al templo y que se cumpla la voluntad de Dios o, bien, que lo uses para ayudar a los necesitados. ¿A quién sería correcto preguntárselo? ¿En realidad siempre que se hace una pregunta ya se conoce la respuesta?

          Sugiero que el lector se imagine una escena en la que un niño le pregunta a sus padres sobre cualquier cosa… por ejemplo: ¿cómo nacen los bebés?, ¿en realidad el niño de tan sólo cuatro o cinco años de edad conoce la respuesta y sólo pregunta para ver qué le responden? Lo más sencillo es pensar que no, pero entonces, ¿por qué lo hace? Es razonable que lo haga, pues sabe que sus padres deben saberlo, porque ellos ya tienen un hijo, de modo que es lógico pensar que está bien preguntar cuando a quien le preguntas sabe la respuesta; además, la familia es el primer círculo social con el que los niños tienen contacto, de modo que quienes ocupan este círculo se vuelven sujetos de constante e importante influencia para él y ellos a su vez son reflejos de la sociedad que habitan.

          La sociedad es un órgano que ayuda al individuo a determinarse a sí mismo, ya que establece reglas de comportamiento o conducta que el infante observará, imitará y finalmente adoptará, como indica Vygotsky en su teoría del aprendizaje social. Por lo tanto, la sociedad y sus individuos son un margen para identificar el sentido que se le da a la vida para trascender como un individuo de dicho grupo.

          Muchas veces se pregunta para obtener información de cómo se debería actuar, con tal de sentirnos pertenecientes a un grupo determinado de personas y ser reconocido, es decir, trascender ante la sociedad.

          Retomando la postura existencialista atea (donde debe de negarse la existencia de Dios para así poder enfocarse en el hombre) la existencia precede a la esencia, lo que abre la posibilidad de escoger, tomar decisiones, ser libres y, junto con eso, el deber de responsabilizarse por los actos propios. Como todo lo que nosotros somos (y podemos llegar a ser) sólo se plasmará en el plano que conocemos como vida. Resulta natural que deseemos que ese espectro, evidencia de nuestro pasado, sea conservado por el mayor tiempo posible, plasmando nuestros rostros en pinturas y labrándolos en piedra, compartiendo el conocimiento a través de la oralidad, los libros y en la actualidad hasta mediante métodos digitales.

          Indica Heidegger que en el transcurso de la vida se intentará buscar la trascendencia con distintos métodos, quizá un deseo un tanto narcisista y hasta nihilista por alejarse de la sociedad, pero no es un comportamiento negativo, ¡claro que se puede escoger tomar esa conducta!, es totalmente natural, evadiendo los términos bueno y malo, como dice Friedrich Nietzsche en Más allá del bien y el mal: concentrarse en desvanecer los limites, no depender de los demás, buscar ser mejor, son aspectos que impulsan a la superación, a convertirse en un superhombre, una conducta aceptada porque no se pretende denigrar a nadie y la humanidad no se ve detenida por reglas culturales que la misma sociedad impone, ¡donde se siente la libertad de ser uno mismo!, de definirse y trascender.

          Desde una postura existencialista atea, la trascendencia radica precisamente en las propias creencias e intereses; si se le pregunta a un escéptico, a un religioso, a un capitalista, cada persona dará una respuesta desde su perspectiva, pero los demás son libres de aceptar los consejos o no, recordando que durante la vida se tiene la libertad de elegir y eso condena a hacerse responsable de las consecuencias; que tanto el aprendizaje social como el individual determina, pues cada uno forma parte de la cultura y la sociedad y esto a su vez infunde la sensación de la necesidad de trascender en la vida. Por ello todo el tiempo las personas se encuentran en una constante búsqueda de sentido para la misma, con la esperanza de que al encontrarlo se logre afrontar a la muerte, dejando parte de nuestra esencia en este mundo material.

Bibliografía
SARTRE, J. P. (1946). El existencialismo es un humanismo. México: Editores Mexicanos Unidos.
VYGOTSKI, L. (1934). Pensamiento y lenguaje. Barcelona: Paidós.
HEIDEGGER, M. (1927). El ser y el tiempo. México: FCE.
NIETZSCHE, F. (1986). Más allá del bien y el mal. México: Editores Mexicanos Unidos.

Ruth Andrea Sandoval Tovar. Isocoria

Iscoria. Ruth Andrea Sandoval Tovar. Egresada de la Preparatoria 5.

Del pensamiento crítico a la madurez intelectual

En la actualidad la educación no es considerada solamente una transmisión de conocimientos, sino el fomento de habilidades que permita a los estudiantes poner en práctica dichos conocimientos para la consecución de un fin. Pero, ¿qué habilidades pueden relacionarse con la forma en la que pensamos? El conocimiento, en términos generales, nos proporciona elementos que ayudan a entender nuestra realidad en un contexto determinado, pero la discriminación o análisis de tales elementos se da mediante un proceso crítico acerca de los mismos. Es esta habilidad de abordar críticamente lo que vemos, escuchamos y leemos lo que nos ayuda a entender el mundo de una manera distinta, pues nuestras estructuras de pensamiento se van modificando en función del desarrollo de esta habilidad. Atrás han quedado las interpretaciones míticas del mundo, un mundo que se creía funcionaba al arbitrio de los dioses; las explicaciones mágicas de la naturaleza; y aun cuando la religión continúa presente en nuestra sociedad, tenemos otras formas de aprehender y entender la realidad, resultado precisamente de este proceso de análisis.

¿Por qué es importante fomentar el pensamiento crítico? Cuando los jóvenes bachilleres se acercan a estas formas de analizar o estructurar el pensamiento, su visión del mundo se cimbra. Se percatan de la complejidad de la realidad humana; que la muerte no sólo significa el cese de la actividad biológica; que la vida pudiera carecer de un sentido determinado; que la tecnología resuelve algunos problemas en la medida en que genera otros; que el problema del aborto no puede reducirse a una respuesta simplista de “sí” o “no”; que no puede haber libertad sin responsabilidad. El acto de reflexionar y  profundizar en los tópicos tratados también son elementos que revelan un cambio en su forma de pensar, lo que a la postre generará en ellos una determinada madurez en su pensamiento. Esta madurez intelectual no significa necesariamente una amplitud de conocimiento, sino la forma en la que abordamos y estructuramos ideas, la manera en la que las expresamos y argumentamos, nuestra capacidad de escucha hacia los demás, la tolerancia a posturas posiblemente opuestas a la nuestra, ser capaces de juzgar dichas ideas por sí mismas al margen de la percepción que tengamos de nuestro interlocutor. En concreto, estas habilidades producen en el individuo sensatez, prudencia, respeto, perspicacia, entre otras.

En tiempos recientes hemos presenciado un esfuerzo por generar en los bachilleres el interés por desarrollar el pensamiento crítico, invitándolos a participar en actividades en las que puedan expresarse, convivan con otras personas con preocupaciones afines, donde discutan de manera propositiva en una dinámica que no busca ganadores sino jóvenes que generen ideas. Desde hace algunos años, el Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara ha  impulsado la realización de eventos y la creación de espacios propicios para que los alumnos tanto de preparatorias metropolitanas como regionales asistan al menos una vez al año a ser protagonistas en estas actividades asociadas con aquella disciplina eminentemente humanística, crítica, considerada como “la madre de las ciencias” por algunos, como una forma de alcanzar una buena vida por otros, como aquella actividad que genera preguntas pero que no necesariamente espera respuestas, y que a pesar de que hoy consideramos a la ciencia como la forma de explicación del mundo más verosímil, aquella disciplina se ha encargado de alumbrar en gran medida el desarrollo de la cultura occidental desde hace más de dos mil quinientos años. Hoy estamos esperando a que los jóvenes se atrevan a escribir para que podamos leerlos, que se animen a hablar para que podamos escucharlos, que nos hagan participes de su proceso de maduración intelectual. Los invitamos a que acudan al encuentro de las ideas, los invitamos a filosofar.

 

Jorge Alberto Rosas Almaguer

 

Licenciado en Filosofía y profesor de asignatura certificado en la Universidad de Guadalajara e integrante del Comité Filosófico del SEMS. Es Responsable de la Academia de Lengua y Literatura, así como miembro del Comité de Planeación Académica en la Preparatoria No. 5. Organiza y coordina el Taller de Argumentación en esa escuela, uno de los proyectos de vinculación con la Licenciatura en Filosofía del CUCSH.

¿Tiene sentido la existencia humana?

Luis  Antonio García Rosales
Preparatoria 18
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2017

 

Resumen

La naturaleza dispone al hombre con habilidades natas como la reflexión, o de otras como sentir o reconocer algo: como la felicidad o el dolor u otras sensaciones. Este texto pretende exponer tres ideas que a juicio del ensayista pueden ayudar a entender que la respuesta a la pregunta fundamental de este trabajo no es algo acabado, no es un fin concreto, sino que se va dando a partir de la comprensión de realidades distintas, como las experiencias que tiene cada uno en su entorno, o la manifestación de sus estados de ánimo, o la adopción de una ideología.

La reflexión sobre el sentido de la vida humana tiene una larga tradición en el pensamiento occidental, pero también hay una apuesta a reflexionar sobre el mismo asunto en las comunidades del medio oriente, porque pensarse así mismo es una necesidad humana, esta reflexión no es exclusiva de una tradición de pensamiento.

Por ello para contestar esta pregunta primero tendríamos que analizar diversos aspectos sobre la existencia misma, cada persona, cada hombre, cada ser humano dependiendo del conocimiento adquirido a través de sus experiencias de vida tendrá una percepción de su propia realidad y por consecuencia ira creando una visión propia de su existencia.

Otro aspecto a considerar es la naturaleza humana reflejada en este caso en los estados de ánimo, eso inmaterial que hace que el hombre se sienta enojado, triste o feliz.  El estado de ánimo de un hombre influye mucho en su percepción sobre el mundo, de tal manera que su percepción de la realidad hace que tenga sentido su existencia y encuentre su lugar en el mundo. Entonces en el terreno de las experiencias y la naturaleza humana es indispensable para el mismo hombre expresar dichos estados de ánimo hacia sus semejantes y que estos tengan cierto grado de comprensión y entendimiento.

Desde el comienzo de la historia hemos podido apreciar en los discursos de las ciencias “a la humanidad como un todo”, generalizando así a la especie humana como la administradora del mundo. Al pasar del tiempo (la historia) podemos observar que el hombre tiene su lugar como especie en el mundo, por un grado de naturaleza distinta llamado conciencia de sí mismo, la existencia puede ser solo concebida teniendo en cuenta que se existe, “tener en cuenta” significa en este sentido ser consciente. (Descartes, 2008).

La evolución del hombre en cuanto a producción de ideas (pensamiento sistematizados o como se les llama en la modernidad: ciencias) está invadida en muchas ocasiones de ideologías que arrastran a ciertos grupos sociales a actuar de cierta forma sin cuestionar sus propuestas. La vida es solo un viaje de búsqueda continua de un constante equilibrio, en muchos casos depende del sistema de pensamiento que se ejerza en la época, (por ejemplo en la modernidad, sin pretender hacer generalizaciones, este viaje, esta búsqueda continua está asociada a la obtención de bienes). Algo muy curioso que se puede observar en nuestra época es que muchos hombres pasan por la vida siguiendo solo ese sistema creado e inculcado, pocas veces cuestionan ese sentido existencial en su vida, entonces podemos decir que las ideologías o sistemas de pensamiento también determinan en algunos casos el sentido que puede tener nuestra vida.

Hasta este momento tenemos tres factores que pueden ser considerados para intentar dar una respuesta más o menos convincente, seguramente nos encontraremos con una respuesta que no es cerrada, sin embargo es una respuesta concreta.

La vida humana tiene sentido si partimos que el hombre es en mucho el resultado de sus experiencias, digamos que nuestro encuentro con el mundo, con las cosas que nos rodean, determinan quienes somos. La comprensión de cada una de nuestras acciones nos lleva a entender que hay una especie de acción/reacción, si se realiza una acción que es considera como no “buena” por la sociedad, el resultado será la no aprobación del acto. Este encuentro con las cosas (relación hombre/mundo) va forjando el encuentro del hombre con sus pares (relación hombre/sociedad). En la convivencia del día a día con el otro le permite reflexionar sobre sus propias experiencias y las experiencias de los demás, al darse cuenta de lo que sucede a su alrededor sistematiza ciertas formas de conducta. El instinto del hombre por tener un semejante a su lado ha estado desde el comienzo mismo del ser humano, una necesidad incomprensible por ser comprendido y al mismo tiempo escuchado. Más que ser una simple una especie o simple materia llenando un espacio, el hombre tiene un concepto sobre sí mismo y sobre lo que le rodea y para él esa es su realidad, esa es su percepción del mundo. Cuando nos pensamos como individuos cada uno de nosotros tenemos nuestra propia idea de existencia, una idea concreta de quienes somos, pero la realidad es que el ser de cada hombre evoluciona en pensamiento conforme la misma humanidad.

Es justo aquí cuando se da cuenta que sus experiencias le pueden ayudar a responder los siguientes cuestionamientos: ¿Porque?, ¿Para qué?, ¿Cómo? y ¿Cuando?, preguntas que aun en nuestra actualidad siguen empujando al hombre a encontrar ese sentido.

No podemos escapar a nuestra condición natural, no podemos negar que somos cuerpo/alma. El cuerpo como ese instrumento material siente que refleja que pasa en el alma, por ejemplo la vivencia de esas emociones que son inmateriales pero que afectan o modifican la forma de actuar de los hombres. Si se está enojado hay un rechazo, o una actitud intranquila sobre cierta situación, si se está feliz hay una aceptación o aprobación a tal circunstancia. Estas afectaciones que tiene el hombre le permiten relacionarse con los demás de manera asertiva, en ciertos momentos encontrar este equilibrio le da sentido a lo que hace.

Adoptar una idea concreta que lo ayude a explicar o a entender que paso en su contexto (su mundo) también influye en el sentido que tiene la vida de una persona. Seguir una ideología para darle sentido a lo que se hace es necesario en algunos momentos de la vida, pero no cuestionarla, no ponerla aprueba puede ser un error. Quizás algo que nos ayuda a explicar este punto son las creencias, sin duda creer es fundamental en algún momento, pero aceptar una creencia como verdadera sin antes haberla puesta a prueba nos lleva a un error. Pero también hay que decir que las creencias tienen capacidad explicativa para algunos por ejemplo las creencias religiosas.

La idea de la existencia explica un aspecto sobre lo que es el “ser concreto” pero también el “ser ante una sociedad”. La imagen que tiene el hombre de sí mismo puede ser lo más importante que tenga en su realidad puesto que muestra la imagen de lo perfecto. Cada hombre tiene una esencia propia de su “ser” forjada al pasar del tiempo y la vida, esencia que distingue a cada individuo ya que este tiene una capacidad única para fabricar pensamientos e ideas propias de manera consciente generando con ella una filosofía propia de vida, una forma de ser que le da sentido a todo lo que hace. El sentido de la vida no es algo acabado, al contrario el hombre seguirá en búsqueda de su propio lugar y conocimiento de sí.

Bibliografía

Descartes. Rene. (2008). Discurso del método. México. Porrúa.

KIERKEGAARD, S. (1993) Diario íntimo. Barcelona, Planeta.

El caos Empezó siendo el paraíso. Déniz Guadalupe Torres Limón. Preparatoria Regional de El Salto.

El caos Empezó siendo el paraíso. Déniz Guadalupe Torres Limón. Preparatoria Regional de El Salto.

La muerte

Dividido. Mariana Interián Rodríguez. Preparatoria del Centro Universitario UTEG  Américas.

Dividido. Mariana Interián Rodríguez. Preparatoria del Centro Universitario UTEG Américas.

Daniela Citlalli Cortés Juárez
Preparatoria de Jalisco
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2017

 

Resumen:

La muerte es una expresión fuerte, poderosa y compleja que cuenta con diferentes matices y enfoques tanto sociales, como religiosos, legales, culturales y biológicos, entre otros tantos. En el presente ensayo expondré mi punto de vista acerca de la muerte, abordándola desde distintas perspectivas tales como su estudio a través de la biología, la psicología, y las ideas que han tenido diferentes autores que han delimitado el estudio de la muerte por medio de la ciencia. También contemplaré el duelo, que es una parte fundamental de la vida, además de la manera en la que la religión conlleva e instruye, de alguna u otra forma, la muerte. Así mismo, mencionaré cómo las costumbres de distintas culturas influyen en la idea que se tiene de la muerte, y las reacciones de la sociedad ante ella, así como la manera en que nos afecta a cada uno.

En nuestra sociedad siempre se ha intentado comprender el fenómeno de la muerte al punto de que todos llegamos a hacernos preguntas tales como ¿Qué es la muerte? ¿Cuáles son los aspectos asociados a ella? ¿En qué consiste el estudio de la muerte por medio de la biología? ¿La religión toma un papel importante en la perspectiva que tenemos de la muerte? ¿Qué ocurre después de ella? ¿Existe dolor en la muerte? ¿Qué postura toman algunos autores acerca de ella? ¿Cuáles de sus aspectos son considerados por las sociedades? ¿Cuáles son sus efectos legales? ¿Por qué morimos? ¿El duelo se asocia con la muerte? ¿Somos capaces de enfrentarla? ¿Qué visión tenemos de ella? ¿Es posible evitarla? ¿Cuáles son sus aspectos estudiados en la psicología?

La muerte determina el cumplimiento de un ciclo vital que desemboca en la pérdida del instinto de vida por la toma de conciencia de la muerte. Esta puede ser considerada como algo trágico en la vida de las personas siendo, no la muerte sino la representación anticipada de ella, lo que inspira terror. Por otra parte, es evidente que enfrentarse a la muerte conlleva inevitablemente sentimientos de paz, plenitud e integridad y no solo sensaciones de fracaso, horror y desesperación.

Para definir la muerte es importante atender a distintos ámbitos tales como el biológico, el social, el legal, o el religioso, entre otros. Estos se encuentran entrelazados a ella con la finalidad de otorgarle un sentido. La biología asume la muerte como una fatalidad arbitraria impuesta en contra de nuestra voluntad. Algunos científicos de otros campos de estudio han intentado explicar la muerte a través de la experiencia intransferible marcada por la cultura. A continuación, mostraré algunas de las ideas más representativas en relación a ella:

  • Carl Von Linneo. (1707-17789). Plantea la sabiduría divina sobre cuatro fenómenos relacionados: propagación, distribución geográfica, destrucción y conservación, todas ellas instauradas por Dios (Ser supremo de los seres vivos), el encargado de equilibrar nacimientos y muertes. Linneo sostiene que la muerte mantiene la justa proporción de las especies.
  • Jean Baptiste Lamarck (1744-1829). Su postura es opuesta a la de Linneo ya que dice que un cuerpo vivo es limitado en su duración, debido a que está organizado en partes que poseen lo que denominamos vida. El ser está sujeto a perderlas y con ello sufrir la muerte, que es el fin de su existencia.
  • Claude Bernard (1813-1878) Dice que los organismos viven a la vez de su entorno y en contra de él además de que la existencia alterna aspectos tales como la vida y la muerte, o la composición y la descomposición. Para él no hay vida sin muerte, ni muerte sin vida.

Estos autores nos hacen reflexionar y nos plantean más preguntas, puesto que nuestras actitudes y comportamientos hacia la muerte son aprendidos culturalmente. Todas las culturas han variado en poco tiempo, pero a pesar de ello la muerte es vista como un hecho natural e inevitable.  Ante ella la sociedad toma las ideas desprendidas por las culturas, ya que estas moldean nuestras experiencias de perdida, así como los rituales que la rodean. Un ejemplo son las sepulturas encontradas en Europa en las que se hallaron utensilios que la gente guardaba junto a sus muertos, lo que representaba una mezcla de respeto y temor hacia ellos.

Con el paso del tiempo se formaron nuevas ideas en relación a la muerte, y algunos decían que la vida debía consistir en la preparación para la eternidad con una intervención deliberada y personal de Dios. Esta idea continuó vigente durante la Edad Media, en donde se aludía a una lucha entre ángeles y demonios encargados de disputarse el alma de la persona que va a morir. Se decía que esta batalla era de suma importancia ya que en ella radicaba la posibilidad de tener una buena muerte y con ello ganar el reino de los cielos. Durante el siglo XIX la gente moría en su hogar por lo cual decirle adiós al ser querido era algo natural en diferentes culturas. Actualmente la muerte es considerada socialmente como un tabú.

Desde un enfoque jurídico, la muerte es un acontecimiento inevitable y natural que trae como consecuencia derechos y obligaciones para las personas vivas relacionadas al muerto. Tal es el caso de si dejó testamento o murió intestado, o si donó órganos con el fin de ayudar a algún necesitado de trasplante.

La religión toma un papel muy importante en relación a la muerte. Freud nos dice que: la religión es un poder inmenso que dispone de las emociones más potentes de los seres humanos ya que consuela en la desdicha y nos asegura un buen final.  La religión tiene una estrecha relación con la cultura debido a que generación tras generación se nos ha inculcado que se debe vivir con armonía y orden para tener una muerte tranquila y que después de ésta, durante “la otra vida”, encontraremos la paz.  Ante la proximidad de la muerte nos cuestionamos el tipo de vida que hemos llevado y nos arrepentimos pidiendo perdón e intentando despedirnos de ella dejando saldadas nuestras cuentas espirituales. No queremos llegar ante Dios con cargas negativas y sin arrepentimiento ya que es en este momento, de acuerdo a la religión, en el que estamos preparados para la muerte y para lo que exista después de ella.

La muerte da sentido a la vida en todo momento y es como un remolino de emociones, amores, desamores, encuentros y desencuentros que contribuyen a hacernos difícil comprenderla y aceptarla. La muerte es toda una institución que de acuerdo a cada cultura ha construido sus propias creencias y ceremonias ligadas íntimamente a la religión.

La psicología nos dice la manera en la que debemos orientarnos en la muerte y cómo enfrentarnos correctamente en ese momento, así como el modo de asumir el duelo y enfrentarse al dolor que conlleva. Así mismo nos apoya aportándonos herramientas para aceptar la pérdida del ser querido, amigo, etc.

El duelo se manifiesta de diferentes formas tales como el llanto, la tristeza o, en ocasiones, las adicciones a comida, alcohol, drogas, o psicofármacos, debido a que en este aspecto cada uno tiene una percepción totalmente subjetiva de la muerte y las consecuencias que esta tiene. La muerte también puede provocar sentimientos de culpa, y se dice que las personas que saben que van a morir pasan por un proceso anticipado de duelo.

La muerte es un acontecimiento natural de la misma forma en la que lo es el nacimiento, ya que, sin importar edad, posición económica, o creencias todo ser humano debe vivir este proceso por lo que debemos mentalizarnos y aceptarla tal cual sea la manera en la que se presente.

Puede existir resiliencia en las personas que les ayude a reponerse ante hechos considerados trágicos al desarrollar al máximo punto sus potencialidades de individuo. Esto se puede conseguir identificando fortalezas, habilidades y posibilidades, lo cual le corresponde únicamente a él descubrirlas, con el fin de darse cuenta que pueden contribuir en su formación, así como identificar lo que está en su contexto que puede fortalecerlo.

En mi opinión la muerte casi siempre se da de manera imprevista. Nadie sabe cuándo y cómo morirá; se muere por distintas enfermedades, en circunstancias trágicas, o de la forma más inesperada o impensable. Con la muerte se detienen completa y definitivamente las funciones vitales de un ser humano. En ella el alma se separa del cuerpo para dar inicio a nuevo ciclo de la vida. En mi opinión la muerte es sólo el cierre de una existencia que da inicio a otra ¿Cuál o qué existencia? No lo sabemos, pero cada uno lo descubrirá cuando llegue el momento.

BIBLIOGRAFÍAS:

  • GÓMEZ, M. Cómo dar las malas noticias en medicina. España: Aran, 1998, p.151.
  • O’CONNOR. Déjalos ir con amor. México: Trillas, 2005, p. 12.
  • SHERR, L. Agonía muerte y duelo. México: Manual Moderno, 1992, p.20.v
  • MURIÁ Vila, Irene. “La concepción religiosa de la muerte” [en línea]. Revista Digital Universitaria. 1 de
  • Julio de 2000 Vol. 1 No.1 http://www.revista.unam.mx [Consulta: 9 junio 2006]. Consultada el 26 de abril de 2017.
  • NUÑEZ Aceves, N. ¿Quién soy yo? Una cuestión de identidad. [En línea] Rompan filas año 8 numero 43

http://www.unam.mx/rompan/43/rf43a.html  [consulta 12 junio 2006] Consultada el 26 de abril de 2017.

Acercamiento. Kassandra Edith Muro Ramos. Preparatoria del Centro Universitario UTEG Américas

Acercamiento. Kassandra Edith Muro Ramos. Preparatoria del Centro Universitario UTEG Américas

Mauricio Pastrana Macías
Preparatoria 3
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2017

Resumen

Es un hecho innegable que el comportamiento de la juventud se ha visto enormemente influenciado por el desarrollo de las tecnologías de la información y el surgimiento de internet, así como de sus más visitadas plataformas: las redes sociales. En este ensayo se exponen y analizan las características generales de una fracción de la sociedad que se ha desenvuelto la mayor parte de su vida en un contexto hiperavanzado tecnológicamente. Reflexionaremos, también, sobre la eficacia e influencia que ejerce el activismo por internet. Asimismo, se presentará la importancia que tiene la filosofía en los tiempos de grandes cambios tecnológicos y sociales que hoy día vivimos. Los recursos consultados para la elaboración de este ensayo van desde entrevistas a sociólogos, hasta modelos filosóficos que tratan de explicar la sociedad contemporánea.

En los últimos años, internet ha sido uno de los principales objetos de estudio a consecuencia del gran cambio que instauró en nuestra sociedad, convirtiéndose en el principal medio de comunicación y en la gran maravilla histórica de las tecnologías de la información. Las primeras generaciones que surgieron con la llegada del internet son jóvenes y están empezando a reflejar en nuestra sociedad las consecuencias que tuvo en el ser humano haber poseído algo tan inmenso como la red que formó parte y facilitó considerablemente sus vidas a comparación de las generaciones anteriores.

La posibilidad de tener una biblioteca completa en la palma de la mano y los cientos de plataformas que sintetizan la información al propio antojo, hacen que las personas pendan de las tecnologías de la información. Una vez experimentada la facilidad con que se obtiene un dato desde el móvil, basarse en libros de consulta para hacer una investigación parece tedioso, sobre todo cuando dicha indagación constituye para el consultor algo urgente, breve o sin valor.

La dependencia siempre es negativa, ya que implica la posibilidad de que algún día pudiera faltar el objeto de afinidad y las capacidades de la persona se vieran afectadas como consecuencia. Este apego excesivo puede también ir ligada a la comunicación instantánea, a las herramientas electrónicas, al entretenimiento, etc., por lo que podríamos afirmar que la sociedad es cada vez más dependiente a las tecnologías de la información, cuando por obvias razones no debería ser así.

Dejando de lado la dependencia y adentrándonos un poco en la interacción social dentro de este medio, internet se ha convertido en el punto más popular para el debate. Esto ha surgido gracias a que cualquier persona tiene la oportunidad de expresar y divulgar su punto de vista respecto a un tema. Aunque a veces la popularidad juega un papel importante en el alcance de lo anteriormente dicho, las herramientas y los medios aptos para la propagación de un mensaje están al alcance de todo usuario en internet.

Esto, como la información masiva a la que tenemos alcance todos los días, posee un lado positivo y un lado negativo. Hoy día las tecnologías nos brindan excelentes oportunidades para alzar la voz, divulgar ideas, pensamientos, citas, expresiones culturales, etc., es un hecho que el internet nos vuelve más libres. Pero filósofos, sociólogos e intelectuales contemporáneos han criticado muy fuertemente la manera en que se ejerce esta interacción.

Un gran caso es el del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, quien expuso un término que ha cogido bastante popularidad en la comunidad cibernética: activismo de sofá. Esta expresión se refiere a las personas que ejercen el activismo desde la “comodidad de su hogar”, manifestando sus ideas en redes sociales sin mover un solo dedo. Pone en duda, pues, el compromiso y la efectividad del mismo. Sin embargo, un grupo de investigadores de la Universidad de Nueva York ha demostrado la eficiencia de este modelo de activismo, puesto señalan que ejerce la difusión de mensajes que prontamente aumentan el número de seguidores físicos.

Los jóvenes presentan considerables indicios de activismo de sofá. Esto se debe a que les asusta llevar a la presencia material todos aquellos ideales que defienden por internet, porque claro, las redes sociales son para ellos el lugar donde pueden expresarse sin tener que padecer las repercusiones físicas que normalmente conlleva manifestarse en público. Además, la juventud se ha desenvuelto en un ambiente de información automática tan desarrollado, que internet constituye para ellos la mayor parte de su realidad.

“Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara”, señala Zygmunt Bauman en una entrevista para el periódico El País, haciendo hincapié en la importancia que tiene expandir el público y hacer apertura a nuevas ideas con que hacemos contacto en nuestras cada vez más reservadas y cotidianas redes sociales.

Asimismo, considero que las nuevas generaciones están expuestas a que su opinión o mensaje pierda relevancia entre millones. Todos quieren hablar, pocos están dispuestos a escuchar. Las redes sociales, sobre todo, se caracterizan por conceder al individuo la frecuente necesidad de expresar sus opiniones, sentires e ideas, ya que estas plataformas dan origen a una sensación de relevancia en todo lo posiblemente dicho. Esto hace que la gente pierda el interés en escuchar lo que los demás tengan que decir, pero que al mismo tiempo sientan el constante deseo de expresar todo pensamiento que ronde por su mente.

¿El origen de todo esto? Ni la tecnología, ni la humanidad. Las problemáticas que conlleva el internet son a causa de que este medio haya surgido tan de pronto en nuestra sociedad. El ser humano no estaba listo para recibir un cambio tan radical en su vida cotidiana. Los medios no son perjudiciales, la sociedad no ha aprendido a usarlos y estamos en proceso de creación de un código moral cibernético universal, además de estar buscando métodos para la difusión de la seguridad y cultura de denuncia por internet, propia de una sociedad segura y armoniosa. La humanidad aún está experimentando y jugando con el medio que promete ser la base de nuestra sociedad en el futuro.

El hombre progresa a enormes pasos día tras día, la tecnología nos ha transformado en una sociedad completamente distinta a la de hace tan solo cincuenta años. Pero la velocidad de dichos cambios es, para la reflexión filosófica, un desafío que implica enfrentarse a miles de conflictos día a día. Porque todo, hasta el internet, necesita de una reflexión ética constante.

Como bien menciona el escritor Isaiah Berlin: “La meta de la filosofía es siempre la misma: ayudar a los hombres a comprenderse a sí mismos y, de tal modo, actuar a plena luz en vez de salvajemente en la oscuridad”, nuestra tarea es reflexionar sobre el comportamiento que manifestamos con el fin de entender lo que la sociedad necesita, y en base a ese conocimiento, actuar para alcanzar un buen desenvolvimiento en el internet que promete mejorar nuestras vidas día con día.

Bibliografía

Bauman, Zygmunt. (2003). Modernidad Líquida. D. F., México: Fondo de Cultura Económica.

Berlin, Isaiah. (1983). Conceptos y Categorías. D. F., México: Fondo de Cultura Económica.

De Querol, Ricardo. (2016). Zygmunt Bauman: “Las redes sociales son una trampa”. El País. Recuperado de: http://www.cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html

Universidad de Nueva York. (30 de noviembre de 2015). The Critical Periphery in the Growth of Social Protests. Nueva York, Estados Unidos: PLOS ONE. Recuperado de http://www.journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0143611

Describiendo sus crisis, dudas, emociones y sentimientos. Una invitación a la escritura.

“La juventud no es para siempre,
pero podemos preservarla,
teniendo un pensamiento joven”

    Katiuska Meza Huizar

Comenzaré con expresar que me siento feliz y honrada ante la invitación a escribir este texto; Confieso que sentí mucha emoción y luego nervios;  los mismos, supongo, sienten los alumnos cuando su profesor los invita a elaborar un ensayo filosófico. Sin embargo, como sé que siempre hay algo que “decir”, escribir en este caso, humildemente acepte el reto.

En este número de la Revista Vaivén nos encontraremos con poesía en la que se plasman los sentimientos, muchas veces contradictorios, que son inherentes a  la adolescencia; y con ensayos en  los que los jóvenes autores se plantean las mismas dudas que desde inicios de la humanidad todos hemos tenido: “¿Cuál es el sentido de la existencia humana?”, “¿Tiene implicaciones la muerte para la vida?” y un tema reciente que a partir de internet ha surgido: “La sociedad perdida en el mundo virtual”, tema que tiene mucho auge en la vida actual por la masificación de la tecnología y el uso frecuente que hacen nuestros estudiantes de ella.

Es un placer leer como los jóvenes plasman, en cada uno de sus trabajos, parte de su ser, pues la escritura les permite expresar sus sentimientos, afectos, felicidad, tristeza, frustración, sus anhelos, sus dudas; esa lluvia, con vientos fuertes, a veces con granizo, o solo un ligero chubasco, que conforman los cambios emocionales de los adolescentes en las diferentes circunstancias de la vida diaria.

Aquí tienen una oportunidad para que empiecen a “caminar” en el fantástico mundo de las letras y estoy segura que a cualquiera de sus profesores, incluyéndome por supuesto,  nos gustaría acompañarlos en ese andar, así es que no se detengan; se darán cuenta lo divertido que suele ser y, así como hemos apreciado la obra de escritores de la talla de Sabines, Rulfo, Arreola, Sor Juana, Rosario Castellanos, Nietzche, Sartre, Savater, Rius o los diferentes noveles autores que en este ejemplar podremos disfrutar; lo siguiente que estemos leyendo ¡puede ser tu obra!

      Silvia Katiuska Meza Huizar
    Maestra en Metodología de la Enseñanza, por el Instituto Mexicano de Pedagogía, A. C. Profesora en la preparatoria 11 de la UdeG. Autora de varios libros de texto para el Sistema de Educación Media Superior de la UdeG.

¿Cuál es el sentido de la existencia humana?

Alexis Alfredo Banderas Mendoza
Preparatoria 9

El humano es un individuo racional con la capacidad de preguntarse sobre el propósito de su existencia. Y, para esto, realiza una búsqueda, en la que se encuentra con diversas dificultades y dudas, tales como el sentido de pertenencia, su esencia, existencia y la desesperación. Todo esto lo puede conducir hacia lo absurdo, pero lo absurdo no implica abandonar todo y renunciar a un sentido, así que se muestra cómo se puede hacer frente a lo absurdo.

En la historia de ciencia ficción Guía del viajero intergaláctico, de Douglas Adams (2013), una raza de seres pandimensionales muy inteligentes, de un tiempo arcaico, construyen la segunda mejor computadora que pudiera ser inventada de todos los tiempos. A la computadora le pusieron el nombre “Pensamiento profundo”, para que respondiera la pregunta “¿cuál es el sentido de la vida, el universo y todo lo demás? El ordenador, al hacerle la pregunta, empieza a meditar alrededor de 7.5 billones de años y al final da la respuesta: “42”.

A partir de esa idea, me surge un planteamiento acerca de lo contradictorio entre la búsqueda del sentido de nuestra existencia y lo absurdo de la vida.

De acuerdo con Kierkegaard, cada individuo tiene que encontrar un sentido a su existencia, para ello, cada uno tiene que realizar una búsqueda personal con base en experiencias vividas y conocimiento adquirido. A la consecuente trascendencia que aparece tras estos conceptos, por consiguiente, uno debe cultivarse lo más posible para poder, de cierta forma, responder todas las preguntas. Si la búsqueda no está orientada, consigue tomar el camino de la ignorancia. De la misma forma, el mayor reto o responsabilidad que el ser humano puede afrontar es que se basa en vivir su propia vida de forma pasional y sincera, pese a los miles de obstáculos que puedan presentarse. Lo anterior mencionado es el primer camino que el individuo toma al cuestionarse si hay un propósito en su existencia. Pero esa búsqueda se torna absurda, pues el mundo es indiferente a nuestro sentido de ella.

Una de las mayores dificultades denotativas del hombre es que puede sentirse fuera de su grupo, experiencia que fue analizada por Dostoievski, en su obra Memorias del subsuelo (1864), donde se presenta la vida de un hombre que se siente fuera de su grupo, incapaz de encajar en la sociedad y de encontrarle sentido a su existencia, cosa que sucede gracias a una crisis existencial a la edad de 24 años, donde su vida era solitaria, triste y vacía. Relata que en la cancillería donde trabajaba los hombres que habitaban ahí coexistían despreocupados de su aspecto físico, vestimenta, no les importaba las críticas de los demás. Él, por su parte, era diferente, reflexionaba en sus respuestas o en lo que la gente pensaría de él, de tal forma que sentía que el mundo giraba en torno a él. No le gustaba ser ignorado o tratado como alguien invisible, pero por la coyuntura en la que se encontraba, se sentía invisible. Esta novela es un claro ejemplo de cómo los grupos e individuos de la antigüedad y, en la actualidad, pueden ser incapaces de encajar con su entorno, además de no encontrarle un sentido a su existencia. A partir de esto el hombre realiza diferentes acciones para encajar en su grupo, para lograr ese sentido de pertenencia.

Tomando lo anterior, uno con sus acciones deja una marca, un impacto, ahora bien, una esencia. Sartre, por su parte, menciona que “La existencia precede a la esencia”, ya que el hombre, a partir de lo que hace en su vida, su existencia en el mundo, define lo que él es, por lo tanto, él mismo crea su esencia con base en lo que ha construido en su existencia, además de que cada uno debe procurar un equilibrio entre sus posibilidades, lo que es y quisiera ser, además de los roles sociales para llegar a la plenitud, que ésta se define como una existencia auténtica, que se caracteriza porque uno reconoce sus posibilidades reales, vive con una conciencia lúcida de lo que es, asume la angustia ante la nada de la muerte, que es la posibilidad más cierta e inminente que todo hombre posee.

Si se consideran esos puntos uno puede llegar a caer en la desesperación. Ahora bien, ¿la desesperación puede llegar a ser una ventaja en el cuestionamiento de nuestro sentido? Sin pensar en casos determinados, debería tomarse como una ventaja enorme. La desesperación es un mal necesario del yo, ese que se conoce como la autoconciencia, que es capacidad de analizar nuestros propios actos, de saber quiénes somos y por qué realizamos esos actos. “Ser pasible de este mal nos coloca por encima de la bestia […] La superioridad del hombre sobre el animal está, pues, en ser susceptible de ese mal […] tener conciencia de la enfermedad, así como conseguir su beatitud, está en poder ser curado de ella” (Kierkegaard, 1941). Así que en este punto se puede concordar con el concepto del “eterno retorno”, de Nietzsche, donde hace referencia que uno debe interpretar su vida como una obra de arte, en la cual, cada vez que la vuelvas a ver estés satisfecho con el resultado y los procesos, teniendo en cuenta que lo anterior se relaciona con el yo.

¿Estaremos realmente satisfechos con nuestra obra de arte? Es posible experimentar durante un intento de búsqueda, que el sentido se construye por factores externos al individuo, tales como, sociales, históricos, políticos, culturales, científicos, relaciones interpersonales, etc., los cuales se pueden analizar en Memorias del subsuelo. Por consiguiente, esto toma dos formas, dentro de nosotros la existencia es auténtica, pero se vuelve subjetiva, ya que al momento de querer materializarla y no poder concretarla, uno cae de nuevo en lo absurdo.

Todo apunta que el humano tiene un vacío existencial, el cual necesita ser saciado con una respuesta, que la mayor parte del tiempo carece de un sentido. Así que, ¿qué tal si hemos hechos las preguntas equivocadas?, ¿y si cuestionar nuestro propósito sólo es algo absurdo?

Se puede llegar a pensar que es absurdo encontrar un sentido, pero “cualquier hombre puede experimentar lo absurdo, porque todo es absurdo” (Camus), ya que la condición humana es absurda y el mundo es indiferente, de forma que hagamos lo que hagamos, nuestra existencia y realidad siempre carecerán de sentido porque la humanidad se desplaza en una lucha constante, entre las expectativas y la realidad, entre nuestros ideales y como son las cosas realmente. Podemos ver esto en repetidas ocasiones con claridad, nos damos cuenta de lo absurdo y no necesariamente cualquier evento dispara este descubrimiento, ya que cualquier acontecimiento irrelevante o negativo puede llegar a interrumpir nuestro pensamiento cotidiano. Ese es el momento en que el universo revela su total indiferencia hacia las metas personales o el desgarro en el tejido de nuestras vidas construidas. Para Camus eso es lo absurdo.

Para explicarlo mejor, Camus (1942) recreó el famoso mito griego de Sísifo, personaje que fue condenado a empujar una roca cuesta arriba de la montaña por toda la eternidad, por creerse más astuto que los dioses. Como castigo, la roca se caería de forma mágica cada vez que Sísifo se aproxima a la cima. Todo hombre como Sísifo, está con un propósito.

Así que uno puede tomar varias opciones, el mito menciona que el suicidio nunca es la solución, ya que suicidarse sólo niega el problema en lugar de resolverlo. Entonces, la respuesta la podemos encontrar en encadenarnos con lo absurdo, en tomar decisiones conscientes para deleitarnos en él; gracias al carácter absurdo que toma la existencia, la vida adquiere un valor invaluable y con todas las dificultades posibles que la misma vida implica. Ella se vuelve valiosa y digna de vivirla, no sólo se limita en disfrutarla dignamente, sino también debemos hacerlo con pasión, el que seamos absurdos no implica que tomemos el camino del pesimismo o la renuncia. Así que es posible vivir con dignidad frente a lo absurdo y relevarse contra la indiferencia del mundo.

Para ello cultivémonos, leamos, estudiemos y en lo posible; seamos creativos, hagamos arte que refleje nuestra condición humana.

La vida está llena de adversidades, pero eso no implica renunciar a vivirla; encontrar un sentido no es un lujo, se convierte en una necesidad. Construyamos nuestro sentido de existencia, el cual sea único y auténtico, no aceptemos ciegamente un sentido establecido; nuestro sentido de vida puede que se encuentre en constante cambio y no está mal, es parte del proceso, pues refleja la trascendencia de nuestra existencia y razonamiento.

En este acto, nos revelamos y le creamos un sentido a nuestro absurdo castigo. Después de todo, es el acto de crear en sí, lo que debería importar.

 

Bibliografía

Adams, D. (2013). Guía del viajero intergaláctico. Barcelona: Anagrama.

Camus, A. (1942) El mito de Sísifo. Madrid: Alianza.

Dostoievski, F. (1864) Memorias del subsuelo. Argentina: Colihue.

Kierkegaard, S. (1941) Tratado de la desesperación. México: Grupo Editorial Tomo.

 

Ser libre. Ángel Daniel Tirado Hinojosa, Preparatoria Regional de Tuxpan.

Ser libre. Ángel Daniel Tirado Hinojosa, Preparatoria Regional de Tuxpan.

La sociedad perdida en el mundo virtual

Índira Monroy Herrera
Preparatoria 18

Las formas de comunicación han ido evolucionando hasta llegar a Internet.  Es muy sencillo tener acceso a Internet y a las plataformas virtuales que maneja, solo es necesario tener a la mano un aparato electrónico o dispositivo móvil, para poder introducirse a este mundo de información. Dentro de este mundo virtual las nuevas sociedades del conocimiento se comunican y relacionan por medio del uso de las redes sociales, es decir el objetivo principal es comunicar. Conjuntamente, han creado cambios acerca de su percepción sobre el mundo y las habilidades sociales. Cada día se ha ido incrementando el uso de las redes móviles gracias a las actualizaciones y la facilidad de obtener cierta información. Su distinción entre lo bueno y lo malo, lo público y lo privado provoca una controversia para los jóvenes usuarios, además de la inseguridad que hay al publicar su vida personal, sin tomar en cuenta el peligro en que se involucran.

 I

El presente ensayo tiene como objetivo argumentar sobre el uso de las redes sociales, así como los beneficios que ha aportado a la sociedad, al igual de los perjuicios que brinda. Considerando a su vez el manejo inadecuado que le dan los jóvenes a este nuevo medio de comunicación, el manejo que ejercen los jóvenes dentro de estas plataformas virtuales puede aportar incertidumbre o inseguridad, al igual que la información que suben en estos medios virtuales, dado a la poca responsabilidad que se tiene sobre ellas. Dicho flujo de información que ha cambiado las perspectivas de la vida y las formas de relacionarse en estas nuevas generaciones, nos hará cuestionarnos si las redes sociales son una forma eficaz de comunicación o una trampa donde el hombre a su falta de conocimiento la convierte en una herramienta perjudicial para el mismo. Considerando que es una comunicación poderosa y de mayor utilidad, mientras no haga inútil al ser humano, mediante su uso adecuado. Por lo tanto, es importante resaltar el vicio que puede ocasionar, dando al uso incorrecto de esta herramienta. La tesis principal que se discute en el presente ensayo es acerca del vacío perjudicial al que llevan las redes virtuales, mediante el uso inadecuado que ejercen los jóvenes sobre ellas.

 II

El humano tiende por naturaleza a socializar, interactuar, relacionarse y conocerse mediante su otredad, así como menciona Séneca: “El humano por naturaleza es un animal social”. Es por eso que el hombre siempre está en esa búsqueda de comunicar, expresar, interactuar y relacionarse de manera eficaz y, gracias a que los medios de comunicación han ido evolucionando en gran medida, el hombre puede lograr ese propósito de una manera más sencilla. No obstante, esa búsqueda de nuevas formas de comunicación ha ido descartando los medios de comunicación tradicionales, como las cartas, el fax, teléfono, medios impresos, entre otros. Empujándonos así hasta el gran mundo de internet, donde el hombre logra interactuar con otro ser humano a través del uso de las redes virtuales erróneamente llamadas redes sociales. Dicha forma de comunicación ha tenido una gran influencia en las formas de comunicación de los jóvenes, ya que les permite expresarse de una manera más fluida y eficaz, sin la necesidad de habilidades sociales con las cuales nos relacionamos físicamente con otro individuo.

Así, gracias al ciberespacio en el que actualmente los adolescentes se han ido desenvolviendo, las formas de comunicación han llegado a ser más eficaces. Sin embargo, Bauman (2016) menciona en una entrevista que, a pesar de ello, se está perdiendo el arte de las relaciones sociales reales y de la amistad. Es decir, evita el contacto físico, el mirarse uno a otro a los ojos y se deja de sentir el calor humano, para cambiarlo por una pantalla de cristal fría e inhumana, que te hace sentir una cercanía virtual hacia las amistades o los seres queridos. Es por ello que (2016) afirma queLas redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”.

Es importante resaltar que las redes sociales tienen como objetivo principal mantenernos comunicados, sin centrarse en los actos que pueden llegar a efectuar los jóvenes dentro de estas comunidades virtuales. Por ende, en la actualidad los jóvenes no se centran ni proyectan su vida en la vida real, sino, ahora su vida y actividades sociales son centradas en estas plataformas virtuales donde lo único que llega a tener realidad material son los dispositivos que utilizan para tener acceso a internet, que ha llegado a ser la escuela de muchos adolescentes.

“Este desarrollo es inevitable y, en último extremo, útil; pero es útil siempre que no desemboquemos en la vida inútil” (Sartori, 2012: 12). Internet ha revolucionado a través de la historia y ha llegado a ser de utilidad para encontrar la información que deseemos. Es decir, cuando internet es usado como un medio de trabajo, ayuda al usuario a enriquecerse de información y posiblemente de cultura. No obstante, los jóvenes, en ese mundo de información pueden llegar a perderse, dado a su incapacidad intelectiva para poder discernir entre la verdad y la falacia, y el joven desemboca en la vida inútil o pérdida de tiempo, pasando horas de día y noche enfrente de un aparato electrónico, desgastándose emocionalmente y físicamente, para así terminar desembocando en la vida inútil.

Cuando el joven usuario es dependiente de estos medios de comunicación para encontrar una identidad cae en el vacío de lo virtual y por ello la educación deja de ser de su interés. Es por ello que el astrónomo Clifford Stoll (1996) declara que “internet no es otra cosa que un tejido impalpable elaborado con nada”. O dicho de otra manera, las plataformas virtuales hacen que pierdan el sentido de la realidad haciendo que caiga en lo imaginario, es ahí donde la seguridad de estos medios puede llegar a ser incierta para los jóvenes, ya que no tiene la posibilidad de llegar a ser una realidad material, dado a que todo lo que lo conforma es un medio virtual.

En las redes sociales se encuentra información muy importante sobre la identidad del joven. Por lo tanto eso ha generado incertidumbre dentro de ese mundo virtual, dado al poco entendimiento que tiene el joven acerca de la delgada línea que existe entre lo público y lo privado. En otras palabras, el joven que se siente inseguro ante su identidad, además de su vida, se sumerge en estas comunidades virtuales para así poder encontrar su identidad, seguridad y afecto ante la aceptación por medio de un like más aun en esa búsqueda de aceptación, sin estar totalmente consciente de su situación, se encuentra arriesgando hasta su propia integridad. Estas redes virtuales han abierto una puerta a la sociedad para que el joven usuario puedan convertirse en un ser de farándula, abriéndose paso hacia una pequeña fama.

 III

La fluidez de información que contribuye internet a las nuevas generaciones es evidente, puede permitir el crecimiento del entendimiento, educación y cultura, donde se difunden conocimientos e información. Pero también permite la defunción de información y situaciones erróneas (falacias). El joven usuario que accede a esas redes virtuales se centra en su medio virtual impalpable, se olvida del contacto físico, las miradas cara a cara, y del dialogo físico, se aleja de las personas que tiene a su alrededor, para concentrase en lo que tiene dentro de la pantalla y dejar a un lado todo eso real que le rodea, perdiendo el tiempo frente a un ordenador o dispositivo móvil. Por otra parte, la barrera de lo público y lo privado se va deshaciendo en este medio. En algunas ocasiones los jóvenes, en su poca capacidad de distinguir entre estos dos factores, exponen sus vidas, y su intimidad queda expuesta ante un mundo virtual inmenso, siendo usado por millones de personas, y es ahí donde la seguridad del se cae en el vacío virtual, expuesto y con incertidumbre.

 

 

Bibliografía

Querol, R. (2016) Zygmunt Bauman: “Las redes sociales son una trampa”. El país. p. 1. 8 de enero. Recuperado de http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html.

Sartori, G. (2012) Homo videns, la sociedad teledirigida. México: Taurus.

Stoll, C. (1996) Miracoli Virtuali. Milán: Garzanti.

 

Sonrojado. Alan Alexis Tovar Guerra. Escuela de Nivel Medio Superior de Irapuato, Guanajuato

Sonrojado. Alan Alexis Tovar Guerra. Escuela de Nivel Medio Superior de Irapuato, Guanajuato

¿La muerte tiene implicaciones para la vida?

Mónica Sofía Díaz de León Guzmán
Preparatoria Regional Tonalá Norte

Si en todas partes estás,
Y si a todas partes vas,
conmigo en el pensamiento.
¿No serás, muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
“Décima muerte”, Xavier Villaurrutia.

¿Has pensado en la importancia que tiene saber que morirás para realizar las actividades de tu vida diaria? Si no lo has hecho, deberías ponerlo en práctica más a menudo. La muerte ha sido motivo de controversia debido a que muchos individuos prefieren negarla, algo que, desde mi postura, es imposible. La muerte es una acción que da significado al concepto de la vida, ya que si no sabemos qué es la muerte no tendríamos plena conciencia de lo que es vivir, así como del aprovechamiento que damos a nuestro tiempo. La muerte da sentido a la vida, debido a que es necesaria para que aprendamos a pensarla y vivirla de una manera más provechosa. Esta es la tesis que defiendo en el presente ensayo, no obstante, mi finalidad consiste en invitarte a meditar en la siguiente pregunta: ¿has utilizado tu tiempo de manera adecuada?

¿Has pensado en la importancia que tiene saber que morirás para realizar las actividades de tu vida diaria? Si no lo has hecho, deberías comenzar a hacerlo de manera regular, pues la muerte es más relevante de lo que muchos consideran, y puede resultar un gran motivo que nos enseñe cómo aprovechar nuestro tiempo. De este tema hablaré en el presente trabajo, además de exponer las razones por las cuales considero que no deberíamos temer a la muerte, y la manera en que está presente en nuestra vida diaria, tanto así que se vuelve imposible negar que es algo cercano a todas las personas. Finalmente, hablaré de la importancia de adquirir conciencia una vez que se sabe que la muerte llega de manera irremediable.

La muerte es necesaria para la vida porque, de cierta manera, le da sentido; si la muerte no existiera, las personas no h­arían conciencia de ocupar su tiempo en cosas que produzcan un provecho real. No obstante, hay quienes consideran que sería agradable vivir para siempre, o tener asegurada una vida abundante en años, esto, claro está, sin considerar cuestionamientos como el planteado por el filósofo Baggini Julián (2005), quien dice que “si nuestro tiempo fuese ilimitado el concepto de ‘aprovechamiento máximo’ carecería de sentido, porque el suministro de tiempo sería infinito, y sin razón alguna para aprovechar al máximo la vida que tenemos ¿no se convertiría la existencia en una carga tediosa y vana?” ¿Por qué entonces culpar a la vida de ser tan corta cuando es nuestra responsabilidad lo que hacemos con el tiempo del que disponemos? Si supiéramos aprovecharlo, seguro la cantidad de vida que nos tocó vivir nos resultaría más que suficiente.

Si existe algo claro es que todas las personas vamos a morir, pero gran parte de quienes lo sabemos preferimos no pensarlo para no sentir angustia, o porque irónicamente creemos que ese hecho está tan distante a nosotros que nos es más cómodo no considerarlo. Sin embargo, como afirma Nagel Thomas (1995) “el hecho de que no puedas concebirlo desde dentro no significa que no puedas concebirlo en absoluto”. La muerte está ahí, y sería mejor pensar en ella para lograr, como ya mencioné, emplear el tiempo de un mejor modo y dejar de quejarnos tanto por la brevedad de la vida.  Si nos parece corta, la culpa no es de la vida, sino de las personas por no saber utilizar el tiempo con sabiduría e inteligencia; me refiero, obviamente, a las personas que son conscientes de la muerte y prefieren negarla por motivos no muy convenientes.

Además de lo mencionado arriba, algunas personas no sólo niegan la muerte para evitar la angustia que genera, sino que también lo hacen, ya que pensar en ella es motivo de miedo. Dicho miedo no tiene fundamento, ya que en realidad se trata de algo desconocido para nosotros, y por ello no deberíamos temer a la muerte. Por el contrario, sólo deberíamos temerle si supiéramos lo que sucederá cuando esta llegue, y si tuviéramos la certeza de que es tan temible como algunos creen. Ahora bien, como menciona Platón en la Apología de Sócrates: “Nadie conoce la muerte ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre, sin embargo, se le teme, como si se supiera con certeza que es el mayor de todos los males, ¡Ah! ¿No es una ignorancia vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce?”. Asimismo, Nagel (1995) menciona que “si realmente dejamos de existir con la muerte, no hay nada que esperar, así que ¿cómo puede haber algo que temer? Si se piensa lógicamente, parece que la muerte sería algo temible solo si nosotros fuéramos a sobrevivirle”. Sin embargo, existen personas egocéntricas a las que les es difícil aceptar que podrían volverse nada en cualquier segundo, y que el mundo continuaría fluyendo de manera natural sin ellas.

Epicuro, quien negaba la existencia de la muerte, afirmaba que “no se debe temer este momento, ya que la muerte representa el cese de ese ser que somos mientras existimos y, por tanto, cuando uno muere ya no existe como ser. Dicho de otro modo, mientras se vive la muerte no existe”. Concuerdo con él en que no se debe temer este momento, pero afirmar que mientras se vive la muerte no existe no es algo muy correcto, ya que la muerte se incluye en la vida, ¿por qué? Porque mientras vives y creces adquieres conciencia de que no eres inmortal, y que un día tienes que morir. Regresando a uno de los puntos iniciales de este ensayo, no concebimos la muerte desde dentro, pero sí lo hacemos desde afuera, ya que en el transcurso de la vida adquirimos conciencia de que esta llegará. Por lo tanto, la muerte existe dentro de la conciencia humana mientras se vive y con el paso de los años, o mediante las experiencias nos acercamos a ella.

Aceptar la muerte es lo que nos convierte en mortales y tener consciencia de que es un proceso que no involucra sólo a los demás sino a uno mismo, es lo que nos diferencia de los animales que no saben que morirán. Para un humano negar que la muerte existe mientras se vive resulta imposible, ya que viviendo adquieres la conciencia de que este hecho es inevitable. Un claro ejemplo de ello es lo que dice Fernando Savater (1999), quien relata en su libro Las preguntas de la vida la manera en la que comprendió, aproximadamente a los 10 años, que la muerte iba a llegarle y que ese hecho no involucraba sólo a los demás sino también a él. Además, se percató de que la vida era una forma de empezar a morir, pues con el paso del tiempo la muerte se vuelve más cercana al hombre. Comparto esta idea y por ello discrepo con Epicuro. Sólo estaría de acuerdo con él si los humanos fuéramos incapaces de concebir la muerte tal como lo hacen los animales. Sin embargo, esto no es así, y en algún momento de la vida todo ser humano deja de ser ajeno a este hecho y lo convierte en algo personal a través de la conciencia.

Estar consciente de este evento irremediable no debe ser motivo de angustia, ya que constituye el momento en el que se aprende a pensar de manera crítica y se adquiere madurez personal. Este factor debe motivar al aprovechamiento del tiempo para realizar mejores acciones, y dejar de perder el tiempo en cosas vanas. Esto es lo que nos convierte verdaderamente en seres pensantes que saben y aprenden a vivir pues, como dice Fernando Savater (1999), “Los auténticos vivientes somos solo los mortales, porque sabemos que dejaremos de vivir y que en esto precisamente consiste la vida.”

Querer o pretender la inmortalidad sería lo mismo que desear perpetuar y conservar los errores que tiene un ser humano, ya que todos los humanos carecemos de perfección. No obstante, el individuo tiende a ser perfectible cuando busca ser mejor cada día y esto es lo que debe buscar hacer una persona mientras vive. Nadie tiene la vida comprada, no sabemos si moriremos mañana o tal vez en cinco minutos; sin embargo, hoy que estamos aquí te invito a reflexionar si es que alguna vez has culpado a la vida de ser muy corta, si esta en realidad es así, o si eres tú quien no ha tomado buenas decisiones, las cuales te han llevado a culpar a la vida de lo que no has hecho correctamente.

En conclusión, todos tenemos una fecha de caducidad. Un día eres útil pero al siguiente podrías ser sólo un cascarón que dejó de funcionar. Por ello te invito a apreciar más la muerte, ya que si ella no existiera tu vida carecería de cierto sentido. Ser conscientes de la muerte nos ha llevado a convertirnos en los seres que somos, y una vez que lo hemos comprendido se vuelve algo que no podemos ignorar. La muerte es un discernimiento que debemos tomar en nuestro favor para convertirnos en mejores personas, ya que nos ayuda a tomar mejores decisiones respecto a lo que hacemos.

 Si la muerte le da sentido a nuestras vidas, ¿no sería bueno o provechoso dejar de pensar en la muerte como algo terrible y escudriñar en nuestra vida para saber si hemos hecho lo mejor con ella?

 

Bibliografía

Baggini, J. (2005). El cerdo que quería ser jamón y otros noventa y nueve experimentos para filósofos de salón. Barcelona: Paidós.

Magge, B. (1999) Historia de la Filosofía. México: Planeta.

Nagel, T. (1995) ¿Qué significa todo esto? Una brevísima introducción a la filosofía. México: Fondo de cultura económica.

Platón (2015) Diálogos. México: Editores mexicanos unidos.

Savater, F. (1999) Las preguntas de la vida. (N.P.) (N.E.)

http://www.poemas-del-alma.com/xavier-villaurrutia-decima-muerte.htm (N.A.) (N.A.)

 

Libertad. Néstor Ulises Santana Pérez. Preparatoria Regional de Tecolotlán

Libertad. Néstor Ulises Santana Pérez. Preparatoria Regional de Tecolotlán

El sentido de la existencia humana

Carolina Yanet Rodríguez Ortiz
Preparatoria Regional de Lagos de Moreno

En este ensayo se aborda el tema del sentido de la existencia humana desde un contexto contemporáneo de inquietud y desesperación dentro de la consciencia del ser que es capaz de reconocer las características de su propia existencia y la de otros; además de la visualización del impacto en la filosofía de vida personal y la existencia interpersonal, a manos de los análisis filosóficos de autores como Emmanuel Levinas, Soren Kierkegaard, Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y otros.

Hablar de la existencia nos puede provocar más de un dolor de cabeza, incluso si se busca encontrar un camino sencillo para abordarlo.

Nuestra naturaleza de seres conscientes y pensantes nos llevará a cuestionamos y es imposible ignorarlo.  Con un poco de paciencia y de tiempo dispuesto podríamos adentrarnos en cuestiones acerca del significado o el sentido de la existencia; si es que lo hay, ¿qué es lo que engloba?, ¿por qué necesitamos encontrarle un sentido?, ¿de qué nos servirá? o ¿a qué nos ayudará?

¿Acaso el intento por comprender la existencia humana provocará el deseo de dejar de existir?

La existencia humana fue y es sin duda alguna un tema principalmente filosófico, ya que adentrará en cuestiones no sólo biológicas o psicológicas, sino culturales y emocionales; es tan grande su impacto que inspira corrientes ideologías y movimientos sociales con base en su interpretación y no cabe duda que siempre seguirá siendo un tema polémico, debido a sus bastas perspectivas que pueda tomar y el contexto desde el que se analice.

Por ahora pareciese pertinente observar hasta dónde nos ha llevado la necesidad de respuestas, todo aquello que como seres humanos hemos creado con el fin de sentirnos satisfechos y poder proseguir en el arduo camino de nuestra existencia en sociedad. ¿Quién se va de viaje sin antes ver el folleto? (James y Orlodovsky,2017)

He precisado en iniciar con una cita de Emmanuel Revinas tomada del ensayo “Entre la cautividad y la filosofía”, realizado por Mateo Navia (2008: 47): “Lo absoluto de la relación entre el existente y la existencia, en el instante, está a la vez constituido por el dominio del existente sobre la existencia, pero también de la existencia sobre el existente”. Es ahí donde se encuentra un análisis acerca del haber y del trascender, lo que hay y la huella que deja; debido a un asumir de posibilidades entre la palabra “existir”, siendo así que, según este autor dentro de ese particular término, se ubicarían dos fronteras: el existente y la existencia, considerando también que cada una de ellas depende de la otra y la modifica de igual manera.

Enfocándonos primero en “el haber” del individuo habríamos de pensar en un tiempo, el momento en que ocurre su existir y su frecuencia.

Cito de nuevo a Levinas (2000: 133): “El presente es el hecho mismo de que hay un existente”. Nuestro tiempo será el presente haciendo alusión a que el existir dura sólo un instante, pero innumerables veces para poder ser visualizada una línea de continua existencia que, al ser instantánea, no deja lugar para la existencia de un pasado, al nivel de otros existentes.  Porque existen otros individuos, dentro de sus instantáneas existencias, que pueden coincidir con la nuestra, originando así una idea de vinculación.

Nuestra existencia, como ya lo consideramos, se ve condicionada por factores respectivos a la misma, por lo tanto, no cabe duda que otro existente podría influenciar en nosotros, pues “todo se puede intercambiar entre los seres salvo el existir” (Levinas, 2000).

“El trato con el otro, en el reconocimiento que el otro hace de nuestro ser, en la presencia de su mirada, sólo así nos hacemos consientes de nuestro propio ser y de nuestra propia realidad” (OIIeta). Ahora no sólo se considera el existir de más existentes, sino que su impacto entre ellos es creer en nuestra propia existencia a través de ellos, constituyendo una individualidad y una existencia colectiva que los llevará a cuestionarse acerca del origen entre existencias. “La existencia es la forma en que yo me relaciono con respecto a mí mismo y a lo trascendente” (Jaspers, 1932).

El hombre, en calidad de finito durante su estancia en la vida, busca una comprensión de la realidad humana, la cual la comienza en conjunto para enfatizarse en la suya, pero en la comprensión individual.
Kierkegaard destaca que no hay verdad absoluta, que es meramente relativa, compartiendo la idea con Sartre en una base del existencialismo en que “el mundo, la vida; no tiene sentido a priori: declara que Dios no existe, por lo que la vida misma carece de sentido; sólo se puede hablar del sentido que cada uno le da, los valores que cada uno se inventa” (OIIeta), pero para Kierkegaard Dios sí existe: “Elegimos a Dios para poseer el yo, y obtener algo fuera de lo temporal, de lo terrenal” (Aiarbid, 2008: 122). “Por eso el que no tiene a Dios, tampoco tiene ningún yo, ni tiene libertad propiamente tal” (Rivero, 1984: 17). Él encuentra en la idea de que “Dios no existe, Dios es eterno”, el medio para que su existencia no lo conduzca a la desesperación, “el estado propio de quien ya no espera nada, pero no sabe qué otra cosa esperar”, se siente aprisionado en la propia existencia.

Pero, ¿qué haría un hombre que no eligió Dios? Al final el también busca el sentido de su existencia.

Heidegger define ese concepto como la posibilidad de referirse a cierto modo de ser, su esencia consiste en la posibilidad existencial (Gonzáles, 2000: 257). Nuestro pensamiento no hace ni deshace, en un sentido tal que no aparece el ser de las cosas sino frente a un espíritu que los contempla también como ser, siendo ese espíritu quien los declara.

La existencia es demasiado para el existente, cada uno busca de alguna forma no ser devorado por su naturaleza de hombre pensante que le exige una respuesta a su origen, y esa forma de liberación espiritual será manifestada por la esencia que al mismo tiempo es determinada por la nada; entonces todo será una idea de Dios.

Sin aceptarlo como tal, puede ser el mismo hombre o toda naturaleza a la que se le otorga una esencia, la ética o las reglas sociales de nuestra existencia en sociedad.

«Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo” Nietzsche (en Rozo, 1998). Para Nietszche la respuesta para encontrar el sentido se puede dar de modo que con una meta nos marcaremos la forma para llegar, encontrarle un sentido a la existencia nos haría determinar si estamos creando o llevando a nuestro ser de la manera correcta o cómo es que podríamos hacerlo.

En referencia a lo correcto se asume lo que la experiencia personal le aporta al individuo para lograr encontrar su felicidad y realización, además de la de los existentes vinculados emocionalmente con el mismo.

Tomando alguno de los factores de liberación espiritual mencionado antes será ese mismo que nos determine las formas de vivir y por lo tanto el por qué.

Para Heidegger, comprenderse a sí mismo y comprender todas aquellas cosas de las que se ocupa y encuentra a mano en su existir cotidiano, es la única forma de existencia auténtica (Picaré: 4).

“El hombre es un proyecto que se vive subjetivamente: […] su preocupación por la realización de su ser […] No están trazados previamente por un destino” (Olleta).

Si nosotros como seres pensantes partimos de la idea de que existimos podemos definir esa existencia como nuestra presencia en un espacio temporal que puede ser la misma mientras vivimos biológicamente o no, donde bien puede haber otros individuos considerados como existentes por sus características relacionadas con el  existir, con los que compartimos los factores determinantes; lo interesante de eso es que al compartir dejaremos nuestra huella trascendental dentro de ellos creando una visión alternativa de nuestra existencia.

Nuestra vida biológica es finita, marcada por el nacimiento y la muerte, pero entonces también habría la posibilidad de identificarse un nacimiento y una muerte en el ser.
Gracias a esa característica nuestra, con el objetivo de no desperdiciar el avance degradante de la vida, buscamos un sentido a la existencia que haga de impulsor para seguir y para actuar, un sentido que puede cambiar y crecer o decrecer pero que será necesario para sentirnos libres, realizados y felices aprovechando al máximo nuestra estancia en la vida; además de tratar de extender nuestra existencia lejos del cuerpo, dentro de los demás.

Dentro de la diversidad de pensamientos al que el ser puede llegar, habrá distintas manifestaciones del sentido de la existencia y por lo tanto distintas maneras de marcar cómo vivir, pero debe apreciarse el hecho de que con el mero logro de obtenerlo, su forma de vivir será plena e incluso podrá trascender en la existencia en conjunto, aunque su cuerpo llegue a la muerte.

Nuestro instinto es cuestionar, y aunque pareciese que obtenemos algunas respuestas, más preguntas se avecinarán, así que hay que mantenerse fieles a los ideales, que, si bien pueden encontrarse en los factores de la existencia, también pueden ser creados por nosotros, con el único fin de fomentar un existir positivo y gratificante, aprovechando máximo del ser. Cada respuesta que leamos a las preguntas del existir ayuden a colaborar en su definición.

Bibliografía
Alarbid, Samirm (2008) “El hombre de hoy desde el concepto de existencia de Soren Kierkegaard”, Revista de Artes y Humanidades Única, vol. 9, núm. 22, mayo-agosto, pp. 117-131.  Universidad  Católica  Cecilia  Acosta
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  • James y Orlodovsky (productores), McDowell C. (director) (2017) The discovery [cinta cinematográfica]Ee.Uu.: Netflix.

La filosofía es una aventura del pensamiento

La más reciente edición del Coloquio de Filosofía fue una grata experiencia por la muestra del talento y alcances reflexivos de los alumnos del Bachillerato General por Competencias, pues en sus trabajos expusieron importantes aportaciones teóricas sobre los problemas de la humanidad y su diversidad.

Las expectativas de los que de alguna forma nos vemos involucrados sobre el coloquio son superadas; nos sorprende gratamente que expusieron con elocuencia sus exposiciones, y la defensa de sus ideas desarrolladas en sus trabajos presentados fue interesante, además de la manera en la que analizaron su contexto y dieron una ponencia crítica de la realidad con los fundamentos que la teoría filosófica les brinda.

Fue destacable el manejo de las corrientes filosóficas propuestas para desarrollar tales problemas como: ¿somos producto del azar o formamos parte de un destino? La posibilidad en la historia es el contenido desarrollado por el alumno Carlos Emmanuel Castillo Núñez, de la Preparatoria Regional de Tecolotlán. Castillo Núñez nos hace pensar en la causalidad de la historia, no como un producto del azar o del destino, sino una serie de circunstancias producidas por el factor humano que provocan fenómenos dignos de estudiarse desde un punto científico, considerando condiciones climáticas, las implicaciones del tiempo como una magnitud los procesos sociales y su significación para el cambio social.

Otros ejemplos fueron las destacadas participaciones de alumnos como Elizabeth García Gómez Escuela Regional de Ocotlán, módulo Tototlán, que nos habló de un tema clásico de la filosofía “¿Qué es la justicia?”. O el punto de vista ético de Eduardo Mariscal Rentería, de la Preparatoria Regional de Tala: ¿es posible justificar racionalmente la autoridad moral de las religiones?

Evidentemente la temática requirió buen nivel de análisis asertivo para exponer las condiciones de injusticia que enfrentan las personas diariamente con el uso o mala distribución de la propiedad, situación de género, el pretexto de la raza para validar una actitud de discriminación o el abuso del poder; con sus conclusiones se pueden considerar esas condiciones favorables como causas probables para suscitar la descomposición del tejido social, sino se evitan sentimientos de venganza cuando la demanda de posibles víctimas no son atendidas o son ignoradas.

Por su parte, Eduardo Mariscal nos explica las discrepancias que pueden surgir cuando de religión se trata, debido a los alcances que tiene como autoridad moral, exponiendo su grado de complejidad por considerarse en el contexto de un país que en su mayoría tiene población eminentemente religiosa y la opinión o acción de cualquier credo propicia tendencias o cierto grado de movilidad en la sociedad. Por ello fue interesante fincarle responsabilidad por el manejo de su discurso o posiciones frente a la dinámica de grupos.

La filosofía es para todos y como disciplina humanística despierta la necesidad de comprender a profundidad el origen de nuestros problemas o dilemas.

Felicitamos a los alumnos participantes por la calidad de sus trabajos y sus exposiciones en la más reciente edición del Coloquio de Filosofía. Valoramos el saber filosófico como una gran aventura, debido a la aproximación alcanzada en las cuestiones humanas de manera profunda y comprometida con valor humano. Los estudiantes de bachillerato representan la esperanza, por emplear su criterio para el manejo de información, superar los conflictos mediante el diálogo o emplear el pensamiento reflexivo y crítico para compartir sus opiniones en temas trascendentales

*María Adriana Sotelo Villegas

*Es licenciada en historia con maestría en educación (investigación en educación con intervención en la práctica educativa) y docente con la categoría de tiempo completo en la Preparatoria de Tonalá. En la actualidad es presidenta de la academia de filosofía y humanidades. Es autora de diversos programas académicos curriculares como: Programa del seminario-taller especializante: Investigación en ciencias del hombre, Seminario taller avanzado: valores éticos en la realidad global entre otros.

 

 

¿Qué es la justicia?

Elizabeth García Gómez
Escuela Regional de Educación Media Superior de Ocotlán
Módulo Tototlán
Participante del v Coloquio Filosófico del SEMS 2016
“Hannah Arendt”
Publicado en la edición Núm. 12

 

 

Abstract

La justicia es un tema que la mayoría cree conocer y lo limita a cuestiones jurídicas y de derecho porque pocos se atreven a verla como lo que es: una cuestión de igualdad, fraternidad, equidad, generosidad y hasta de libertad. Si la justicia no existiera todo lo anterior tampoco porque la justicia es la filosofía de esos valores; es el comienzo de ellos y no sólo implica dar a cada quien lo que le corresponde o merece. A continuación se revisará a profundidad, y desde un punto de vista filosófico, todo lo que la justicia desprende y puede llegar a abarcar, desde un sencillo dilema ético hasta la forma determinante de un gobierno. Recurriendo a la excelsa obra de la República, de Platón, filósofo griego. Observaremos cómo ésta es aplicada donde menos lo vemos y entenderemos cómo un valor tan olvidado puede medir el progreso humano.

 

Hablar de justicia es hablar de un tema difícil porque es más fácil definir lo que no es a lo que es. “Esa amplia variedad de ideas asociadas a la noción de justicia están relacionadas con las injusticias percibidas en cada época que van desde la propiedad, el género, la raza y el poder y que casi siempre la convierten en el lenguaje de la reclamación y a veces de la venganza.” (Ponce, 2005).

Aplicando el argumento anterior a nuestra cotidianidad, la mayoría de nosotros ha sido víctima de la injusticia en más de una ocasión en la vida y eso es lo que moldeará en cada persona el concepto que tendrá de justicia; por lo que es importante reconocer que cada quien idealiza ese concepto de acuerdo con sus necesidades, intereses o experiencias, y es entonces cuando el ser humano es   injusto, desde el momento de querer definirla, porque no lo hace con imparcialidad.

Diversos filósofos se han dado a la tarea de responder la común pregunta   ¿qué es la justicia? Sin embargo, Platón es quien, a mi criterio, se acerca más a esa respuesta en su famoso y excelso libro La República. En él, Platón se dedica a estudiar lo justo y lo injusto a la voz de Sócrates, con su tradicional método de la mayéutica. (Olivari, 2008).

“Platón decía que el individuo justo es aquel que usa su razón según la verdad, que tiene fortaleza y valentía y que actúa con moderación; sin embargo si es ignorante no puede salir de la oscuridad en que está sumergido por falta de conocimiento.” (Malena, 2008).

En ese sentido, Platón explica que al ser la justicia un aspecto muy ligado con la razón es un tema que también abraza a la sabiduría y que ambas son determinantes para aplicar la justicia correctamente, porque no se puede emitir un juicio sin hacer uso del raciocinio y los valores personales. Además, no hay que olvidar que en ocasiones las personas no se quedarán conformes y sólo con fortaleza y valentía se afrontará esa hipotética derrota.

En el debate de La República Trasímaco define la justicia como lo que es provechoso al más fuerte4 y dice también que:

El hombre justo siempre lleva la peor parte cuando se encuentra con el hombre injusto   […]  Es preciso fijarse en un hombre de esas condiciones para comprender cuanto más ventajosa es la injusticia que la justicia […] una justicia como utilidad universal no existe, puesto que estaría en contra la naturaleza de los hombres los cuales obran solo en vista de la propia utilidad personal (Olivari, 2008).

Todo eso la mayoría de las ocasiones se cumple porque los seres humanos somos animales con instinto de supervivencia que buscamos imponernos ante los más débiles; sin embargo, también somos los únicos seres pensantes y, aunque el instinto nos lleve a ser injustos, el raciocinio es lo que nos hace justos, por eso la justicia hasta hoy sólo se conoce en la especie humana, ya que al final no es tangible, sino abstracta. Por ejemplo, si una persona quiere ser honesta en un ambiente de corrupción y ésta se corrompe, no tiene justificación porque al final es decisión de cada quien.

En La República, Trasímaco dialoga y argumenta a Sócrates que los hombres injustos son buenos y sabios, ya que son muy fuertes para apoderarse de las ciudades y los imperios, (Olivari, 2008), argumento que Sócrates derriba con una concisa pero severa afirmación: “…El que es hábil y sabio no quiere tener ventaja sobre su semejante, sino sobre su contrario, por consiguiente el alma justa y el hombre justo vivirán bien y el hombre injusto vivirá mal” (Olivari, 2008).

De ese diálogo podemos discernir que muchas veces confundimos la astucia con la inteligencia, por ello creemos que las personas que se apoderan de mala manera de las cosas son inteligentes, cuando en realidad sólo son astutas. Una persona que de verdad es inteligente no se aprovecha de las debilidades; al contrario, aprende de las fortalezas de su oponente y es como en realidad logra la victoria. Porque quien sólo es astuto e injusto construye sobre arenas movedizas y se crea enemigos; quien es inteligente y justo construye firmemente rodeado de aliados y amigos.

Sócrates, a través Platón, explica dónde nace y cuál es la naturaleza y el origen de la justicia:

 Se dice que es un bien en sí cometer la injusticia y un mal padecerla. Pero resulta mayor mal en padecerla que bien en cometerla. Los hombres cometieron y sufrieron la injusticia alternativamente; y habiéndose dañado por mucho tiempo los unos a los otros, no pudiendo los más débiles evitar los ataques de los más fuertes, ni atacarlos  a su vez, creyeron que era un interés común, impedir que se hiciese y que se recibiera daño alguno. De aquí nacieron las leyes y se llamó justo y legítimo lo que fue ordenando por la ley. (Olivari, 2008).

De acuerdo con cita de arriba, la justicia nació para proteger a quien lo necesite, incluyendo tanto al justo como al injusto, evitando los abusos y las sangrientas venganzas.

La mayoría de las personas asocia lo justo con lo bueno y lo injusto con lo malo; sin embargo, muchas veces lo justo no es lo bueno ni lo injusto lo malo, habrá ocasiones donde los roles se cambien y aun así estaremos frente a casos de justicia. El ejemplo más conocido de lo anterior es la leyenda de Robin Hood, el ladrón que le quitaba a los ricos para darle a los pobres. Lo que hacía era moralmente malo porque robaba; sin embargo, y contradictoriamente, era justo porque le daba a quienes menos tenían, quitándole a los que vivían en la abundancia. En resumen, hacía una mejor distribución de la riqueza y era considerado un héroe.

El asesinato de Francisco I. Madero en México es un ejemplo de una ineficaz forma de justicia porque él, al defender la democracia, no se atrevió a ser “malo”. No se atrevió a sancionar, a vengarse de aquellas personas que en algún momento formaron parte del gabinete de Díaz y que eran personas a favor de la injusticia que no deberían estar dirigiendo la nación y que a final de cuentas se salieron con la suya asesinándolo.

Para evitar situaciones como los ejemplos anteriores Platón también habla, en su famosa utopía política La República, de un modelo basado en cuatro virtudes que deben guiar al ser humano: prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Compuesto por tres clases sociales: el pueblo, los militares y los filósofos, cada uno está regido por una virtud diferente: el pueblo por la templanza, los militares por la fortaleza y los filósofos por la prudencia; éstos estarían unidos por la justica. Los dos últimos debían cumplir un voto de pobreza y celibato, consolidando con esto el mito del Rey Filósofo. (Barrera, 2004).

Se trata de una utopía porque nunca se logrado que un filósofo gobierne una nación, para ello el candidato necesita hombres y mujeres que sean sus amigos y le sean leales; Platón lo dijo claro: son muy difíciles de encontrar. Por algo se repite la historia del joven Platón que, decepcionado de la política, renuncia a ser gobernante, permitiendo que un mediocre ocupe su lugar. (Olivari, 2008)

Lo curioso de todo esto es que las naciones no aplicaron lo que dijo Platón pero la Iglesia sí, aunque no de una forma tal cual. Sin embargo, si se analiza un poco su forma de organización se puede observar que el pueblo (del que habla Platón) estaría representado por los feligreses; los militares: los clérigos, sacerdotes, religiosas y demás personas que dediquen su vida a la Iglesia; el “Rey Filósofo” estaría representado por el Papa y se centra en defender lo que concierne al creador que representa todo lo bueno, lo justo y lo perfecto. El Papa tiene que ser una persona muy instruída, con grandes nociones de raciocinio para poder interpretar las Sagradas Escrituras, lo que lo vuelve un filósofo. Los dos últimos cumplen el estado de celibato durante toda su vida; en cuanto al voto de pobreza recientemente el Pontífice lo está llevando más a la práctica. Ese sistema es lo que ha llevado a la Iglesia a vivir como organización cerca de 2 000 años; cada quien hace lo que le corresponde a favor del bien común.

Aunque si bien es cierto que la Iglesia está pasando por su periodo más cuestionable, pues la pederastía y su gran riqueza están dando mucho de qué hablar.

Lo más alarmante de ello es que no sólo la Iglesia está pasando por esa crisis; el mundo tiene una crisis de liderazgo general porque la justicia trasciende más allá de lo jurídico y lo normativo, de lo justo y lo injusto, de lo bueno y lo malo. Ser justo es toda una forma de vida, porque una persona que no es justa consigo misma no podrá ser justa con los demás. Y cuando de justicia se trata no puede haber amigos, familiares ni intereses de por medio, porque entonces se pierde la imparcialidad y no se puede hacer una correcta aplicación de la misma.

Muchos perciben el modelo político de Platón como una utopía por una sencilla razón: no conocen la justicia. Cuando el mundo no conoce esa forma de vida pasa lo que se está viviendo en México: que vive bajo el yugo de un gobierno corrupto y un pueblo indiferente.

Pareciera que Platón busca al hombre perfecto para ser el Rey Filósofo pero no es así; Platón habla de un hombre o de una mujer que sean íntegros porque sólo una persona íntegra puede ser lo suficientemente capaz de poder ejercer la justicia sin confundirla ni quebrantarla. El verdadero reto de la humanidad no es en realidad conquistar otros planetas, su verdadero reto es aprender a ser justos entre nosotros mismos.

No olvidemos que la justicia se puede parecer a la equidad, la igualdad, la fraternidad, la generosidad y hasta la libertad, pero la realidad es que la justicia no es nada de ello; por sí sola, la justicia es el conjunto de todos esos valores entrelazados por el amor a la verdad y el entendimiento de las cosas. (Santos, 2010). La humanidad, por naturaleza, enaltece la injusticia y entierra la justicia pero el día que se comprenda el verdadero valor de cada una entonces podremos decir que progresamos.

 

 

Bibliografía

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  • Santos, J. (2010) Valores y liderazgo: la armonía de la Justicia. Consultado el 18 de septiembre de 2016, de: http://liredazgo.blogspot.mx/2010/10/valores-y-liderazgo-la-armonia-de-la.html