¿Solidaridad como acto desinteresado?

Blanca Celeste Aguirre Hernández

Preparatoria Regional de Degollado

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

¿Existe verdaderamente el acto de hacer las cosas sin ningún interés de fondo? No. Todavía no existen las acciones desinteresadas. Los humanos somos seres egoístas, malvados y ambiciosos, que sólo aparentamos la bondad y la solidaridad para evitar sentirnos tan mal por nuestras malas acciones. Somos seres que creemos poder ser mejor que los demás, que no nos reconocemos como seres sociales, como alguien que siempre va a necesitar de otro. Sin embargo, se necesita ser un ciudadano, un amigo, un hijo, un miembro perteneciente de algo, para así ser reconocido, y que eso le brinde una cierta seguridad. Por ello, la solidaridad y la seguridad del existencialismo van de la mano, aunque aún no nos demos cuenta de ellos.

Para que exista controversia en algo es necesario detenerse a filosofar, a cuestionarse, y en la actualidad aún no hay suficientes personas con el valor de hacer dicha acción tan sencilla y complicada a la vez. Hacerlo conlleva revisar las acciones de cada quién y distinguir entre el gran dilema de si se es feliz o no.  Hablar de solidaridad es hablar del hombre y todo lo complejo que es. Entonces surgen las preguntas: ¿el hombre es bueno por naturaleza?; ¿en verdad ayudamos a los demás sin esperar nada a cambio?; ¿quién o qué nos ha ensañado a ser solidarios?, ¿es obligación serlo?

          Al observar a nuestro alrededor, podemos concluir que todo lo malo que nos rodea se define en una sola cosa: el hombre, único ser que posee inteligencia, la cual brinda además la posibilidad de hacer daño, convirtiéndonos en manipuladores, mentirosos, corruptos o asesinos. No hacemos nada porque sí; no hemos adquirido el gusto o la costumbre de actuar desinteresadamente, siempre estamos esperando algo a cambio, pensando en qué beneficio proporcionará lo que vayamos a realizar.  Por lo tanto, el hombre se vuelve su propio enemigo, en una lucha constante de querer ser mejor que el otro, y hacer lo que sea para imponer su voluntad por encima de la de los demás. Al respecto el filósofo Thomas Hobbes (2013) comentó que “el hombre es un lobo para el hombre”, que al mismo tiempo tiene un miedo terrible a no sobrevivir por su cuenta y la idea de equivocarse le aterra, dudando de su propia libertad a la hora de tomar decisiones.

          El que existan las formas de gobierno y las religiones es sólo una cuestión de estrategia. Al haber una autoridad imponiendo un orden, dictando lo que está bien y lo que está mal, se establece seguridad relacionada con la supervivencia. Si todos hicieran lo que se les da la gana, todo se convertiría en un completo caos. Por eso, Nietzsche (2013) habla de la muerte de Dios, que entre todos lo hemos matado, porque lo necesitamos para vivir. Requerimos estar bajo la sombra de un padre protector que nos guie al momento de cómo comportarnos, que reconozcan nuestros méritos, y que logre hacernos sentir mal cuando nos equivocamos, queriendo así brindar una solidaridad falsa, aparentando que lo hacemos por ayudar a los demás cuando en realidad en el fondo es para así lograr limpiar nuestras culpas, para hacernos sentir mejores, cuando hemos hecho algo bien.

          Le tememos al karma. Nadie quiere para sí mismo todo el daño que le ha brindado a alguien más.  Nos queremos considerar buenas personas y sobre todo encargarnos de que los demás también lo crean, porque desde pequeños nos han vendido esta idea. Vivimos en un lugar donde hay que decir y hacer todo con suavidad, con tacto, aparentar ser buenas personas, para que nadie se ofenda, para que nadie te vea mal, que no te tachen de egoísta o narcisista, pero de todos modos todos lo somos, ¿no? Siempre pensando primero en nosotros y en nuestro bien, sin importar a quién lastimo, y cuando estamos verdaderamente cómodos, nos preocupamos por ayudar a los demás, ya después de que hicimos todo para dañarlos, intentamos remediar el daño, pero no por ellos, sino por nuestra propia moral.

          Y no siempre podremos aparentar ser almas puras. Nos mentimos a nosotros mismos, tratamos de convencernos de algo que no somos. Para remediar eso necesitamos poner en práctica la propuesta de Freud: el psicoanálisis, para conocernos. Sin embargo, es imposible mostrarte tal como eres, siempre ocultamos; existe algo más dentro de nosotros del cual no estamos conscientes pero que se expresa en nuestro comportamiento. Una parte desconocida de nosotros que nos hace actuar, pensar y sentir, de cierta forma, pero desde un punto de vista externo nunca vamos a lograr funcionar en un mundo donde las personas sean juzgadas por ser buenas o malas. Necesitamos formar un mundo donde las personas sean libres de negar lo que les han inculcado, personas que desconfíen de todo y sean capaces de pensar por ellos mismos.

          La libertad se complica desde el momento en el que nacemos, y no porque alguien más nos la prive, sino porque como dijo Aristóteles (2016): el hombre es un ser social, somos la única especie que no puede estar sola completamente. Necesitamos de los demás, desde que nacemos, con una familia que nos cuide los pasos, nos guíe y nos haga sentir protegidos. Tardamos alrededor de un año en lograr movernos de un lado a otro por nuestra propia cuenta, y aun con mamá detrás de nosotros, nos sentimos inseguros al ir andando solos. Y aunque miremos a la familia como un obstáculo para obtener la libertad, nadie se ha podido librar de ella completamente, porque somos dependientes. Y ésta nos hace sentir que formarnos parte de algo, igual que el gobierno nos hace ser ciudadanos. Ser ciudadanos también nos hace cargar con ciertas reglas y estándares sociales sobre ayudar y ser buenos con los demás, aunque sea sólo por aparentar. Y por mucho que esto no nos guste, no será sencillo romper con esa idea de agradar, porque comportarse como el verdadero ser egoísta que somos no nos deja buena aceptación de los demás, la cual la necesitamos para la supervivencia.  El ser diferentes, decir lo que pensamos y hacer lo que queremos, nos provoca un rechazo social, nos aparta, y al estar separados sufrimos, porque no sabemos aún cómo lidiar con nosotros solos. Por mucho que una persona se considere independiente y afirme que ella puede ir sola, es una completa mentira, siempre llegamos a un punto en el cual vamos a necesitar de los demás. Aunque lo tengas todo, nunca alcanzarás la felicidad, finalidad de la existencia. Los amigos son los únicos que te dan la posibilidad de no sufrir en esta vida.

          Por lo tanto, mientras no nos reconozcamos como los seres malvados y egoísta que somos, lo cual nos obliga a fingir, a actuar de cierta manera simplemente para ser ciudadanos, miembros de algo que nos brinde seguridad y supervivencia; mientras no digamos lo que pensamos, y no actuemos conforme con nuestros propios criterios; si no hacemos algo de manera desinteresada, sólo por el gusto de hacerlo, sin buscar un reconocimiento; mientras no nos conozcamos, y no logremos controlar los deseos de ser mejor que los demás; mientras no nos guiemos conforme nuestra propia verdad, ya que no existe una absoluta simplemente diferentes puntos de vista; mientras no aceptemos que somos seres sociales, y que todos necesitamos de todos; mientras no actuemos pensando en el bien ajeno; mientras no dejemos el “hoy por ti, mañana por mí” y sea simplemente el “por ti”, porque puedo y porque quiero hacerlo, no porque alguien me lo impone, porque me nace voy a ayudarte, sin esperar que hagas lo mismo; mientras todo esto no suceda; y no dejemos el interés; entre tanto no tengamos una chispa de benevolencia, podremos ser ciudadanos, pero nunca verdaderamente solidarios.

Bibliografía

Aristóteles (2016). Ética nicomaquea. Política. México: Porrúa.

Nietzsche, F. (2013). La gaya ciencia. México: Colofón.

Hobbes, T. (2013). Leviatán. México: FCE.

 

Sergio Jaír Sáenz Uribe. Dualidad

Dualidad. Sergio Jaír Sáenz Uribe. Egresado de la Preparatoria 10.