Exploraciones existenciales: en busca del sentido en la era moderna

En la búsqueda incesante de respuestas a las preguntas más profundas que la humanidad ha enfrentado a lo largo de la historia, la filosofía ha sido una herramienta invaluable para explorar y reflexionar sobre cuestiones esenciales relacionadas con la existencia, el sentido de la vida y la búsqueda de un propósito significativo. Una corriente filosófica que ha desempeñado un papel destacado en estas exploraciones es el existencialismo. Dicha corriente se centra en las cuestiones de la libertad, la elección, la autenticidad y la responsabilidad individual en la creación de significado en la vida. Los existencialistas abordan preguntas profundas sobre la existencia humana y plantean que la vida carece de un significado intrínseco.

Preguntas como: ¿quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué hago aquí? son interrogantes que en algún punto de nuestra vida nos han afligido y muchas veces sin siquiera llegar a una respuesta. Los siguientes ensayos abordan estas cuestiones fundamentales desde diferentes perspectivas filosóficas, ofreciendo una mirada crítica a la vida contemporánea y las motivaciones humanas.

Valentina Rentería Fonseca explora la agitación de la vida moderna, donde las personas se ven atrapadas en una carrera interminable detrás de responsabilidades y objetivos materiales. Posteriormente, Samantha Nashiely Diaz Reyes cuestiona la búsqueda del sentido de la vida y cómo muchas personas lo asocian con la acumulación de riqueza, fama y felicidad. Para concluir, Hansel Gael López Angulo, a través de la obra Crimen y Castigo de Dostoievski, nos invita a considerar la importancia del amor y las conexiones personales en la búsqueda del sentido de la vida.

En conjunto, estos textos plantean preguntas fundamentales y nos instan a examinar nuestras vidas y a reflexionar sobre lo que realmente da sentido a nuestra existencia. Nos desafían a alejarnos de la búsqueda obsesiva de objetivos materiales y a explorar cómo las relaciones, el amor y las experiencias cotidianas pueden proporcionar un propósito profundo a nuestras vidas. En última instancia, nos invitan a embarcarnos en un viaje filosófico de autoexploración y reflexión sobre la naturaleza de la existencia humana en un mundo moderno en constante evolución.

Sofía Nataly Martínez Armenta*

*Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Tiene un diplomado en la enseñanza del español como lengua extranjera y ha participado en proyectos de difusión cultural y programas de docencia para extranjeros.

Más allá del individualismo

Valentina Rentería Fonseca | Preparatoria 5

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

El presente trabajo explora la cuestión del reconocimiento intersubjetivo con base en el pensamiento de los existencialistas Lévinas, Sartre y Beauvoir. En concreto se centra en la búsqueda del yo en el otro como un problema que no sólo culmina en comprender la identidad propia, sino que también puede tener distintas consecuencias éticas según la respuesta dada. La postura elegida, por ejemplo, es impactante en el marco de los derechos humanos. ¿Cómo reconocerse en el otro pese a la diferencia? No es un proceso sencillo pues incluso presenta obstáculos que se nos escapan de las manos, pero en general se resuelve dejando de lado el punto de vista egocéntrico para abrirse a los demás y darse cuenta de todo un mundo plural, en el que nos basamos para construir nuestra identidad. La forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno puede decir mucho sobre nosotros mismos, aunque no lo parezca.

Palabras clave:

Yo, otro, existencia, autoconocimiento, reconocimiento, identidad, relación ética, subjetividad, alteridad, derechos humanos.

¿Quién soy yo? es la pregunta que el ser humano se ha formulado en el intento por comprender su existencia. Disciplinas como la Filosofía, la Psicología y la Sociología se han empeñado en definir el concepto del yo para, de alguna manera, lograr responder tal cuestionamiento. Una de las propuestas más prominentes a nivel histórico es la individualista, que hace énfasis en la independencia del individuo de su contexto. Entonces, ¿somos seres totalmente aislados los unos de los otros? Biológicamente, la respuesta es no. La humanidad como especie ha subsistido y se ha desarrollado gracias a su carácter social.

Parece difícil, si no es que imposible, ignorar por completo la presencia de los otros en nuestro día a día. Incluso estando en la más profunda soledad, su existencia puede aparecer implícita en forma de un recuerdo. Vivimos cara a cara, buscando comprendernos entre nosotros, quizá movidos por la simple curiosidad. No obstante, ¿podemos distinguir algo subjetivo en lo ajeno? O, en otras palabras, ¿es posible reconocer mi yo en el otro? Suena bastante paradójico; sin embargo, en el presente escrito se sostendrá que lo es, con ayuda del análisis teórico planteado por el existencialismo. La relación ética con los demás es lo que me permite comprender mi condición y la del otro, dar pie a la reflexión de mi subjetividad.

En primera instancia, el yo no surge de la nada. Tampoco posee una esencia ya determinada o fija. De otro modo, ¿seríamos verdaderamente libres? Cada quién es producto de una construcción individual dada a partir de experiencias que va concibiendo a lo largo de su vida. «Es necesario partir de la relación concreta entre un yo y un mundo» (Lévinas, 2002). Desde el momento en que nacemos empezamos a relacionarnos con nuestro alrededor, formando así una identidad propia que nos mantiene interconectados en la mutualidad. Sin un otro, no habría un yo, y viceversa.

Experimentamos la existencia de los otros en la cotidianidad, de frente e indirectamente, pues recibimos su influencia en nuestra propia subjetividad. Entonces, ¿por qué dudar que el otro está presente en el mundo como uno mismo? Puede que el yo sea lo único cognoscible hasta cierta medida, pero en el momento que empezamos a conjeturar hipótesis sobre la realidad o consciencia de los otros, los concebimos como simples objetos. El otro se diferencia de una piedra porque actúa libremente en el mundo, mientras que la piedra está en él de manera pasiva. Es la existencia de los demás la que nos mueve a reconocerla; a reconocernos en ella.

Ahora, el otro no puede ser representado como un espejo que proyecta o refleja al yo; buscar la similitud o esperar encontrar a alguien meramente idéntico a uno mismo es una lucha en vano, pues cada sujeto es poseedor de una identidad singular que lo vuelve auténtico e irrepetible. Pretender la imposición de una perspectiva única es en esencia problemático puesto que implica la negación de toda individualidad, además de que concluye en la comprensión limitada de la realidad, ya que la fragmenta. Es el caso del mentalismo, en donde las personas se ven reducidas a dinámicas estigmatizantes y excluyentes debido a sus características mentales, lo que termina quitándoles cualquier pizca de dignidad.

Entonces para reconocerse en el otro de manera efectiva, surge la demanda de aceptar la heterogeneidad y respetarla para mantener una relación ética. Hacerlo nos permite salir de la burbuja de la mismidad y empezar a valorar un contexto sumamente diverso y amplio, de manera que ello nos facilite el entendimiento de nuestra propia condición. ¿Te ha ocurrido que, mientras entablabas conversación con alguien, te diste cuenta de ciertas creencias u opiniones que tenías infundadas? Esto se debe a que hacerle frente a la alteridad (referida a la condición de ser diferente) en la praxis constituye una parte fundamental en el proceso del autoconocimiento, pues supone las fronteras de la identidad y, simultáneamente, evoca la meditación de las ideas: nos invita a experimentar nuestra subjetividad.

Conviene subrayar que practicar la alteridad no significa la negación de los intereses naturales, sino que requiere de un equilibrio entre las necesidades propias y las del otro; el yo no se agota en la interacción previamente mencionada. «El Otro no se me opone como otra libertad» (Lévinas, 2002). En resumen, no hay una lucha entre individuos por el control o el poder, sino que se trata de una relevancia moral clave. Considerar que aspectos tales como la justicia, la libertad, la incertidumbre, el dolor y la búsqueda de la felicidad son universales en la experiencia humana es imprescindible entonces para repensar el impacto que podrían tener nuestras decisiones.

En vista de esto, reconocerse en el otro es indispensable para garantizar, promover y proteger los derechos humanos fundamentales, mismos que cumplen la característica de ser inalienables y nos son otorgados por el hecho de ser humanos, independientemente de factores como la raza, género, origen étnico, religión, entre otros. Asimismo, da pauta para una mejor identificación de los casos en que no son respetados.

Pero no podemos negar que la forma en la que procesamos la información siempre se verá mermada en mayor o menor grado por sesgos cognitivos, o sea, errores inherentes y sistemáticos en nuestro pensamiento que derivan de la tendencia de nuestro cerebro de simplificar el mundo. Éstos nos pueden presentar obstáculos significativos al momento de concretar la búsqueda del mismo en los demás. Por ejemplo, el sesgo de confirmación provoca la validación de las creencias propias, mientras que las opuestas las toma como equivocadas. En estos casos es adecuado mantener una actitud abierta y pensar críticamente para discriminar tales inclinaciones.

Finalmente, el concepto del yo es complejo, pues además de consumar una multiplicidad de factores, en torno a él giran variedad de perspectivas según histórico-sociales. Reconocer el yo en el otro es valorar la existencia de otros individuos que, a pesar de la diferencia, comparten una misma característica en común: la humanidad. Además, es por medio de las relaciones sociales que nos desarrollamos en cierta medida, entonces ¿por qué decir que no a una dinámica saludable? La diferencia no debería ser un motivo para oponernos, sino para enriquecernos los unos a los otros.

BIBLIOGRAFÍA:

Lévinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Salamanca: Ediciones Sígueme.

¿Será que es así?
Débora Valentina Amaro Verdugo
Preparatoria 9

Sísifo, el nuevo hombre moderno

Hansel Gael López Angulo | Preparatoria 8

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

El filósofo argelino Albert Camus alguna vez proclamó que “al final uno necesita mucho más coraje para vivir, que para quitarse la vida”. El personaje mitológico de Sísifo es quizá uno de los personajes más cercanos al hombre actual. Todos los días, Sísifo, como el hombre moderno, está condenado a subir su gran peñasco sobre la montaña, lo que el filósofo argelino definió como absurdo. Me pregunto si Sísifo alguna vez se cuestionó acerca del sentido que tenía su tarea, porque el hombre moderno nunca lo ha hecho. Con ello, en la escritura de este ensayo quiero comprender cuál es ese coraje que proclamaba Camus y cuáles son los factores que contribuyen. ¿Todos los seres humanos estamos dotados de ese don o solamente son algunos los que gozan de esa habilidad? Reflexionaremos acerca de la constante necesidad de encontrarle sentido a la existencia y cómo es que se vende este ideal a la sociedad moderna como si fuera un propósito o una tarea a cumplir del ser humano. Además, se discutirá acerca de cuál es el eje al que deberíamos dirigir nuestra vida para dejar de empujar peñascos por la montaña, condenados a la eternidad.

En este ensayo mi tesis es: ¿podemos llegar a comprender el sentido de nuestra existencia? Mi propósito es establecer un análisis del comportamiento del hombre moderno; deseo establecer una relación entre sus pensamientos y él mismo para comprender qué es lo que puede llevarle a preguntarse sobre el sentido de su existencia. De ahí, quiero llegar a reflexionar acerca del significado del “sentido de la vida” y cómo es que nos debemos de regir para disfrutar de nuestro paso por este mundo.

Palabras clave:

Sentido, vida, existencia, sociedad moderna, hartazgo, absurdo.

El hombre moderno vive rápido. No puede perder ni un minuto de su día ya que tiene miles de pendientes, situaciones, menesteres que cumplir. Ha olvidado pararse a contemplar los rayos del sol, las estrellas, el aire fresco que lo rodea por la mañana. Su profesión son las responsabilidades que tiene que cumplir sea quien sea al que tenga que sobrepasar. No descansa, ha olvidado por completo la existencia de los fines de semana. Lo que tiene en mente es ganar dinero; cree que puede comprar tiempo, un verdadero amor, amistad, familia con él. Ya no le importa nada; el hombre moderno se ha querido convertir en Dios y lo ha cumplido. Después de su trabajo, llega cansado a casa. Duerme. Abre los ojos y el primer pensamiento que le llega a la cabeza es: ¿qué es lo que hago aquí? ¿Cuál es la razón de mi existencia?

Decir “sentido de existencia” es definir aquel motivo que nos hace darle una razón a nuestra vida. Actualmente, muchas personas tienen como sentido de vida el ganar dinero, la fama, las mujeres, su familia, o llegar a ser felices. Este concepto, para algunos, llega hasta ahí, como si tuvieran una elección que tomar al instante; sin embargo, su significado llega a ser temporal. Solo es momentáneo, y no abarca todos sus días (como es que debería de ser). Muchas de las veces, a mis compañeros de clase les pregunto cuál es la razón por la cual se levantan por las mañanas, pero sus razones son inconsistentes. Algunos responden “mi madre”, pero días después llegan a clase molestos porque han discutido con ellas; otros, “su futuro”, pero aún no tienen claro a lo que se quieren dedicar. Carece de sentido que el hombre moderno siga fingiendo las razones de su existencia, cuando nunca ha parado a preguntárselas.

¿Por qué no puede parar a cuestionarse su existencia? La razón es fácil: no tiene consciencia de ello. La cultura misma y los medios de comunicación le han vendido cómo es que debe de ser, qué es lo que debe de pensar, cómo debe de vestirse, qué debe de llegar a ser. El hombre moderno no es libre, está atado a innumerables situaciones que le impiden tener conciencia propia. Le han vendido lo que debe de sentir, aunque tiene un corazón propio. A posteriori, no parará de trabajar hasta convertirse en quien le han dicho que debe de ser, cueste lo que cueste. Pareciera, pues, que cuando desea preguntárselo necesita que otras personas se lo resuelvan por él. Con ello, llegan los coaches motivacionales, los libros de autoayuda, las enseñanzas de un fraile que vendió su coche lujoso. Llena su mente y su cuerpo de información que le hace creer que siguiendo lo que hizo o dijo alguien más pueda llegar a encontrarle sentido a su vacía existencia. Se hace creer que las cosas materiales pueden contestar a la pregunta que cuestiona su razón de vivir.

El crítico literario Terry Eagleton en su libro El sentido de la vida explica que:

El sentido de la vida no es la solución de un problema; consiste, más bien, en vivir de un cierto modo. No es metafísico, sino ético. No es algo separado de la vida, sino algo que hace que vivir valga la pena (lo que equivale a decir que es una cierta calidad, profundidad, abundancia e intensidad vital). Así entendido, el sentido de la vida es la vida en sí, vista de una cierta manera (2008).

A mis dieciocho años y con mi poca experiencia de vida, estoy de acuerdo con la premisa de Terry Eagleton. ¿A qué se refiere Eagleton cuando afirma que “El sentido de la vida no es la solución de un problema (…) sino algo que hace que vivir valga la pena? (2008). Encontramos nuestro sentido cuando descubrimos lo que hace que nuestra experiencia humana valga mucho la pena. Al contrario del pensamiento moderno, este motivo no se encuentra ni en la fama ni en los billetes. La respuesta se encuentra en las pequeñas cosas, en cosas que muchas de las veces pasamos desapercibidas. ¿Qué son esas pequeñas cosas? La risa entre amigos, una buena charla, la comida que nos gusta, una buena compañía, un sueño cumplido, un descanso pleno. Podría seguir la lista, pero cada uno de nosotros sabrá bien algunos otros ejemplos que pueda agregar.

¿Por qué los ejemplos hacen que vivir valga la pena? Porque reafirman la existencia del ser humano. Y cuando digo reafirmar, me refiero a que vuelve a sentir que no es una máquina preestablecida, es una persona. Ha vuelto a humanizarse, sabiendo que el paso agigantado de la globalización y el consumismo intervienen para que sea alguien insensibilizado.

Encontrar el sentido de nuestra vida no es una tarea a completar ni un recetario que podamos seguir. No viene en algún instructivo, ni en un programa de televisión, ni mucho menos en una película protagonizada por Will Smith donde vende computadoras. Así como afirma el escritor Gustavo Bueno en el libro El sentido de la vida:

El sentido de la vida no está previamente dado ni prefigurado, ni puede estarlo, puesto que le es comunicado a la vida por la propia persona, a medida que ella se desenvuelve. Esta es la razón por la cual los ‘sentidos de la vida’ son múltiples, diversos entre sí, de diferente alcance y nivel moral o estético; es la razón por la cual hay sentidos verdaderos (auténticos) y hay pseudosentidos o vidas falsas (ficticias, alienadas) (1996).

Afirmó la premisa de Bueno: el sentido de la vida no puede prestablecerse, no es lo mismo para cada persona. ¿Hay diferentes sentidos de vida? Es correcto, las pasiones, lo que le hace que vivir valga la pena, como hablaba Eagleton, variará entre personas. Para algunas personas, su motivo es el arte, o el pensamiento, o desean vivir inmersos entre los libros. En mi caso personal, las historias de cada libro que pasa por mis manos me reafirman lo mucho que me gusta vivir, ese coraje del que hablaba Camus. Tengo una amiga cercana que lo que hace que su existencia merezca la pena es el modelaje, la moda, las pasarelas. Es su vida, y noto en ella sus ojos brillosos cuando me habla de su pasión. No olvido una tía cercana que desde que desaparecieron a mi primo, el motivo que la hace existir es la esperanza de encontrar a su hijo, y que ninguna madre más tenga que sufrir el calvario de pasar una desaparición en México. El amor de madre es lo que la mantiene viva.

Querido hombre moderno, el sentido de la vida no lo encontrarás en Internet. No podrás pagarlo como suscripción mensual. El sentido de la vida tendrá que trabajarse en cada uno de nosotros, buscarlo, encontrarlo y no soltarlo.

Crimen y Castigo, la famosa obra de Dostoievski, es uno de los libros que me han marcado como persona y en mi vida lectora. Durante el libro seguimos las huellas y pensamientos de Raskolnikov, el personaje principal, así como su vida, sin sentido y absurda; hombres alcohólicos que gastan el dinero para mantener a sus familias en botellas de vodka, prostitutas que se convierten en personas con moral, madres de familia que solo les importa la fama y fortuna, olvidando a sus hijos indefensos.

Hacia el final de la obra, Raskolnikov, después de revelar su crimen y pasar el resto de sus días en la cárcel de Siberia, se da cuenta de una cosa importante. No es el mismo que antes, no encuentra sentido en que los demás se diviertan y él no, desea recuperar su libertad. Y se compara con Sonia, su pareja, que al entrar ella al reclusorio la reciben con cariño y admiración todos los reclusos. Antes de dejar el plano terrenal, Sonia se sienta al lado de él, le toma la mano, y ha recordado que su amor, el amor verdadero, lo mantenía vivo.

Mi tesis ha sido verdadera: el sentido de la vida se puede comprender cuando el amor es el que nos rige; hacia las personas, los lugares, los momentos. Ahí encontramos aquellas razones que hacen que vivir valga la pena. Ahora bien, dejemos de vivir una vida apresurada, de creernos dioses, de creer que las respuestas se encuentran en las cosas materiales. Tenemos las respuestas en la punta de la nariz y no nos damos cuenta.

Empecemos a ser como Raskolnikov, a entender que el amor es lo que nos mantiene vivos. Ese debería de ser el sentido de nuestra vida.

BIBLIOGRAFÍA:

Bueno, G. (1996). El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral. Oviedo: Pentalfa Ediciones.

Eagleton, T. (2008). El sentido de la vida. Barcelona: Paidós.

Cogito, ergo sum

Samantha Nashiely Diaz Reyes | Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

Si habláramos de existencia, tendríamos que cuestionar lo que existe en nuestro universo o en nuestras mentes, aquellos pensamientos que se llegan a reconocer entre sí, que llegamos a ser capaces de poder ser conscientes de la existencia de otros, algo que hace real nuestra propia existencia, pues, tal como dice René Descartes: “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). ¿Pero realmente necesitamos pensar para existir? Pues, aunque no pensemos, seguimos existiendo. Las personas que están tan ocupadas que no se pueden dar el tiempo de pensar en su existencia, ¿dejan de existir? Claro que no, incluso las hace igual de importantes que todos nosotros, pues para existir solo debemos ser personas pensantes y partícipes de una realidad sujeta a cambios, algo que el ser humano no podría comprender con solo leerlo, pues tendemos a aceptar todo lo que nos venden como real y falso sin darle realmente un análisis profundo. No nos gusta cuestionar nuestra existencia y origen.

Palabras clave:

Existencia, pensamiento, realidad, imaginación, verdad.

Podemos decir que lo que existe lo imaginamos, pensamos y vemos, y lo que no existe lo cuestionamos. Entonces, nos podríamos preguntar: ¿existe algo más que lo que existe? No, simplemente todo ya existe. ¿Cómo lo sabes si no lo puedes imaginar? Creamos respuestas incompletas para una pregunta tan compleja. ¿Cómo soy consciente de que existo? Según René Descartes “cogito, ergo sum”. Sé que existo porque cuestiono mi propia existencia; ser consciente de mi existencia me hace existir. El imaginarme seres mitológicos o irreales los hace existir dentro de nuestra propia mente. Pero, ¿qué tal con lo que no podemos imaginar? ¿Deja de existir?

Quisiera dar una respuesta de lo que es real y lo que es falso, pero la respuesta es tan extensa que hasta la hace falsa. No hay respuesta para aquella pregunta tan subjetiva: “lo real es lo que se ve y se siente, más allá todo es falso”. Pero qué tal si no. Eso es lo que hace que al día de hoy nuestra religión sea lo más importante para nosotros. Siempre que tratamos de cuestionar la existencia de algún Dios, nos preguntamos: ¿y si…? Podemos cuestionarnos todo lo que nos ponen como real y falso, pero nunca en lo que creemos fielmente. Dice El Economista que, en el mundo, 6 de cada 10 personas son religiosas, según una encuesta mundial de las casas especializadas WIN y Gallup International, que exploró las creencias de más de 66,000 personas en 68 países en todo el mundo. Entonces… ¿qué pasa con esas 4 personas que deciden no entregar su alma a un Dios todopoderoso? ¿Las vuelve conscientes de lo que no pueden ver o sentir? Pues claro que no lo podremos ver, pero sí pensar, y algo que se piensa ya lo hace existente en la mente de cada persona. Dios no puede existir, pero tampoco inexistir, pues por existir en los pensamientos de las personas ya lo hace real y partícipe de este mundo. Que algo exista en la mente de una persona, ya lo hace existente, incluso si tú no lo puedes imaginar.

Lo que existe y lo que no existe forma parte de la vida cotidiana. Llega a ser tan necesario lo que no existe que decimos “debería existir”, suponiendo que sería de gran ayuda para todos nosotros, algo que solo a nosotros se nos podría ocurrir. Entonces todo lo que existe en la actualidad fue el pensamiento de alguien más, intentando crear algo que él o ella necesitaba. Y si fuera toda la realidad, ¿quién la habría creado? El ser humano ha sido capaz de crear toda la realidad que le rodea. Sin seres humanos, nadie sería capaz de ver qué sería de lo existente, pues somos nosotros los que hemos creado toda la realidad que conocemos hoy en día. El propósito de que exista nuestra realidad es satisfacer nuestro propio deseo y necesidad, de buena o mala manera. Aquellos conceptos que buscamos, nosotros los hemos creado, les hemos dado forma a nuestra comodidad y satisfacción.

Dennett lleva años sugiriendo que la conciencia no es real o al menos no es fundamental, es un efecto mayormente ilusorio del cerebro (que sí es real). Como dice el filósofo Thomas Nagel en su reseña, Dennett lleva 50 años en un proyecto de desencantamiento del mundo humano, usando la ciencia para liberarnos de lo que él considera son ilusiones. Este desencantamiento es la expulsión de todo espíritu fuera de la máquina biológica, de todo fenómeno (principalmente la conciencia) que no encaje con la visión científica materialista. Dennett, como Dawkins, considera que nos está liberando de la ignorancia y del pensamiento mágico; otra lectura diría que su desencantamiento nos deja en un mundo sin ningún encanto, sin ningún significado, simplemente como robots o, usando sus propios términos, como ilusiones del usuario, vagas, efímeras y mayormente inexistentes fabricaciones de la maquinaria cerebral.

Para plantearnos el por qué existimos, deberíamos preguntarnos: si no fuéramos conscientes de nuestra existencia, ¿existiríamos? Un bebé no es consciente de que existe, mas sabe lo que quiere y necesita. Entonces para plantearnos una mejor respuesta, debemos pensar que existimos porque las posibilidades han llegado hasta ese punto, un punto que no tiene un fin. Nos cuestionamos la existencia, pero nunca hasta dónde vamos a existir, hasta qué punto los seres humanos dejaremos el universo y a dónde nos iremos. Nuestros pensamientos abordarán en otra mente y o universo, y a eso no le tenemos miedo, pues no nos cuestionamos el punto en el que dejemos de existir y seamos conscientes de que no existimos. Y entonces para imaginarnos algo que no existe, primero debe de existir para luego dejar de existir.

Para Hanna Arend, la unidad de ser y pensar supone la coincidencia preestablecida de la esencia y la existencia, a saber, que todo lo que puede ser pensado existe y que todo lo que existe debe ser racional en virtud de su nivel cognoscitivo. Somos las personas más hipócritas, nos encanta jugar con los significados.

Para muchos, nuestra existencia es real porque la cuestionamos, pero si alguien que padece de esquizofrenia jura y afirma que existe algo más que lo que vemos o sentimos, solo le decimos “loco”. Si esa persona se cuestiona la existencia de lo que él o ella percibe como real, ¿lo hace existir? Claro que no. Si no existe en nuestro espacio tiempo, entonces, no existimos porque nos cuestionamos nuestra existencia, existimos porque otros están para afirmala. ¿Pero cómo sabemos que esas personas son conscientes de que existimos? Pueden ser solo nuestro propio pensamiento tratando de hacer que existamos, entonces estamos pensando y no existiendo, estamos ligados a un pensamiento con existencia propia que al mismo tiempo es consciente de la existencia de otros pensamientos, como si todos los pensamientos estuvieran interconectados a un mismo lugar donde se reúnen todos y somos conscientes de que existen las personas de nuestro alrededor con un pensamiento propio, pues somos solo un cuerpo pegado a una mente que necesita de un pensamiento para existir o se vuelve un cuerpo que los demás pensamientos no reconocen como otro pensamiento. Siempre decimos: “qué loca esa señora que le habla a las plantas, como si pudieran escucharla”, pues somos conscientes de los cuerpos que no tienen un pensamiento. Entonces, todos los pensamientos se reconocen entre sí y forman parte de un solo grupo que llega a ser tan parecido como diferente a lo que pensamos u opinamos; cada mente es un mundo, pero nunca sabremos si todas las mentes tienen un mundo.

Las cosas existen porque en nuestros pensamientos existen. Que sea real es algo muy diferente. Que algo por sí solo pueda ser pensado lo hace existente, mas no real. Tendría que existir en nuestro espacio tiempo y cumplir con las características que deben cumplir dentro de la ciencia para que fuera tomado en cuenta como algo real, y no solo como un término que se le da en nuestro pensamiento, pues nunca sabremos cómo se verá a los ojos de alguien más, ya que solo estamos conectados a una sola realidad, sin nunca poder observar el punto de vista de otros pensamientos.

Vivimos solo una realidad presente; no podremos ser conscientes de cuántas ya hemos vivido o si hemos vivido más de una. Nuestro pensamiento jugará con nuestra propia mente para borrar toda la información que pudiéramos saber, para no cuestionar si realmente estamos existiendo o pensando. He aquí donde yo les quiero hacer una pregunta: ¿sus pensamientos los controlan o ustedes controlan a sus pensamientos? Si analizamos la pregunta diríamos: “nuestros pensamientos nos controlan”, pero si tu propio pensamiento fue el que te hizo decir eso y llegar hasta esa conclusión, ¿entonces no existe algo más que solo un pensamiento acompañado de una realidad que nuestro propio pensamiento le dio un significado, donde nosotros mismos estamos dándole un propósito? Sea o no real lo que vemos, está siendo existente por nuestra propia mente que lleva consigo un pensamiento tan complejo y tan fácil de entender para todos.

Con tantos significados nunca podremos llegar a una conclusión. La pregunta de la existencia es tan difícil y compleja de responder, que preferimos resumir en lo que René Descartes ya nos había contado, pues cada que nos ponemos a cuestionarnos, nos surgen demasiados caminos por los cuales inclinarnos. Nunca llegamos a una conclusión, simplemente a un fin, el fin a una pregunta sin responder, una pregunta que seguirá siendo por muchos siglos: “Cogito, ergo sum”.

Escribir la realidad: una invitación a pronunciarse

El querer enunciar es la motivación primaria para deslizar el lápiz sobre el papel o para ejercer un golpeteo en el teclado, en la acción de verterse a sí mismo entre el texto y su significado subyacente. Tenemos en la literatura (por su forma artística) la motivación de expresar, desde una experiencia estética, lo que percibimos en el contacto continuo a través de nuestra distintiva percepción.

Las palabras que surgen del trazo o del tintineo en la pantalla son capaces de delatar las circunstancias que atravesamos en ese preciso periodo de tiempo de la redacción. Escribir atravesando la denuncia es un acto que requiere de mucha valentía, no sólo porque implica reconocer y afrontar las complejas situaciones a las que nos enfrentamos, sino que significa compartir las propias reflexiones con posibles lectores del mismo contexto.

En las siguientes páginas encontramos las voces de los y las jóvenes que se atrevieron a escribir, en varias o pocas líneas, sobre lo que implica ser parte de nuestra sociedad actual. Abordar temas como los estándares de belleza poco realistas, los impuestos sociales sobre la edad, la marcha del tiempo, la soledad, los feminicidios o los trastornos mentales requiere de una sensibilidad que cada vez se pierde con la normalización de lo lacerante, en la impasibilidad.

Incluso los textos que juegan con las estrategias para descolocar al lector también tienen un papel muy importante al momento de restituir las fórmulas a las que estamos acostumbrados o a las que nuestras mentes reconocen como confortantes.

Escribimos con lo que atraviesa nuestra mirada porque nos apropiamos de lo que sentimos y subrayamos sobre aquello de lo que nos apropiamos. Para los y las autoras, este tipo de narraciones funcionan como un medio efectivo para externar los sentimientos de intranquilidad que descubren en su propio reflejo y en el de los demás.

En conjunto, cada autor nos invita a cavilar sobre lo que ocurre en las calles, en sus propias casas, en sus relaciones, en sus mentes y a redescubrir, desde su literatura, aquello a lo que también se enfrentan día a día. 

Itzel Alejandra Ledezma González*

*Estudiante de noveno semestre de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara. Ha colaborado como moderadora y formó parte del comité en el Café Literario CUCSH. Cuenta con una publicación en el número 14 de la revista Aportes Académicos P5.

¿Todo bien?

José Antonio Canseco Briceño

Preparatoria 15

¡Ya te dije que callaras a ese mocoso! Perdóname, cariño, pero no se calla, tiene hambre, no ha comido. ¡No es mi problema, lo callas o yo lo callo de un chingadazo! ¡No, no! Te prometo que ya se va a callar. Ya ves, mi niño, ya hiciste enojar a papá, por favor, ya deja de chillar.

Decía aquella loca meciendo a un niño putrefacto, frente al cuerpo destripado y agusanado de su esposo.

Duality of confort
Daira Xenic Campos García
Preparatoria Regional de El Salto

Apócrifo

Yhoalibeth Estrada Flores

Preparatoria 8

Cuando seguí la luz al final del túnel y llegué al cielo, comprendí por qué Lucifer se había revelado.

No llegarán

Mariana Soto Almaguer

Preparatoria Regional de Santa Anita

Apenas hay una ventana, la habitación es demasiado pequeña para todas nosotras. Huele a sudor, a sangre, a miedo. Veo rostros desamparados, agonizantes; yo sé que nuestros padres nos buscan, pero no estoy segura si algún día nos encontrarán.

Femme

Mariana Soto Almaguer

Preparatoria Regional de Santa Anita

Entonces decidí ser mujer, enfrentarme a mi padre, a los insultos en las calles, a los que no aceptaban llamarme por mi nuevo nombre… Meses después fui masacrada, encontrada en las espesas y heladas aguas de un lago.

Servicios de la noche

Ernesto Gabriel González Santiago

Preparatoria 7

Suena el teléfono, tardan en contestar. Contestan.

—Hola, cariño. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Buenas noches, lo siento por la hora.

—Ningún problema, tú sabes que estoy para ti. ¿Qué necesitas hoy?

—Algo rápido, por favor. Necesito —se interrumpe— sacar todo este estrés. Es demasiado.

—¿Te veo donde siempre?

—Sí, por favor. Estoy solo.

—No tardo nada, corazón.

Cuelga el teléfono. Se ve al espejo, desnudo. Hace un gesto, finge otro. Se viste con lo que tiene a la mano; no mucha ropa limpia, tampoco bonita para salir. No la necesita.

Suelta perfume sobre él, da vueltas para impregnarse. Tiende la cama, esconde las manchas con las almohadas y las botellas bajo el edredón. Sale a la sala, que no está mucho mejor. Se deja caer en el sillón; no hay lo suficiente para limpiar, está bien.

Ve el reloj; casi medianoche. Toma su cartera, revisa el dinero; la cuenta será cara, pero lo necesitaba más que nunca. Abre la ventana a la fea y poca alumbrada calle; agrega otro billete de 100 al bonche.

Tocan a la puerta. Suspira hondo, cae en lágrimas y la deja pasar.

—Buenas noches, Arturo. —Le da un abrazo rápido y cordial. —¿Cómo has estado desde la última vez?

—Nada bien. Lo siento por la hora.

—Para eso estoy, cariño, no te preocupes y ponte cómodo. ¿Retomamos?

—Sí, por favor.

Llora otra vez.

La fiesta de los 18

Saulo Isaac Toriz Ramírez

Preparatoria de Tonalá

Hoy es su cumpleaños. Cumple 18 años. Se supone que es un día especial, un día de celebración, un día de transición. Se supone que deja atrás la adolescencia y entra en la edad adulta. Se supone que tiene que estar feliz.

Pero no lo está, no le apetece ir a la fiesta que le han organizado sus padres. No le apetece ver a sus familiares que le felicitaron con falsedad y le harán regalos que no quiere. No le apetece ver a sus amigos, que le animarán a beber y a bailar y a divertirse. No le apetece ver a su novia, que le besará y le dirá que le quiere y que le espera una noche de pasión.

No le apetece nada de eso. Lo que le apetece es quedarse en su habitación, escuchando música, leyendo libros, jugando a videojuegos. Lo que le apetece es seguir siendo un niño, seguir siendo inocente, seguir siendo libre. Lo que le apetece es no crecer, ni madurar, ni cambiar.

Pero no puede, tiene que ir a la fiesta. Tiene que sonreír y agradecer y fingir. Tiene que beber, bailar y divertirse. Tiene que besar y amar.

Tiene que ser un adulto. . .Y lo odia.

Pesadilla

Lucero Contreras Lizaola

Preparatoria 9

La situación estaba fuera de alcance y yo no podía soportarlo.

Mi padre pronto llegaría y yo no podía dejar de pensar en los sentimientos que tendría de ahora en adelante. Podría estar decepcionado, enojado, triste… no lo sabía. No podía soportar ni una pizca de algunas de esas emociones, no de él. Su deber era amarme e idolatrarme, y el hecho de que no lo hiciera me generaba más incertidumbre que saber el lugar a donde iría a parar después del veredicto final.

Todos esos hombres disfrazados no paraban de mirar mis manos y hablarme, solo que yo no podía escucharlos por el irritante pitido que no paraba de escucharse en mis oídos, junto con las luces cegadoras, irradiadas de sus bestias metalizadas.

Padre llegó después de dos horas de espera. Sus ojos ya no eran esos dulces que me miraban cuando era niña. Ahora lo único que había era decepción, enojo y tristeza de lo que su hija se había convertido.

Sentía que en cualquier momento mi paciencia explotaría y terminaría haciendo caso a las voces dentro de mi cabeza, aquellas a las que mi doctor les tenía tanto horror e intentaba deshacerse de ellas cada día con las extrañas cápsulas coloridas que me hacía tragar en cada almuerzo.

Los ojos de mi padre empezaron a oscurecerse hasta que fui encerrada en una cárcel oscura y fría. Mis gritos eran insonoros y el aire de mis pulmones se estaba acabando de manera abrupta. 

De pronto sentí cómo alguien me sacudía con desesperación; eso me hizo despertar de mi horrible pesadilla y volver a ver los hermosos ojos azules de mi padre que me miraban con preocupación, consecuencia del arduo cariño que tenía hacia mí.

Entonces toda la neblina se desvaneció. Eso jamás había pasado, yo nunca me habría dejado llevar por mis instintos. Nadie nunca me descubriría; yo siempre era muy hábil a la hora de desaparecer los cuerpos en la comida de mi padre.

Cita

Yhoalibeth Estrada Flores

Preparatoria 8

Ansío verte, amor mío. Camino apurado con flores en mano y tu rostro en mi mente. Cargo conmigo las tantas cartas que te escribí la noche anterior. Miro mi reloj, apresuro mi paso; no quiero llegar tarde a nuestro encuentro.

Logro ver a lo lejos que apenas están abriendo las puertas. Había llegado justo a tiempo, siempre me gustaba ser el primero en entrar al cementerio.

Luna de plata

Luis Fernando Silvestre Romo

Preparatoria Regional de San Juan de los Lagos

Inspirado en: La leyenda del Hombre Lobo

Las garras de plata se veían escritas en el horizonte del frío río que reflejaba la luna, muestras de la violencia de esa… cosa que ya no se podría considerar un humano. Aullidos de desesperación se escapaban de la ya deformada boca de ese hombre, prisionero de su propio cuerpo. Brumosos y grises pelajes brotaban de sus pieles, tornándose por completo en una extrañamente sebosa pero suave melena que se exaltaba a través de su ya más que deformada espalda.

—¡Annye! —exclamó el hombre con una desesperación completamente incalculable.

La chica veía a su pareja con horror ante lo que sucedía. La cita que habían tenido después de ese baile de graduación se había hecho polvo. Su rostro se había llenado de pánico ante la metamorfosis de su cita. Sus pies comenzaron a actuar instintivamente y daban unos pequeños pasos hacia atrás, en dirección al auto. El sonar de las hojas se veía acompañada ante el crujir de los nuevos y filosos colmillos del chico; sus dientes caían en una armonía raramente agradable, dejando el paso para sus nuevos molares.

El joven extendió su mano en dirección hacia su cita en señal de auxilio. Lo peor comenzó cuando las plateadas garras salieron de forma siniestra ante el rechinar de sus dientes; su mano se llenó de pelaje ante los ya dorados y afilados ojos del chico. Esa fue la gota que terminó de rebasar el vaso.

El pánico llenó por completo a la joven, la cual se dio la vuelta y comenzó a correr con todas las fuerzas que sus delgadas y plásticas piernas le permitían. El palpitar de ambos corazones se llevaron a lo unísono, uno lleno de los más primitivos instintos humanos, esos que solo están hechos para garantizar su supervivencia; mientras que el otro…

El “hombre” se abalanzó de forma salvaje a la rubia, atrapándola tal cual un gato a un ratón. Los brazos de la chica se alzaron para protegerse, al mismo tiempo que los gritos se escapaban de su pequeña y maquillada boca. Saliva caía hacia el rostro de la fémina a su vez del frío y lento respiro de… la muerte.

Las garras cortaron sin piedad la suave piel de la chica. Sus fauces comenzaron a arrancarle la cara, la sangre llenaba y se secaba en las hojas del prado. Los gritos se hacían más agudos a la vez que se ahogaban aún más. Los colmillos se dirigieron al cuello de la chica, rompiéndose en el proceso. Las plateadas uñas se habían encargado de deformar el cuerpo de la chica, a su vez que los gritos se apagaron en el acto. El hambre hizo el resto del trabajo.

Al final de todo, en la lejanía, solo se podía escuchar un suave y fuerte aullido ante el alumbrar de esa luna de plata.