Su muerte

21 de septiembre

Me encanta escribir en este diario, cada vez me acostumbro más. Antes de formar una familia, tenía el sueño tonto de compartirle al mundo mis historias. Esperaba cumplir muchas metas y hacer todo lo que mi mente pensaba cuando estaba sobre la almohada. Pero no fue así y, honestamente, creo que con lo que acaba de pasar, ya jamás lo haré de nuevo…
No redacté únicamente lo que me alegró, también impregné la suma de palabras que expresaban aquello que me dejó un irrellenable vacío en el pecho, lo que destrozaba mi alma cual chacal feroz que ataca y devora a su presa indefensa, incluso lo que me frustraba o emocionaba. Hoy no sé cómo sentirme… o quizá sí. 
Encontraron el cuerpo de mi hija.  Lo dejaron en un lote que queda a treinta minutos de la casa. Más tarde detuvieron a mi yerno; afortunadamente encontraron los papeles del coche, estaban a su nombre. “Lo adquirió hace un par de días”, nos dijo el investigador.
Antes solo había sospechas sobre él, pero los policías lograron conseguir una «prueba sólida». Lo llevaron a la cárcel y ahora solo esperamos que un juez dé el fallo en su contra.
Fue sumamente complicado para los investigadores dar con él; escuché que una vez uno de ellos gritó por la desesperación. Nos abrazó y nos dijo que estaría completamente derrotado si algo así le ocurriera a su pequeña de cuatro años, y que por ella no descansaría hasta dar con el responsable.
Recuerdo que el investigador me dijo: “no encontramos rastro alguno de ADN en el cuerpo de su hija, estaba destrozado. Lamento informarle que el responsable la torturó; su cráneo está partido, recibió muchos golpes; sus manos fueron atadas por horas, supongo que usó cables para retenerle”.
 

18 de septiembre


Se convirtió en el sospechoso principal.
Hoy me acerqué al investigador porque lo que dijo mi esposa me hizo dudar de alguien. Estaban investigando a nuestro vecino porque es una sombra en el vecindario, “un misterio que causa escalofríos” según mi esposa y un “loco” para el resto de nuestros vecinos. Pero yo no dudo de él, desconfío de mi yerno. Él llevaba seis meses con nuestra pequeñita hermosa y nunca pudimos comprobar nada de lo que nos decía. Era un foráneo que llegó de intercambio a su universidad. No tenía familia aquí, era un extraño que paseaba por nuestra casa cada que mi hija le invitaba. Maldigo el momento en que cruzaron miradas.
Llegó un anonimato a mi casa. Eran letras al azar sobre un papel manchado de grasa que olía a gasolina, polvo y mugre. En el centro contenía una coordenada que indicaba un lugar que había sido abandonado hace algunos años.
Cuando los oficiales arribaron al lugar indicado se encontraron con la escena del crimen (como le llaman ellos). Era un edificio, deshabitado por las condiciones indignas de vida y por la enorme tasa de inseguridad que había en la zona. Dentro de él, encontraron una mordaza, cables enrollados, un líquido bermellón que cubría casi todo un cuarto y un estuche de herramientas que se encontraba completamente vacío.
Sobre una mesa que yacía abandonada en el lugar, se encontraron varios objetos: unas flores, dos copas de vino, una botella de Santo Tomás Merlot, comida que empezaba a presentar signos de descomposición, un ramo de begonias y una canastita de dulces Laposse.
Todo se encontraba desordenado; los investigadores nos dijeron que posiblemente hubo una pelea entre mi hija y su agresor o agresores. Me dijeron que era muy probable que no la volviera a ver, porque la sangre podría ser suya y, en caso de serlo, era casi imposible que hubiera podido sobrevivir a la violencia que sufrió. Ese golpe fue muy duro para mí, imaginé en ese momento el dolor por el que pasara mi pequeñita.
Me sentí triste y salí del lugar. Mi esposa estaba esperándome, pero intentaba quitar de su camino a uno de los policías. Le dije que era mejor que nos fuéramos, pero de un instante a otro ella había logrado pasar. Fui corriendo tras de ella, pero era tarde… Lo vio todo. Dijo que todo aquello que estaba en la mesa eran cosas que le gustaban a nuestra Marlene. El policía calló un momento y nadie dijo nada. Escuché que en el fondo el investigador y un policía secreteaban. Seguramente comenzaban a sospechar de alguien más o tenían otra pista.  No perdí el tiempo, me acerqué. Le dije en voz baja que posiblemente el responsable era su novio, una bestia que la controlaba y le ordenaba qué hacer.
El investigador me llevó a otro lugar para decirme que era extraño que el responsable decidiera dejarlo todo aquí como si se burlara, ya que no había dejado rastro alguno. Me aseguró que lo que creía era posible, ya que suponía que el villano de esta historia la tenía vigilada y analizada, que era cercano y que había planeado esto desde hacía tiempo.
 
15 de septiembre


Todo salió mal, maldición, no era mi intención hacerlo. Todo fue su culpa. Si ella hubiera aceptado huir conmigo, nada de esto estaría pasando; su piel no estaría fría, sus manos seguirían acariciando mis mejillas al darme un abrazo, su sonrisa brillaría, sus ojos desprenderían aquel brillo divino que solo ella podía darme… Pero todo salió mal. ¿Por qué tuvo que elegirlo a él? ¿Por qué?
Estoy seguro de que soy mejor que ese foráneo. No sé qué le ve a su noviecito, yo sí la merezco y la amo más cada día. Pero me dijo que estaba loco. Se echó a llorar cuando le confesé mi amor, el amor más puro que puede existir, el de un padre a su hija, ¿o no dicen eso siempre?
Ella prefirió caminar hacia la salida de aquel edificio abandonado. Veía cómo sus piernas caminaban forzadamente. Su rostro estaba pálido. Su mano izquierda temblaba y el puño derecho lo mantenía cerrado. Cuando casi llegaba a la salida, la tiré del cabello. La empujé contra la mesa y quedó inconsciente por unos minutos. Despertó y me gritó que estaba loco. No pude contenerme más, ni siquiera sé qué pasó en ese momento. Cuando regresé a la realidad, ella ya no estaba más en este mundo; su cráneo estaba partido. En mi mano sujetaba una llave de metal. Ni siquiera recuerdo haberla sacado de mi estuche.
No sé si lo peor fue verla atada y golpeada o pensar en lo que había provocado.
Fue una lástima que nuestro amor solo existiera en mi mente. Ella debió aceptar irse conmigo y dejarlo a él, yo sé que me amaba. Ella siempre se despedía de mí con un beso y un abrazo, y me decía que me quería, yo sé que me amaba como yo a ella… Pero todo fue culpa de él. Ese maldito hizo que cambiara conmigo y ahora no me queda más que alterar el plan b. Debo culparlo de su muerte pues, si ella no hubiera decidido salir huyendo, yo jamás habría perdido el control. Tuve que limpiar todo y, aunque siento que lo hice bien, no puedo evitar pensar que dejé una pista.
 
14 de septiembre


Mañana es el gran día, estoy completamente emocionado. Finalmente tendré a solas al amor de mi vida. Sé que algunos no lo aceptarán, pero nada de eso me importa si tengo sus bellos ojos mirándome. Sin duda me encuentro muy nervioso, me tiemblan hasta las rodillas.  Después de 17 años de casados, hoy fue la primera vez que le mentí a mi mujer. Le dije que mañana debo llegar temprano al taller porque hay mucho trabajo, pero en realidad planeo salir temprano de casa para que el tiempo no me gane. Ya tengo muchas cosas en orden, pero me falta llevar la comida y las flores al lugar. Pensé en usar una nevera o algo por el estilo, pero sé que le encantará más que su comida esté fresca y llena de amor.
He preparado un plan alternativo, espero que no sea necesario usarlo. De hecho, estoy muy seguro de que mi pequeña me aceptará y finalmente confesará que me ama y me desea de la misma manera que yo a ella. Pero si algo falla, culparé al responsable de la distancia entre mi hija y yo, su novio. Ella y yo nos iremos a otro lugar, luego regresaré para decir que la secuestró o algo por el estilo, así podré ganar tiempo para convencerla de que nuestro amor es lo mejor que nos pasará en la vida.
Sin duda fue difícil robar su cartera y cambiar los datos del automóvil, pero todo se vuelve más sencillo cuando los encargados hacen menos preguntas, cuando te presentas como su mecánico.  En fin, me iré a dormir porque mañana será el inicio de una nueva etapa.

Rocío Alvarado Sánchez

Preparatoria 5

TOC


Allá en lo alto… | Ximena Elizabeth Parra González. Preparatoria Regional de Etzatlán

Las manos me sangraban, el agua me ardía. Estaba sufriendo, pero necesitaba estar limpia, necesitaba complacerlo pues de eso iba mi vida.

Érick Michel Chávez Núñez

Preparatoria 19

Contestaré

Fiesta de luces | Ximena Elizabeth parra González. Preparatoria Regional de Etzatlán

Me encuentro solo en la oscuridad, trabajando enfrente de un ordenador. De pronto, recibo una llamada. ¡Oh, es mi padre! Bueno, contestaré a ver qué sucede. Al momento de atender la llamada, escucho cómo mi padre me empieza a gritar por ayuda, con demasiada ansiedad y desesperación, y me menciona el lugar en el que está. Escucho sus agitadas respiraciones, y de pronto una voz de fondo que dice:
—Te he encontrado…
Escucho una risa y más gritos, por lo que recojo mis llaves y conduzco lo más rápido posible. Llego al lugar y observo un cuerpo inmóvil. De pronto, una persona dice:
—Te encontré!
Abro los ojos y aún no termino este cuento. Al parecer me tomará algo más de tiempo. ¡Oh, es mi padre! Bueno, contestaré a ver qué sucede.

Alejandro Maximiliano Romero Lamas

Preparatoria Regional de El Salto

Flor Marina, el pez de Dios | Kevin Aldhair Cárdenas Gallegos. Preparatoria Regional de El Salto

Persistencia de la vida

El manzano del agua | Édgar Alberto García Barragán. Preparatoria Regional El Salto

La vida persiste, el gorgoteo de la máquina produce exhalaciones casi como si de los pulmones de quien mantiene vivos se tratase. La vida persiste, inerte el cuerpo sin poder mover un solo músculo. Aquel que caminó tantos kilómetros sobre distintas tierras, que corrió por verdes pastizales y se raspó las rodillas, que sintió la fría lluvia y el calor del sol, ahora está quieto, muy quieto. Parece que ya terminó, pero no, todavía no, la vida persiste. Su boca ahora es su nariz. Hace un esfuerzo por tomar un poco más de aire de este mundo. Las palabras se esfumaron, una tarea a la vez. Escucho su risa. Papá y mamá primero, dijo. La vida es un discurso. Buenos días al despertar y noches al dormir, hola al viajero con quien coincide, cuidado con dejar caer al niño que corría, te amo a todo aquel que merecía. Exhala una vez más. Tan solo una jeringa con un poco de agua moja su boca seca, y un sonido débil, como de aquel que está cansado de luchar. La vida persiste. Su rostro delicado fue, entonces, belleza; aquella palabra se la atribuía. Ahora hay arrugas por cualquier lugar. Su cuerpo comienza a invertirse, aún no porque la vida persiste. Sus ojos han visto tantas estrellas, amaneceres y lunas, paisajes verdes y tierra secas, fueron testigos de caballos y autos, se cerraron y abrieron 1000 y más veces. No sé si ahora podrá con el segundo paso, ahora están abiertos fijos en la nada, su brillo se ha perdido, ahora más por ellos, como si las estrellas que vieron brillaran. El mundo es testigo de muchas vidas que llegan, persisten y se unen a él de nuevo. Qué duro debe ser para él. La vida pasa como numerosas imágenes tristes, felices, rápidas y lentas, como todo adjetivo existente, y fluye, pero ahora se detiene. El primer respiro del bebé sonó, y ahora el llanto, pero después la vida cede.

Obed Alistair Montes Hidalgo

Preparatoria 15

El hombre detrás del guayacán

Sin título I | Pedro Aguilar Rodríguez. Preparatoria 20

Allá en el camellón, los pájaros peleaban. Era la hora en la que buscan su lugar en las ramas de los grandes árboles. El ruido lo despertó. Desconcertado, abrió los ojos y buscó aquello que le faltaba. Se sentó y vio una espalda morena. Lo había encontrado, era él. Descubrió que se había quedado dormido y lo había despertado aquella guerra del camellón.
Olía a cigarro, pues quien estaba afuera tenía esa manía: solo fumaba después de un orgasmo y solo abría el balcón después de haberse acabado mínimo cinco cigarros, como si quisiera que todo el lugar se impregnara con el olor hasta la siguiente ocasión, pues no diario ocurría aquello. Así era él, un hombre serio y callado, de cejas espesas e inexpresivas y unos ojos del mismo color que su piel. Lo vio recargarse, sin camisa, solo con el pantalón de vestir.
Volteó y sobre la mesita de noche estaba el pasaje, justo donde lo había dejado. El único cambio era que alguien le había puesto un cenicero encima. Al instante supo que eso lo había hecho la persona que miraba por el balcón, pues entraba un viento cálido y constante que hacía estremecer tanto a puertas como a ventanas en sus marcos.
Salió descalzo y pisó unas flores secas de la bugambilia que susurraba ahí, en una maceta. A su encuentro, el otro giró la cabeza y notó la incomodidad en los pasos del otro. Rápido, se inclinó y le indicó sin pronunciar palabra que se apoyara en él para que pudiera sacudirle la planta del pie.
—Hoy están particularmente ruidosos —le dijo el afectado, a la par que le pasaba el brazo por el hombro. El otro calló unos segundos, daba golpecitos al pie mientras comprobaba si la afirmación era cierta.
—Suenan igual que siempre. Ya está.
Se irguió, volviéndose evidente que era más alto que su acompañante, por lo que este tuvo que apartar su brazo. Ambos se recargaron en el barandal. Uno miraba al frente y el otro no le apartaba los ojos, mientras sonreía, pensando en la calidez de sus hombros.
—Mi madre decía que cuando están así es porque están rezando —mencionó sin voltear la mirada.
De pronto se sintió ridículo y giró la cabeza al lado contrario del ahí presente. La pregunta: “¿te refieres a cuando eras Germancito?” vino con una mirada retadora y tierna. “Tú sigues siendo un Chemita”, fue la respuesta del hombre alto. Chema, sorprendido, rio. Quiso abrazarlo y lo habría hecho, pero dudó unos segundos. Cuando se decidió y dio un paso al frente, escuchó la campana de una bicicleta justo debajo de ellos.
—Buenas noches, señor Germán —dijo Vicente, el repartidor de la tienda de abarrotes. El bien intencionado saludo fue correspondido por las manos levantadas de ambos. También fue una señal para que Germán diera media vuelta y entrara, dejando a un Chema pensativo. Las últimas aves peleaban por un lugar en las ramas, gorjeando cada vez más despacio, pues el sol ya casi se había ido.
Después de unos segundos, Chema siguió los pasos de Germán mientras, en la calle, las farolas se iban encendiendo una tras otra.
Al entrar, cerró las puertas del balcón tras de sí. Recordó que debía tomar un camión y levantó la muñeca para ver la hora, iba retrasado. En media hora ya estaba bañado, cambiado y con todas sus cosas en la maleta. Tomó el pasaje de la mesita de noche y se dispuso a irse. Llegando a la puerta, Germán lo llamó y este se giró conteniendo la sonrisa, pues era lo que quería. Lo vio todavía sin camisa y sintió cómo su mano se posaba en su cachete, acariciando con los pulgares su mejilla sonrojada. Lo besó, y al separarse, se vieron a los ojos, sonriendo. Después se abrazaron; sintió que parte de él se quedaba en ese abrazo, pues había sido más largo de lo usual en cada partida.
Se despidieron ahí, separados por el marco de la puerta. Chema caminó, inclinado por la maleta que insistía en cargar. Bajó los tres pisos y se dirigió al lugar de donde partiría su camión, pensando en el inusual abrazo, al tiempo que un ruido blanco le molestaba cada vez más.
Llegó a tiempo a la estación y quiso fumar al aire libre antes de subir; caminó hacia un guayacán cerca, soltó
la maleta y recargó la espalda en el árbol. De su chaqueta sacó un cigarro sin filtro y una caja de cerillos. Temblaba; le costó tres intentos lograr encender el cigarro.
Poco a poco empezó a recorrerse y, cuando estuvo atrás del todo, el llanto le vino de un modo en el que ya no pudo mantenerse de pie. Tuvo que encogerse sobre sí, dejando caer el cigarro y llevándose las manos a la cara para intentar cesar su dolor. Debajo de ese guayacán y de la luz amarilla de la farola, entendió el significado de aquel abrazo.
Dos semanas estuvo en su ciudad natal. El día que llegó, culpó al viaje de su callada actitud, excusándose de que las curvas y el cansancio lo habían dejado en ese estado. Al segundo y tercer día, siguió usando la misma excusa; al cuarto al menos ya lo veían salir de la habitación. Su madre le dijo a sus hermanas que parecía de esos zopilotes que quedan mensos después de una pedrada, y entre todas hablaron con su padre, quien lo quiso llevar a tomar algo para que, entre hombres, le compartiera qué pensamientos lo atormentaban en las noches, a tal grado que se sentaba en el borde del pozo, y que hasta a la perra Sorulla ignoraba. Comía lo que le servían, pero por voluntad propia no estiraba la mano ni para tomar un pan dulce de la canasta.
Así fue hasta que llegó el día de su regreso. Su madre le encomendó solucionar lo que había dejado pendiente allá en la otra ciudad. Le dijo que lo amaba y que lo esperaría a su regreso, ya fuera platicador o callado. Subió al camión y se durmió en cuanto sintió el motor encenderse.
Seguía medio dormido cuando llegó al mismo lugar de donde semanas antes había partido. Bajó, tomó su maleta y volteó a ver aquel árbol amarillo, casi invisible, pues la farola había dejado de funcionar.
Se encaminó hacia donde debía. Caminaba, de prisa, lamentándose de no haber escuchado a los pájaros del camellón, pues la noche había llegado hacía ya unas horas.
Subió al tercer piso y tocó. Mientras esperaba, vio cómo una fila de hormigas se adentraba en una maceta. Se abrió la puerta y Germán salió, sorprendido. Preguntó que qué hacía ahí y que por qué no había llamado para avisar. Chema se excusó diciendo que solo quería un lugar para dormir y que era lo que estaba más cerca. Se cerró la puerta y la maleta quedó arrumbada en algún lugar de la oscuridad. Ambos fueron directo a la cama y se acostaron. Desde que se abrió la puerta Chema había notado el olor a cigarro, pero solo al estar en la cama notó también un dulce perfume de mujer que lo maldecía.
Entre tibias caricias, recargó la cabeza en su pecho, con la oreja bien pegada. Escuchó su corazón y por unos segundos le rogó a Dios que nunca se detuviera. Tenía la certeza de que su amor era correspondido, pero solo Dios y ellos sabían qué se interponía.
No quiso ocultar las lágrimas que salían, tampoco ocultó su amor. A pesar de estar muy adentrado en su sueño, seguía apretando con fuerza la mano del otro contra su cachete, a sabiendas de que al día siguiente iría a comprar otro pasaje.

José Rodrigo Escobedo Sandoval

Preparatoria 15

Sin título II | Pedro Aguilar Rodríguez. Preparatoria 20

Historias bien contadas

En esta extraña época se pone a prueba la esperanza; pulsa la necesidad de sentir sorpresa o algo que nos conmueva o nos haga apreciar la belleza a través de la narración. El arte de saber contar historias para comprender la condición humana o hacer un encuentro cotidiano con muchas vidas; despertar la capacidad del recuerdo para emocionarse o comprender la complejidad del mundo en ciertas situaciones o circunstancias, que llevaron a los protagonistas de una historia en momentos decisivos a convertirse en el antihéroe o villano o la regeneración de su vida ante el sacrificio, el engaño o su propio esfuerzo.
 Las historias bien contadas, como lo hacen nuestros jóvenes participantes en la revista Vaivén, nos hacen caminar en el tiempo y el espacio, recrean los más locos escenarios para vivir y con ellos las experiencias que modificaron el sentido de su vida percibir, nos dan una visión sublime de la realidad, convirtiendo cada hoja de papel en muchos mundos o universos, donde los actores principales son tan diversos como ricos en sus características y motivaciones para ser o existir.
Son ligeras migraciones a la intimidad de su imaginación enriquecida por colores y aromas que impresionan nuestra lectura, con ello comprobamos que no hay una edad específica para ser un buen tejedor de ficciones. Sus experimentos narrativos nos dejan a veces sabores agridulces por la crudeza de la temática, pero también nos impresiona la madurez para tratar asuntos trascendentales que afectan su manera de representar el dolor, la felicidad, el placer o el amor, la vida y la muerte.
Asimismo, nos dejan en claro, a través de su cosmovisión referida, que el reto de un adolescente no es la edad sino abrirse paso en este mar de información, la posibilidad de no confundirse con su voz original o no dejarse llevar por los cantos de las sirenas sin dejar en claro lo que quieren decir, no sólo para ser sino también para legitimar su existir, el mismo Lovecraft nos dice en su ensayo “El horror sobrenatural en la literatura»:
 
…Los genuinos cuentos fantásticos incluyen algo más que un misterioso asesinato, unos huesos ensangrentados o unos espectros agitando sus cadenas según las viejas normas. Debe respirarse en ellos una definida atmósfera de ansiedad e inexplicable temor ante lo ignoto y el más allá; ha de insinuarse la presencia de fuerzas desconocidas, y sugerir, con pinceladas concretas, ese concepto abrumador para la mente humana: la maligna violación o derrota de las leyes inmutables de la naturaleza, las cuales representan nuestra única salvaguardia contra la invasión del caos y los demonios de los abismos exteriores» (1999).
 
Es, entonces, una constante presentada a través de sus textos la catarsis de sus emotivas letras, proporcionadas por la escritura creativa de estos jóvenes escritores, seres sensibles ante el legado de los autores que les han dejado una presencia en su quehacer literario, descubriendo lo mejor de la humanidad cuando se destruye el caparazón que esconde tanta abundancia de historias bien contadas.

 Óscar Daniel Gómez Mendoza *

* Novelista y dramaturgo, estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Colabora en el Sems en el área de Difusión y Extensión desde el 2018. Ha impartido clases de inglés y español, así como diversos talleres de creación literaria. En 2018 dirigió la obra de teatro Toska y en 2019 Celestiales, obras escritas por él mismo.
 

El faro

Titiritero | Kenya Alejandra Iñiguez Pizeno. Preparatoria Regional de El Salto.

El magnífico faro apunta con su luz a la deriva, guía a los desolados en su camino de vuelta y pasa todas sus noches en vela. Pobre de aquel farero que cuidaba siempre de su preciado faro; era su lugar favorito y su mejor acompañante. Él cada noche recibe el calor de aquel viejo faro, sintiendo sus almas uniéndose en medio de la nada, anhelando el bello color anaranjado del amanecer asomándose por el horizonte.
Disfruta su trabajo: sólo tiene que encender la luz del faro cuando el sol se esconde por el oeste. Se sienta a admirar el bello cielo con las estrellas brillantes, que lo miran, y a esperar el paso de algún navío para guiarlo por el camino correcto. Suele quedarse despierto todas las noches, teniendo consigo un pedazo de pan para no quedarse dormido y poder comerlo tranquilo; pocas veces ha caído rendido, como cuando se acaba su pan rápidamente por el nerviosismo. Curiosamente, no recuerda haber visto pasar algún barco en el tiempo que lleva cuidando el faro, aunque sí ha visto gaviotas y peces rozando el filo del agua del mar, peleando entre ellos para ver quién es el más fuerte.
Cada mes recibe la comida suficiente para sobrevivir en su estadía, nunca le ha faltado, pero tampoco le ha sobrado; vive feliz sabiendo que su única preocupación es cuidar del faro y los posibles navegantes que se encuentren perdidos en el mar. Así fue hasta que un día, al entregarle la comida, el repartidor le dio un comunicado:
—El faro cerrará.
—¿Qué será de mí? —respondió el farero, confundido.
El repartidor alzó los hombros en señal de duda, aunque algo desganado.
¡Vaya día que tuvo el farero! Aquel sería su último mes al lado de su bello faro con el que pasó tantas experiencias, como aquel momento en el que creyó ver un gran barco a lo lejos, lo que tristemente resultó ser una gigantesca gaviota acercándose velozmente a arrebatarle su pedazo de pan. “Tal vez sea un barco para la otra”, se dijo el farero; pero, para decepción suya, no hubo ninguna otra vez. Se estaba despidiendo de su compañero; su único y mejor amigo, aceptando que no lo volvería a ver nunca; y así fue, partiendo con lágrimas en los ojos y despidiéndose de su faro. ¡Pobre de aquel faro! Ahora se encontraba solo y en penumbra durante la noche. Ya nadie encendería su luz para mostrar la esperanza existente cuando alguien se perdiera.
Sorprendentemente, ahora un barco imponente se muestra a lo lejos; acercándose rápidamente hacia el faro, mas no se podía distinguir en medio de toda la oscuridad y neblina. El capitán del barco sigue el rumbo hacia su destino: directo al faro y sin poder detenerse. Aquel que alguna vez fue faro, se guía a sí mismo hacia el fondo del mar, por un camino del que no podrá regresar jamás.

José Giovanni Salcedo Gutiérrez

Colegio Reforma

1

Sigo sin poder respirar, mi estómago me duele cada vez más. No quiero hablar, quiero dormir, pero temo no despertar y… ¿si esa sombra en la ventana del último piso era mi hermana? Lo más extraño es que mi madre por la tarde me llamó mientras yo intentaba dormir, dijo que vio a una muchacha asomarse como yo suelo hacerlo cuando la quiero asustar. Ella mencionó que vio sus ojos y por eso me gritó, pensaba que era yo, pero yo en ningún instante me levanté, y bromeando le dije que estaba loca, pero ella aseguró que alguien la observaba. ¿Si realmente es mi hermana y me vino a buscar? Ella murió antes de nacer, el día que la sacaron del vientre de mi mamá, ya estaba muerta. Hoy como hace 20 años.

2

Ellos están aquí, hay dos frente a mí, uno justo delante de mi cara y el otro está a su costado derecho; estoy acostada y los puedo ver. Tengo miedo, sé que me quieren hacer daño, no entiendo cómo es que están aquí si antes no podían entrar a mi cuarto. Ahora no sé a dónde ir, estoy aterrada y lo único que deseo es no verlos, pero es imposible no notar su presencia, ellos me están mirando fijamente y los dos tienen un cuchillo en la mano. Tengo miedo.

3

El aire me asfixiaba, abrí la cortina para que entrara el aire fresco que trajo la lluvia al caer. En cuanto la abrí, te vi, no sé quién eras o que hacías ahí; como brisa que refresca entraste como sombra por la ventana. Esa que queda justo en el último piso, y que está en la parte de atrás, por alguna razón sentía que me mirabas, pero no estaba segura, no podía verte; me llamó la curiosidad de saber quién eras. Ya que sólo me mirabas, me miras deseando protegerme, pero sé que no puedes bajar, porque ellos te harían daño.

4

Escuché rasguños en la ventana, ellos están aquí y vienen por mí. Estoy llorando, no me quiero ir, pero si me voy sé que estaré feliz porque la persona más especial en estos últimos meses me está diciendo que me ama. Si me voy, por favor cuídenlo por mí, espero nunca olvidé que lo amé siempre.

Ana Paula Romero Martínez

Preparatoria Regional de Chapala

Música de locos

Mi chocolate empezaba a enfriarse cuando alcé la mirada y me topé con un caballero impecablemente vestido; no muy viejo, pero las canas empezaban a nacerle. De facciones rígidas, semblante indiferente. Se sentó a unos pocos metros de mi mesa.
“Un café con dos de azúcar, por favor”, le oí decir.
Observé al hombre un buen rato. Recuerdo muy bien que su mirada iba de un lado a otro entre las páginas del periódico. Y la canción empezó…
Lo vi entonces apartar el diario y perderse en las primeras notas de la melodía, con los ojos fijos en algún recuerdo que le nubló la mirada y le cristalizó las pupilas de miel. La pierna derecha enajenada por el ritmo seguía la trama de los compases, formados por esa sucesión ondulante de negras y corcheas. El sudor danzaba sobre sus pómulos, y seguro que le hacía cosquillas; no se apartaba los dedos de la cara.
La canción iba ya por el primer minuto y las lágrimas le corrían a montones. Pude ver con claridad cómo le quemaban la cara. En su gesto percibí el ardor que le causaba la memoria.
La taza cayó repentinamente en un momento de arrebato; volando por los aires le ensució los zapatos de charol. Saltó de su silla, golpeó la mesa y la pared con los puños. El solo de guitarra y la canción se apoderaron de él entre lágrimas y sollozos desesperados. Los labios se le deshacían entre versos.
Yo permanecí allí, viéndole entrar al universo de la locura musical y el amor. Y es que, para ser honesta, lo entendí: sabía que por mis venas había circulado el mismo dolor.

Aura Yunuen Vargas Valadez

Preparatoria 9

Aquel que se vendió

Y aquí estoy frente a el monitor de mi celular, haciendo lo que prometí jamás en la vida iba hacer. Aquí estoy, creando un perfil, vendiendo mi alma, mi integridad. Aquí estoy, vendiéndome ante los demás como una mercancía, como algo que se puede desechar en cualquier momento, como algo sin valor. Y es mera culpa de la soledad el hecho de estar hoy frente a frente ante un mundo de personas, ante distintas imágenes, perfiles de mujeres, hombres, biografías, la selfie de una chica en la playa, la foto del abdomen de un hombre e incluso la foto de su miembro viril. Aquí estoy, intentando encontrar algo, intentando creer en el amor cuando realmente sé que esto, lo que sea que hago aquí, es todo menos amor, es lujuria, es el hecho de no querer estar solo, no lo sé. Me replanteo si seguir aquí desechando a aquellos que no me interesan e intentando sacar plática a personas que, igual que yo, se venden. Aquí estoy de nuevo, conociendo a aquellos que lo deseen o que tal vez sólo buscan pasarla bien una noche. Ese soy yo, aquel que se vendió.

Érick Michel Chávez Núñez

Preparatoria 19

Guía práctica: cómo morir

El difunto | Patricia Elizabeth García Ramírez. Preparatoria Regional de Lagos de Moreno.

¿Te ha pasado que cuando piensas en la muerte, no sabes qué debes pensar?

A mí me pasa, cada vez que pienso en la muerte, no sé qué es lo que debo creer, mi mente se limita a las cosas que todos dicen, aquellas costumbres que se han heredado. Vine aquí en busca de una respuesta, una que tal vez también estás buscando tú. Quiero compartir mi experiencia con el mundo, quiero que las personas puedan escapar al menos un minuto para poder escucharme. Debo decir algo importante.
Para que puedas entender esta historia, lo primero que necesitas saber es la razón por la que se está contando, es decir; ¿Cuál es la manera correcta de abandonar tu mundo? Debes, también, saber por qué quieres entenderlo, yo vine aquí para expresar todo lo que siento, para desahogarme y también para poder dar un consejo, pero… ¿A qué has venido tú? Debes analizar muy bien la pregunta, te debes devanar los sesos, tienes que creer que quieres hacerlo y convencerte de que lo harás.
La mayoría de los que vengan en busca de esta historia quizá sea para tener más ideas sobre cómo terminar con su vida y, debo decirte, que estás en el lugar correcto; siéntate, ponte cómodo, prepara algo de comer y busca un lugar tranquilo para analizar. A mí me gustan los árboles, no hay nada como recostarse bajo su sombra a leer o simplemente a relajarse, pero lo importante ahora es que te sientas feliz; piensa en tu lugar favorito y quédate ahí a disfrutar el relato.
También querrás saber quién soy yo y porqué quiero ayudarte, ¿no? Tienes razón, fui algo descortés, debo presentarme. Voy a tratar de no ser tan abyecta; soy aquello que proviene de tu imaginación y de la imaginación de otras personas. También existo en las profundidades, en la oscuridad, en el vacío y, a veces, también en el infierno. Puedes llamarme Flaca. Me encomendaron un trabajo, uno del que ya no puedo escapar y, no porque me obliguen, sino porque lo amo. Me dedico a pasear el alma de aquellos que abandonan la vida, les doy un último recorrido antes de llegar al exilio y trato de que se sientan bien para seguir avanzando. Quiero ayudarte no sólo a ti, también quiero ayudarme a mí; ni yo me conozco, quiero saber quién soy, y cuál es mi verdadero propósito. Me gustaría entenderme y así, cuando descubra quién soy, tal vez pueda decírtelo, podría enseñarte lo que es la muerte de verdad y no lo que te han dicho. Quiero que entiendas lo que hago, no por mitos, sino por hechos.
Hoy estoy en la cúspide de mi sabiduría. El tiempo y el destino se han asegurado de dármela, estoy eternamente agradecida por ello; también por eso estoy aquí, no quise ser egoísta con los regalos que me han brindado y los quiero compartir con todos los que puedan escucharme.
Creo que ahora sí, ha quedado un poco más claro el objetivo de este intermedio en el juego de la vida. Entonces, puedo comenzar a relatar la cuestión por la que hemos venido.
Tal vez no es algo tan relevante, pero es importante que lo tomes siempre en cuenta; todos mueren, algunos más rápido que otros, unos de manera lenta, otros por enfermedades crónicas y degenerativas; habrá quien muera por una tontería como sobredosis o conducir en estado de ebriedad. Nadie sabe cómo ni cuándo morirá, tal vez la causa de muerte sea desconocida y dirán: “fue cosa del destino”.
Al principio no entenderás nada, pero irás aprendiendo. Sí, algunas veces caes al piso, pero lo importante es saber cómo levantarse y cuándo superarlo (a esto le llamamos tiempo). Si todos siguieran los consejos que les brindan grandes sabios, podrían tener una mejor calidad de vida, pero se niegan a dejarlos entrar. Es algo que detesto de la raza humana, no sabe apreciar lo que le brindan, es demasiado terca, sólo sabe consentirse a sí misma, sabe sacrificar animales inocentes para comer, los bosques para «vivir» y a otros humanos por algo que le hace bien sólo a uno (a quien sacrifica a los demás), no sabe compartir, y lo peor: ¡NO SABE VIVIR!
Habíamos dicho que ésta historia es para saber cómo terminar con tu vida, pero primero debes saber cómo vivirla. Una buena vida según muchos de tus expertos es una en la que se hayan realizado todos los sueños que se querían tener en la misma, claro que es importante, pero para vivir de verdad se necesita mucho más que eso, no sólo debes ser feliz, algunas veces te sentirás derrotado o triste, es parte también de la vida; no siempre podrás tener lo que deseas, ni ser feliz, pero siempre tendrás vida. Para saber cómo terminar con tu vida, no sólo te tienes que lanzar de un edificio o jalar un gatillo, también debes tomar en cuenta si de verdad vale la pena, si no hay otra salida. Yo creo que siempre hay otra salida, por ejemplo, en una casa; si las puertas están cerradas quizá una ventana no, pero si también están cerradas, existirá un balcón y sábanas o tal vez una escalera, probablemente la casa este hecha de tejas que puedas romper, podrías cavar un túnel debajo, saltar, o sólo esconderte y esperar a que lo malo se haya ido, siempre es mejor escapar, pero hay que buscar la opción más segura…
Antes mencioné algo sobre morir algún día, ahora sabrás por qué: aceptar y resignarse a la muerte ¡es el primer paso para ¡vivir! Digo esto porque he escuchado decir a muchos humanos que tienen miedo de morir, de no saber qué pasará después de cerrar los ojos para siempre. Tienen muchas teorías que se basan en el tema; desde un cielo y un infierno, que el alma vaga por el mundo, que jamás despertarás, o hasta la reencarnación. Entonces, debes saber que no necesitas pensar en ninguna de éstas cosas, sólo se necesita interpretar, creer y aceptar; quiero decir, aunque lo supieran, no podrían hacer nada para evitarlo, el destino y el tiempo no se equivocan. Tampoco yo.
¡Listo!, ya te puedo hablar de cómo quitarte la vida: pensando principalmente en el suicidio (la única manera de muerte que puede decidirse y la única forma de vida a la que se le puede regalar más tiempo). Debes reconocer todo lo que has vivido y decidir si has hecho lo que te hubiera gustado hacer. Piensa si ha valido la pena, de lo contrario, no estás listo para irte, necesitas más tiempo para hacer lo que desees y, la mejor parte, puedes decidir si quieres hacerlo. Ahora, si quieres una segunda opinión, una en la que no tengas que decidir y sólo debas seguir órdenes: no lo hagas, disfruta la vida, haz lo que quieras con ella; finalmente, es tu vida y, de cualquier modo, vas a morir, no vale la pena morir sufriendo, esa es la peor manera.
Tal vez otra persona vino a buscar una solución diferente a la del suicidio, quizá hay alguien que vino en busca de consuelo por una pérdida importante o habrá quién sólo busque entretenimiento, pero igual creo tener una respuesta para ustedes: La mejor manera de morir es haber vivido en serio, con caídas y grandes triunfos, con sueños cumplidos, con un alto concepto de identidad propia, viajes importantes, gracia, haber tenido lo que siempre se quiso, encontrado soluciones y haber sido perdonados, pero también haber conseguido una gran sabiduría para perdonar, lo más importante, con un abrazo de aceptación y bienvenida a la muerte. La única manera de abandonar la vida es muriendo, pero si no conoces la vida, nunca sabrás lo que es la muerte.
Aún no he encontrado al cien por ciento lo que vine a buscar, pero creo que estoy un paso adelante, y espero que también tú. No sé muy bien quién soy ni quién fui, pero creo saber qué es lo que quiero ser; seré una consejera y amiga, un alma libre y atenta, también un guía y una nueva pensadora… quizá no sea suficiente lo que estoy ofreciendo, pero, estoy aquí y no voy a rendirme antes de encontrar lo que vine a buscar.
Y tú… ¿ya sabes quién es la muerte?

Juliana Belén Villafaña Silva

Preparatoria 9

Nueva era

Corría por el extenso bosque, sintiendo el viento golpear mi rostro, la adrenalina por todo mi cuerpo. Jadeé para recobrar el aliento y seguí corriendo. La oscuridad de la noche pudo haber cegado mi vista; sin embargo, veía todo claramente, era impresionante. Sentí la tierra enterrarse entre mis garras, la luna en lo alto (admiro cómo me convertí en su hijo), eso fue el inicio de una nueva era.

Daniela Alejandra Flores Larios

Preparatoria 22

Rey del mar Issa Paola Sánchez Álvarez. Preparatoria Regional de El Salto.

A través…

Lo que la noche oculta tras tus ojos es un misterio que me envuelve en nostalgia y recuerdo, como si fuera la primera vez que nos viéramos tras esas dos cortinas de humo que por debajo de ellas sólo recorre un pequeño río seco. Pero al acercarnos y recordar todo aquello que nos llena de alegría, ese pequeño río vuelve a su cauce para recorrer nuestras cuencas vacías. Ya no hay nada qué hacer.

Arturo Daniel Ángeles García

Preparatoria Regional de Chapala

Equilibrium | Luisa Fernanda Sánchez García. Preparatoria Regional de El Salto.

Muerte imaginaria

El viento prometió contarles mi historia a los grillos. Parece que la vida siempre comienza con esos extraños ángeles muertos. Espero que el viento sea sincero; a veces es juguetón, luego todo cambia. hay días en que su aburrimiento parece ser digna razón para engañar a los fantasmas.
Parece que es divertido regalar ilusiones transparentes y hacer soñar con que irá al norte, cuando en realidad las direcciones siempre se encontraban trastornadas e intocables, incapaces siquiera de acarrear el ruego de un perro por alimento, aunque sea un churro azucarado, podrido y lleno de hormigas sin nombre.
 Si todo lo prometido fuese tan sólo el inicio de un juego que se construye por intrigas y odio, entonces importaría poco si se es soldado, si tengo nombre o si existen los países. Jamás tuve oportunidad de comprobarlo.
Tampoco importa mucho si recuerdan o no quién fui, pero creo que caeré a lo hondo del vértigo si nadie reconoce quién soy. Yo no sé quién fui, no porque no recuerde mi muerte, sino porque las circunstancias que me ataron a ella me parecen vergonzosas, indignas de lo que ahora sueño. Creo que es así y que no sería fantasma si mis deseos fueran concordantes con los deseos que alguna vez creí orgullo de mi existencia; ya no sería alguien si día a día dejara de traicionarme con nuevas inquietudes: por eso me gusta ser fantasma. Pienso y la realidad anhela lo prematuro…
Aún no he imaginado lo que es morir por un amor imposible, no alcancé a hacerlo, porque mi cuerpo actuó y se tragó a sí mismo antes de que los pensamientos lograran cruzar las veredas de mi cabeza.
¡Recuerden!, fui quien se dio cuenta que, cuando nadie nos piensa, lo mejor es estar en pijama. Cuando la sangre oleaba por mis venas, yo siempre podía ser visto en camisa y pantalones de lino. Ahora que soy fantasma, que ya no cocino, que nadie me ve y que nadie me ama, amanezco para cambiarme la pijama por otra limpia. Siempre uso pijama. Es lo que quiero que canten los grillos, que soy un fantasma con pijama, quiero que los fantasmas que aún insisten en usar traje dejen de lamentarse. ¡Son fantasmas! Usen pijama: es cómodo. El viento prometió contarles mi historia a los grillos. Parece que la vida siempre comienza con esos extraños ángeles muertos. Espero que el viento sea sincero; a veces es juguetón, luego todo cambia. hay días en que su aburrimiento parece ser digna razón para engañar a los fantasmas.
Parece que es divertido regalar ilusiones transparentes y hacer soñar con que irá al norte, cuando en realidad las direcciones siempre se encontraban trastornadas e intocables, incapaces siquiera de acarrear el ruego de un perro por alimento, aunque sea un churro azucarado, podrido y lleno de hormigas sin nombre.
 Si todo lo prometido fuese tan sólo el inicio de un juego que se construye por intrigas y odio, entonces importaría poco si se es soldado, si tengo nombre o si existen los países. Jamás tuve oportunidad de comprobarlo.
Tampoco importa mucho si recuerdan o no quién fui, pero creo que caeré a lo hondo del vértigo si nadie reconoce quién soy. Yo no sé quién fui, no porque no recuerde mi muerte, sino porque las circunstancias que me ataron a ella me parecen vergonzosas, indignas de lo que ahora sueño. Creo que es así y que no sería fantasma si mis deseos fueran concordantes con los deseos que alguna vez creí orgullo de mi existencia; ya no sería alguien si día a día dejara de traicionarme con nuevas inquietudes: por eso me gusta ser fantasma. Pienso y la realidad anhela lo prematuro…
Aún no he imaginado lo que es morir por un amor imposible, no alcancé a hacerlo, porque mi cuerpo actuó y se tragó a sí mismo antes de que los pensamientos lograran cruzar las veredas de mi cabeza.
¡Recuerden!, fui quien se dio cuenta que, cuando nadie nos piensa, lo mejor es estar en pijama. Cuando la sangre oleaba por mis venas, yo siempre podía ser visto en camisa y pantalones de lino. Ahora que soy fantasma, que ya no cocino, que nadie me ve y que nadie me ama, amanezco para cambiarme la pijama por otra limpia. Siempre uso pijama. Es lo que quiero que canten los grillos, que soy un fantasma con pijama, quiero que los fantasmas que aún insisten en usar traje dejen de lamentarse. ¡Son fantasmas! Usen pijama: es cómodo.

Azul Navarro Becerra

Preparatoria 5