Pedazos

El ferviente vaivén de las olas dirigió al barco directo a su perdición, a una perdición estrepitosa y rápida; después, al hundirse con lentitud calmada, dejando al aire gritos y chapoteos agónicos. Y aunque pudo dirigir su cuerpo hacia otra dirección, se dejó estrellar, dejó que su cubierta se desplomara, se dejó quebrar. La escolladera fue la causa, que, como un cuchillo sin filo, solo con la capacidad de golpear, dividió, destrozó y cortó al barco en dos partes. En el agua quedaron sus restos: madera y tela, vidrio y metal, sangre y cuerpos a medio hundir. El agua es cómplice e indiferente, el basurero de un homicida, o su tumba, ambas en el caso del barco, quien se dejó quebrar junto a sus tripulantes muertos, asesinados todos, escondidos todos, hundidos todos junto a su asesino hecho pedazos.

Cardiólogo diagnostica mi corazón con la forma de mis letras

El amor corre por mis venas, amor en cada acción, energía que bombeo en mi iniciativa por querer escribir, por la sangre que corre, por el pensamiento que bombea, por la memoria y el recuerdo de cada sentido, de cada musculo que recuerda; tacto, olor, gusto, sentidos que aman su memoria con todo el corazón y toda la sangre, con toda la mano y su iniciativa por escribir. Amar con rebeldía, haciendo florecer en el papel y con la pluma lo que nuestro cuerpo y por los sentidos entra. ¡Somos tan complejos! Podría pensar que nos hicieron florecer en algún poema, y tal vez corremos por la sangre de otro corazón que en su iniciativa nos crea con el poder de un dios. No por nada escribo. Afanoso. Aferrado. Terco. Ingenuo. Crédulo. Por la belleza universal y el amor que le tengo a las pequeñas acciones, amor que corre por mis venas. ¿Por qué escribo? Y escribiendo pienso en si tiene que haber respuesta. Tal vez no, tal vez sí. Como sea lo hago, y si no es por amor, ¿por qué? Cardiólogo, por favor, diagnostica mi corazón con la forma de mis letras.

Manuel Tejeda Enríquez

Preparatoria 4