Eutanasia como libertad

Cristian Daniel Fonseca Flores

Preparatoria Regional de Atotonilco

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

Resumen

Este escrito analiza, argumenta y defiende el tema de la eutanasia y lo plantea como una forma de libertad, incluso como su máxima expresión. En su desarrollo se tocará un tema que en nuestra sociedad se considera tabú: la muerte, y el poder de decisión sobre la misma, abarcando cuestiones interesantes como el cristianismo, revisando tanto los puntos negativos que dejó en la sociedad actual, como también los puntos buenos que ha forjado, y cómo esta visión se nota en el discurso de nuestra sociedad. Todo esto pensando filosóficamente y argumentando ideas que apoyan mi tesis, para entender mejor que en la vida nosotros decidimos quiénes ser, cómo actuar y, más importante, cómo terminarla. Daré mi opinión como cierre general y compartiré mi forma de pensar y mis ideales respecto de la gente que me rodea.

Palabras clave: Muerte, eutanasia, dios, discurso, libertad, decisión, sociedad.
 

Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar cambia todo en este mundo.


Mercedes Sosa

La sociedad, en el transcurso del tiempo, se ha visto envuelta en un sinfín de cambios, tanto en su forma de actuar como de pensar. Y podemos darnos cuenta de esto por el solo hecho de que ninguno de nosotros pensamos igual a nuestros padres o abuelos; la sociedad ha cambiado. Siempre hay quienes aportan nuevas perspectivas sobre las ideas y acciones que, aunque al principio parezcan locuras, después se convierten en un nuevo pensamiento, y eso es lo que quiero hacer en este ensayo. Pretendo tocar un tema que por lo general no se nos permite hablar, procurando que sea más normal y deje de ser visto como tabú. Tal tema será la eutanasia. La pregunta guía que utilizaré es la siguiente: ¿tiene el ser humano derecho a decidir su propia muerte?
Ante esto partiré de una idea sartriana que es muy conocida, la cual dice que

“el hombre está condenado a ser libre” .

(Sartre, 2018: 16)

Esto es: la vida del ser humano se hace por las decisiones que toma a lo largo de su vida; sin embargo, en nuestra cultura poco se nos permite analizar y decidir sobre nuestra muerte, pues la consideramos como algo que está fuera de nuestra elección. No obstante, yo considero que la muerte es uno de los sucesos más importantes de nuestra vida —si no es que el más—, pues, como diría el filósofo alemán Martin Heidegger: “somos seres para la muerte” (2016: 274), y por eso creo que también debería ser una opción de la cual podamos decidir. A continuación lo explico mejor. Para esto, continuemos con una cita del filósofo francés Michel Foucault, quien dice:
 


(…) Supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad (2005: 14).


 
Es decir, que en toda sociedad se usa el poder del discurso para inculcar ciertas creencias o costumbres seleccionadas, señalando qué se puede decir y pensar y qué no, por lo tanto dominan las decisiones de las personas.
Así, en nuestra cultura se nos enseña que todo ser humano, al crecer, tiene el derecho a elegir lo que quiera ser, y cómo lo quiera hacer. Eso está bien, y se lo debemos a los derechos humanos, que fueron los que sentaron las bases de la libertad que entendemos hoy en día. Sin embargo, aquí hay una contradicción, porque por un lado se nos dice que somos libres, pero por el otro se nos priva de la libertad de pensar sobre la muerte y, más específico, sobre el momento de nuestro final. Esta contradicción nace de un mismo discurso: las creencias del cristianismo.
El cristianismo decía que todos tenemos derecho a tener nuestras decisiones, pero que todos somos hijos de dios y que él nos dio libre albedrío. Sin embargo, este mismo discurso dice que la vida nos pertenece, pero sólo él (dios) tiene la decisión de cuándo quitárnosla. Ahora bien, nos dice también Foucault que el fundamento de todo discurso es el autor, pero no pensado como una persona, sino como una idea que le da coherencia. Él dice lo siguiente:


 
(…) [Hay que pensar] Al autor no considerado, desde luego, como el individuo que habla y que ha pronunciado o escrito un texto, sino al autor como principio de agrupación del discurso, como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia. (ibidem: 29-30).
 


Entonces, si seguimos con esta idea, se supone que el autor del discurso es dios. Sin embargo, desde Nietzsche se tiene la idea que dios está muerto (2003: 131), lo que nos permite tomar lo bueno del discurso del cristianismo: que el ser humano es libre, y también poder pensar nuevas cosas, en este caso, la decisión de nuestra muerte.
Con base en esto, y respondiendo a la pregunta inicial, afirmo que el ser humano tiene derecho de elegir su propia muerte, y más cuando las condiciones en las que vive ya no son las óptimas. De ahí que considero a la eutanasia como un derecho.
Antes de definirla quiero comentar los puntos en contra de la eutanasia. Entre los más importantes están los que ya he mencionado, que tienen que ver con las creencias religiosas (centrándonos en el cristianismo y en su discurso), y el otro desde el punto ético de los doctores, que afirma que los doctores están para salvar las vidas y no para quitarlas y, por lo tanto, si realizan una eutanasia no están cumpliendo con su deber. Sin embargo, no podemos juzgar estas acciones como inmorales igual que constatar un hecho, como decir “el edificio tiene 10 pisos”, porque nos basamos en un discurso vigente para para decir si algo es inmoral o no. Por lo tanto, aplica lo que ya he dicho sobre los discursos.
Definiendo la palabra, tenemos que es “intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura” (Real Academia Española, 2019), o también “muerte sin sufrimiento físico” (ibidem). Por razones de extensión no me dedicaré a analizar los dos tipos que existen, porque pienso que atajando su fondo, ambas quedan justificadas. Cuando digo “ambas” me refiero a que usualmente se consideran dos tipos de eutanasia: la activa y la pasiva. La primera es cuando existe la intervención directa de un tercero, y la pasiva es cuando por omisión al paciente se le deja morir.
Como mencioné antes, la muerte es el acontecimiento más importante de nuestra vida, ya que es la cúspide de la misma; por lo tanto, deberíamos poder elegir sobre ella, y por eso desde un principio se debería ver con más naturalidad. Ante esto propongo que nuestra educación, o en términos de Foucault, el discurso en el que nos educamos, debe cambiar. En este caso, lo que propongo que se debe modificar es que hay que entender a la muerte de otra manera, dejar de verla como un tema inmoral y fuera de nuestro entendimiento; educar a nuestros hijos que decidir el momento en el que queremos morir no es algo malo, sino una decisión más de la vida, y que hacerlo nos provee de madurez mental, y más cuando nuestras condiciones físicas nos hacen vivir en sufrimiento y tristeza.
Esto diferencia la eutanasia del suicidio, puesto que la eutanasia decide terminar la vida de una forma pacífica y dialogada con nuestros seres queridos, dejando todo en orden, estado bien con sigo mismo y con los demás, dejando la vida sin remordimiento. Y así, si ya hemos dialogado, no sólo en ese momento, sino desde antes, con nuestra familia, sabremos que, por un lado, si es eutanasia activa, estamos haciendo bien las cosas, y si es pasiva, que nuestros familiares están haciendo bien, y en cualquier caso se evitaría que aquellos que estuvieron involucrados puedan ser acusados de cometer un crimen.
Entonces, la eutanasia es la expresión máxima de la libertad humana, pues al decidir sobre la muerte estamos tomando una decisión sobre la vida. Por eso, dice Sartre:

“en el punto de partida no puede haber otra verdad que esta: pienso, luego soy; esta es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma.” (Sartre, 2018: 24).

Esto significa que no podemos “ser” sin pensar antes, y no podemos pensar completamente sin pensar en nuestra propia muerte; por eso sólo pensando en nuestra propia muerte podemos ser completamente libres.
En este escrito he hablado acerca de que el discurso tiene el poder de estructurar una ideología, diciendo lo que podemos hacer y lo que no, lo que se puede pensar y lo que se puede ser, pero que cuando se deja de tomar en cuenta y su discurso pierde vigencia, podemos pensar libremente cosas que no se podían. Entonces, si podemos decir que dios está muerto, o sea, que un discurso ya no está vigente, por lo tanto la eutanasia debería dejar de ser visto como un tema inmoral y que debería de ser un derecho.
En este sentido hay que decir que somos seres que aprenden, que se adaptan, que pueden orientarse hacia donde nuestra mente nos guíe, es decir, que somos seres libres, pero no lo somos completamente si no empezamos a considerar que la muerte es parte de nuestro ser, que no hay nadie más que nosotros para decidir lo que queremos hacer y, sobre todo, para decidir cómo terminamos con nuestro camino: si lo terminamos pronto o decidimos alargarlo un poco más “hasta que nos llegue la hora”. Lo importante es que nadie nos niegue la decisión, y que muramos felices y en paz con nosotros mismos.

Cristales de verano | Mónica Yaneth Beltrán Díaz. Preparatoria de Tonalá.

Bibliografía

FOUCAULT, M. (2005). El orden del discurso. Buenos Aires: Fábula Tusquets.
HEIDEGGER, M. (2016). El ser y el tiempo. México: Fondo de Cultura Económica.
NIETZSCHE, F. (2003). La Gaya Ciencia. México: Edivisión.
SARTRE, J. P. (2018). El existencialismo es un Humanismo. México: Éxodo.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. (2019). Diccionario de la Lengua Española. [Versión 23.2 en línea.] Consultado en: https://del.rae.es
 

 

Paridad de género en la educación

Andrea Leticia Barajas Montes

Preparatoria Regional de Ciudad Guzmán


Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019
Vivos | Braulio Gutiérrez Ayón. Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga.

Resumen

Paridad, igualdad o equidad de género, machismo y feminismo son conceptos que han estado sonando. Eventualmente, se puede recordar que hace cerca de un siglo la mujer no tenía voz ni voto, y ni mencionar siglos anteriores, porque ella, como si de moneda se tratara, estaba aún más devaluada. Hoy en día cada vez se aprueban más leyes en pro de la igualdad de derechos entre ambos sexos; sin embargo, el país todavía no está preparado mentalmente para vivir la igualdad pues, así como existen hombres machistas, también existen mujeres que discriminan a su propio género, el otro extremo que maltrata a su pareja, al igual que hombres que agreden e incluso asesinan mujeres sólo por pertenecer al género femenino. Lo anterior sin duda se debe a la educación que cada persona ha recibido, y para llegar a la equidad primero se debe cambiar la mentalidad.

Palabras clave: Paridad, igualdad, equidad, género, educación, hombre, mujer, mentalidad, discriminación, derechos, oportunidad, costumbres, roles, sociedad.

Durante cientos de miles de generaciones se ha vivido una problemática que afecta a toda la sociedad, puesto que ha venido dañando la integración y la convivencia de las familias; esta problemática es la desigualdad de género a la que las mujeres han sido sometidas.
En el caso de México, el gobierno aparenta una conformación basada en el principio de la paridad de género. Dicen cada día aprobar leyes que favorecen a la equidad, pero, ¿en verdad sucede?, ¿realmente son las mujeres tratadas con igualdad?, ¿es verídica la paridad?, ¿es la sociedad un factor influyente en los roles que debe desempeñar el hombre y la mujer? En México, ¿es necesario alcanzar la paridad de género para el crecimiento y desarrollo de la mujer?
Con este trabajo se pretende defender la neutralidad entre los géneros femenino y masculino, dejar en claro que uno no es más que otro sólo por ser hombre o ser mujer y que, si bien existen habilidades propias de cada sexo, se deben reconocer como tal y no tratar de opacar o entrar en competencia.
Si se buscan escritos del siglo xviii hacia atrás en los que se mencione a la mujer como un ser pensante con las mismas capacidades del hombre, lo más cercano y halagador para el género femenino que se puede encontrar es algo parecido a lo siguiente: Las mujeres

“ni son expertas, ni pueden ni desean serlo en ningún arte, que les falta el ingenio, que los libros salidos de su pluma son todos fríos y bonitos como ellas, que les falta razón para sentir el amor e inteligencia para saber describirlo” (Rousseau, 1758).


Para entonces existía una mínima cantidad de mujeres no analfabetas y una cantidad aún menor de mujeres con profesión, porque se decía que la escuela era sólo para los hombres, y ¿quién lo decía?, por supuesto que ellos; las leyes eran escritas por hombres y para hombres, no les convenía tomar en cuenta a las mujeres:

“Deben aprender muchas cosas, pero sólo las que conviene que sepan” (Rousseau, 1763).


En la actualidad, existe mucha polémica acerca de si las mujeres deben tener los mismos derechos y obligaciones que el hombre y de si son físicamente capaces de lograrlo. Por una parte, debido a su fisiología, sólo las mujeres pueden dar vida y amamantar a su niño en sus primeros meses. Sin embargo, necesitan también del padre para que se pueda dar lo antes mencionado, por lo tanto, los padres deben contribuir al cuidado y crianza de sus hijos.
En el caso del hombre, cuenta con una fisiología apta para desempeñar trabajos pesados, debido a que tiende a desarrollar más músculo en las extremidades que la mujer, pero esto no quiere decir que la mujer no pueda laborar en áreas que requieran intelecto, y que deba quedarse en su casa; al contrario, es necesario tener presentes las habilidades innatas de una mujer en una oficina, en un salón de clases, en un quirófano y en todo lugar; por ejemplo: a la mujer le puede ser difícil el trabajo de albañilería por el esfuerzo que requiere, pero no significa que no le sea posible o no lo deba hacer; sin embargo existe la opción de ser la arquitecta a cargo de la obra así como lo podría ser un hombre.
Si de creatividad y cuidado se trata, la mujer toma el puesto, pues debido a su instinto maternal, siempre está buscando la organización dinámica en todo lo que hace, desde tomar una simple nota, hasta encargarse de un trabajo y tres hijos a la vez, así la mujer adquiere habilidades de liderazgo. Volviendo con el instinto maternal con el que una mujer nace, y que poseerá, aunque nunca sea madre, una mujer siempre va a ser más comprensiva, paciente y calmada, incluso madurará más rápido que el hombre; mientras que éste es más rudo y descuidado. Es obvio que el género define la percepción del mundo; no obstante, existe un factor más importante que define la percepción, que es la educación, crianza y ejemplos recibidos en el desarrollo del individuo.

“Varón pensante, mujer acompañante. Tal distinción es puramente artificial producto de una educación discriminatoria dentro de una sociedad patriarcal” (Wollstonecraft, 1792).


Sin duda, la sociedad mexicana está educada para que las mujeres atiendan a los hombres y para que todo lo que ellos hagan bueno o malo sea bien visto e irreprochable, mientras que la acción de ellas siempre será cuestionada y puesta en duda, los resultados de esta educación son falsos roles a seguir, además de cientos de estereotipos con una mentalidad equívoca. Muestra de ello está en los censos realizados en el año 2018, con motivo de las campañas políticas en todo el municipio de Tamazula de Gordiano, con la intención de generar estadísticas entre los candidatos a la presidencia municipal. De los cinco candidatos, dos eran mujeres; uno de los puntos de la encuesta pedía que el ciudadano describiera si podía o no ser presidente (a) cada uno de los candidatos (as); como era de esperarse, las candidatas sólo tuvieron aproximadamente un 20% de aprobación. Lo impresionante fue que ellas tuvieron más aceptación de los hombres, que dijeron que si su mamá los había sacado adelante con poco recurso, una mujer podía hacerse cargo de un municipio, mientras que la mayoría de las ciudadanas respondieron que la mujer servía para la casa y que no tenía nada que hacer en esas cosas del gobierno. Por supuesto, muchos varones contestaron lo mismo.
En una sociedad con tal percepción del mundo, por más leyes que se aprueben a favor de la equidad y la paridad de género, es imposible que la mujer se pueda desarrollar, primero, porque le enseñaron a que no importa si no va a la escuela, pues al final se va a terminar casando y va a tener hijos. Para eso no se necesita una carrera, es más, ni siquiera el bachillerato. Una niña a la que hacen pensar así, por lo regular abandona los estudios y se convierte en mamá adolescente. Ella a su vez lo transmite a sus hijos y así sucesivamente, esas niñas adultas no son capaces de defender sus derechos porque tal vez no saben que los tienen. De esta manera se crea la perfecta sociedad desigual.
La única forma en la que la mujer pueda crecer y desarrollarse como tal es cambiando la mentalidad y percepción de las personas, para ello es necesario una nueva forma de educar a los niños, pues de esa manera empezarán a crearse generaciones renovadas ideológicamente hablando; dichas generaciones serán capaces de aceptar en cualquier trabajo o actividad a ambos sexos. Por lo tanto, es indispensable la paridad y la deconstrucción de género para poder alcanzar una nueva idea de humanidad; sólo así se evitará la violencia y discriminación por el hecho de ser hombre o mujer.

Bibliografía:


MEDRANO, C. (2019). Vaivén. Consultado en: http://vaiven.sems.udg.mx/
hay-la-obligacion-moral-de-ser-solidarios-con-todo-el-mundo/
ROUSSEAU, J. (1758). Carta a D’Alembert. Ginebra: Tecnos.
— (1763). Emilio, o De la Educación. Ginebra: Alianza.
WOLLSTONECRAFT, M. (1792). Vindicación de los derechos de la mujer. Texas: Taurus.

Equidad, ¿por qué?

Karla Cristina Jiménez Vidal

Preparatoria 15

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

Resumen


En este escrito analizaré desde mi punto de vista los motivos de por qué es importante la equidad de género, pues hoy en día, y a pesar de toda la información y acontecimientos surgidos a través de la historia, se puede notar una gran diferencia y discriminación entre hombres y mujeres, de los cuales éstas últimas resultan ser las más aisladas de privilegios laborales e ideológicos. Cabe resaltar que en una sociedad no sólo es necesario hacer valer la equidad hombre-mujer, sino también tomar en cuenta sus ideologías y preferencias sexuales, sus capacidades y creencias, así como sus conocimientos.
En lo que a nosotros respecta, es aportar a una sociedad llena de equidad, justa y exigente a lo que le corresponde, pero también responsable a dar de sí para su bienestar propio y de los demás.

Palabras clave: Feminismo de igualdad, feminismo diferencial, patriarcado, feministas.
 

Históricamente, y de manera constante, hay una distinción en todos los aspectos entre hombres y mujeres, lo cual me lleva a analizar la realidad del mundo en el que vivimos, aunque pocas veces nos damos cuenta, y esto sólo cuando vivimos de cerca o en carne propia un caso o similar. Pareciera que no contamos con la capacidad de hacer equitativos los derechos, obligaciones y por nombrarlo así, los privilegios que debemos gozar por el hecho de ser humanos.
La razón de la equidad es no diferenciar entre hombres y mujeres para alcanzar metas y hacer valer los derechos humanos con los que se supone debemos contar desde el momento en que nacemos. El hecho de ser iguales entre hombres y mujeres claramente no se refiere a un dato biológico, puesto que nos queda más que claro que somos muy distintos entre nosotros. Las personas merecemos tratos sin distinción en nuestros derechos y obligaciones según nuestro género; somos seres pensantes, con razonamiento, como lo define Aristóteles en su teoría “el hombre es un animal político”. Ambos géneros tenemos la capacidad de aportar, pues somos capaces de idear, razonar y pensar nuevas cosas por igual; no es necesario ser hombre para dedicarse a la mecánica automotriz, ni es necesario ser mujer para ser diseñadora de modas.
¿Qué tipo de derechos buscan las mujeres? Antes que nada, es la lucha contra las pocas oportunidades que se le dan en distintos ámbitos, principalmente en el laboral, que es en el que la mayoría de nosotras buscamos destacar para poder llevar una vida digna y que alcance nuestros ideales y para más que eso.
¿Debe tener la mujer los mismos derechos y obligaciones que el hombre? A esta pregunta se podría responder de una manera sencilla; ¿Por qué no los tiene? Realmente pienso que sí los debe tener; sin embargo, no es el caso. Si fuera tan sencillo resolver la falta de equidad ante la sociedad, la lucha que día a día tienen las mujeres prácticamente seria vana.
Desde tiempos remotos se ha visto a la mujer como el sexo débil en cuestión intelectual, pues no se le da importancia a los planes, estrategias o teorías elaboradas por una mujer, pero además está el aspecto físico. Desde la prehistoria se creía debido a que la complexión de una mujer no era suficiente para trabajos que requerían mucha demanda física, pues los hombres naturalmente eran más robustos, grandes y fuertes. Así comenzó la distinción tan marcada por la que hemos pasado por generaciones.
A medida que avanza el tiempo y nos vamos considerando seres capaces de llevar a cabo tareas iguales, nos damos cuenta de que la igualdad entre mujeres y hombres va más allá de un feminismo diferencial. Es importante hacer conciencia desde pequeños que lo que podemos realizar no es por lo que somos exteriormente.
Las mujeres feministas buscan eliminar el patriarcado, denominación que se le da a una sociedad dominada por hombres, o más bien que se deja gobernar por hombres y en las que se le toma como superior entre las mujeres. En algún momento del crecimiento de la sociedad en la cultura mexicana, el patriarcado llegará a ser inexistente, pues hemos notado que ha ido evolucionando el esquema de la familia; ya no sólo el hombre trabaja y mantiene a la familia. Sin embargo,

“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas» (Wollstonecraft, 2004).

Esta frase alude exactamente a lo que se busca en el feminismo de igualdad, ya que, como bien dice, no se busca superioridad, sino una equidad igualitaria para ambas partes, y el objetivo es que mantengan un mismo status.
Cabe señalar que no es necesario resaltar a un género en específico y aunque sabemos que por diferentes culturas es marcada la distinción entre hombres y mujeres lo que se busca con esto es lograr que más mujeres sobresalgan por su trabajo, por su conocimiento y sabiduría, pues muchas veces somos las mismas mujeres quienes nos reprimimos y tememos al éxito por el qué dirán, pues la sociedad nos marca los roles a seguir y, si se rompen, por lo general provoca un “desequilibrio” en algunas de sus partes.
Considero que debido a la naturaleza y a los roles que tenemos que seguir según la sociedad, hemos creado una imagen estereotipada de lo que hace una mujer. Para muchos hombres, las actividades que tenemos las mujeres son llevadas a cabo principalmente en casa, mientras que las actividades destinadas a ellos son generalmente fuera, incluso en cualquier campo, desde un obrero, hasta profesiones extensas, como lo son medicina o ingenierías, y nosotras lo creemos así. Debido a que es lo que nos enseñan, sentimos la responsabilidad de mantenernos en ese rol. Pero también hay que considerar la siguiente frase:

«No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente» (Woolf, 2016),

la cual nos impulsa a hacernos una idea de que tanto hombres como mujeres somos igual de capaces, pues ambos tenemos comunión en algo:

«La igualdad es una necesidad vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene grados» (Weil, 1956).

Espina marcadas en mi piel | Juliana Marlene Andrade Valle. Preparatoria Regional de El Salto.


La sociedad debería considerar que al decir “equidad social” no es que todos seamos exactamente iguales, sino que se toma la igualdad del ser racional y garantiza las mismas oportunidades a hombres y mujeres, cada uno con sus características, tomando en cuenta situaciones diferentes que tienen como tal.
En conclusión, lo que se debe buscar no sólo es una equidad de género, sino una equidad social en la que se tomen en cuenta las diferentes circunstancias de cada individuo, según sus características, etnia, religión o clase social, esto para formar una sociedad más productiva y con mayor estabilidad en cuanto a economía, seguridad política y bienestar igualitario. Si tanto hombres y mujeres dejáramos de ver el feminismo o el patriarcado como una sola competencia nos daríamos cuenta de que ahí está la base del equilibrio en una sociedad, tendríamos una paz y bienestar ciudadano y una marcha igualitaria en derechos.
El feminismo de igualdad es un proceso en el cual se busca la conciencia de los demás en cuanto al trato de seres humanos como tales. Lo único que debería interesar es el bienestar común e individual. La equidad no es responsabilidad sólo de un sector específico de la sociedad, sino de todos como parte de ésta.


Bibliografía:
 

Anónimo. (2019) “La teoría política de Aristóteles.” Consultado en: https://
www.unprofesor.com/ciencias-sociales/la-teoria-politica-de-aristoteles-522.html
Anónimo. (2019) Real Academia Española. Consultado en: https://www.rae.es/
Cruz, F. (2019). Feminismo diferencial. Consultado en: https://www.academia.edu/13249130/Equidadegenero
Meyer, H., Weil, S. (1956). Oppression et liberté. París: Books Abroad.
Woolf, V. (2016). Una habitación propia. Barcelona: Planeta.
Wollstonecraft, M., Tood, J., Butler, M. (2004). The works of Mary Wollstonecraft. Charlottesville: InteLex Corporation.
 

La eutanasia: «derecho o no a morir»

Stephanie Rivera Curiel

Preparatoria Regional de Ahualulco de Mercado

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

Resumen

El tema de la eutanasia ha sido unos de los más controversiales en todo el mundo, ya que da origen a una gama de posturas cuyas perspectivas cambian dependiendo el punto de cada individuo, desde las religiosas; se dice que Dios es el dueño de la vida y él dispone cuándo se entra y sale de ella o cuando la persona decide que cada individuo gravemente enfermo (en cuyo caso no existe un tratamiento curativo y que es mortal, sea o no a corto plazo) puede decidir cuándo y cómo morir. Sin embargo, se deben de aclarar algunos aspectos, ya que se pueden definir dos puntos: estar en contra o a favor. La eutanasia se divide en diferentes tipos: voluntaria, no voluntaria, involuntaria, pasiva o activa y también se incluye si es correcto o no su aplicación.

Palabras clave: Eutanasia, muerte, vida, voluntario, involuntario, derecho, paciente y consentimiento

¿Qué es la eutanasia? La palabra “eutanasia” se deriva del griego eu, que significa “bueno” y thanatos, que significa “muerte”. Esto quiere decir buena muerte sin sufrimiento.

La eutanasia es el acto que pone fin a la vida de un enfermo terminal a su solicitud o de quienes lo tienen a su cuidado. Puede clasificarse en varios tipos. Por ejemplo, la voluntaria, que es aquella en la que el paciente acepta que se suspendan los tratamientos que le prolongan la vida o solicita que le suministren medicamentos para que se produzca la muerte. O la no voluntaria, cuando la persona no puede elegir por sí misma entre la vida y la muerte; por ejemplo, cuando sufre un accidente que lo vuelve permanentemente incompetente, y no alcanzó a manifestar si la deseaba o no. Es decir, la involuntaria es aquella en que el paciente no otorga su consentimiento.
Por otra parte, existe la eutanasia activa, que es aquella en la que existe una acción positiva a producir la muerte, por ejemplo, pastillas del sueño o administrar una inyección. La eutanasia pasiva es producida por la omisión de los tratamientos, medicamentos o alimentos que prolongan el proceso de morir. Estas son las más usuales para pacientes enfermos incurables y atormentados por el dolor. Se trata de un tema polémico que requiere un análisis profundo. Aunque para muchos sea fácil decir, «cada uno tiene derecho sobre su vida, y, por tanto, puede decidir si terminarla o no».
El respeto a la voluntad del paciente es importante haciendo valer así su derecho a la libertad. Aquí se entra ya en un debate más filosófico, porque se podría cuestionar qué tan libre es el deseo de esa persona de poner fin a su existencia. Lo que actualmente se practica es la “distanasia” o separación de la muerte y prolongación del acto de morir. Cuando al enfermo, mediante sondas, cánulas e instrumentos se le mantiene en un vivir biológico, prácticamente artificial, se está violentando la naturaleza y lo que el hospital hace es lucrar con el sufrimiento del enfermo y de los familiares, si estos pueden sostener el gasto.
En México esto aún no es legal pero recientemente se dio a conocer que el gobierno que encabeza el actual presidente de nuestro país buscará promover el derecho a una muerte digna en todo el país.


El gobierno de López Obrador no tiene la mínima intención de legalizar la eutanasia, sino de ampliar en todo el país la ya existente Ley de Voluntad Anticipada (LVA). No en vano, luego de numerosos debates esta opción de tener “una muerte digna” solamente es legal en pocos países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia (El periódico, 2017).


El ser humano tiene derecho de decidir sobre su propia muerte, ya que es dueño de su vida. Si una persona ya no quiere estar en el mundo sufriendo puede tomar sus propias decisiones. Es importante que existan debates para buscar la legalización, pues en muchos casos personas de bajos recursos, así como la tercera edad, padecen enfermedades incurables y terminables, que los mantienen en un gran sufrimiento, alargando su dolor y sufriendo múltiples consecuencias al no ser la eutanasia una práctica legal.
Por otra parte, no debería ser legítimo obligar a vivir a alguien que no quiere hacerlo. Cada uno tiene derecho a elegir por sí mismo qué hacer con su vida y en caso de que la persona no pueda decidir, la decisión les correspondería a las personas más cercanas a ellas. ¿Para qué hacerla sufrir hasta el día de su muerte? Se debe tener consideración por ellos. Son personas que en realidad la requieren y no lo están haciendo para complacer a los demás, lo piden por su bienestar mental y físico. Así como toda persona tiene derecho a la vida, debería de ser válido tener derecho a la muerte. La vida no es una obligación, nadie ni nada te obligó a nacer.
En su libro de Ética, Pedro Chávez Calderón da unos puntos importantes sobre la eutanasia, como que “el enfermo tiene derecho de pedir que se termine con su vida” (Chávez, 2014), que “el mal padecido debe ser incurable” (ibidem) y que “la enfermedad debe producir un sufrimiento progresivamente intenso, por lo mismo, insoportable” (ibidem).
Ponerle fin a la vida no es un tema ligero, es algo que al hacerlo no hay vuelta atrás. No es una decisión momentánea, es algo que se debe de pensar muy bien. Implica un análisis profundo y concientizar sobre las consecuencias que podrían existir. Por esto, la muerte siempre ha sido un miedo inminente que amenaza la vida y todo lo que se tiene certeza de poseer; la eutanasia contribuye a aminorarlo.
Abordar el tema de la eutanasia no ha sido fácil, puesto que muchas de las referencias analizadas han permitido recordar de forma viva experiencias, tanto propias o de familiares próximos, en los momentos en que se ha tenido que enfrentar enfermedades graves y dolorosas de seres muy queridos.
Para muchos es rechazable el privar a cualquier persona de asumir lo más serenamente su proceso de muerte. Por ello, ante un enfermo terminal, con dolor físico o sufrimiento moral, lo más justo es acompañarlo respetando su decisión. Ellos lo que más necesitan es el apoyo de las personas que los rodean para poder afrontar esas difíciles decisiones. El mundo ya no es como antes, ahora todo va evolucionando y no deberían de juzgar a las personas por sus decisiones; al contrario, debería de haber apoyo y entre todos respetar nuestros derechos, no privarles a las personas enfermas sus peticiones.
Ya para finalizar, es conveniente agregar la frase del australiano Bob Dent, quien fue la primera persona en hacer uso de la legislación que permitía la eutanasia: «si usted no está de acuerdo con la eutanasia voluntaria, entonces no la use, pero por favor no me niegue el derecho».
 


Bibliografía:

Chávez, P. (2014) La ética. (Primera edición). México: Patria.
Chávez, P. (2004) Eutanasia ética. México: Grupo Geoimpresores.
Lantigua, I. (2019). “Eutanasia: muerte digna, suicidio asistido, ¿cuál es la diferencia?”. Consultado en: https://www.elmundo.es/sociedad/2015/10/01/560d2c93ca4741da2a8b4579.html
Reyes, M. (2006). “Eutanasia, la muerte dulce.”. Consultado en: https://www.uv.mx/universo/207/infgral/infgral05.htm
Singer, P. (1995). La eutanasia. Compendio de ética. Madrid: Alianza Editorial.
 
Hebras obscuras | María Josefina Ramos Cedillo. Preparatoria Regional de Etzatlán.

Del sentido común a la reflexión filosófica como práctica natural, común y singular

El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce y protege,  a través de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad.

Fukuyama (1989). El fin de la historia

Si hay algo en la modernidad que nos pueda parecer rotundamente trascendente es la percepción que sobre el mundo tenemos las distintas sociedades. La concepción de la libertad como categoría epistemológica nos ha llevado a plantearnos una gran singularidad de cómo entenderla en el campo social, la libertad como responsabilidad, identidad, autonomía, participación, etc. Con esa perspectiva se presentan las ideas de los tres ensayos que participaron en el Coloquio de Filosofía del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara.

Andrea Baltazar Díaz nos presenta su reflexión en torno a la participación de la mujer en la sociedad moderna y con ello la importancia de su reconocimiento por parte del Estado y de la sociedad misma para cambiar los esquemas tradicionales que sólo han obstaculizado la identidad femenina y limitado su participación en ciertos roles sociales. El ensayo “La época del reconocimiento” propone respuestas plausibles a la pregunta que dirige la redacción del ensayo: la equidad de género como reconocimiento social no resuelve el problema, pero se ha logrado gracias a la participación de la mujer en distintos campos. Es más productiva, por ejemplo, en el campo laboral, además que la equidad de género no trata de la superioridad de un sexo sobre el otro, sino del reconocimiento de sus características a partir de las capacidades de cada individuo.

En los dos ensayos siguientes se abordan una serie de preguntas interesantes sobre la libertad de elegir vivir o morir a partir de cierta circunstancia. Por ello, la eutanasia se convierte en el tema central de esas reflexiones. En qué condiciones y en qué momentos de la vida humana el hombre puede decir o solicitar al Estado que le permita finalizar su vida, no sólo es un acto de adhesión natural sino también de empatía, de compasión con el otro. Desde la construcción social el dolor traducido en sufrimiento es negativo y desde esa construcción hay que evitarlo, pero si la condición natural del hombre está ligada a esa experiencia sensible, entonces ¿por qué es mala?

Siguiendo esas ideas, Daniela Naveja, en su ensayo titulado “Eutanasia ¿piedad o delito?”, plantea las preguntas: ¿es moralmente lícito permitir el dolor y la agonía de una persona cuando se puede hacer algo para terminar con éste?, ¿la vida a base de dolor sigue siendo vida?, ¿estamos obligados a vivir o podemos decidir en qué momento dejar de hacerlo? A la primera pregunta, la respuesta sería que sí es licito, puesto que el término es jurídico; hay algunos estados-nación que permiten evitar el sufrimiento a través de la eutanasia pero es el inidividuo u otro quien solicita esa práctica. De aquí que se pueda distinguir una eutanasia activa y una pasiva. La primera correspone a la decisión del sujeto involucrado, y la segunda a la decisión de algún pariente.

En el ensayo que presenta Cristian Sevillano, titulado “La eutanasia como sinónimo de una muerte elegida”, se encuentra una reflexión que va desde los antecedentes históricos hasta la concepción moderna de la eutanasia, haciendo una distinción clara entre la eutanasia activa y la pasiva (voluntaria o no voluntaria). La pregunta rectora del ensayo cuestiona quién tiene la capacidad de decidir sobre la vida del otro. El ensayista propone algunos elementos que deben ser considerados con la salvedad de evitar el dolor, el sufrimiento y dar una muerte digna.
En esos tres ensayos encontramos una reflexión de sentido común que en el campo de la filosofía se hace singular y apremiante por su trascendencia en la vida de las sociedades modernas. 

 Héctor de Jesús Rivas Pérez*

* Nacido en Tapachula, Chiapas, egresó de la licenciatura en Filosofía y de la maestría en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara. Es profesor de tiempo completo Asociado C en la Preparatoria 18, y en la actualidad funge como Coordinador académico en esa institución. Está interesado en temas como los derechos humanos, la migración centroamericana, la vulnerabilidad y riesgo en poblaciones migrantes, la filosofía latinoamericana, la filosofía de la liberación, la antropología social y la interculturalidad.

La eutanasia como sinónimo de una muerte elegida

Cristina Sevillano Hernández

Escuela Politécnica Ing. Jorge Matute Remus

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

RESUMEN

En la vida diaria nos encontramos con diversos casos que nos dejan con la inquietud sobre si en verdad podemos decidir sobre la vida y la muerte. Conozco un caso de una persona con un familiar muy cercano que nació discapacitado, a quien los médicos no le han dado muchas esperanzas de vida, puesto que con el paso del tiempo su estado de salud ha empeorado, así como sus dolores aumentarán. Ese paciente les dijo a sus padres y hermanos que, si la eutanasia fuera legal en su país, se la aplicaran; que si llegaran al caso de que también perdiera conocimiento sobre sí mismo, que no le hicieran vivir a la fuerza, que sólo quería una muerte rápida y sin dolor, porque no quería ser una carga para su familia. Según Aristóteles: “la buena vida debe enfocarse al bien individual y al bien de la comunidad” (Aristóteles). Esto resulta un dilema en la actualidad, pues en la cultura mexicana nos enseñan a sufrir y a no tomar decisiones en  lo relacionado con nuestra ética y moral. Culturalmente no estamos preparados para aceptar ese tipo de temas.

Palabras clave: Eutanasia, vida, muerte, eutanasia voluntaria, eutanasia no voluntaria, buena vida.

-El silencio. Kevin Yahir Ortega Nolasco. Preparatoria Regional de El Salto.

A la eutanasia se le describe o considera como la muerte dulce, la muerte tranquila o la muerte llena de paz, que todos los enfermos desahuciados merecen tener.
“Del latín eu que significa lo bueno, y thanatos, es decir, “la buena muerte”, podemos definirla como la acción u omisión por parte del médico u otra persona, que tiene la intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente dependiente, por compasión y para eliminarle todo el dolor” (Postigo y otros, 2006). Por un lado, la eutanasia voluntaria, “como su nombre lo indica, tiene comocterística que se lleva a cabo con el conocimiento expreso del paciente” (Guerra, 2013). Por otro, la eutanasia no voluntaria es referida como “la que se practica no constando con el consentimiento de paciente” (Tomás y Garrido, 2007).


La eutanasia es un fenómeno que se comenzó a practicar en diversas culturas hace años, incluso se ha globalizado en algunas otras en la edad contemporánea. Por ejemplo, en la antigua Grecia se comenzó a pensar sobre el buen morir que se inclina a un fallecimiento digno, en particular sobre la ética y la moral. También consideraban que ese método de muerte, cuando los enfermos terminales lo elegían, sucedía porque eran personas sumamente fuertes de mente (Guerra, 2011).


Mi perspectiva hacia la eutanasia voluntaria es que puede resultar una buena opción, ya que el paciente decide sobre lo que quiere y lo que no; si quiere morir de una manera rápida, sin dolor y sin sufrimiento. Considero que al inclinarse por esa opción se quiere evitar alargar el sufrimiento, así como también el no padecer los dolores de la enfermedad y no ser una carga para sus familiares o personas cercanas a él. “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado” (Cioran, 1997). Quienes se deciden por esa opción son los que se tomaron el tiempo de pensar sobre qué tan buena puede ser su muerte y al fin descansar y sobre qué tan mala puede ser durante sus últimos suspiros de vida. “El deseo de morir fue mi única preocupación; renuncié a todo por él, incluso a la muerte” (Cioran, 1952).


A la eutanasia no voluntaria no la considero adecuada, porque si la aplican a un paciente que aún puede decidir y no se lo consultan, los médicos no estarían ejerciendo la ética profesional. ¿Quién puede decidir sobre la vida de otro si aún tiene sus facultades mentales en buen estado?
Si, por otro lado, el paciente ya no está consciente de sí mismo y no tiene ninguna esperanza de vida o las pocas que tiene lo harán pasar la situación de una manera difícil y dolorosa, el que le apliquen la eutanasia lo consideraría una decisión correcta e inteligente. El familiar sobre el que recae la responsabilidad le está dando una muerte digna y sin dolor alguno que pueda sentir.


También existe la posibilidad de que el enfermo en fase terminal no esté en uso de sus facultades mentales y no tenga familiares que decidan por él. En este caso, ¿la decisión pasaría a los médicos? La respuesta es sí. Si los médicos aplican la eutanasia en un paciente en esas condiciones considero que están haciendo lo correcto y que su ética queda intacta porque están decidiendo darle muerte digna a un paciente solo (estos casos considerándolos en países donde sí es legal la eutanasia).

“La eutanasia consiste en quitar la vida, por acción u omisión, para garantizar una muerte digna y sin sufrimiento. Se trata de una muerte digna sin dolores a personas que no tienen ninguna o pocas esperanzas de vida llena de sufrimiento”

(Galisteo, 2013).


El filósofo Emil Cioran hace pensar sobre la vida y la muerte, hace ver las situaciones desde fuera, con diferentes puntos de vista, sin encerrarse en conceptos diarios, saliendo de las zonas de confort. Realmente es importante reflexionar sobre por qué las personas eligen la eutanasia. Es bueno ponerte en los zapatos de otra persona, tratar de entender por qué están tomando la decisión de quitarse la vida. Peter Singer dijo:

“Considera aceptable la eutanasia voluntaria bajo ciertas condiciones, que el médico previamente lo haya consultado con otro y estén firmes con su decisión y que el paciente esté muy bien informado sobre su estado de salud irreversible”

(Singer, 1995).


Uno puede desear que su vida termine si alguna vez se encuentra en una enfermedad dolorosa e incurable o un accidente donde haya perdido la razón, por lo cual no tendrías la capacidad para decidir. Tendrían que intervenir terceros que actuaran de acuerdo con la petición del paciente o realizar un acto de eutanasia voluntaria (Singer, 1995).
Concluyo que la eutanasia es un método muy bueno para morir, pero hay que tener la valentía suficiente para elegir esa opción, considerando lo bueno y lo malo una vez más en mente. Nadie tiene que influir en la decisión porque nadie te debe obligar a vivir o a morir, nadie siente lo de la otra persona. La decisión se toma porque ya se conoce la situación y el método que quieren que se aplique. Por lo tanto morirá humanitariamente, terminando con una vida llena de sufrimiento y agonías.


Si bien la eutanasia podría ser considerada suicidio, ya que la persona lo pide por voluntad, desde mi punto de vista es considerado como un “suicidio bonito”, pues siempre hay que ver las situaciones desde otro punto de vista, desde fuera, imaginarnos en la posiciones de los médicos, familiares cercanos y hasta del paciente; pensar en si nosotros haríamos lo mismo que ellos; entender su situación y así lograr entender por qué lo han elegido; comprender lo que sienten y lo que piensan y no sólo juzgar u oponernos sólo porque nuestros padres o nuestra religión dicen que está mal. Debemos sentir empatía y así tratar de comprender y darnos el tiempo de conocer más sobre esta situación y sobre este tema que no se debe tomar a la ligera. El ser humano tiene el derecho de decidir sobre su propia muerte, de acortar su vida o de seguirla viviendo.
 

Bibliografía

Aristóteles (s. f.). “Udemonismo, hedonismo, naturalismo, formalismo y utilitarismo”. Consultado en: https://www.monografias.com/ document/F3SEM5TFJDG2Z?lang=es
 
Cioran, E. (1952). Silogismos de la amargura. París: Tusquets Editores.
 
Guerra, Y. (2013). “Ley, Jurisprudencia y eutanasia.” Bogotá: Revista latinoamericana de bioética.
 
Singer, P (ed.). (1995). La eutanasia. Compendio de ética. Madrid: Alianza editorial. Consultado en: www.uca.edu.sv

La época del reconocimiento

Andrea Ixchel Baltazar Díaz

Preparatoria Regional de San José del Valle

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

En el siglo que nos ha tocado vivir, sociedad ha cambiado mucho en relación con las épocas pasadas. Las personas nos hemos cuestionado multitud de temas y, entre ellos, se encuentra uno de los más polémicos que ha retumbado en los oídos de mucha gente: el desempeño femenino.
En este ensayo trataremos un tema que se relaciona estrechamente: el sistema económico moderno en el cual nos hayamos inmersos y al que la mujer se ha ido introduciendo con el paso de los años. Ese ligamiento conlleva la exigencia justa y necesaria de la visión de su persona, así como el respeto a sus derechos para que sean vistos como los de sus congéneres masculinos, pero nos deja una pregunta al aire y, para responderla, debemos de mirar hacia atrás, tras bambalinas. ¿Es la exigencia de la paridad de género un medio para el real desarrollo de la mujer?
En la sociedad en la que vivimos han sucedido grandes cambios con el pasar de los años, que generan multitud de opiniones y, a pesar de su variación, todas ellas aportan hacia el progreso del ser humano. En la actualidad, estamos transitando a través de múltiples conceptos nuevos que se han asomado y que han dado inicio al nuevo milenio. Uno de ellos sin duda polémico pero necesario, es la importancia que ha cobrado el género dentro de la comunidad y su moderación para la equidad.
En el transcurso de la historia ganadora hemos visto multitud de personajes que lograron poner en alto la inteligencia humana y mostrarla a su misma especie. No es un secreto para nadie que la gran mayoría esas personas han sido varones, gracias a un sistema que podemos decir con seguridad era totalmente machista. Esto no quiere decir de ninguna manera que las mujeres, en tiempos pasados, hayan sido de menor inteligencia o no tuviesen la capacidad cognitiva para realizar tareas diferentes a las que les eran encomendadas. Pero, ¿cómo pasó eso? Pues bien, fue una bola de nieve que comenzó con el asentamiento del hombre. En un principio, la figura femenina tenía una relación estrecha con la fertilidad y la preservación de la especie humana, dados los requerimientos de esas épocas. Sin embargo, a través del tiempo, la necesidad de procrear pasó a un segundo plano cuando el modo de vida de las personas se volvió menos extremo y pudo tomar un matiz más libertario y que daba pie a la exploración su alrededor.
Aquí comenzaron a relacionar características de comportamiento con un género y se comenzó así la construcción del rol que desempeñaría cada sexo en la sociedad en la que habitaba, el cual podía variar de cultura en cultura. Tanto hombres como mujeres fueron educados con esas normas y valores tradicionales que se practicaban en su comunidad, habiendo personas, que se sentían perfectamente cómodas con eso y otras que no.
Así, el concepto de mujer que prevalece hasta día de hoy, originado en la sociedad occidental, se fue relacionando con aspectos más delicados y finos, mientras que el hombre se ligó al trabajo más fuerte y aquellos campos que necesitaran una mayor destreza de casi cualquier tipo; me atrevo a decir que eso, en un inicio, fue gracias a las características biológicas que cada sexo presenta, pero poco a poco se fue tergiversando hasta esconder la figura femenina y limitarla a su poca trascendencia histórica. Cuando las mujeres ya no tuvieron una repercusión significativa en la sociedad se les comenzó a considerar un peso más con el cual cargar, haciendo que el género femenino ya no contase con los medios adecuados para desarrollarse en los mismos ámbitos en los que los hombres lo hacían.

Solamente cuando Las mujeres empiezan a sentirse en su casa sobre esta tierra vemos aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Demuestran con brillantez que no es la inferioridad de las mujeres lo que determina su insignificancia histórica: su insignificancia histórica las condena a la inferioridad

(Beauvoir, 1949).

Simone de Beauvoir nos muestra, en esta frase de su libro El segundo sexo, un cierto resumen de la idea que tenemos en mente, en donde el desarrollo depende de la visibilidad de la persona y en donde también la concepción de este y la inferioridad depende de la importancia social de sus acciones. Para ese entonces, llegan los sistemas económicos y se instalan en la población para quedarse. El gigante con el que nosotros tratamos diariamente es el capitalismo. Cuando éste comenzó a integrarse en el gobierno de varios países y sus riquezas comenzaron a circular entre el pueblo, el trabajo rápidamente se vio remunerado y así las personas adquirieron un valor con base en la productividad que pudiesen desempeñar.

“Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste”

(Marx, 1848).

Si hablamos del coste de cada individuo referenciando a su productividad, la mujer cuenta con algo muy perjudicial para el sistema capitalista que recién estaba emergiendo: el embarazo. ¿Por qué es un problema? Porque reduce la capacidad productiva del individuo, ya que una mujer embarazada necesita reposo por el bien de su salud. Así, pues, la relegación de la mujer se hizo todavía más fuerte, ya que la capacidad del hombre estaba por encima que la de ella por ese detalle biológico.

Entonces, debido a las guerras suscitadas en el último siglo se necesita más mano de obra y ésta sólo puede ser proporcionada por dos sectores: el infantil y el femenil; sin haber opciones, ambos sectores comienzan a cubrir al masculino en las fábricas para satisfacer la demanda, obligando a cambiar los valores clásicos por unos que incitaran al trabajo y al bien común para lograr un propósito. Siendo la rama femenil legal, con el paso de los años, comienzan a exigir el respeto de los derechos laborales y la remuneración correcta de su trabajo, combinada con otros cambios sociales, como la exigencia al voto. Es aquí cuando comenzamos a hablar sobre la necesidad de la paridad de género por respeto a los derechos humanos y la vida laboral digna. Si bien al inicio hay una resistencia a ese cambio, hemos visto cómo el tema de la paridad de género se ha ido popularizando en tiempos modernos, dándole una visión en donde las mujeres se les muestra que su desarrollo será completo si también pueden realizar las mismas actividades que antes eran dominadas por los varones.

Las leyes han cambiado para bien, garantizando que tanto mujeres como hombres cuenten con las mismas oportunidades para tener una vida digna de acuerdo con los parámetros actuales. Tan sólo en México se han abierto ya los congresos paritarios, en donde hay un mismo número de mujeres y hombres. Pero, a pesar de esto, yo no creo que en verdad la paridad de género y su exigencia sea el desarrollo total de la mujer. ¿Por qué?, vamos por partes.

Primero: porque la mujer, en el transcurso de la historia, se ha desarrollado de distintas maneras y conforme a lo que la gente le ha permitido, encontrando cierta satisfacción en esos parámetros; claro, los cambios nacen cuando la gente inconforme alza la voz. Conforme han ido evolucionando las sociedad, ese objetivo también se ha cambiado y, por lo tanto, el enfoque de ese desarrollo se ha visto desde otra perspectiva; las exigencias van cambiando con el paso del tiempo.

Segundo: la paridad de género ha tomado más fuerza en los últimos años. Aquí también tiene que ver el beneficio económico que involucra ésta se introduzca de lleno al mercado laboral. Si ambos sexos se involucran en la producción de capital, éste incrementa a comparación de si sólo uno está dentro. Por lo tanto, podemos ver, desde otra perspectiva, que ese movimiento está regido también por el sistema económico en el que se maneje y, en este caso, al capitalismo de Occidente.

Tercero: La paridad de género no sólo involucra a la mujer, sino también al varón. No es cuestión de que ella tenga que adaptarse a hacer lo que normalmente, en esta cultura, los varones hacen, sino que también los varones deben de integrar en su ser que está bien acercarse a los parámetros considerados tradicionalmente femeninos.

No se trata de que uno sea superior a otro ni de querer forzar a ser iguales a los sexos, ya que cada uno tiene sus características biológicas, son diferentes. La paridad de género debería de equilibrar en oportunidades, de brindar apoyo de acuerdo con las necesidades y de velar por el respeto mutuo de los derechos que se poseen como seres humanos.

“No son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos

(Marañón, s. f).

El querer ver a la mujer como un ser superior al hombre no es de ninguna manera una solución a la desigualdad. La paridad de género en los cargos de poder es importante; sin embargo, se le debe de dar esa oportunidad a ambos sexos y, dependiendo de las capacidades de cada individuo, adquiera el cargo gracias al esfuerzo y dedicación que se ha invertido. Asimismo, se les debe de educar a que no sólo está bien que las mujeres se adapten a los parámetros “masculinos”, sino que también los hombres puedan adaptarse a los “femeninos” sin represalias, formando así una igualdad en un punto medio, en donde ya no haya necesidad de diferenciar entre ambos roles, ya que las oportunidades que se brinden serán adecuados para todos. La paridad de género no debe de ser tomado como el completo desarrollo de la mujer ni del hombre, ya que así sólo estamos queriendo explotar una sola forma de desarrollo personal, cuando, en realidad y dentro de la naturaleza humana, son una cantidad de posibilidades muy amplia.

Bibliografía

Beauviour, S. (1949). El segundo sexo. París: Debolsillo.
 
Garibay, J. (2016). “¿Cuál es la situación del mercado laboral en México?”. Consultado en: https://www.merca20.com/situacion-mercado-laboral-mexico/
 
Marx, K. Engels, F. (2013) El manifiesto comunista. Madrid: Nórdica Libros.
 
Smith, S. (2013). “Marxismo, feminismo y liberación de la mujer.” Consultado en: http://sinpermiso.info/textos/marxismo-feminismo-y-liberacin-de-la-mujer
 
(S.A.) (2014). “Capitalismo. Objetivismo”. Consultado en: https://objetivismo.org/capitalismo-teoria/
 
(S.A.) (2018). “Cinco diosas de la fertilidad (y dónde encontrarlas)”. Consultado en: https://travesiasdigital.com/america-y-caribe/diosas-madre-en-todo-el-mundo
 
(S.A.) (2019). “Paridad de género”. Ine. Consultado en: https://igualdad.ine.mx/paridad/
 
(S.A.) (2019). “Sistema de Indicadores de género”. Consultado en: http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/panorama_general.php?IDTema=6&pag=1

Eutanasia, ¿piedad o delito?

Daniela Alejandra Naveja Zaragoza

Preparatoria 4

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

RESUMEN
La eutanasia es un concepto que causa gran polémica, ya que se trata de un proceso que lleva a una persona gravemente enferma, sin esperanza de cura, a la muerte. Ese proceso busca cumplir la voluntad del paciente al terminar con su vida y, así, de esa manera terminar con su dolor y sufrimiento.
Quienes se encuentran a favor consideran que es una manera de liberar los enfermos desahuciados que ya no tienen más que desdicha en sus vidas. Por otra parte, quienes están en contra creen que se le puede considerar homicidio, puesto que sólo se debe esperar una “muerte natural” y consideran que adelantar la muerte de una persona es un acto inmoral, aunque implique sufrimiento para el enfermo. Lo que nos lleva a las siguientes interrogantes: ¿es moralmente lícito permitir el dolor y agonía de una persona cuando se puede hacer algo para terminar con éste?, ¿la vida a base de dolor sigue siendo vida?, ¿estamos obligados a vivir o podemos decidir en qué momento dejar de hacerlo?

Palabras clave: Muerte digna, suicidio asistido, encarnizamiento terapéutico, eutanasia.

La muerte es más universal que la vida. Todos morimos, pero no todos vivimos.

Sachs
El mar. Leslie Dariana Becerra Barragán. Preparatoria Regional de El Salto.

Existen dos maneras de expresarse sobre la eutanasia: a favor, como lo expresaré en esta ocasión y en contra. Puesto que la eutanasia es un concepto que causa gran controversia e incluso escándalo en nuestra sociedad, considero que primero debemos saber su significado.
Este término proviene del griego eu (que significa bien o fácil) y thanatos (muerte), por lo que etimológicamente significa “buena muerte”. También se le define como adelantar la muerte, a solicitud consciente, de una persona que se encuentra en gran tormento debido a una enfermedad incurable, ya sea mediante el uso de fármacos que resultan letales o mediante la suspensión del tratamiento médico que tenía y de su alimentación por cualquier vía.
La eutanasia y el suicidio asistido, a pesar de ser conceptos muy similares, no son lo mismo. En el caso de este último, se le proporcionan los medios necesarios para suicidarse, pero es el paciente quien voluntariamente termina con su vida.
Dado que al hablar de la eutanasia es inevitable tratar el concepto de la muerte, daré una breve opinión enfocándome en la relación que tiene con el tema central. Y es que está tan mal vista que se le considera algo negativo a pesar de que es un proceso completamente natural e inevitable. Siempre se le asocia con dolor, tristeza y sufrimiento, pero hay casos en los que es lo contrario, ya que para algunas personas es la manera en que finalmente pueden encontrar libertad, paz y tranquilidad, como lo es para aquellos pacientes que solicitan llevar a cabo ese procedimiento y buscan terminar con una vida llena de pena.
Eso nos lleva a las siguientes interrogantes: ¿se debe preferir aliviar los dolores o prolongar la vida?, y ¿tiene el ser humano derecho a decidir sobre su propia muerte? En respuesta a ambas preguntas, considero que cada persona tiene derecho a decidir sobre el final de su vida, es una decisión muy personal, puesto que el mayor afectado es el individuo que decide, sólo él sabe el dolor que lo atormenta y si es capaz de soportarlo o no, por lo tanto, él debe elegir entre seguir viviendo lleno de sufrimiento o aliviar el dolor, aunque eso signifique el fin de su vida, y todos debemos respetar su decisión. Así como lo expresa Singer:
 

No seremos capaces de abordar convenientemente temas básicos como la muerte, el aborto, la eutanasia o los derechos de los animales hasta que no nos olvidemos de la vieja moral y construyamos una nueva, fundamentada en la compasión y el sentido común”

(Singer, s. f).

Ya que no es compasivo obligar a alguien a vivir para sufrir cada día y carece de sentido hacerlo, por eso se debe dejar la vieja moral y continuar con la nueva, una llena de libertad, compasión y empatía.
¿Acaso vivir lleno de infelicidad, pena y desgracia debe ser considerado vivir? Cuando ya no se le encuentra sentido alguno, ni es posible pensar en motivos para continuar; cuando los momentos de agonía superan a los de dicha, ¿no es más humano terminar con el martirio del ser que poco a poco agoniza de una manera lamentable?
A mi parecer, la eutanasia es una práctica piadosa que permite tener una muerte digna y evita dolor a un enfermo quien inevitablemente es infeliz día a día. Pero aún no es aceptado porque gran parte de la sociedad le considera inmoral e incluso hay quienes le llegan a llamar homicidio. Así como se menciona en Cuando la vida ya no es vida:

Sin embargo a nuestra sociedad, contradictoria a más no poder, le parece ‘normal’ mandar a los sanos a la guerra a una muerte segura y a los enfermos en fase terminal, que padecen un mal crónico e irreversible, sufren horrores y piden a gritos la muerte, negársela y obligarles a vivir, si es que eso es vivir, que más bien es sólo prolongar su agonía

(Behar, 2008).

Con lo cual estoy completamente de acuerdo, ya que no me parece humanitario condenar a alguien a que viva una vida llena de dolor, sufrimiento e infelicidad y que no puede hacer nada para evitarlo.
Por eso la eutanasia me parece una vía a considerar cuando se busca defender la integridad del individuo mediante una muerte digna que se produce con todos los alivios médicos adecuados y los consuelos humanos posibles.

La experiencia moral se origina en la conciencia de que somos libres para realizar unas posibilidades u otras. Ahora bien, cada posibilidad tiene para el ser humano un valor diferente que suscita preferencias y rechazos. Y siempre pretendemos lograr lo mejor o lo menos malo

(González, 2012).

Y entonces, si buscamos hacer lo menos malo, ¿es justo obligar a alguien a vivir sufriendo a pesar de que sus deseos sean lo opuesto? Yo no lo creo así, dado que esto no traería ningún beneficio.
No creo que sea legítimo forzar a vivir a alguien cuando la vida es un derecho, no una obligación. Es por eso mismo que, desde mi perspectiva, el Estado no tiene la facultad de decidir sobre la muerte de los sujetos que lo componen, pues de ser así, podría decidir terminar con la vida de un individuo a pesar de que éste no lo quisiera.
Aun así, una gran parte de la población objeta que no es un procedimiento moralmente acertado, que se debe proteger la vida a todo costo y hasta van al extremo opuesto que sería el llamado encarnizamiento terapéutico, el cual es un tratamiento desproporcionado que no ayuda de manera significativa la condición del enfermo y además empeora su calidad de vida, prolongando su agonía, lo que me lleva a lo mencionado en Bioética en ciencias de la salud:

Además nos sentimos autores y responsables de nuestros actos y de los resultados que provocan. El comportamiento moral, entonces, es la búsqueda consiente y la realización libre de lo mejor que puede realizarse, junto con un sentido de responsabilidad por todo ello

(González, 2012).

Hablando de aquellos que se oponen a la práctica de la eutanasia, hay personas que intentan darle justificación a su negativa hablando de “eutanasia sin consentimiento”, lo cual me parece un concepto completamente erróneo, ya que en la eutanasia se le da fin a la vida de alguien por su petición, así que podemos decir que la eutanasia sin consentimiento es inexistente.
Por lo tanto, la eutanasia no es mala, es un proceso que permite evitar el dolor de alguien cuando ya no se puede hacer nada más para detener su agonía, como es la situación de los enfermos que tienen enfermedades incurables, en cuyo caso lo mejor que puede hacerse es ser empático, pensar en el dolor del prójimo y la manera para evitarlo, respetar y cumplir sus deseos; de hacer lo contrario sería un acto de suma crueldad. Alargar la agonía y el pesar de una persona, así como hacer caso omiso de su voluntad, es en realidad lo que resulta inmoral.
“El espíritu libre vivirá sin amedrentarse por la muerte o la tragedia, tratando de superarse una y otra vez, bajo una actitud de pleno amor a la fatalidad (Nietzsche, s. f.) Basándonos en lo dicho por Nietzsche, estoy de acuerdo en que todos debemos amar la vida y tratar de superarnos día con día. Sin embargo, cuando una persona pierde el amor a la vida y vive sumida en el dolor, lo más compasivo es respetar su decisión, aunque eso conlleve el final de su vida, ya que sólo de esa manera será un espíritu libre.

Bibliografía:

Anónimo. (s. f.) “¿Qué es bioética?” Consultado en: http://www.conbioetica mexico.salud.gob.mx/interior/queeslabioetica.html
 
Anónimo. (s. f.) “Eutanasia, muerte digna, suicidio asistido ¿Cuál es la diferencia?” Consultado en: https://www.elmundo.es/sociedad/2015/ 10/01/ 560d2c93ca4741da2a8b4579.html
 
Behar, D. (2008). Cuando la vida ya no es vida ¿eutanasia? México: Pax.
 
Cúneo, D. (s. f). “El encarnizamiento terapéutico”. Consultado en: https://www.sap.org.ar/docs/congresos/2013/humanismo/presentaciones/cuneo_oencarnizamiento.pdf
 
Nietzsche, F. (s. f). Consultado en: https://www.filco.es/nietzsche-amar-la-vida/
 
Sachs, A. (s. f). Consultado en: https://www.marco-russo.com/diario/la-muerte-es-mas-universal-que-la-vida-todo-el-mundo-muere-pero-no-todo- el-mundo-vive-a-sachs/
 
Sánchez, S. (2012). Bioética en ciencias de la salud. Madrid: Elsevier Masson.
 
Singer, P. (s. f). Repensar la vida y la muerte. Barcelona: Paidos.
 

Sobre filosofar en el Siglo XXI

En los albores del siglo XXI, es evidente que las problemáticas que se suscitan en el mundo son de un cariz particular. Los seres humanos nos enfrentamos a una realidad que exige un replanteamiento sobre cómo abordar los nuevos y viejos dilemas.

Ante tales circunstancias la necesidad de filosofar se hace más imperante. La actividad filosófica se convierte -como en cada comienzo de un siglo- en un instrumento racional para poner en la palestra de la discusión, las diferentes perspectivas y argumentos que emergen del entorno. Lo cual implica inclusive una nueva forma de lenguaje, una manera distinta de comunicar nuestros pensamientos.

En la Antigua Grecia, Sócrates utilizaba la dialéctica para llevar a la reflexión a sus congéneres. Este método aparentemente sencillo en su abordaje, le permitía al filósofo que sus interlocutores se adentraran poco a poco en el arte de argumentar y defender sus ideas, el diálogo como el arte que nos lleva a pensar y a comunicar lo que se piensa. Platón, su discípulo, lo hace plasmando por escrito tales discusiones.

Nuestro pensamiento está conformado de palabras y son éstas las que nos acercan a la realidad, a su interpretación y comunicación. En el presente siglo estas formas de comunicación se han diversificado. El uso del internet, y de las redes sociales, ha transformado la manera de manifestar y poner en discusión nuestras ideas públicamente.

Frente a esto, es importante que las  generaciones actuales se sientan motivadas a filosofar sobre problemas que plantea el mundo actual, pero más importante todavía es que plasmen sus ideas de tal  forma que permitan la discusión  rigurosa sobre ellas. Que se comprenda que hacer filosofía implica no solamente interpelar a la realidad, cuestionar, poner en duda saberes establecidos, pensar y dialogar, sino también ser capaces de llevar a cabo un diálogo más perenne, que involucre la posibilidad de volver a las ideas, de discutirlas y compartirlas para que sea a través de ello, como se dé una verdadera transformación de la realidad en todos los sentidos.

Es así como el filosofar a través de la escritura y específicamente del ensayo, tiene que seguir siendo utilizado como un método eficaz para plantear discusiones filosóficas y abrir nuevos espacios para las mismas y, de esta manera, posibilitar el abordaje de temas que hoy en día necesitan ser analizados desde la práctica de un pensamiento libre y crítico.

Si bien es cierto que la sociedad actual nos demanda reflexionar acerca de temas que son producto de los retos de este siglo, es interesante observar que la atención por los grandes problemas de la filosofía, como el cuestionamiento sobre el sentido de la vida y la disertación sobre la muerte, siguen siendo tópicos que motiven el filosofar. Será tal vez porque, aunque los seres humanos nos encontremos inmersos en una vorágine de avances científicos y tecnológicos, pareciera que en lo más hondo de nuestra humanidad seguimos cuestionándonos quiénes somos y adónde vamos.

Silvia Patricia Arias Abad*

*Estudió filosofía y la maestría en Estudios Filosóficos en el CUCSH de la Universidad de Guadalajara. Es docente en la Preparatoria de Tonalá Norte.

El temible espejo de nuestra vida

Silvia Montserrat Rojas Ramos

Preparatoria Regional de Autlán de Navarro

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

La labor de la filosofía a lo largo de la historia ha sido resolver pesares humanos mediante la reflexión de algunos de los misterios que nos aquejan. Y aunque ha prestado su atención a unos más que a otros, uno de los más importantes es la muerte, que se teme más que a nada por el simple hecho de arrebatarnos la vida. Las maneras de ver al capítulo final de nuestra existencia son distintas, por eso es y será siempre controversial. Temer a morir, por el no saber que hay más allá de la muerte, nos ha hecho olvidar que estamos vivos. Por eso, es importante que comprendamos la implicación de la muerte en nuestro vivir, ya que ésta, cual espejo, refleja nuestra vida. Al comprender el sentido de la muerte obtendremos el valor de vivir, dejando atrás aquel deseo de existir siempre.

Conceptos clave: muerte, vida, filosofía, trascendencia, valor de vida, sentido de la vida, miedo.

La Filosofía, en el transcurso del tiempo, nos ha regalado un sinfín de ideas que han calmado, de alguna manera, problemas eternos que han consternado el existir del ser humano por miles de años. Esto gracias a su recurso más preciado, tesoro y piedra angular de la cual nació esta ciencia: la razón. No existe idea en este mundo que tenga mayor validez ante cualquier ley mundana que aquella que está fundamentada por la razón. Sin embargo, algo que ha detenido a todos aquellos pensantes en su camino de la búsqueda incesante de la verdad es eso que el ser humano teme, nuestro posible y único rival, ese momento final, esa neblina obscura que nadie ha logrado disipar, el límite de toda idea humana: la muerte.

Existen infinidades de cosas a las que tememos, pero nada se compara con el miedo que se le tiene a la muerte. Platón, en el diálogo de Fedón (2007), con sus palabras nos dice que filosofar es aprender a morir y asegura que la verdadera filosofía no duda en abordar el tema de la muerte. Nichiren, desde una perspectiva budista, también dice que “primero estudiar la muerte antes de estudiar cualquier otro asunto” (Ikeda, 1993 parra: 4). Con esto se alienta a buscar el significado de la muerte, para así descartar ese miedo que amarga la existencia. Las maneras de percibir la muerte son distintas, por eso es difícil tener un concepto de ella. Esta incógnita trae consigo una más: ¿qué hay después? Cuando comprendamos el sentido, obtendremos el valor de la vida. No lograremos entender qué hay más allá de la muerte hasta que no abandonemos el deseo de siempre existir.

La muerte como algo inevitable, trae consigo una serie de percepciones sobre ella, vista desde distintos campos tales como la religión, la ciencia y la filosofía. Estos puntos de vista buscan, de alguna manera, que el ser humano deje de preocuparse por aquel momento final. Así como la filosofía busca calmar pesares humanos, otras disciplinas buscan disminuir el miedo que provoca la muerte, pero con métodos muy distintos al de la reflexión. Para los médicos, por ejemplo, la muerte no es más que la pérdida irreversible de la función del organismo humano, concepto biológico que presupone la pérdida de la conciencia, la capacidad de respirar y tener un latido cardiaco espontáneo (Castro, 1999). Otro ejemplo es que la cultura occidental tiende a ignorar la muerte, a ocultar todo sentimiento que ella provoca. Sin embargo, la manera en que las personas la perciben es sumamente distinta. Un niño y un anciano jamás verán la muerte de la misma manera, ya que el niño conforme crezca tomará consciencia de que un día morirá, mientras que el anciano tiene presente esa idea cada noche antes de dormir. Estas percepciones de la muerte son alteradas por definiciones establecidas desde distintos puntos de vista, varían en los diferentes campos.

La filosofía ofrece términos más profundos que nos abren las puertas del pensamiento. Comencemos con la teoría de Platón. Roberto Esteban Duque, sintetizando la idea platónica sobre la muerte, dice que ésta “se presenta como verdadera liberación del alma y el camino de esta para alcanzar el bien supremo” (2009, p.31). Esto nos explica que el alma sólo cambia de lugar, ya que el cuerpo la mantiene presa cual cárcel, y en el momento de su muerte se libera hacia el mundo eterno de las ideas. Esta afirmación es aceptada por distintas sociedades y religiones, pero de igual forma rechazada con el argumento de que aún no se comprueba el hecho de la existencia del alma.

Epicuro, por su parte, nos dice que perdemos conciencia al morir, por lo que describe este miedo a la muerte como algo irracional, ya que no coexistiéremos con ella. Si no nos percatamos de nada antes de nacer así será después de morir. En su Carta a Meneceo dice:

Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros. Porque todo bien y todo mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida; no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir (2013, parra. 3).

De manera similar, Fernando Savater nos dice que no podemos saber qué es la muerte, ya que todo conocimiento lo contraemos de la experiencia, por lo cual no sabemos qué es morirnos, ya que sabemos qué es ‘morirse’, más no ‘morirme’ (1999).

Sin importar cómo percibamos a la muerte, no podemos escapar de ella, ya que tiene una relación inquebrantable con la vida. Como se refleja en la pintura de 1916 de Gustav Klimnt, Muerte y Vida, la muerte se encuentra observándonos a cada momento de nuestra vida. La muerte llega por distintos caminos, ya que no siempre es, como muchos imaginamos, de manera natural. Una de las formas ‘inesperadas’ de concebir la muerte es el suicidio. Ejemplo de ello se encuentra en la enigmática novela de Herman Hesse El lobo estepario, ganadora del Premio Nobel en 1946, donde la muerte es vista como una liberación que el personaje principal sólo puede alcanzar a través del suicidio.

El miedo que se le tiene a la muerte nos ha sido infundado, muchas veces a través de historias o leyendas, como en la Divina Comedia, de Dante Alighieri. En ésta obra medieval se muestran castigos a actos cometidos en vida. Si lo analizamos, su fin no es aterrar si no hacer reflexionar sobre que la muerte y la vida están relacionadas a través de nuestros actos.

El deseo de trascender nace de querer ser inmortal, del miedo de ser olvidados. De igual manera, nos atormenta si es la eternidad lo que hay más allá de la muerte. El trascender tiene relación con la forma en que morimos ya que la vida y la muerte están atadas, ya que se dice que la manera en que morimos dice cómo vivimos.

Si queremos llegar a ser buenas personas de verdad, debemos familiarizarnos con la idea de la muerte. No necesitamos pensar en ella todos los días ni cada hora. Pero cuando la senda de la vida nos conduzca a una posición ventajosa donde el paisaje alrededor desaparezca, y contemplemos la vista distante hasta el mismo final, no cerremos los ojos. Hagamos una pausa y luego prosigamos (Schweitzer, citado en Gómez, 2018).

Hemos visto cómo se percibe la muerte por la ciencia, el arte y la filosofía; sin embargo, debemos tener claro que la muerte no es más que un límite, estrictamente necesario para que la vida siga su curso. No existe ser en el universo que un día no tenga que morir. De no existir no se viviría lo que se vivió. Trascender no es tan importante, pero ser en vida sí lo es, así que preocupémonos por cómo somos con las personas que nos rodean.

Bibliografía

Castro, I. (1999). Concepciones ético filosóficas de la muerte. Recuperado el 9 de abril de 2018. Disponible en: http://www.cocmed.sld.cu/no33/n33ori1.htm

Epicuro (2013). Filosofía para la felicidad. Madrid: Errata Naturae. Disponible en: https://ecopolitica.org/carta-a-meneceo/

Esteban, R. (2009). Ensayo sobre la muerte. Madrid: Encuentro. Disponible en: https://books.google.com.mx/books?isbn=8499205445

Gómez, S. (2018). Muerte digna. Cuando la muerte es personal. Argentina: Universidad Adventista del Plata. Disponible en: https://books.google.com.mx/books?isbn=9877650053

Ikeda, D. (1993) La perspectiva budista de la vida y muerte. Recuperado el 9 de abril de 2018. Disponible en: http://www.daisakuikeda.org/es/filosofoo-la-vida-y-la-muerte.html

Platón, (2007). Diálogos, México DF: Editorial Porrúa. Savater, F. (1999). Las Preguntas de la vida. Barcelona: Ariel. Disponible en: https://www.slideshare.net/cuadernosaltoke/las-preguntas-de-la-vida-fernando-savater

Pánico. Gisel Guadalupe Ramos Pérez. Preparatoria Regional de El Salto.

¿Tiene sentido la existencia humana?

Alejandra Herrera Lara

Preparatoria Regional de Colotlán

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

La existencia humana encierra algo más allá que sólo factores biológicos, algo que no podemos ver ni tocar. Hablamos de las cosas que realmente trascienden, que traspasan fronteras y perduran en el tiempo. Todo en el mundo es y existe. Lo que diferencia al ser humano del resto de las especies es la capacidad de elegir y la conciencia que tiene de sí, siempre sujeto a decidir entre una u otra cosa. Esa es su libertad, y como ente individual inserto en una sociedad, debe asumir la responsabilidad de sus actos. La manera en que el hombre se rige moralmente, su patrón de conducta, es lo que llamamos ética. La idea actual del hombre y la existencia humana no es más que el resultado de cómo ha evolucionado este mismo pensamiento. La historia nace con la necesidad de conocer todas aquellas experiencias que nos han llevado a ser lo que somos hoy.

Conceptos clave: existencia, perdurar, capacidad, necesidad, conocer, experiencias.

Los hombres, desde siempre, han querido conocer cuál es la verdad tras muchos misterios o situaciones que suceden o han sucedido a nuestro alrededor a través del tiempo. En un momento han surgido las interrogantes: ¿tiene algún sentido que los humanos estemos aquí?, ¿debemos estar aquí por algo?

La postura del existencialismo es que sólo el hombre decide ser quién es, el hombre es cómo él se quiere, ya que no fue creado por alguien y ha venido aquí sin sentido alguno. Pero, como dice Víctor Hugo en su obra Los Miserables:

“Los animales no son otra cosa que las figuras de nuestras virtudes y de nuestros vicios, errantes a nuestros ojos, los fantasmas visibles de nuestras almas. Tan solo, como animales, no son más que sombras, Dios no los ha hecho educables en el sentido completo del término; ¿para qué? Por el contrario, como nuestras almas son realidades y tienen un fin que les es propio, Dios les ha dado la inteligencia, es decir, la educación posible.”

Sabemos que los humanos vamos a morir y no estaremos más en este planeta. Para tal caso, si al final vamos a dejar de vivir aquí, desde un principio no hubiésemos sido creados. Pero los humanos tenemos uno o incluso más propósitos para existir.

La Tierra es el único planeta en el que sabemos que hay vida, pero podemos pensar que no somos los únicos, y que, quizás, en algún otro lugar del universo, existe alguna otra forma de vida además de la nuestra. Esa o esas formas de vida, si es que las hay, incluyendo a la especie humana, forman parte del equilibrio universal, ya que, si alguno no existiera, ese equilibrio en la naturaleza se rompería. Así como hay planetas, estrellas, agujeros negros, galaxias, asteroides y nebulosas, todo eso es parte de un plan; existen y están aquí porque es necesario que estén. Todo forma parte de un mismo engranaje; no existe nada que esté fuera de lugar.

Todo en la naturaleza tiene un equilibrio, esa es una ley. En las matemáticas la suma 1 + 1 da igual a 2 porque hay una simetría; en física existe proporción de fuerzas; en biología existe la cadena alimenticia, factores bióticos y abióticos dentro de un ecosistema que regulan en la naturaleza; en química, para que los elementos químicos existan, debe haber un balance entre los átomos que los integran; la música existe porque hay armonía entre sonidos y silencios; en ciencias como en la ética tenemos reglas porque debe haber mesura entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Aristóteles dijo que los extremos son vicios; el punto medio es una virtud. Así como en la Tierra, en todas las disciplinas o ciencias hay equilibrios. Podríamos dilucidar, pues, que los humanos estamos aquí para cumplir con un balance en el universo, de manera que, si no estuviéramos aquí, las fuerzas universales o sus leyes no conservarían ese equilibrio.

Los primeros filósofos griegos, llamados los filósofos de la naturaleza, observaban minuciosamente los cambios en la naturaleza y reflexionaban sobre ellos, y sobre su origen. Tales pensaba que el agua era el origen de todas las cosas; Anaximandro, que el origen de todo había sido una sustancia a la que llamó ‘lo indefinido’; Anaxímenes, que el origen de todo era el aire; Heráclito, que todo está en movimiento, que todo fluye, y que Dios se muestra en esa naturaleza llena de constante cambio. Este último, para referirse a Dios o a lo divino, empleó la palabra griega logos, que significa razón, y opinaba que tiene que haber algo como una ‘razón universal’ que rige toda la naturaleza y sus cambios, y a la que estamos sujetos todos.

Demócrito de Abdera pensaba que todo en la naturaleza está conformado por piececitas pequeñas, indivisibles, inalterables y eternas a las que llamó átomos. Dijo que, si algún organismo muere, esos átomos se desintegran, se dispersan y pueden ser utilizados en otro cuerpo; dan origen a algo nuevo. Entonces, se puede pensar que ese es otro propósito, no sólo humano sino de todo en la naturaleza: dar paso a algo más, crear algo nuevo y seguir con este ciclo de vida para conservar el equilibrio hasta que, por las leyes inquebrantables de la naturaleza o razón universal, ya no debamos estar más aquí.

Estos filósofos se preocupaban por develar de dónde vinimos, los cambios naturales. Ellos, con sus sentidos y razón a través de la reflexión, llegaron a descubrir, teorizar y demostrar estas ideas que dieron origen a todo. Fueron capaces de contemplarlo y de dilucidar algunos misterios de la naturaleza. Igualmente, los grandes físicos, astrónomos y matemáticos que han existido en la historia lograron descubrir esas disciplinas y desglosar sus misterios. ¿Será acaso que nuestro propósito aquí también es disfrutar, contemplar, apreciar y descubrir todo lo que esta creación nos muestra? ¿Acaso nosotros como humanos debemos descubrir lo que la naturaleza guarda, así como lo hicieron estos científicos y pensadores? Si es así, si es que somos capaces, está por demás decir que se deben usar esos descubrimientos y conocimientos para el bien del planeta y la raza humana.

Además de ser parte de un plan mayor dentro de las leyes naturales, en esta vida terrenal nuestro propósito es ayudar a los demás. El humano es un ser sociable; necesita de la comunicación y el contacto con alguien más. Inevitablemente necesita de los demás para poder subsistir y confrontar las situaciones que son inherentes a la vida terrenal; no puede enfrentarse solo a situaciones de riesgo; en los desastres naturales, por ejemplo, necesita el apoyo de los otros. Como humanos, dañamos pero somos capaces de reconstruir. También estamos aquí para trascender, para dejar un legado, así como estos filósofos lo hicieron. Vamos a morir, pero la materia no se destruye. Entonces, nuestra alma, nuestra esencia, la huella que hayamos dejado en esta vida, de alguna forma seguirá aquí, y se conservará, quedará y perdurará en algo o alguien más quizá, sólo que no estaremos para verlo.

Se puede llegar a tener muchas teorías, ideas, pensamientos, acerca de cómo vinimos aquí, de por qué estamos aquí y si tiene algún sentido el que estemos. La verdad es que la naturaleza para nosotros siempre va a seguir siendo un misterio, ya que hay muchas cosas que no sabemos, ni sabremos, porque nuestra condición humana nos limita para dar respuestas. Sin embargo, algo que tenemos que tener claro es que realmente vinimos para algo, no somos simplemente algo que vino de la nada y que no sirve para nada. Nuestra creación tiene un propósito. Podemos, incluso, tener más de uno. Nuestro propósito de estar aquí es ser parte de este equilibrio, de estas leyes universales y hasta divinas ya estipuladas. Nada sucede así nada más, todo tiene una justificación y no hay nada fuera de lugar. Todo pasa porque es necesario que así sea. Al morir, damos paso a otra forma de vida, creamos algo nuevo, contribuimos a que el ciclo siga avanzando, y ahí se está demostrando un equilibrio; el nacer y el morir son situaciones naturales que permiten que el equilibrio se conserve. ‘Todo pasa y todo queda’, nada realmente se va por completo, algo de lo que los humanos hemos hecho aquí, quedará, perdurará, se va a conservar, heridas o beneficios. Algo va a trascender a algo o a alguien más en algún momento. Hacemos cosas malas, pero también podemos sanar o reparar aquello que dañamos o que destruimos. Podría ser que, después de todo, tenemos uno o más propósitos para estar aquí.

Bibliografía

Hugo, V. (2017). Vagos resplandores en el horizonte. En Los Miserables. México: Mirlo Editorial.

Machado, A. (2017). «Probervios y cantares», Campos de Catilla. Disponible en: www.rinconcastellano.com

Caminos. Sandra María López Dueñas. Preparatoria Regional de El Salto.
La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve. Gisel Guadalupe Ramos Pérez. Preparatoria Regional de El Salto.
Ante las atrocidades tenemos que tomar partida. El silencio estimula al verdugo. Belén Guadalupe Villegas Reyes. Preparatoria Regional de El Salto.

Nadar en las profundidades

Evelyn Monserrat Toscano Bedoya

Preparatoria Regional de Unión de Tula, módulo Ayutla

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

La comunicación enfrenta un cambio impuesto por las redes sociales. Ha modificado modificando la vida diaria, la visión de la vida, las relaciones interpersonales, etc. Estos medios de comunicación ahora brindan grandes beneficios como la información rápida y actualizada, y la ruptura de las barreras geográficas y culturales. Por lo tanto, es una tarea imposible tratar de erradicar su uso o forzar a las nuevas generaciones a permanecer bajo un sistema de comunicación arcaico. Las optimizaciones y deterioros que ha tenido la comunicación dan paso a la evolución social. Ahora todos pueden conocer más personas, lugares, culturas, y así cada usuario forma parte de la globalización.

Conceptos clave: comunicación, redes sociales, cambio, sociedad.

“Nada es para siempre excepto el cambio” (Ruescas y Miralles, 2013, p.131). Si pensamos detenidamente, estas palabras nos definen uno a uno. Explican más de nuestra sociedad de lo que cualquiera ha logrado hacer; son el pasaje al pasado, el presente y el enigmático futuro. Podríamos hablar de cambios de cualquier tipo: económicos, históricos, sociales y políticos etc.; sin embargo, nos centraremos en el cambio que han experimentado las comunicaciones desde que las redes sociales forman parte de nuestra vida diaria y la forma en que podemos hacer frente a este.

Pertenecer a la sociedad actual nos obliga a cambiar nuestra forma de ver la vida, de comportarnos y de comunicarnos. Nos lleva, casi a tirones, a seguir sus pasos, porque “Nadie quiere unirse a ese despreciable grupo de desechos humanos; aquellos seres que son incapaces de avanzar con la corriente, aquellos aletargados, rebasados y finalmente proyectados fuera del caudal” (Zamora, 2016, p.52).Todos quieren pertenecer, ser alguien, ser notados. Todos nadamos en Internet y somos impulsados por las redes sociales; las corrientes más veloces en todo el océano.

Usar estas corrientes nos permiten mayor comunicación, información actualizada y rápida, romper las barreras sociales, culturales y geográficas. No obstante, no debemos olvidar que toda corriente es engañosa, puede tomarnos, arrastrarnos y dejarnos en territorio desconocido. Las corrientes nos dejan en un paraíso donde el tiempo está en pausa, donde cada pescadito es libre y tiene su propia pecera. Pero ¿qué pasa cuando tienes que hablar con un pez que no está en tu pecera o cuando tienes que hacerlo con uno que está dentro?

Para ser parte del océano hay que ser capaces de respirar bajo el agua. Sin importar que seas un pez, una tortuga o un tiburón, que seas grande o pequeño, hay espacio para ti; siempre podrás pertenecer, ser alguien. No importa cuán fuera de lugar te sientas. No importa si vives en China o en México, el físico deslumbrante o la falta de carisma, los millones en el banco o los pocos pesos en un vaso, la religión, los gustos.

Las redes sociales no son el tiburón que todos nos hacen creer. No llegaron para terminar con los valores, ni con la unión familiar, ni con nada. Son un medio que, como cuando te subes a un safari, te llevan a dar un paseo para que conozcas y convivas con todos los especímenes que habitan en la sabana africana, y tú te diviertes y aprendes. Eso son las redes sociales; el safari que te lleva a conocer, aprender y convivir con todos.

Las nuevas comunicaciones nos cambiaron, como el descubrimiento del fuego, la escritura o la imprenta. Y estos cambios nos han permitido evolucionar, trasformar y re-direccionar a la humanidad. Han marcado todo. Son ese océano que nos deja ser nosotros mismos, el safari que nos maravilla en cada nueva estación. Usarlas o no es decisión de cada uno. Nadie puede evitarnos recurrir a ellas como medio de comunicación, aunque por ningún motivo, las redes sociales deben ser más importantes que las personas que están cerca. Y para evitar que se vuelvan armas de doble filo, hay que marcar un límite en su uso. Como todo en la vida, es necesario establecer límites para eludir que dichos medios estropeen las relaciones con las personas que están cerca, para la familia, para los amigos y para los conocidos.

Bibliografía

Estrada, R. (2016). Reflexión Ética. México: Umbral.

Ruescas, J. & Millares, F. (2013). Pulsaciones. Madrid: SM.

¿Qué filosofía? Mona despeinada y esquizofrénica

La filosofía es una mona despeinada.

También se podría describir como un ovillo compuesto de múltiples hilos de diferente textura, materiales y multicolores. Por eso habría que hablar más de filosofías que de filosofía. En esto se parece a la poesía: hecha también de tonos, colores, sabores y ritmos. Se contra argumentará: la filosofía descansa en el argumento y la poesía en las emociones. No necesariamente. Filosofía y poesía trabajan y elaboran sus productos con lenguajes, éstos son la forma en la cual destilan sus producciones, sean conceptuales o imaginativos, emocionales o cerebrales, experienciales o abstractos. Así como es posible una poesía que se plantee preguntas filosóficas, también existe una filosofía que recurre a la poesía para clarificarse (dicho lo anterior, tampoco estoy afirmando que sean idénticas y ni siquiera asimilables).

Los manuales de historia de la filosofía suelen presentarla como trayectorias continuas y homogéneas, primero Platón y Aristóteles, luego Kant y Hegel, después de Hegel, Marx y en seguida Lenin, Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt. Si a los latinoamericanos nos va bien, en algún pie de página se incluye a Adolfo Sánchez Vázquez, José Revueltas, Jorge Portilla y Enrique Dussel. Imaginemos el escenario: a los adolescentes que preguntan sobre la vida, la sociedad y sus relaciones, se les dice: primero hay que conocer lo que sostuvo el tatarabuelo Platón, luego lo que corrigió el bisabuelo Aristóteles y después ir a la casa del abuelo y solterón Kant, para que explique los límites del conocimiento humano. De ahí que los manuales —a partir de un punto por determinar— se convierten en tóxico para el intelecto (aunque, en otro sentido, comprender qué se ha dicho en el pasado sea relevante). Otra manera de acercarse a la filosofía es revisar los argumentos, sus estatutos y consistencia. Pero ambas formas terminan por vaciar la experiencia y despolitizarla. De ahí que sea fundamental una tercera forma: a partir de lo apremiante del presente, preguntar por el dentro y afuera, por el mundo y su entorno, la mente y los olores del cuerpo, por el saber y sus límites, por el poder, el dolor y la opresión social y la política. Por eso Deleuze afirmaba que la filosofía es el detective que indaga y va tras las huellas del “criminal”.

Pero preguntar no es asunto sencillo ni tampoco imparcial e indiferente. Siempre se pregunta desde un lugar, en un contexto y una densidad histórica. Si Adán y Eva no se veían “en pelotas” y no se podían preguntar por qué estaban cegados ante su desnudez, el motivo era que estaban presos de las garras de la ideología religiosa. De aquí que también sea importante hacerse cargo del contexto social, político y económico en el cual planteamos las preguntas. Ese contexto es el capitalismo, como modo de producción y reproducción social que se funda en la explotación de trabajadores y personas. Esta disociación de la filosofía con respecto al modo de producción en el cual surge, la hace esquizofrénica. El capitalismo, entonces, es determinante en la forma en que vemos el mundo y vivimos dentro de él. Éste es el criminal que persigue el detective deleuzeano y al que hay que combatir, por más que se oculte tras mil máscaras y se comporte seductoramente (¡la mercancía!).

Entonces, la filosofía es un asunto del preguntar crítico que se hace cargo del contexto de dominio capitalista e intenta generar figuras y espacios de lucha y resistencia. En este punto se clarifica que la filosofía no es sólo un asunto de ideas y abstracciones, sino también de maneras que buscan transformar el mundo y luchar contra la explotación y el sufrimiento humano. Y esta lucha tiene un sólo sentido: la liberación de las y los oprimidos. Por ello, si bien la filosofía tiene su identidad, también linda con la poesía y la política.

          La filosofía, además de ser una mona despeinada, es esquizofrénica.

 

* Enrique G. Gallegos

 

*Es poeta, filósofo y crítico literario. Ha publicado poemas, aforismos, crítica literaria y artículos de investigación. Algunas de sus publicaciones: Épocas, 2014 (poesía); Poesía mayor en Guadalajara. Anotaciones poéticas y críticas, 2007 (crítica literaria); Poesía, razón e historia, 2010; Walter Benjamin y el ciframiento político de la estética en Baudelaire, 2015 (ensayo). Ha participado en antologías nacionales y co-editado algunos libros colectivos. Es profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana y miembro del SNI.

¿Solidaridad como acto desinteresado?

Blanca Celeste Aguirre Hernández

Preparatoria Regional de Degollado

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Resumen

¿Existe verdaderamente el acto de hacer las cosas sin ningún interés de fondo? No. Todavía no existen las acciones desinteresadas. Los humanos somos seres egoístas, malvados y ambiciosos, que sólo aparentamos la bondad y la solidaridad para evitar sentirnos tan mal por nuestras malas acciones. Somos seres que creemos poder ser mejor que los demás, que no nos reconocemos como seres sociales, como alguien que siempre va a necesitar de otro. Sin embargo, se necesita ser un ciudadano, un amigo, un hijo, un miembro perteneciente de algo, para así ser reconocido, y que eso le brinde una cierta seguridad. Por ello, la solidaridad y la seguridad del existencialismo van de la mano, aunque aún no nos demos cuenta de ellos.

Para que exista controversia en algo es necesario detenerse a filosofar, a cuestionarse, y en la actualidad aún no hay suficientes personas con el valor de hacer dicha acción tan sencilla y complicada a la vez. Hacerlo conlleva revisar las acciones de cada quién y distinguir entre el gran dilema de si se es feliz o no.  Hablar de solidaridad es hablar del hombre y todo lo complejo que es. Entonces surgen las preguntas: ¿el hombre es bueno por naturaleza?; ¿en verdad ayudamos a los demás sin esperar nada a cambio?; ¿quién o qué nos ha ensañado a ser solidarios?, ¿es obligación serlo?

          Al observar a nuestro alrededor, podemos concluir que todo lo malo que nos rodea se define en una sola cosa: el hombre, único ser que posee inteligencia, la cual brinda además la posibilidad de hacer daño, convirtiéndonos en manipuladores, mentirosos, corruptos o asesinos. No hacemos nada porque sí; no hemos adquirido el gusto o la costumbre de actuar desinteresadamente, siempre estamos esperando algo a cambio, pensando en qué beneficio proporcionará lo que vayamos a realizar.  Por lo tanto, el hombre se vuelve su propio enemigo, en una lucha constante de querer ser mejor que el otro, y hacer lo que sea para imponer su voluntad por encima de la de los demás. Al respecto el filósofo Thomas Hobbes (2013) comentó que “el hombre es un lobo para el hombre”, que al mismo tiempo tiene un miedo terrible a no sobrevivir por su cuenta y la idea de equivocarse le aterra, dudando de su propia libertad a la hora de tomar decisiones.

          El que existan las formas de gobierno y las religiones es sólo una cuestión de estrategia. Al haber una autoridad imponiendo un orden, dictando lo que está bien y lo que está mal, se establece seguridad relacionada con la supervivencia. Si todos hicieran lo que se les da la gana, todo se convertiría en un completo caos. Por eso, Nietzsche (2013) habla de la muerte de Dios, que entre todos lo hemos matado, porque lo necesitamos para vivir. Requerimos estar bajo la sombra de un padre protector que nos guie al momento de cómo comportarnos, que reconozcan nuestros méritos, y que logre hacernos sentir mal cuando nos equivocamos, queriendo así brindar una solidaridad falsa, aparentando que lo hacemos por ayudar a los demás cuando en realidad en el fondo es para así lograr limpiar nuestras culpas, para hacernos sentir mejores, cuando hemos hecho algo bien.

          Le tememos al karma. Nadie quiere para sí mismo todo el daño que le ha brindado a alguien más.  Nos queremos considerar buenas personas y sobre todo encargarnos de que los demás también lo crean, porque desde pequeños nos han vendido esta idea. Vivimos en un lugar donde hay que decir y hacer todo con suavidad, con tacto, aparentar ser buenas personas, para que nadie se ofenda, para que nadie te vea mal, que no te tachen de egoísta o narcisista, pero de todos modos todos lo somos, ¿no? Siempre pensando primero en nosotros y en nuestro bien, sin importar a quién lastimo, y cuando estamos verdaderamente cómodos, nos preocupamos por ayudar a los demás, ya después de que hicimos todo para dañarlos, intentamos remediar el daño, pero no por ellos, sino por nuestra propia moral.

          Y no siempre podremos aparentar ser almas puras. Nos mentimos a nosotros mismos, tratamos de convencernos de algo que no somos. Para remediar eso necesitamos poner en práctica la propuesta de Freud: el psicoanálisis, para conocernos. Sin embargo, es imposible mostrarte tal como eres, siempre ocultamos; existe algo más dentro de nosotros del cual no estamos conscientes pero que se expresa en nuestro comportamiento. Una parte desconocida de nosotros que nos hace actuar, pensar y sentir, de cierta forma, pero desde un punto de vista externo nunca vamos a lograr funcionar en un mundo donde las personas sean juzgadas por ser buenas o malas. Necesitamos formar un mundo donde las personas sean libres de negar lo que les han inculcado, personas que desconfíen de todo y sean capaces de pensar por ellos mismos.

          La libertad se complica desde el momento en el que nacemos, y no porque alguien más nos la prive, sino porque como dijo Aristóteles (2016): el hombre es un ser social, somos la única especie que no puede estar sola completamente. Necesitamos de los demás, desde que nacemos, con una familia que nos cuide los pasos, nos guíe y nos haga sentir protegidos. Tardamos alrededor de un año en lograr movernos de un lado a otro por nuestra propia cuenta, y aun con mamá detrás de nosotros, nos sentimos inseguros al ir andando solos. Y aunque miremos a la familia como un obstáculo para obtener la libertad, nadie se ha podido librar de ella completamente, porque somos dependientes. Y ésta nos hace sentir que formarnos parte de algo, igual que el gobierno nos hace ser ciudadanos. Ser ciudadanos también nos hace cargar con ciertas reglas y estándares sociales sobre ayudar y ser buenos con los demás, aunque sea sólo por aparentar. Y por mucho que esto no nos guste, no será sencillo romper con esa idea de agradar, porque comportarse como el verdadero ser egoísta que somos no nos deja buena aceptación de los demás, la cual la necesitamos para la supervivencia.  El ser diferentes, decir lo que pensamos y hacer lo que queremos, nos provoca un rechazo social, nos aparta, y al estar separados sufrimos, porque no sabemos aún cómo lidiar con nosotros solos. Por mucho que una persona se considere independiente y afirme que ella puede ir sola, es una completa mentira, siempre llegamos a un punto en el cual vamos a necesitar de los demás. Aunque lo tengas todo, nunca alcanzarás la felicidad, finalidad de la existencia. Los amigos son los únicos que te dan la posibilidad de no sufrir en esta vida.

          Por lo tanto, mientras no nos reconozcamos como los seres malvados y egoísta que somos, lo cual nos obliga a fingir, a actuar de cierta manera simplemente para ser ciudadanos, miembros de algo que nos brinde seguridad y supervivencia; mientras no digamos lo que pensamos, y no actuemos conforme con nuestros propios criterios; si no hacemos algo de manera desinteresada, sólo por el gusto de hacerlo, sin buscar un reconocimiento; mientras no nos conozcamos, y no logremos controlar los deseos de ser mejor que los demás; mientras no nos guiemos conforme nuestra propia verdad, ya que no existe una absoluta simplemente diferentes puntos de vista; mientras no aceptemos que somos seres sociales, y que todos necesitamos de todos; mientras no actuemos pensando en el bien ajeno; mientras no dejemos el “hoy por ti, mañana por mí” y sea simplemente el “por ti”, porque puedo y porque quiero hacerlo, no porque alguien me lo impone, porque me nace voy a ayudarte, sin esperar que hagas lo mismo; mientras todo esto no suceda; y no dejemos el interés; entre tanto no tengamos una chispa de benevolencia, podremos ser ciudadanos, pero nunca verdaderamente solidarios.

Bibliografía

Aristóteles (2016). Ética nicomaquea. Política. México: Porrúa.

Nietzsche, F. (2013). La gaya ciencia. México: Colofón.

Hobbes, T. (2013). Leviatán. México: FCE.

 

Sergio Jaír Sáenz Uribe. Dualidad

Dualidad. Sergio Jaír Sáenz Uribe. Egresado de la Preparatoria 10.

 

¿Hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo?

Christopher Josué Medrano González

Preparatoria de Tonalá

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018

Ganador del primer lugar del I Concurso

Nacional de Ensayo Filosófico 2017-2018

Resumen

Considero que todos somos conscientes de que algo anda mal en el mundo, de que en los últimos años, o quizá décadas o siglos, la crueldad humana se ha visto incrementada. Estamos llenos de malas noticias, día tras día. ¿Cuál es el problema, el origen de todo esto? Lo atribuyo a la forma en que opera el actual sistema social, específicamente hablando, al individualismo mismo, al que deberíamos de culpar por muchas de las problemáticas por las que pasamos hoy en día. Sólo nosotros podemos erradicar ese sistema y salvarnos, y así salvar al planeta porque, aunque no lo parezca, nos dirigimos a un camino que apuesta, en el peor de los casos, a la extinción y, esta vez, las circunstancias no me dicen que sea ficticia. La solidaridad es la solución, es decir, hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo para erradicar ese sistema.

El siglo XXI será ético o no será

Gilles Lipovetsky

Así está el actual sistema social a nivel mundial: uno que privilegia al yo por encima de todos, uno en donde vemos un auge del individualismo (Ojeda y otros, 2007: 128). Ese sistema ha sido el detonador de los más grandes problemas que ahora enfrentamos los humanos: la terrible contaminación del ambiente, la pobreza de millones de personas, la violencia, entre muchos otros problemas. Lo menos confortante en este momento sería decir que estamos viviendo una especie de apocalipsis, mas lo estamos viviendo y está bien disfrazado, con un traje de múltiples progresos tecno científicos por aquí y por allá, que nos hacen creer que vamos por el rumbo correcto, pero hemos retrocedido en lo que respecta a la moral.

          Ahora los humanos, como producto de esas consecuencias negativas del sistema social actual en el que estamos inmersos y por el que hemos sido afectados, tenemos dos objetivos claros, totalmente radicales y determinativos: la lucha por la subsistencia de nuestra especie y la reconciliación con la naturaleza (ibídem: 129), pues ¿de qué valdría otro interés (económico, cultural, religioso, político) si ya no hay vida humana? Sócrates decía que conocernos a nosotros mismos es conocer nuestras capacidades para lograr el fin que perseguimos (ibídem: 144). Para valorar y tomar buenas decisiones es necesaria una reflexión constante, un aprendizaje profundo de quiénes somos y qué queremos (ibidem: introducción). En este caso, me atrevería a afirmar que ya sabemos qué somos (humanos), con qué capacidades contamos (la razón como la mayor de todas) y qué queremos: erradicar, contra atacar a ese sistema, un problema social, al lograr dos objetivos claros. Con todo esto, estamos en el mejor de los estados para valorar y así lograr el fin que perseguimos. Y ya que nuestro problema es uno de tipo de social, propongo a la ética como solución, específicamente a un deber moral de la aplicación del valor de la solidaridad, por todos y para todos. Porque la ética es nuestra posibilidad, como diría Fernando Savater, “vivir una buena vida” (1999, cap. 1), en todos los aspectos.

          La tesis que defenderé en este ensayo es acerca de la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo, que al ser adquirida por todos permitirá erradicar ese actual sistema social, que es individualista, al lograr dos objetivos por medio de la solidaridad que demostremos. Pero, ¿por qué no elegí otra cosa que no fuera la obligación de ser solidarios con todo el mundo como solución? Porque en un sistema individualista en donde sólo importa el yo, es justo la solidaridad o el apoyo o ayuda mutua la que hace falta para que se logre el bien común (el de los humanos y el de la naturaleza), antes de que sea tarde.

          Para desarrollar este ensayo es pertinente expresar en forma de pregunta o problema filosófico (por ser la solidaridad parte de la moral, y el objeto de estudio de la ética, uno de los campos de análisis de la filosofía): ¿hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo? Buscaré responder con un sí, basándome en argumentos sustentados.

          Entonces, lo que estoy tratando de defender es la solidaridad entendida como la adhesión o apoyo a una causa, o al interés de otros1  (en esencia, ayudar a otros, no ser individualistas, como el sistema) forme parte de los valores de la moral de todos los seres humanos, la cual se define como ese conjunto de valores (como la solidaridad), normas y reglas que regulan la convivencia de los hombres en sociedad (Ojeda y otros, 2007: 21), para evitar el individualismo que afecta a muchos hombres y a la naturaleza misma. Con el fin de que el ser solidarios sea en nuestras vidas un acto moral de día a día, el que se hablaría de un acto libre (es decir, no impuesto a manera de ley, que es totalmente contraria a un valor, norma o regla moral, sino impuesto por nosotros mismos), consciente (sabiendo que se está ayudando a otros siendo solidario) y determinado por un valor (ibídem: 61), en este caso, la solidaridad. Todo esto para que en nuestras andanzas por la vida siempre busquemos, además de a nosotros mismos, apoyar a los otros (nuestros semejantes) directamente (con esa moneda que nosotros damos a ese mendigo que nos la pide, por ejemplo) e indirectamente (cuando, por ejemplo, plantamos un árbol sabiendo que será capaz de purificar el aire que todos respiramos, lo que nos beneficia o ayuda) en la medida de lo posible (sin caer en la cuenta de decir que no se tiene nada para dar, puesto que esto nunca es posible, pues se puede dar no sólo con dinero, sino también con una decisión o acción encaminada a ayudar) con nuestro hablar (al dar consejos, por ejemplo), actuar (al donar algo a alguien que lo necesita) y decidir diario (que pueda llegar a provocar algún efecto sobre alguien más, siempre buscando no perjudicar a otro, sino beneficiarlo, ayudarlo).

          Pero, ¿dónde quedó la parte de nuestra reconciliación con la naturaleza, que también será fundamental para erradicar a ese sistema individualista? Al ser solidarios unos con otros lograremos la subsistencia de nuestra especie (pues ya no habrá humano que mate a otro humano, es decir, no habrá humano que no busque ayudar, apoyar a otro hasta el punto de matarlo) y en consecuencia nuestra reconciliación con la naturaleza, pues, por ejemplo, yo, siendo solidario, sabré que con mi fábrica que desprende grandes cantidades de gases tóxicos perjudicaré (no ayudaré o apoyaré) a mis semejantes al contaminar el aire que respiran, por lo tanto busco y aplico la forma de producir de tal manera que los perjudique mínimamente, es imposible hasta ahorita que no nos veamos perjudicados tan siquiera en un mínimo grado, y en consecuencia me reconciliaré con la naturaleza, pues la beneficiaré también.

          El aseguramiento de la existencia de nuestra especie a través de la solidaridad dará como resultado nuestra reconciliación con la naturaleza, y esto ya habrá roto, erradicado a ese sistema individualista, egoísta. Se trata de que con lo que hagamos, digamos o decidamos siempre, busquemos ayudar a los otros (ser solidarios) pues, en palabras de Jean Paul Sartre, “nuestra resposad abarca a la humanidad entera” (ibidem: 210). De nosotros depende hacia donde la dirigimos, si le damos fin al relato o le damos una saga.

          Entonces, ¿hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo? Sí, porque de acuerdo con la concepción histórica del hombre en la época clásica, la Edad Media y la modernidad, el hombre tiene una naturaleza que lo identifica como tal y ésa es la que determina cómo debe de actuar. Lo que determina cómo debe de actuar es la moral, el deber ser (ibidem: 38-52). Por lo tanto, si se incluyera el valor de la solidaridad en la moral de todos los humanos como un deber ser, todos actuarían de forma solidaria, y ya que la guía para actuar moralmente (conforme al deber ser) es nuestra razón (William, 1965: 132; Ojeda y otros, 2007: 65), todos actuarían de forma solidaria y racionalizada (conscientes de que ayudan, buscando el bien común).

          La solidaridad como un acto moral es la que ha asegurado la vida hasta hoy y la solidaridad como un acto moral obligatorio es la que asegurará la existencia de la especie humana. Todos, para poder llegar hasta este día, tuvimos que haber recibido cuidados, apoyo, ayuda, solidaridad. Es decir, lo que ha permitido que a la fecha de hoy todavía existan humanos (transcendentalmente, vida) es la solidaridad practicada no como un deber.

          ¿Entonces por qué no seguir así, sin la necesidad de que la solidaridad se vuelva un deber para asegurar la vida del futuro? Porque justo aquellos que con su actuar por ejemplo, amenazan la existencia de la especie humana en el futuro, son los que no practican la solidaridad como una obligación moral. Immanuel Kant, como resultado de su arduo trabajo filosófico, una vez se atrevió a afirmar que el hombre no sólo es merecedor de la solidaridad, sino producto de ella. Y con esto la idea está clara: existiremos en tanto que la solidaridad exista. Y no hay mejor forma de asegurar la existencia de la solidaridad que practicándola, haciéndola parte de nuestra moral.

          El planeta Tierra es el único lugar que conocemos en donde es posible la vida y que podemos habitar para vivir, por lo tanto lo que digamos, hagamos y decidamos siempre debe de estar orientado no sólo a beneficiarnos a nosotros, sino también a apoyar, a ser solidarios, a beneficiar al género humano, en su totalidad, para que así cuidemos del planeta, en beneficio de todos. Se trata de que se rompan las fronteras y nos convirtamos en ciudadanos del mundo, de que nuestro yo particular englobe a la humanidad entera, de que encontremos el sentido trascendente de lo que hacemos, decimos y decidimos, es decir, no es sólo decidir hacer algo para beneficiarnos, sino pensar en si ese algo ayuda o beneficia también a nuestros semejantes, si es solidario o no lo es y entonces actuar solidariamente para así también beneficiar al planeta.

          Kant afirmaba que el hombre debe actuar de tal forma que su acción pueda convertirse en ley universal, lo cual significa que el hombre debe pensar que su acción debe ser benéfica no sólo para él, sino para todo el género humano (ibídem). A partir de ese momento sería bueno que la pregunta siguiente forme parte de nuestras vidas: ¿lo que estoy decidiendo, haciendo o diciendo me beneficia a mí y a los de mi especie? Elijamos nuestro beneficio y ayudemos al planeta.

          Si bien Friedrich Nietzsche escribió que nadie puede construirnos el puente por el que hemos de caminar sobre la corriente de nuestra vida (Nietzsche, 1999: 28), tarde o temprano las condiciones del puente o las propias nos imposibilitarán para seguir el camino o pasar por la vida, pues con una vida llena de factor humano (todo ese mundo físico e intelectual que hemos creado) y de factor biológico (lo que somos capaces de hacer y lo que no en cada una de las etapas del ciclo de la vida, por ejemplo), se corre el riesgo de que en cualquier momento ya no sepamos cómo seguir o ya no podamos seguir por nuestros propios medios. Es entonces cuando nos damos cuenta de que en algún punto de nuestras vidas requeriremos del apoyo, de la solidaridad de otros para poder continuar. Y es entonces también cuando reflexionamos acerca de la importancia del acto moral de ser solidarios siempre, lo cual radica en hacer consciente que el día de hoy debemos de ser solidarios con los otros, para que el día en que nosotros caigamos, ellos sean solidarios con nosotros y nos ayuden. Y esa consciencia será la que sea capaz de erradicar al sistema individualista e implantar uno solidario.

          Para finalizar este ensayo me gustaría hacer uso de un contra argumento. Protágoras de Abdera, sofista de la antigua Grecia, alguna vez dijo: “El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en tanto que no son y de las que no son en tanto que no son”. Esta frase implica una cierta visión ética: si el hombre es la medida de todas las cosas, entonces es correcto hacer cualquier cosa. No hay nadie más que el sujeto para definir qué es lo bueno y lo malo, es decir, no existe la posibilidad de un consenso o ley universal (Ojeda y otros, 2007: 180).

          De acuerdo con Protágoras, no es posible que la solidaridad se vuelva parte de la moral de todos, que sea universal. Sin embargo, si el ser humano tiene una naturaleza que determina cómo actuar y esa es la moral, que es un acto racional que nos dice cuál es el deber ser (lo bueno, para no hacer el no deber ser, lo malo), y si Jean-Jacques Rousseau dice que el hombre es esencialmente bueno, que la vida en sociedad es lo que lo hace malo (ibídem: 129-130), entonces sólo el hombre será capaz de actuar conforme a su deber ser, el ser bueno (de acuerdo con Rousseau), cuando aplique la racionalidad moral dentro de la sociedad de la cual forma parte y así descubra que el verdeber ser (que es la moral) que debe llevar a cabo es ese, ser su esencia (porque ¿cómo es posible que el ser humano sea la única especie que se vuelva contra sí misma hasta el punto de amenazar su propia existencia?), pues actuará conforme al bien (deber ser), se dará cuenta que iba por el camino equivocado del no deber ser, actuará de acuerdo con todas esas virtudes que existen y que van en contra del no deber ser (lo que se opone al bien, la maldad), las cuales se entienden como aquellas cualidades que tienden al bien (ibídem: 147), una de ellas la solidaridad (que va en contra del egoísmo, el individualismo).

          Bien lo decía Sócrates: no hay hombres malos, sino ignorantes (ibídem: 182), que no son racionales y no descubren el deber ser para así ser hombres buenos, que es nuestra naturaleza humana, como él también lo defiende (ibídem: 39-40).

          Entonces, existe la posibilidad de que la solidaridad pueda convertirse en una especie de ley universal, pues ese es nuestro deber ser, de todos, sólo falta razonar moralmente para hacerlo consciente y llevarlo a la práctica.

          En resumen, sólo cuando nos atrevamos a detenernos un momento a reflexionar, racionalizar sobre nuestro deber ser y los argumentos que se defendieron en este ensayo, se verá que debemos de ser virtuosos (hacer el bien), que debemos ser solidarios, y así nos reconciliaremos con nosotros mismos, no habrá lucha por la subsistencia de nuestra especie, y nos reconciliaremos también con nuestro planeta. Por lo tanto, sí hay la obligación moral de ser solidarios con todo el mundo para así erradicar al sistema social actual.

          Otro aspecto a considerar es la naturaleza humana reflejada en este caso en los estados de ánimo, eso inmaterial que hace que el hombre se sienta enojado, triste o feliz. El estado de ánimo de un hombre influye mucho en su percepción sobre el mundo, su percepción de la realidad hace que tenga sentido su existencia y encuentre su lugar en el mundo. Entonces, en el terreno de las experiencias y la naturaleza humana es y será indispensable para él mismo expresar dichos estados de ánimo hacia sus semejantes y que estos tengan cierto grado de comprensión y entendimiento.

          Desde el comienzo de la historia se puede apreciar en los discursos de las ciencias “a la humanidad como un todo”, generalizando así a la especie humana como la administradora del mundo. Al pasar del tiempo (la historia) se puede observar que el hombre tiene su lugar como especie en el mundo por un grado de naturaleza distinta, llamado conciencia de sí mismo, y la existencia puede ser sólo concebida teniendo en cuenta que se existe —me refiero a “tener en cuenta” en el sentido de ser consciente (Descartes, 2008).

          La evolución del hombre en cuanto a producción de ideas (pensamiento sistematizado, o como se le llama en la modernidad, ciencia) está invadida en muchas ocasiones de ideologías que arrastran a ciertos grupos sociales a actuar de cierta forma sin cuestionar sus propuestas.

Bibliografía

DOMINGO Moratalla, A. (s. f.). “Solidaridad”. Consultado el 3 de marzo de 2018, disponible en: http://www.mercaba.org/DicPC/S/solidaridad.htm

FRANKENA, W. (1965). Ética. Madrid: UTEHA.

NIETZSCHE, F. (1999). Schopenhauer como educador. Barcelona: Biblioteca Nueva.

OJEDA, M. E. y otros (2007). Ética. México: Pearson.

“¿Qué es solidaridad?”, consultado el 4 de marzo de 2018, disponible en: https://www.significados.com/solidaridad/

SAVATER, F. (1999). Ética para Amador. Barcelona: Ariel.

 

Sergio Jaír Sáenz Uribe. Omnipresencia

Omnipresencia. Sergio Jaír Sáenz Uribe. Egresado de la Preparatoria 10.