Haikú, kimono

Me duele la garganta, la cabeza y… ¡oh, sorpresa! Un drag queen en mi cama (es la primera vez). Me asombra que aún tenga esas botas de plataforma. Después de esta noche lo hicimos con los tacones puestos (los traíamos de aretes).

     Apenas me di cuenta que estaba ¿calvo o calva? En fin, sin cabello y aún maquillado (con el maquillaje corrido pero no embarrado). Yo, en cambio, tenía embarrado todo el cuerpo de labial.

     —Buenos días…

     —Buenos días, bombón.

     —Me dio mucha gracia su comentario. Y su voz femenina tan fingida.

     —¿Qué hora es?

     —Van a ser las 12…

     —Qué temprano. —Se rió, se dejó caer, levantó una pierna y se miró las largas y enormes botas.

     —Buenas botas—, miró mis botas.

     —Lindos botines.

     No teníamos nada más puesto, sólo las botas. Tomé un kimono corto, blanco, con cinturón rojo y me lo coloqué.

     —Préstame ropa, me la rompiste toda, hasta la ropa interior…

     —Toma lo que quieras.

     Abrí mi closet y mi invitado apretó los labios.

     —Tienes el clóset de una drag queen, veo de todo: pieles, abrigos, t-shirts, camisas, el kimono que traes, plásticos onda Britney… y cosas muy entalladas y cortas.

     —Dame ese kimono tan lindo, quítatelo.

     —Me lo quitó y me besó.

     Entró al baño con una bolsa donde llevaba sus esponjas y pantimedias. Salió una impecable mujer calva de pecho plano con botas enormes.

     —¡Wow!

     —¡Gracias, bombón!

     —¿Así estabas anoche? Creo que ayer me salió lo hetero.

     —No, no se te salió lo hetero. Anoche no traía nada en la parte de arriba, me veía más masculina que tú, —me reí mucho.

     Tenía un físico muy andrógino, si no fuera por su pecho plano pensaría que era una mujer calva.

     —¿No me pedirás un taxi? —me preguntó muy serio.

     —No. Quiero que te quedes, quiero pasar el día contigo.

     —Ok, pero no me verás sin maquillaje, —dijo muy contento.

     —Deja me cambio.

     —No te pongas nada oriental… porque ya seríamos dos.

     Me acerqué a mi clóset y me puse un overol corto, color amarillo, sin playera, unas calcetas rosas, tenis blancos Vans. Veía sobre mi hombro que el drag queen (no sabía o no recordaba su nombre) me miraba bien pero muy raro.

     —Tienes un estilo muy especial.

     —¿Eso es malo?

     —Para mí no y espero que para ti tampoco.

     —Para nada me molesta.

     —¿Puedo preguntar qué significa eso?, —apuntó a su clavícula refiriéndose a la mía, a mi tatuaje.

     —Es club kid.

     —¿Te gustan los club kids?

     —Se supone que soy uno, que sigo el estilo, pero James St. James diría que es muy simple para ser uno, y Boy George que es muy diferente para ser simple. Así que se diría que estoy como a medias. Digamos que soy un simple jotito. Soltamos la carcajada las dos locas.

     —Eres como una fusión de Boy George y Pink, —se rio más fuerte.

     —¿Sí? Tú eres Nina Flowers versión La Lagunilla. —Ahora sí, no le pareció.

     Dejamos ahí esa pequeña discusión y pasamos a la sala. Puse algo de Boy George, desde su “Karma chamelion” hasta su “My god”.

     Preparé el desayu-comida, le di lo que encontré en el refrigerador, le preparé unos huevos con jamón y yo tomé un café soluble (esta vez sí estaba dulce) y tratamos de recordar lo que pasó ayer. Ambos coincidimos en que fue extraño pero satisfactorio.

     Estaba tumbado en el sofá rosa, mirando cómo caminaba y se paseaba por mi depa, tocando todo, luciendo ese kimono que siempre me recuerda la pureza del alma (súper etéreo y místico —mucha mamada, lo sé, ¡pero así lo veo! —), tan liviano, tan blanco. Tocaba mis libros con una gracia muy elegante. Se dio cuenta cómo lo observaba y se acercó a mí. Se sentó frente y sobre de mí, mirándome a la cara. Acarició mi tatuaje con su uña larga y sentí un escalofrío por toda la espina dorsal, me excité. Le toqué el culo con las dos manos. Le besé el cuello.

     Lo llevé a la habitación.

     —Me tengo que ir. ¿Me prestas ropa masculina?, —se rio al momento—, bueno, otro tipo de ropa, distinta a la que traigo.

     —Sí, toma lo que te guste.

     Tomó un sweater color guinda, unos jeans verde militar y unos tenis. Entró al baño como una bella mujer calva con kimono y salió un hombre muy atractivo y muy varonil, con cejas gruesas y nada que ver con su álter ego.

     —¡Qué onda! —dijo con una voz muy gruesa pero fresca.

     —¡Qué pedo!

     —¿No te dije que soy hombre? —y esa voz y esa risa hicieron que se me frunciera el culo.

     —¿Dónde estaba esa voz?

     —Cuando entro en personaje ya no soy Carlos, me convierto en Ururi-ha.

     —Ah, ¿por eso te gustó mi kimono? —me guiñó el ojo.

     Después de su transformación en un hombre guapo y varonil nos sentamos en la sala. Abrazados vimos una película The adventures of Priscilla, queen of the desert, o algo así. No presté atención a la película por estar mirando y abrazándolo. Me sentía muy protegido, como cuando era pequeño. Durante la película me quedé dormido sintiendo su calor.

     Desperté y ya no estaba. Me levanté del sillón azul. Había en la mesa rubic de centro una notita: “Me divertí muchísimo, bombón rosita, espero que nos volvamos a ver. Tienes buena poesía, pero te faltan algunos haikús. Un besazo. Ururi-ha. Un beso. Carlos”.

     Estuvo raro, es verdad, pero así es esto.

Juan Luis González Hernández

Egresado de la Preparatoria 12

 

Phoebe Daniela Cruz Chávez. Hiding

Hiding. Phoebe Daniela Cruz Chávez. Preparatoria Regional de El Salto.

Ámbar

1976. El zumbido de los insectos velludos, con sus bellos patrones amarillentos y negruzcos, no le molestaban a Martha; para ella era como el sonido del universo al nacer, un consuelo para la represión, un escape del amor doloroso hacia el Creador y un recordatorio de lo intrincado de la vida.

          Martha no aborrecía su existencia, su mudanza al convento de San Hipólito a los 15 años fue tan presurosa e ineludible que sólo quedaba resignación ante los mandatos de su padre, un hombre que se arrepentía día con día de haber engendrado una anormalidad perversa; 40 años después, su padre descansa bajo tierra, con su conciencia en negrura, y sus palabras aún haciendo eco en la mente de su retoño.

          Durante uno de los múltiples viajes a sus labores apicultoras cerca de la ladera de un cerro boscoso, Martha vio a lo lejos lo que parecía un espejismo: Helena, una novicia agraciada de 18 años, que daba alaridos afligidos y lastimeros, llenos de frustración e impotencia; dos monjas arrastraban a la señorita dentro del convento, donde después la enorme puerta de madera antigua carcomida por termitas cerró, un carruaje se alejó de la escena, los caballos caminaron con pesadez.

          Martha dormía en su austera habitación, decorada con una silla, un escritorio, una cama básica e incómoda y una imagen de San Hipólito. Una abeja entró a su habitación y se posó en su mejilla, la monja despertó y se lamentó por ello. Comenzó a llorar, como una niña pequeña, mientras observa cómo su casa se vuelve cenizas tras un incendio incontrolable, que traspasa capa tras capa de piel hasta llegar al tuétano. Satanás la había tomado como un muñeco de trapo y abierto su vientre cual mantequilla tibia para revolver sus entrañas, llenando sus manos de sangre y fluidos.

          Martha terminó. Su breve éxtasis derramó arrepentimiento. Caminó hacia su escritorio y encendió una vela. La llama era alta e imponente. Puso la palma de su mano sobre la flama y lloró, no por el insoportable dolor, sino por el reconocimiento de las tinieblas que la envolvían y que prometían no irse nunca. La mujer rogó por su salvación.

          En la cocina, de los 50 cuchillos que estaban inventariados en un cuadernillo viejo que se encontraba en el buró de la Madre Superiora, faltaba uno. En su habitación, justo antes del amanecer, la memoria de Helena retenía por última vez el rostro de su tórtolo de piel caramelo; la sangre de la novicia era absorbida por la frazada de lana que tapaban sus pies pálidos y fríos. Dios actúa de maneras misteriosas.

          El velorio fue de un silencio ensordecedor, rostros marcados por la edad, la amargura o el ayuno observaban el cuerpo dentro del féretro mientras sostenían un rosario murmurando palabras que parecían un idioma olvidado y marchito, un mantra polvoriento. Paulatinamente, todas se retiraron, excepto Martha que, como un gorrión asustado, estaba sentada en un rincón.

          Se acercó y tocó la carne perlada, en cuya superficie existían caminos azulinos, antaño de mucho movimiento, ahora ignorados y abandonados. Abrió sus párpados y admiró sus ojos aturquesados, sus labios esculpidos por Canova, su cabello pelirrojo perfectamente recogido cuyas brasas se habían extinguido y no quedaba rescoldo alguno. La psique cuerda de Martha cayó al suelo y se quebró en cientos de pedazos esparcidos por el prístino azulejo de la habitación, mientras su rostro se mantenía congelado, aceptando con resignación el designio, y tratando de calmar el dolor pesaroso de haber perdido a su Afrodita furiosa, que decidió adelantarse al eterno descanso. Debido a la osadía de la oposición de la afligida jovencita a seguir el plan divino y haber forzado su voluntad, su lápida merecía un lugar en la colina detrás del convento, un espacio tan solitario que hasta Dios se olvidaría de ella.

          Martha ahora aborrecía su existencia, no dejaba de tener el mórbido pensamiento de gusanos mascando sin delicadeza y con un salvajismo aberrante el cuerpo de Helena hasta dejarlo en una impersonal osamenta; el que sucediera esto era una afrenta con todo lo lógico y lo congruente, una falla terrible, un error de cálculo gravísimo que abatía todo lo construido hasta ahora. Dios y su cordero habían errado, Martha no lo haría de nuevo.

          Recolectó litros y litros de aquel dulcísimo néctar, llevándolos a la colina con dificultad. Mientras tanto, en el convento, una hermana curiosa notaría que el inventario de la cocina ahora tenía un ligero error: no faltaba un cuchillo, sino dos. Así que, caminando lentamente por la floresta, miró con condescendencia al convento que ahora, a la lejanía, era una pequeña mota negra.

          Abrió el féretro con ojos cerrados y respirando por la boca vertió toda la miel hasta llenar el ataúd. Martha miró al cielo, segura de su inmortalidad tanto terrena como espiritual, mientras su vida salía a borbotones mezclándose con la miel, al lado de aquella sublime creación, y sumergiéndose cada vez, hasta que sus ojos vieron color ámbar y nada más.

José Antonio De la Torre Vega

Egresado de la Preparatoria 7 

 

 

Olor a azufre

Olor a azufre

Después de varios tequilas, don Jorge se fue a la cama a hacer el amor. Julia, su esposa, le preguntó si creía en el diablo, y fue tan extraño como levantarse hoy solo en la cama y recordar que su mujer se había ido de viaje dos días atrás.

Notitas

Los niños creían que Anita ya no jugaba con ellos porque sabían que tenía epilepsia, así que, con la esperanza de quitarle la vergüenza para verla de nuevo, le escribieron una nota que decía: “lo sabemos”.

No recibieron respuesta, sólo vieron llegar al domicilio varias patrullas.

La mamá de Anita se declaró culpable de homicidio.

Kevin Bricio Palafox

Preparatoria Regional de Arandas, módulo San Ignacio Cerro Gordo

 

Tiendita

Tiendita

“Abrimos de 9 a 9”, dijo el dueño de la tienda. Su empleado debe obedecer al gran letrero; por eso, en cuanto abre la sucursal, se ve obligado a cerrarlo.

Caballeros

“usted quiere finiquitar esto. Le concederé el final, señor mío, pero con mis términos. ¡Si vamos a terminar esto, pues que sea con un duelo de espadas!”, le grité antes de ir a la cama para desnudarnos.

Debate

Una vez reté a Dios a un debate, pero no fue. Y me ganó.

Jesús Misael Chávez López

Egresado de la Preparatoria 9

 

Poesía, adolescencia y juventud

No existen la poesía adolescente ni la poesía juvenil. Existe la poesía escrita por adolescentes y por jóvenes. A veces se abusa de los adjetivos o se les da un uso impropio. Las mejores escritoras, por ejemplo, admiten que no existe la “literatura femenina”, sino la literatura hecha por mujeres, que puede ser tan buena o tan mala, tan extraordinaria o tan mediocre, como la literatura hecha por hombres a la que, por cierto, nadie denomina “literatura masculina”.

Cuando se habla de “literatura joven” y de “poesía joven” se comete un equívoco, pues muchos de los grandes escritores que hoy son indispensables en la cultura universal produjeron sus mejores obras entre los 17 y los 30 años, y nadie llama hoy a esas grandes obras “literatura joven” o “poesía joven” sino, en todo caso, gran literatura, gran poesía.

Cabe señalar esto porque lo más importante en las letras es el talento y la vocación que, con más o menos disciplina, llevará a sus autores a conseguir una “obra”, independientemente del nivel de calidad que alcancen.

En el caso de quienes empiezan a escribir, y generalmente se inician en la poesía y en el cuento, se tiene que hablar de aprendices. Un aprendiz es aquel que sigue el oficio de los maestros y que quiere llegar a ser maestro. Lo conseguirá si tiene, como ya advertimos, talento, vocación y disciplina, porque así como hay aprendices, con mucha disciplina, pero con escaso talento y poca vocación, que irremediablemente fracasan, también del mismo modo hay aprendices de mucho talento y no poca vocación que, sin embargo, echan a perder su oficio por falta de disciplina.

No hay género literario más personal y más íntimo que la poesía. La novela, el cuento, el teatro, la crónica, e incluso el ensayo, exigen cierta distancia del autor con su obra. Los géneros llamados “ficcionales” (en especial, el cuento y la novela) se denominan así porque la ficción, la invención, la fantasía; la imaginación son sus herramientas favoritas. Un cuentista y un novelista no necesariamente hablan por boca de sus personajes. El “yo” de los personajes no es forzosamente el “yo” del autor. En cambio, en la poesía, es mucho más difícil separar el “yo” del autor del “yo” del poema. Cuando leemos la poesía de Miguel Hernández, Pablo Neruda, César Vallejo, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Guadalupe Amor, sabemos que ellos se hallan en sus obras, que reflejan sus emociones, sus sentimientos, sus ideas, sus alegrías y dolores, y que los comparten con los lectores.

No resulta extraño que el género literario más inmediato sea justamente la poesía. Tal es el caso de la mayor parte de los adolescentes en el mundo, y tal es el caso particular de los autores de esta muestra literaria. “Práctica de vuelo” llamó Carlos Pellicer al ejercicio poético de los aprendices; por cierto un poeta que, jovencísimo, dio muestras de su enorme talento.

En efecto, esta muestra es una “práctica de vuelo” y no podemos saber, a partir de ella, quién conseguirá volar alto y quién, nada más, se conformará con el gusto, irreprochable, de compartir sus emociones y sus ideas con otros. Una de las cosas más importantes del ejercicio de las artes es que todos tengamos la oportunidad de practicarlas. No todos se harán “profesionales”, pero a todos les beneficiará en su sensibilidad, en su conocimiento y en su cultura.

Todos deberíamos pintar alguna vez, o al menos intentarlo; todos deberíamos tocar un instrumento musical, o al menos tener sus rudimentos; todos deberíamos escribir lo que se nos dé la gana, especialmente porque, para ello, lo único que necesitamos es el deseo, un lápiz o un bolígrafo y una hoja de papel, requerimientos básicos que hoy cualquier muchacho puede sustituir por el teclado de su dispositivo digital.

La muestra de poesía, que leeremos a continuación, revela todas las características de quienes empiezan con la inquietud de compartir sus sentimientos. Lo que más hay en estos “ejercicios” es emoción, sentimiento y expresión de ideas. A veces las ideas se confunden con la emoción. Lo importante aquí es que cada quien abre su espíritu y, dado que la poesía es comunión, se une con los demás (los lectores) para reiterar algo revelado por siglos: los temas de la poesía son siempre los mismos (el amor, el desamor, la dicha, la desdicha, la contemplación, la angustia existencial, el deseo de trascender, la necesidad de fundirnos en los otros, etcétera), porque la esencia del ser humano es la misma hoy y aquí, ayer y en todas partes.

Poesía es comunión y revelación. Es fraternidad con los “otros”: como escribiera Octavio Paz, en Piedra de sol, “soy otro cuando soy, los actos míos / son más míos si son también de todos, / para que pueda ser he de ser otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, / los otros que me dan plena existencia”.

Pero también es huella de nuestro paso por el mundo. Seguro, los adolescentes de esta muestra poética, cuando ya hayan transcurrido varios años, cuando ya no sean tan jóvenes, se asomarán a sus primeros versos y tendrán una imagen exacta de lo que fueron, lo que deseaban, lo que les preocupaba, lo que les complacía, lo que les angustiaba o dolía, lo que les alegraba y, para entonces, ya sabrán que la poesía enriquece la existencia y ayuda a vivir, indudablemente.

¡Feliz práctica de vuelo!

*Juan Domingo Argüelles

Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la facultad de Filosofía y Letras en la unam. Ha sido coordinador de publicaciones periódicas de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta, y subdirector de la revista Tierra Adentro. Es columnista de temas culturales en los diarios El Financiero, El Universal y La Jornada. Colabora habitualmente en las revistas Libros de México, Quehacer Editorial y El Bibliotecario, revista de la Dirección General de Conaculta.

 

Tríptico desde el trópico

Advertencia

Los poemínimos no sirven como repelente.

I

Dengue

 

Perdí

                al jugar a las vencidas con un mosquito.

II

Chikungunya

Mis articulaciones no me permiten escribir un poema.

III

Zika

Mi cuerpo lleno de finales

punto

punto

punto

más allá de los suspensivos

con tinta roja

                cual errores

mis puntos no tienen final.

Arnoldo Delgadillo Grajeda

Egresado de la Preparatoria Regional de Sayula

 

Tríptico a la iguana

I

Una iguana verde y una iguana negra sostienen al mundo.

Una es el mar esmeralda de Cuyutlán,

la otra, el lado oscuro de la luna.

Se funden en el amor para ser follaje y árbol de parota,

firmamento inmenso y estrellas infinitas.

Y a veces,

cuando son infieles,

también toman forma de poeta.

II

La vida es una iguana que se persigue la cola.

III

Quién sabe qué tuvo que vivir

                en los ciruelos

para

                adulta

ser coronada reina

                                                               la iguana.

Arnoldo Delgadillo Grajeda

Egresado de la Preparatoria Regional de Sayula

 

Poemínimos visuales

Preámbulo

Hay que ver para creer

Hay que ver para leer.

I

Fracaso

 

La bala perforó     O     las páginas de mi poesía.

II

Z Z Z Z Z Z Z Z Z Z Z

Los sueños están tejidos de letras.

El abecedario nunca termina en insomnio.

III

Silencio

Las palabras están en huelga

se rehúsan a trabajar desde que las balas ocupan más espacio que la poesía.

IV

El silencio es también es una forma de protesta

[                                                                        ]

Arnoldo Delgadillo Grajeda

Egresado de la Preparatoria Regional de Sayula

 

Llevo buscando un día perfecto desde que tengo memoria

Alimentar

animales en el zoológico,

y quizá una película también,

caminar

con alguien que me contenga.

Una por una cuento hasta llegar

a 761 millas,

los ojos de Johnny Cash,

tres Coca-colas de vidrio,

un reloj de pulsera con cuadrante luminoso,

broches para el cabello

10 casetes de Lou Reed

                la muerte se me apila en la cajuela.

Perdí el oído izquierdo en un afán

de reemplazar su voz en mi cabeza,

ahora sólo escucho en un bucle interminable

hey, girl, take a walk on the wild side.

Cuando encontré a mis padres

volví al coche sin la mitad de un dedo

                mi cédula de nacimiento

                no dejaba de decir Margot.

El sol se siguió metiendo

cada tarde por el Gran Cañón

mi fleco creció,

nunca pude hacer una banda

y The Velvet Underground

encontró otra vocalista.

Mientras tanto,

del lado opuesto de la costa

un hombre bebe Bourbon

en un bar de Santa Mónica.

Alguien llame pronto

a la rubia triste con voz de terciopelo

me juró dejarme rebanarle la garganta

¿o es que por fin se ha suicidado

sin mandarme una postal?

 

Selene María Flores Camacho

Egresada de la Preparatoria 12

 

Tú me dices ven

Tú me dices ven

a las dos, tres de la mañana

(número indefinido de cervezas encima)

llevas contigo la angustia

de los hombres solos y de pestañas tupidas,

llevas el olvido y la procesión por dentro

buscas cruz y refugio

penitencia, absolución.

Y yo, que te quiero tanto

—que vivo en la ansiedad, que vivo en el desconsuelo—

me subo al tacón derecho, el izquierdo

                               me lo ensarto al vuelo,

arrebato las llaves de la encimera de mi madre

me pongo mal y sobre la marcha

el tubo de labios rojo

                me hago el moño protocolario en el cabello.

Moño que tanto te gusta

que de tanto que te gusta

nunca alcanzo a cruzar

tu puerta bien peinada.

Quien te dijo que era yo virgen milagrosa

vulva siempre sellada, mirada siempre evasiva

es porque no logró ver

en mí alguna otra cosa

más allá

de su reflejo.

Quien te dijo que era yo puta de lujo

experta en acrobacias y de técnica impecable

es porque me andaba buscando

con el bulto de su pantalón.

Entonces cuéntame qué quieres

qué apeteces esta noche.

¿flor otoñal

al estilo Nicole Kidman?

¿que te escuche leer en voz alta

con cara de sorpresa a lo Audrey Hepburn,

los episodios de la novela mediocre

que escriben todos los de tu estirpe al mismo tiempo?

¿quieres que me queme de deseo?

¿que me desbarate de amor?

¿que llore como la amante e hija de rodillas raspadas

que soñaste en tu adolescencia

de lector de Nabokov?

Selene María Flores Camacho

Egresada de la Preparatoria 12

Fotografía

Capturar una luciérnaga entre los dedos

y protegerla tras un cristal para admirarla.

Capturar la luz de un momento

para del enemigo retenerlo.

Capturar el brillo y la energía

convertirlos en atemporalidad.

Capturar lo que ya ha dejado de ser

atrapar instantes inexorables.

Capturar a quien nos roba la vida

el tiempo que no puede ceder.

Y volver a vivir con los ojos abiertos

a través de los reflejos a los que no podemos volver.

Valeria de la Torre Solís

Egresada de la Preparatoria Regional de Huejuquilla, módulo Mezquitic

 

Silvia Azucena Saldívar Fermín. somos iguales

Somos Iguales. Silvia Azucena Salvídar Fermín. Preparatoria Regional de El Salto.

 

Menorrea

Tomen, pero no beban todos de ella

que ésta es la sangre de mi cuerpo

sangre derramada por mí,

no por él, no por nosotros.

Sangre de la alianza,

y la perpetua condena,

no del costado,

pero que, en sus lapsos de presencia,

con el mismo ardor aqueja.

Sangre inmaculada,

preciosa mensajera,

de ausencia de vida

inhibiendo de penas

encomendada a la mujer,

para nacer, brotar y correr entre sus piernas.

Valeria de la Torre Solís

Egresada de la Preparatoria Regional de Huejuquilla, módulo Mezquitic

 

Conjuros

I. Omnipresencia

Mi respiración se detiene.

El bosque se vuelve diminuto

el sudor inunda mi cuerpo.

El aire se vuelve polvo

la noche se queda estática

trasmuta el tiempo:

                                 la oscuridad ya no se va.

           Sus ojos grisáceos

                    son fauces

                devorándome.

II. Advertencia de muerte

Corro

me escondo

¡Grito!

                                            puedo verte

Subo tres pisos

cierro la puerta

¡Grito!

                                          puedo verte

Sollozo

abro la ventana.

¡Grito!

                                        puedo verte

Salto…

III. Clarividencia

Invócame

y no le digas a nadie.

Pregúntame mi nombre.

Te beso

entre los cuerpos

devorados.

Cambio de forma.

No abras

los ojos,

ni mires atrás.

¿Ves esa cicatriz

en tu espalda?

                                                              Yo sí.

IV. Ergoquinesis

Abro la puerta

     y suprimo

                     la  luz.

El calor

me hace levitar.

El aroma a catástrofe sigue evaporándose

y tu piel desnuda sobre mi cama

     viaja

                 se eleva.

Recuérdame tu nombre

¿Cómo llegaste hasta aquí?

                             Reptas las paredes

       te escondes en las grietas

 y, mientras duermo,

entras a mi boca

    Devoras mis entrañas:

           vives en mí.

Despierto: me miro al espejo

sonrío

recuérdame tu nombre

¿Cómo llegaste hasta aquí?

V. Maldición

Me siento vacía,

y estoy repleta de cosas

La soledad de tu cuerpo

la desnudez de una mentira

me penetra

y atraviesa mi corazón

Busco tu alma

entre mis frascos

guardados

en la oscuridad de mi alacena

El aroma de los árboles

queda impregnado en mi vestido

La atmósfera se palidece

Me vuelvo diminuta

me comprimo

Tu cuerpo se evapora

entre mis dedos

Abro mis piernas

e introduzco mis dedos

en el infinito

Suspiro.

Escurro

de rodillas

sola

Jorge Miguel Rivera Martínez

Egresado de la Preparatoria 11

 

Sinastría

La tribu como simios en trance frecuenta el tambor principal

cadera siempre fértil rebota en el ojo del hambre

la carne tiene alergia a lo infinito

e incitando a sus microbios

devora telarañas de amor

el santuario de nuestro coito pierde su constancia

azotan puertas mientras la tribu frota

un instrumento de viento en micrófono

bestias del erotismo tiran su disfraz

y arde la tribu

como simios en trance admiran tu sangre

envidian tu muerte

y el tambor principal

libera el íncubo

Aranzazú de León Vázquez

Egresada de la Preparatoria 13

Alimentando bestias

Cualquier paloma podría tener vocación de dron

o agente federal y, entre sus plagas y pulgas,

dominar un arte o destruir un convento.

La hipocresía genera conspiración callada

cualquier grupo de poder

—degustando un solo

centímetro de malicia—

haría estallar

una estructura social.

Hay que saber observar un demonio

entre alas volando.

Y claro, referente a las palomas,

jamás podré tolerar su naturaleza anatómica

de evadir mirarme de frente.

Aranzazú de León Vázquez

Egresada de la Preparatoria 13