Inhalar

Nebulosas
sombrías y encausadas al vacío
al final de los días dispersos
fragmentos minimísimos de luz
migajas enormísimas de fuerza
acumulaciones sucias
que beben vapores divinos
hojas volátiles
quebradizas.
Compactar matrices
ahogar partículas
Dios en una palabra vetusta y llana
“nada”.

Andrea Azucena Avelar Barragán
Preparatoria 2

P.D. Te amo│María Guadalupe Barba Fonseca, Preparatoria Regional de Atotonilco

P.D. Te amo│María Guadalupe Barba Fonseca, Preparatoria Regional de Atotonilco

Insatisfacción crónica

Insatisfacción crónica
como heroína en tus venas
se vuelve adictiva en cada expectación
disminuye de día y devora por las noches
asfixiándome lentamente, pidiendo más de todos
y sufriendo por todo
desangrando la esperanza y aplastando la pasión
nuevo retroceso: inhalando y exhalando
justificando suicidios masivos y abandonando las normas
esenciales
enamórate y condénate para no prevalecer viva
te acorrala y usa tu lengua para castigar tus ideas banales
que te intoxica la razón y caes al borde del abismo.
Casi muriendo llega la iluminación
entiendo que caeré cien veces
descubro que no hay neblina
libre de expectativas veo la claridad del camino.

Andrea Michelle Ramos López
Preparatoria 20

Rosa│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Rosa│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Supersticiones

Las niñatas consentidas suelen tener la certeza del cortejo
no hay para ellas algo más ilusionante que la leuconiquia
Sus uñitas están s
a
l
p
i
ca
d
a
s de suerte y de ello se jactan
por cada mancha un amante, dicen las sesentonas
el déficit de calcio pronostica la venida del amor
lo garantiza

(las garras son importantísimas
en un mundo que rasguña, hay que nacer con infalibles garras)

¿No será el amor
–genuinamente me pregunto–
un magno rito de superstición?

Luzdary Acosta Covarrubias
Preparatoria 5

El gusto de ser auténtica│Ernesto Jair Campos González , Preparatoria 17

El gusto de ser auténtica│Ernesto Jair Campos González , Preparatoria 17

Nada que decir

Me despierto.
El silencio me estorba
como sutil grosería
a la incesante cuestión de la madrugada.
¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar?
Ya eran las tres en punto,
esa mediocre medida
que marcada con rojo el reloj susurraba.
No llegamos a ningún acuerdo;
el tiempo pasa desapercibido,
no entiende razones.
Dejé de insistir
todo parecía inútil.
¿Qué puedo yo hacer?,
al fin yo no hablaba de nada.

Ángel Camaño Andrade
Preparatoria 2

Como cuando el amor está en coma

Como cuando el amor está en coma
como cuando un ave cae de su vuelo
como cuando una madre llora o un niño muere
sabemos que nos tenemos y cuántas veces estuvimos ausentes
creí que el amor nunca se haría flaco. Tenemos una delgada línea que divide lo
que ahora es amor y odio; sentimientos opuestos, que pueden unirse cuando hay
una emoción tan grande, es incontrolable, implota y explota a la vez.
En ocasiones me lamenté por el momento en el que me permití escuchar tu voz
por vez primera, dulce soplo, dulce voz. Es tan nuestra tu melodía.
Escribí libros enteros con las puntas de tus cabellos
leí tu cuerpo días y noches
dibujaba labios sobre tu cuello temeroso.
Pero si yo sólo soy un epígono del amor
pobre bebé, han descubierto tu inocencia
pobre mariposa, han cuarteado tus alas frágiles, víctimas de sí mismas. Muere en
vida mariposa, revuélcate, huye, consigue nada por dar todo lo que pensabas que
era todo.
Los martes te recuerdo, los domingos te amo, los jueves te olvido. Te amo los
domingos cuando solías sonreírle a la pared, la misma pared que siempre miro,
cuando te recuerdo los lunes… miro la pared, te miro en ella, nos miro a los dos.
Tonta pared y tonto te amo pintado en letras amarillas sobre pintura amarilla.
Tonto yo, el mismo tonto que amabas los domingos cuando nos sentábamos en
nuestro sofá desgastado; ponías tus pies blanquecinos sobre nubes y jugábamos
como un par de niños.
Cuando te conocí tenías las mejillas rosadas, qué bien te sienta el rosa y qué bien
te sientan todos los colores.
Puedes volar si quieres, puedes bailar en el muelle con la falda larga que usabas
los domingos, cuando ya tarde le mirábamos el rostro a la luna, cuando poco a
poco las nubes descendían, sí, descendían. Nuestros ojos se hacían grandes y las
estrellas adornaban la cabellera de la noche, una dama profunda y misteriosa.
No debió menguar el amor
no quiero respirar otro aroma, no quiero dar de comer a recuerdos vagos.
Sombría es la vida de los recuerdos y hay diferencias abismales entre los aromas.
La tierra mojada me gusta, pero tu piel bañada en lluvia me desquicia, me
alimenta, me condena. Me encanta recordar a mi primera mascota, pero me
encanta más cuando te miras al espejo y te pones serena.
No debieron agonizar los días, no tenían por qué expirar las caricias que
transitaban por mi cuerpo, tus manos como gotas de agua implorando resbalar.
No debieron ultimar los instantes unidos.
Como cuando adornaba tu cabello y apagaba tus floreros. Tu cabeza, el más
agraciado jardín, hierbas sobre la frente, mariposas sobre los labios.
Como cuando te amaba, cuando te amaba y cuando te amo, cuando te amo y
exploto.

Patricia Guzmán Franco
Preparatoria Tonalá Norte

Presentación de ponencias seleccionadas del III Coloquio Filosófico del SEMS «Karl Marx»

Las cuatro ponencias publicadas aquí, producto del III Coloquio Filosófico “Karl Marx” del SEMS, representan el espíritu diverso que animó este importante evento. Los estudiantes reflexionaron sobre temas de indiscutible relevancia social desde distintas perspectivas filosóficas, que forman parte tanto de la vertiente clásica como de la expresión contemporánea de la filosofía y que muestran el sentido de los cuatro ejes temáticos sugeridos en la convocatoria.
Estos textos nos invitan a una travesía por tópicos como la tensión entre una supuesta necesidad del hombre por la religiosidad y su carácter impositivo, en ocasiones limitante de la realización humana, que pudiera suponer el asumir los preceptos y mandatos que promueve la fe.
Un cuestionamiento sobre la legitimidad de la explotación de los países ricos hacia las naciones pobres, en el marco de las sociedades capitalistas, y sus negativas secuelas sociales y ambientales. La indagación del vínculo entre el uso de las redes sociales y la responsabilidad moral, reflexión que se propone pensar la posibilidad de justificar una moral personal como regulativa de la libertad de expresión, que pareciera ilimitada en entornos virtuales. Y por último, leemos el planteamiento de un tema que es ya parte de la tradición, la necesidad de justificar éticamente el recurso de la eutanasia.
En estos cuatro ejercicios de reflexión filosófica, los estudiantes analizan la realidad a través de la lente de algunas importantes teorías filosóficas. De esta manera aparece el cuestionamiento a la moral religiosa de Nietszche; indirectamente, se lee la crítica al capitalismo de Marx actualizada en la pluma de Peter Singer, así como algunos planteamientos sobre ética práctica de este filósofo australiano que entran en diálogo con las filosofías de Mosterín y Savater.
El importante filósofo Theodor W. Adorno, en el marco de una serie de conferencias sobre el objetivo de la educación, afirmó que una sociedad democrática sólo podía ser sostenida por individuos emancipados. Su idea de emancipación, de tonalidad kantiana, sugiere el arribo del ser humano a una condición de madurez intelectual. Recordemos además que en su maravilloso libro titulado ¿Qué es la ilustración?, Kant entendía este estadio como la adquisición de la capacidad de pensar por nosotros mismos. Es decir, de desarrollar y poner en juego la autonomía del pensamiento.
Es éste, precisamente, el ejercicio que promueve el Coloquio Filosófico del SEMS. Las ideas que configuran las ponencias, resultado de la tercera edición de este evento, son una muestra indubitable de ello.

Están cordialmente invitados a su lectura.

Mtra. Dinora Hernández López*

*Profesora de tiempo completo del Departamento de Filosofía de la Universidad de Guadalajara. Doctorante en filosofía por la Universidad de Guanajuato. Línea de investigación: teoría crítica y filosofía de la diferencia. Ha publicado diversos artículos en revistas y libros de carácter nacional e internacional.

¿Es legítima la explotación de los países ricos hacia los países pobres?

Jairo Daniel García Romero
Escuela Preparatoria Regional de Colotlán
Participante del III Coloquio Filosófico del SEMS 2014 “Karl Marx”

Abstract
El progreso de la civilización enriquece a unas sociedades más que a otras; en la época del esclavismo, mientras naciones se desarrollaron en varios aspectos, las clases menos privilegiadas se sumergieron en la explotación y la pobreza. Sin duda la tecnología marca una diferencia enorme entre los países ricos y los países pobres, pues está vinculada a la materia prima que da riqueza y su intercambio y conocimiento, traen beneficio a los países, aunque a costos muy elevados: explotación de su gente y recursos naturales, y en consecuencia, la contaminación en todos sus niveles. Sin embargo, la tecnología no soluciona el problema; además de la dependencia política y atentar contra la soberanía, existe explotación; la prueba está en la pobreza y muerte de miles de personas sin la posibilidad de cambiar su situación. El problema no radica en la carencia de recursos, sino en la distribución. El capitalismo trata al trabajador como instrumento de trabajo, no como humano. Al respecto conviene plantearse la siguiente pregunta: ¿Es legítima la explotación de los países ricos hacia los países pobres?

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Karl Marx

La tesis de este texto invita a la reflexión ética de todo ciudadano del mundo, puesto que es un tema que nos involucra a todos los habitantes del planeta tomando en cuenta que nos afecta de manera directa o indirecta. Por lo tanto es conveniente exponer las siguientes preguntas: ¿Es legítima la explotación de los países ricos hacia los países pobres? ¿Será legítima el hambre y la pobreza en la actualidad? En definitiva lo es, si entendemos como legítimo “lo verdadero”; puesto que es una realidad que el humano padece, y aunque existan los medios suficientes para eliminar esta explotación, la distribución de estos medios no es adecuada en el sistema capitalista que impera en el mundo.
Si bien hoy en día no existe la esclavitud del hombre como en el mundo antiguo, aún existen las mismas condiciones del pasado, los hombres no tienen ingresos suficientes que provean alimentación y buena salud física y mental, sin las atenciones y servicios que un humano requiere; aún hay miles de muertes por enfermedades que pueden prevenirse con un tratamiento de bajo costo, pero que desafortunadamente no pueden pagar personas con bajos recursos.
Si entendemos el concepto de legítimo como el adjetivo que se utiliza para determinar aquello que está “conforme a las leyes”, entonces la explotación es legítima y su legalización es evidente. La explotación laboral en adultos y niños, la mano de obra abaratada, la violación a los derechos humanos, la falta de libertad de expresión, el poco o nulo acceso a la salud, a la educación y a la soberanía nacional, también son problemáticas a tomarse en cuenta.
Visualizamos los factores que originan la explotación de un país a otro, desde una panorámica más amplia para así conocer la magnitud del problema.
Partiremos de la siguiente pregunta: ¿Por qué los países ricos son ricos y por qué los pobres son pobres? Se analizarán algunos de los factores que intervienen en el desarrollo de la civilización, considerando aspectos geográficos, sociales, políticos y culturales. Al respecto conviene mencionar que a través de las distintas épocas de la historia, existió la explotación de los humanos. Mediante el esclavismo, los hombres eran sometidos y azotados para trabajar durante todo el día, no eran considerados personas y morían como animales. La civilización y el progreso económico empezaron a crecer a gran escala gracias a la inmensa fuerza de trabajo a disposición de los amos, para levantar grandes cosechas y edificar ciudades enteras.
En este tenor, podemos apreciar cómo las civilizaciones se desarrollan con dos factores clave: la mano de obra y las materias primas. La mano de obra se conseguía al por mayor con la captura de esclavos en África y era a costa de la explotación a su lugar de origen y represión al crecimiento económico y social. Así mismo, podemos comprender cómo se desarrolló un desequilibrio en el progreso de las civilizaciones, mientras grandes imperios salían a flote muchas familias de esclavos se encontraban en extrema pobreza y apenas podían sobrevivir.
El siguiente gran acontecimiento fue el descubrimiento de América y con él se abrió un nuevo mercado marítimo mundial para el intercambio de mercancías (materias primas y esclavos) y por ende, nació una nueva economía burguesa que dio lugar al desarrollo conocido como la Revolución Industrial. Con este preámbulo, vemos todavía más claro cómo los factores geográficos y sociales han hecho ricos a algunos países y a otros no.
Si bien en cierto decir que los países pobres se benefician de la tecnología de los países ricos, también es cierto que es a costa de la explotación de sus recursos, de su soberanía y de su gente que esto es posible. En primer término, por los elevados costos de la tecnología. Es la explotación no sólo económica sino también política por sumisión, este hecho trae consigo un sentimiento de odio hacia los países ricos. Pero bien ¿son ellos los culpables de la pobreza de los países de tercer mundo? La respuesta es de manera objetiva: sí son los responsables y además culpables de que aún exista la pobreza. ¿Por qué culpar a las víctimas de su pobreza? ¿Acaso no es notable la abismal diferencia social? Y ¿por qué son tan indiferentes ante la situación?
La tecnología es una de las más grandes diferencias entre países pobres y ricos y se define como la capacidad de crear riqueza a partir de materias primas, mismas que en su mayoría son encontradas en países pobres que no las aprecian como útiles dado que no tienen la capacidad de convertirlas a tecnología y después a riqueza. Estos países no poseen el capital para invertir en exploración y transformación de la materia prima, es entonces cuando el negocio está en puerta, cuando ante esta necesidad se crea una oportunidad de progreso y desarrollo económico. Muchos países ricos carecen de materias primas, dado que durante mucho tiempo han explotado lo que tienen, incluso hasta depender de países subdesarrollados en ese sentido.
La explotación de los países ricos a países pobres, no es justificable pero sí legítima, desde el momento en el que observamos un entorno global. Desde esta panorámica: vivimos en el mismo planeta, deberían existir derechos universales para cada individuo donde cada decisión tomada por las naciones tenga un carácter global encaminado al desarrollo. No es posible que en pleno siglo XXI exista este grado de explotación, de pobreza, de hambre y de millones de muertes inocentes, de hombres que por tener la suerte de nacer en un país pobre, sin oportunidades, padecen y mueren en estas condiciones.
Al hablar de hambre, es importante mencionar que un alto porcentaje de la población mundial vive en “pobreza absoluta” entendida ésta como “condiciones de vida que se caracterizan de tal forma por una desnutrición, analfabetismo, enfermedades, entorno miserable, alta mortalidad infantil y una baja esperanza de vida, que se encuentran por debajo de cualquier definición razonable de decencia humana”. (Singer, 1995)
En contraste existe la riqueza absoluta:
Los que son absolutamente ricos no lo son necesariamente en comparación con sus vecinos, sino que lo son teniendo en cuenta cualquier definición razonable de las necesidades humanas. Esto significa que tienen más ingresos de los que necesitan para satisfacer de forma adecuada todas las necesidades básicas de la vida. (Singer, 1995)
Sin duda, los países ricos no se interesan por remediar la pobreza en el mundo; por el contrario, su prioridad es invertir en la industria tabaquera, el alcohol y el desarrollo de armas para la intervención a otros países, amenazando la soberanía de los pueblos. El hambre estructural es consecuencia de la falta permanente de alimentos, del subdesarrollo de la economía del país, de la sobreexplotación de los recursos naturales y de un estado de guerra permanente. En este sentido, aquellos países que están en dicha situación, albergan seres humanos que no tienen la responsabilidad de haber nacido en lugares donde hay pobreza y guerra, de vivir con temor y sin tener una idea clara del futuro, amenazados siempre con la constante intervención de otras naciones a sus países con distintos intereses. Si bien algunos son para ayudar al país invadido, otros son con intereses políticos y económicos.
Aunque el desarrollo de la civilización tal y como la conocemos hoy en día, requirió de años de trabajo y conocimiento, esfuerzo para desarrollar tecnología y generar riqueza, no todos los seres humanos se han beneficiado ante esta riqueza y tecnología; por el contrario, se ha abierto un abismo en el que el rico se hizo más rico y muchos pobres se hicieron más pobres. El problema no es sólo la falta de alimentos en los países pobres, es también una baja esperanza de vida y una desnutrición a edad temprana, lo que ocasiona daño permanente psíquico y físico. El 23 por ciento de la población mundial vive en pobreza absoluta, entendida ésta como la falta de ingresos para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestido y vivienda.
Los datos muestran que el problema de la alimentación no consiste en que no hay suficiente alimento para todos, no es carencia de alimento el problema, sino la mala distribución, el hambre en el mundo existe porque las personas pobres no tienen lo suficiente para invertir en maquinaria para cultivar alimento, darle el tratamiento y cosecharlo, no poseen la riqueza para hacerlo. Y sus campos no producen, sus materias primas no tienen valor de utilidad. Además tampoco se pueden permitir comprar alimento de los granjeros en países ricos. Lo mismo sucede con la tecnología, si bien ésta trae consigo un desarrollo y productividad, los costos son muy elevados para un país pobre. Sin afectar las necesidades de los países ricos y su población, una transferencia de riqueza sería suficiente para acabar con la pobreza en el mundo.
El sistema capitalista no se basa en beneficiar a la economía local, no es su objetivo mejorar la condición de los trabajadores ni de su ecosistema, por el contrario, su objetivo es ganar más para manos del sector privado, no para los países pobres.

 

Bibliografía

-Singer, Peter, Ética práctica, 2a. ed., Cambridge, Universidad de Cambridge, 1995.
-Ricossa, Sergio, Diccionario de economía. 1st ed. México, DF, Siglo XXI, 2004.
-Echegoyen Olleta, Javier, Filosofía contemporánea, 1st ed., Madrid, Edinumen, 1997.
-Kliksberg, Bernardo, Depende: pobreza, http://aquevedo.wordpress.com/page/74/?b, último acceso: 28 de abril de 2014, 2010.
-Warrior, Países pobres y países ricos. ¿Quién explota a quién?, http://tertuliafilosoficatoledo.blogspot.mx/2008/12/paises-pobres-y-paises-ricos-quien.html?showComment=1242634740000#c3528719375611297366, último acceso: 30 de abril de 2014, 2008.
-López y Rivas, Gilberto, ¿Izquierda o izquierdas?, http://www.nodo50.org/americalibre/eventos/rivas0903.htm, último acceso: 29 de abril de 2014, 2004.

La eutanasia ¿asesinato o acto de buena fe?

Bizarría│Adrián Alejandro Senda Núñez, Preparatoria Regional de La Barca.

Bizarría│Adrián Alejandro Senda Núñez, Preparatoria Regional de La Barca.

Valeria Jocelyne Rodríguez Guzmán
Escuela Preparatoria 10
Participante del III Coloquio Filosófico del SEMS 2014 “Karl Marx”

Abstract
¿Es ético aplicar la eutanasia y bajo qué circunstancias? ¿Puede ser considerada un asesinato o es un acto de buena fe? Estas dos preguntas son las más frecuentes cuando se debate acerca de la eutanasia, un tema sin duda polémico y popular entre individuos de diferentes edades y culturas. Existen tres métodos de aplicación de la eutanasia: voluntaria, involuntaria y no voluntaria. En la actualidad, es completamente legal en tres países: Holanda, Bélgica y Luxemburgo. No debe ser confundida con el suicidio asistido (aunque no tengan demasiadas diferencias), el cual es legal en más lugares.
La eutanasia no debería ser un tema tabú, sino por el contrario, habría que discutirlo de manera más amplia para que pudiera ser mejor entendido por aquellos que están en contra de esta práctica.

Para poder hablar de la eutanasia, así como de cualquier otro tema, primero debemos estar informados acerca del origen y de los aspectos básicos del tema. Así pues, habremos de apuntar que el término “eutanasia” se compone de dos palabras griegas: eu bien y thanatos, muerte (Real Academia Española, 2001) que significan ltextualmente “buena muerte” (Kushe, 1995). Ésta tiene como meta principal, como su nombre lo indica, dar a propósito una muerte digna.
El término eutanasia se popularizó a partir del siglo XVII y se utilizó para designar diversos tipos de muerte tranquila (Universidad Nacional Autónoma de México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 101-112). Podemos encontrar tres métodos para aplicar la eutanasia: activa, cuando se provoca la muerte por medio de drogas y otros métodos letales; pasiva, consiste en la eliminación de los medios destinados a conservar la vida; e indirecta, cuando se administran calmantes con la intención principal de aliviar el dolor, aunque ello pueda anticipar la muerte del enfermo.
Se pueden adoptar tres formas de eutanasia: voluntaria, involuntaria y no voluntaria (Singer, 1980). La primera se refiere a los casos en los que el individuo en pleno uso de sus facultades mentales solicita que se dé fin a su vida. Tal es el caso de Ramón Sampedro, marino y escritor español, tetrapléjico desde los 25 años, quien desarrolló una intensa actividad de demanda judicial para poder morir y que la persona o personas que le auxiliasen no incurriesen en delito, dado que su estado lo incapacitaba para hacerlo por sí mismo. (Fundación Wikimedia, Inc., 2013)
La involuntaria engloba los casos en los que el paciente está incapacitado para comunicarse y el médico o bien, la persona con la responsabilidad del individuo, asume cuál hubiese sido su elección. Y por último, la no voluntaria, este término se utiliza para denominar los casos en los que el individuo en cuestión no es capaz de entender la elección entre la vida y la muerte, los enfermos incurables o recién nacidos con graves discapacidades, condiciones que se cumplían en los casos de Samuel Linares (News, 1989) y Camila Sánchez (Ámbito, 2012), en estado de coma desde el momento de su nacimiento hasta el momento de su muerte en 1989 y 2012, respectivamente.
La eutanasia no es una práctica reciente, se utilizaba en antiguas culturas para dar muerte a los pequeños nacidos con discapacidades, a los ancianos e incluso a los guerreros heridos durante la batalla. Esta práctica no pretende sola y fríamente matar a los pacientes, sino ahorrarles el sufrimiento (Kevorkian, 2008), ayudar a aquellos individuos que no pueden tener una vida digna ya sea por una enfermedad degenerativa, dependencia de terceros, máquinas, medicamentos, etcétera, para continuar con vida, y en los casos particulares de eutanasia no voluntaria e involuntaria cuando la persona responsable del individuo decide que el paciente en cuestión no tiene una existencia digna o inclusive que no tiene una existencia propiamente dicha.
Ayudar a morir a una persona que sufre una vida deteriorada de forma irreversible es un acto de compasión, propio de una sociedad civilizada en la que se respeta la libertad de todo ser humano, es también un acto de satisfacción cuando la persona que te lo pide, ha madurado su decisión y ha descartado cualquier otra opción. (Marín, 2006)
La elección de una muerte digna va más allá de un debate religioso, político, legal o académico, es un debate emocional y profundamente individual (Universidad Nacional Autónoma de México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 177-182), por lo que no debería ser censurada ni sometida a la ética profesional actual o a la moral de terceros, ya que al hacerlo nos enfrentaríamos con una enorme diversidad de posturas opuestas.
Por otra parte, ¿qué o quién determina la calidad de una vida?, una vida completa es aquella que resulta satisfactoria; por consiguiente sólo el individuo puede determinar si su vida vale la pena o no. Mencionemos de nuevo el caso de Ramón Sampedro, cuya decisión fue cuestionada por Luis de Moya, un sacerdote tetrapléjico igual que Sampedro, quien declaró en televisión que él discrepaba con la tesis de Ramón Sampedro, ya que él vivía de manera plena y satisfactoria a pesar de su discapacidad. En este caso, podemos ver que la dignidad estriba en no aceptar cualquier tipo de vida, sino sólo aquella que, en opinión del sujeto, vale la pena. (Mosterín, 2005)
Se objeta que pensar en dicha práctica provocaría que los médicos tuvieran un poder sobre la vida y la muerte, pero al hablar de eutanasia no hablamos de darle a los médicos el poder sobre la muerte, sino de no sancionarles porque ayudan a un paciente a morir, situación que es ahora real en varios países como Holanda y Luxemburgo, así como no se les sanciona cuando ayudan a alguien a vivir, ya sea atendiendo un parto o reanimando a un paciente. Nunca se ha oído de un caso en el que un médico sea demandado y condenado a prisión por practicar RCP o por utilizar un desfibrilador en un paciente.
Lo anterior puede ser resumido en las palabras del doctor Jack Kevorkian “si podemos ayudar a las personas a que vengan al mundo, ¿por qué no podemos ayudarlas a salir de él?”.
Otras objeciones que han sido fuertemente discutidas son las de la Iglesia y sus fieles, quienes llaman asesinos a quienes desean desconectar de las máquinas a los pacientes en coma o quienes piden la remoción de las sondas proveedoras de alimento al paciente. La prolongación de los signos vitales no es prolongación de la vida, hay que diferenciar entre vida biológica y vida humana. (Roldán Gonzaléz, 1984)
Uno de los argumentos en contra de la eutanasia más apoyados por los fieles religiosos es que la vida la da Dios y que por lo tanto sólo él puede quitarla, a lo que podemos contestar de dos maneras, la primera: ¿por qué imponerles esta teoría a aquellos que no creen en Dios o no son fieles seguidores de la religión?, no sería justo que sólo porque unos creen en Dios le impongan sus creencias a todos en general y mucho menos que este tipo de argumentos se tomasen en cuenta para legalizar la eutanasia o no, ya que se supone que el clero ya no tiene jurisdicción sobre la ley.
Y la segunda, la cual fue brevemente mencionada antes, ¿por qué se le da la autoridad al médico para ayudar a alguien a vivir pero no para facilitarle la muerte y evitarle sufrimiento a un enfermo?
Para los filósofos, el derecho a morir se presenta como uno de los derechos más elementales, derecho que está defendido por el principio de autonomía, el cual implica proteger al individuo frente a decisiones que otros puedan tomar que lo afectaran a él mismo, y al negarle el derecho a la muerte, a tener una muerte tranquila y digna, violamos el principio de autonomía del individuo. En el lenguaje del derecho, el principio de autonomía significa que el individuo tiene todo el derecho de elegir sobre su vida, al igual que sobre su muerte (el lugar, el momento y el método).
Esta situación es comparable con el derecho de la mujer al aborto cuyo lema es buen portavoz para los pacientes que solicitan la eutanasia “¿quién decide sobre mi cuerpo: el papa, el Estado o yo misma?”. Esta idea implica la autodeterminación de las personas, de base kantiana, entiende que éstas tienen la capacidad de actuar según sus propias decisiones, sólo los seres humanos tienen esta capacidad de elección y por tanto, son autónomos (Pallas, 2003) y así como se defiende el derecho del paciente a morir y establecer las condiciones de su muerte, se pide el respeto y la no sanción al médico dispuesto a apoyar al paciente a ejercer su derecho a bien morir.
Este tema es muy difícil de debatir y controversial, pero ya está puesto sobre la mesa y es probable que pasen muchos años antes que la eutanasia se legalice en nuestro país, durante los cuales será discutido y estudiado. Creo que aún con la aceptación de la eutanasia, serán necesarios los términos para su legislación, respecto a las condiciones claras para la solicitud y aplicación, que deberá tener una estricta supervisión para evitar algún abuso de cualquiera de las partes, los médicos o los pacientes que solicitan la aplicación de la eutanasia y también, que sea comprendido el objetivo principal de esta práctica: ayudar a las personas es un acto de buena fe.

 

Bibliografía

-Ámbito, Ámbito. Recuperado el 1 de mayo de 2014 en: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=640465, 2012.
-Fundación Wikimedia, Inc. ,Wikipedia, enciclopedia libre. Recuperado el 1 de mayo de 2014 en Wikipedia, enciclopedia libre: http://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_Sampedro, 2013.
-Kevorkian, J. (entrevistador), Universidad de Floria, 12 de marzo de 2008.
-Kushe, H., “Eutanasia” en Singer, P., Compendio de Éética (pp. 405-416), Madrid, Alianza Editorial,1995.
-Marín, F. (entrevistador), Encuentros digitales, elmundo.es, , 9 de mayo de 2006
-Mosterín, J., “La buena muerte”, El País, 14 de abril de 2005.
News, L. D., Google news, recuperado el 1 de mayo de 2014 en de http://news.google.com/newspapers?nid=110&dat=19890519&id=_xRQAAAAIBAJ&sjid=61UDAAAAIBAJ&pg=2946,4211475, 19 de mayo de 1989.
-Pallas, C., , Eutanasia: argumentos a favor y en contra, recuperado el 2 de mayo de 2014 en http://www.sanfelipe.edu.uy/imgs/documentos/1174_1.pdf, noviembre de 2003.
-Real Academia Española, Real Academia Española, recuperado el 1 de mayo de 2014 en Real Academia Española: http://lema.rae.es/drae/?val=eutanasia, 2001.
-Roldán Gonzaléz, J., Ética médica, 2da. ed., México, Ediciones de la Universidad La Salle,1984.
-Savater, Fernando, (S. Cechetto, entrevistador), “Quitar la vida: los seres humanos” en P. Singer, Ética práctica Gran Bretaña,Cambridge University Press, 1998.
-Universidad Nacional Autónoma de México: Instituto de Investigaciones Jurídicas. “Eutanasia” en Ortiz Quesada, F., Eutanasia: Aspectos jurídicos, filosóficos, médicos y religiosos, Mexico, D.F., Mexico, 2005.
-Universidad Nacional Autónoma de México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, “Aspectos éticos de la eutanasia” en Rivera Benítez, César, Eutanasia: aspectos jurídicos, filosóficos y religiosos (pp. 177-182), México, 2005.

El usuario como autoridad moral en las redes sociales

Unión│Ernesto Guillermo Ramírez González, Preparatoria Regional de Ciudad Guzmán

Unión│Ernesto Guillermo Ramírez González, Preparatoria Regional de Ciudad Guzmán

Oswaldo Daniel Velázquez Barajas
Escuela Preparatoria Regional de Tuxpan
Participante del III Coloquio Filosófico del SEMS 2014 “Karl Marx”

Abstract
Las redes sociales han revolucionado el mundo de la comunicación entre los individuos; son una relación virtual donde interactúan varios entes y comparten intereses. En los últimos años, han logrado posicionarse como nuevas plataformas de libre expresión; sin embargo, se han visto envueltas en problemas diversos, como la falta de identificación de una autoridad moral, puesto que en estas comunidades, al no ser censurada la libertad de expresión, se han presentado contrastes entre diversas ideologías.
Por ejemplo, lo que a un individuo le puede parecer bueno a otro puede resultarle malo. No obstante, el sentido de lo bueno y lo malo lo determina el individuo de acuerdo con su moral. El buen uso de las redes sociales depende del individuo y la responsabilidad moral que tiene frente a estas tendencias, puesto que no se le obligó a usar internet sino que éste es utilizado libremente por el propio individuo.

En la actualidad se habla mucho de las redes sociales, de ese nuevo mundo que usan los jóvenes del siglo XXI para hacer amigos, de la falta de moral que éstos tienen cuando se expresan a través de estas plataformas. Sin embargo, cabría preguntarse: ¿Qué son las redes sociales?, ¿qué es responsabilidad moral?, ¿cuáles son los alcances de esta responsabilidad?, ¿existe una autoridad moral en las redes sociales?
El presente ensayo tiene como principal objetivo esclarecer las interrogantes antes mencionadas y plantear una posible respuesta bajo la premisa que la única autoridad moral que regula las redes sociales es el propio individuo, que hace uso de estas comunidades virtuales y por lo tanto, él mismo establece los límites de su responsabilidad moral.
Durante estos años transcurridos del siglo XXI, se ha suscitado un cambio radical para la sociedad: el uso de internet ha modificado las relaciones entre los individuos. Ya no es una comunicación presencial la que impera sino que, en un porcentaje muy alto, se trasladó al campo virtual a través de un monitor y un perfil de usuario en Facebook, por mencionar una de estas redes.
Las relaciones sociales mudaron a comunidades virtuales, donde un ente puede buscar amigos, reencontrase con familiares o simplemente buscar con quién conversar. A las redes sociales se les denomina como “plataformas de internet que agrupan a personas que se relacionan entre sí y comparten información e intereses comunes”. (Morduchowicz, p.3, 2010)
Esta nueva forma de crear vínculos tiene múltiples ventajas, pues aunque dos individuos estén a gran distancia esto no representa un obstáculo de comunicación porque a través de las redes sociales, se pueden comunicar y establecer un vínculo más cercano.
Cabe mencionar que las redes sociales han ampliado sus horizontes, porque ahora no sólo sirven como un medio de comunicación entre usuarios iguales sino que también pueden compartir sus gustos, fotografías, crear grupos con un denominador común, compartir su estado de ánimo, crear propaganda por medio de fan pages, donde pueden dar a conocer o vender productos y servicios, etcétera. Las actividades que estas comunidades virtuales ofrecen son muy diversas, esto logra que los individuos se interesen cada vez más por ellas.
Otra de las múltiples ventajas que tienen las redes sociales, es que permite al individuo expresarse en toda la extensión de la palabra, sin que sus comentarios sean censurados. Oportunidad que ha provocado una serie de conflictos, pues al ser un espacio de libre expresión el usuario hace de este medio un canal a través del cual publica autónomamente sus ideas. Al poseer esa libertad de expresión, algunos individuos tachan sus comentarios como inmorales.
Así mismo, las redes sociales tienen sus términos y condiciones que detectan cuando alguna publicación no es conveniente para los usuarios. Y aquí nos topamos con el tema a debatir: ¿En qué momento se percata la red social de que algo es bueno o malo para sus usuarios? ¿Quién regular el problema cuando se trata de algo malo?
Al respecto han surgido una serie de debates, pues los contenidos que por estas plataformas circulan a unos individuos pueden parecerles buenos, pero para otros resultan malos. Y es aquí donde se descubre que hay un gran encuentro entre diversas opiniones y culturas, pues las redes sociales son medios de comunicación utilizados en todo el mundo. Cuando un usuario desea pertenecer a una red social, se percata que no sólo existe la visión de vida que él contempla, sino que hay diversidad de pensamientos, de formas de ver la vida y de ideologías.
Las redes sociales se han encontrado con un término muy grande: la moral. De ésta depende el “buen uso” que le dé el individuo a la comunidad virtual y que a la vez sea bien visto por la misma. Según Fernando Savater la moral “es el conjunto de normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean, solemos aceptar como válidas”. (Savater, pp. 20-21, 1991)
Retomando la idea de Savater, cuando un individuo entra a una red social, por lógica va crear una cuenta de acuerdo con su ideología, sus gustos y por ende, va a buscar a usuarios que compartan intereses similares a los que él posee. Entonces, la mayoría de las veces se encontrará con cosas “buenas” y muy pocas se enfrentará con cosas malas, y si llegase a pasar, será muy mínimo el problema.
En el caso que un usuario detecte que cierta publicación es inmoral, es decir, que está fuera de su ideología, puede hacer uso de las herramientas que las plataformas le ofrecen y denunciar dicha publicación. Cuando la plataforma en cuestión detecta que no sólo es un usuario quien denuncia la publicación, sino que muchos han procedido a denunciarla, tomará las medidas necesarias para solucionar la falta.
Ahora bien, la moral es diversa, cada sociedad estructura sus principios y se rige por normas que para ella cree convenientes, así también cada individuo tendrá su concepción de lo bueno o malo según sus ideas, éstas las podemos clasificar, como lo comenta Lichtenberg en sus aforismos, bajo cuatro principios de la moral:
1) El filosófico: haz el bien por el bien mismo, por respeto a la ley.
2) El religioso: hazlo porque es la voluntad de Dios, por amor a Dios.
3) El humano: hazlo porque tu bienestar lo requiere, por amor propio.
4) El político: hazlo porque lo requiere la prosperidad de la sociedad de la que formas parte, por amor a la sociedad y por consideración a ti. (Savater, p.46, 1991)
Por lo tanto, no podemos decir que lo que producen las redes sociales sea bueno o malo, eso dependerá de cada individuo. Él mismo hará buen uso de las comunidades virtuales cuando lo haga con responsabilidad moral. Recordemos lo que nos dice Wallace:
“Internet no es una tecnología que nos haya sido impuesta y ante la cual sólo podamos reaccionar de dos maneras: aceptarla tal cual es o evitarla por completo. De hecho, tenemos más poder para influir en este entorno que el que nunca hemos llegado a tener para influir en la televisión o en el teléfono, porque somos al mismo tiempo sus creadores, sus productores y sus usuarios”. (Wallace, 2001)
Por ende, cuando un usuario en la comunidad virtual se encuentra con un comentario o contenido multimedia que para él resulta inapropiado, no es responsabilidad de la plataforma sino del usuario mismo, porque no se ha percatado que él es la autoridad moral dentro de este mundo y por tanto, él es quien pone los límites. Es decir, si a él no le parecen oportunas cierto tipo de publicaciones y cree que no van con sus ideas, tiene todo el derecho y la libertad de denunciar o eliminar de su perfil a quien está publicando dicho contenido. El mismo usuario pone sus límites.
Cuando la situación se presenta al revés, por ejemplo, que el usuario esté violando las normas que rigen a la red social, produciendo comentarios o contenido multimedia que no están de acuerdo con los principios de esa comunidad, se atendrá a las consecuencias que le produzcan sus actos y su comportamiento se convertirá en falta de responsabilidad moral. Por lo tanto, una responsabilidad moral es la capacidad que tiene el individuo de responder por sus actos y esta capacidad podrá ser identifica por una conciencia moral, que la podemos definir como “la capacidad de dictaminar si un hecho fue bueno o malo, dependiendo de la ideología que ejerza el sujeto”.
Cada persona tiene su propia ideología, su propia visión de las cosas, posee cultura y creencias religiosas diferentes, cada individuo tiene un entorno particular que lo hace único y libre de ser.
Es así como llegamos a la deducción de que somos individuos diferentes y que por ello, no podemos pensar igual que los demás. Cada uno realiza actos morales diferentes, porque van de acuerdo con su idiosincrasia, no se pueden juzgar como buenos o malos los actos de los demás, lo que sí se puede es concientizar en que actuaron por un motivo específico y por cierta carencia que necesitaban cubrir.
Cada individuo es libre de ser y pensar, y actúa según sus principios morales. En el momento de hacer uso de las redes sociales actúa de acuerdo con esos principios ya sean buenos o malos. De él depende que se respete su identidad en las comunidades virtuales, pues sólo él es quien decide o no crear un perfil de usuario en las redes, él sabe hasta qué punto cubre su nivel de privacidad, pues las redes sociales tienen un código de privacidad en el que dan oportunidad al usuario de configurar su cuenta y decidir los límites de su público; estos códigos de privacidad van desde el público en general hasta restringir el acceso y sólo compartir información con ciertas personas. El usuario sabe con quién comparte sus intereses y sólo él establece sus límites, por lo tanto, su responsabilidad moral dependerá de qué tan libre quiera ser.
Las redes sociales son un espacio para compartir y expresar lo que un individuo piensa, siente, desea, y la única autoridad moral que regula estas plataformas es el propio usuario; de él depende hacer un buen uso de estas comunidades virtuales sin caer en el abuso y siempre tomando en cuenta la moral de los individuos con quienes interactúa, pues ésta es la que rige su vida, si resulta buena o mala depende de la concepción de las cosas.

Bibliografía
-Alarcón O., D., D.G. & A.F. , Revista Científica Ciencias Humanas, Las redes sociales entre las TICS y la decadencia moral, Orbis, Vol. 9, núm. 25, mayo-agosto 2013.
-ETICES, Boletín trimestral de Bioética, Ética en las redes sociales. Vol. 2, núm. 4, octubre-diciembre, 2010.
-Savater, Fernando, Ética para Amador, Barcelona, España, Ariel, 1991.
-Morduchowicz, Roxana, et al., Los adolescentes y las redes sociales, Argentina, Ministerio de educación, 2010.
-Wallace, P., La psicología de internet, Barcelona, España, Ediciones Paidós Ibérica, 2001.

Religión como constituva del ser humano

Evelyn Fabiola Solano Hernández
Preparatoria Regional de Ciudad Guzmán
Participante del III Coloquio Filosófico del SEMS 2014 “Karl Marx”

Abstract
La religión es una constitutiva del ser humano, se encuentra presente en la vida de muchas personas, desde su nacimiento hasta su muerte. A la mayoría de nosotros, desde pequeños, nos la han inculcado y dicho lo que está bien o mal visto y hecho desde la perspectiva religiosa, nos crearon una moral totalmente religiosa que muchas veces deja de lado la ética personal.
Los pensamientos religiosos que nos inculcan obstruyen nuestra elevación, es decir, nuestro progreso como seres que somos, he aquí presentes la decadencia y desnaturalización del hombre. Hablamos del pecado como un factor que nos convierte en malas personas cuando en realidad no es así, el pecado es a lo que Nietzsche se refiere como “imaginario”, pues es un término que se le adjudica a la religión, la que nos dicta que es inaceptable y que debemos evitar cometerlo para, después de la muerte, poder ir al “cielo”.

Cruz│Diego Guadalupe Pérez Vallejo

Cruz│Diego Guadalupe Pérez Vallejo

“La mentira más común es aquella
con la que un hombre se engaña a sí mismo.
Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”.
Friedrich Nietzsche

En el presente ensayo me dedicaré a mostrar algunos puntos de los que Friedrich Nietzsche habla en su libro El Anticristo, pues los temas que ahí se tratan son relevantes para la vida humana. Principalmente hablaré sobre la religión que constituye al ser humano, cómo es que ésta nos desnaturaliza y obstruye el progreso de la humanidad. También mencionaré algunas de las estrategias que utiliza el cristianismo para mantener cierto control sobre sus feligreses, tal es el caso de los pecados. Nietzsche califica al cristiano como “el animal enfermo del hombre”, ya que los cristianos han idealizado su propia existencia en un ser desconocido y han basado sus ideales en una doctrina que no se sustenta en la realidad; el filósofo alemán condena también al cristianismo como un factor de decadencia del hombre.
Ahora dirijamos nuestra atención hacia las grandes civilizaciones del pasado, incluyendo a aquellas existentes antes de Cristo. Podemos notar que desde tiempos muy remotos, incluso antes de la concepción de Jesús de Nazaret, han existido las religiones como constitutivas del ser humano y todas ellas presentan una particularidad en común: la existencia de un ser superior, es decir, la idea de Dios.
Muchos de los planteamientos mencionados en El Anticristo son bastante acertados, el autor nos presenta al cristianismo como una religión que desnaturaliza por completo al ser humano. Ejemplo de ello tenemos la práctica sexual antes de contraer matrimonio que desde el cristianismo es vista como un pecado, sin embargo, según Abraham Maslow, la práctica sexual es una de nuestras necesidades fisiológicas. Nietzsche apunta que el cristianismo nos hace sentir como pecadores, sin embargo, al llevar a cabo la práctica sexual no hacemos nada malo.
Otro ejemplo lo encontramos en la ruina de Pascal, quien creía que su razón se encontraba corrompida por la culpa del pecado original, cuando en realidad era que su razón se había perdido justamente por el cristianismo que practicaba.
Nietzsche se refiere al cristianismo como una religión que no tiene ningún contacto con la realidad. Ve al pecado como un efecto totalmente imaginario, así como la redención, la gracia, el castigo y el perdón de los pecados. De igual manera observa a causas que también considera imaginarias como Dios, el alma y el espíritu. Según este filósofo, el cristianismo es una religión que sólo es practicada por los débiles, todas aquellas capas inferiores de la sociedad que luchan contra el pecado y se refuerzan continuamente mediante la oración. Pretendo hacer una pausa en una idea de Nietzsche: cuando nos dice que el cristianismo desnaturaliza al ser humano, pues en mi opinión tiene basta razón.
El cristianismo y sus representantes (como afirma Nietzsche), han sido de gran importancia para sus seguidores, pues participan en todos los ámbitos de su vida, desde el principio hasta el final de sus días. A quienes hemos crecido bajo los preceptos del cristianismo, toda nuestra vida nos inculcaron que debemos alejarnos del pecado para poder aspirar a una vida celestial después de morir. A los representantes de la Iglesia cristiana, los consideramos superiores a nosotros, hacemos exactamente lo que nos dicen: vivir con miedo a ser tentados y caer en el pecado como ellos lo suponen.
Si dejáramos al cristianismo a un lado nos convertiríamos en el “Superhombre”, término que es utilizado por Friedrich Nietzsche en otro de sus libros más famosos Así habló Zaratustra, en el que comparte un mensaje distinto al que pretende en El Anticristo, aunque hasta cierto punto sí se relacionan el uno con el otro. En este último libro, Nietzsche pretende “devolver al hombre el sentido de la tierra, exaltar la vida en la plenitud de sus manifestaciones y prevenirnos contra los que denigran la vida y desprecian el cuerpo poniendo sus esperanzas en una vida ultra terrena”. Aquí Nietzsche menciona la muerte de Dios y la llegada del Superhombre. Nos dice que ha llegado el momento en que el hombre tome el control de su vida, que trace sus metas. Friedrich Nietzsche tiene razón, el hombre alcanzaría un nivel superior si dejara de profesar el cristianismo, haciéndose cargo él mismo de sus acciones y de su vida. Dejar de pedirle a un Dios ayuda, dejar de responsabilizar a un ser superior de todo lo que le acontece. Tomar las riendas de nuestra vida y el control de nosotros mismos para llegar así a una satisfacción y plenitud humana, para al fin ser “Superhombres”.
Si bien es cierto que la humanidad ha evolucionado en todos los aspectos, Nietzsche menciona que evolucionar hacia un porvenir no quiere decir que haya una elevación o un progreso. No obstante, siempre se dan excepciones de personas que sí progresan, “son los casos que revelan un tipo superior que, de hecho, se presenta a sí mismo, de manera simple y natural, como una especie de Superhombre”.

El origen│Abraham Ulises Silvestre Dueñas

El origen│Abraham Ulises Silvestre Dueñas

Por lo tanto, al apartar la religión de nuestra vida alcanzaremos un humanismo excepcional, nos desenvolveremos por completo y dejaremos de estar temerosos respecto al pecado. Y no estoy diciendo que nos convirtamos en ateos, ya que sería algo extremista, Nietzsche tampoco planteaba el ateísmo. Simplemente se trata de abrir los ojos ante la sociedad y la religión. Pues la religión es una obstrucción para el proceso. Quizás si los seguidores del cristianismo dejaran de practicarlo se convertirían en verdaderos humanos, dejarían de preocuparse por no caer en el pecado y la tentación, se preocuparían más por ser humanos, se desenvolverían por completo para tener una vida más plena, sin reglas, sin pecados. Serían éticos y dejarían de ser religiosamente morales. Tendrían una plenitud en su ser, los podríamos llamar al fin: humanos. Preocupémonos por ser humanos y no por no caer en el pecado, seamos éticos y dediquémonos a vivir de una manera plena.

 

Bibliografía

-Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, México, D.F., Grupo Editorial Tomo, 2014.
-Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra, España, Edimat Libros, 2014.
-Lario Ladrón, Santiago, El Anticristo y el amor a la vida, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/lario35.pdf, 2014.

Imaginar el cuento

Los invito a imaginar el cuento, no como un género o una lista de características sino pensarlo como una persona o como una criatura. Si le damos cuerpo, forma, materia ¿qué personaje sería entonces?
Según Edgar Allan Poe, el cuento sería un sujeto brillante y calculador, capaz de encontrar las pistas de un asesinato perfecto y de hablar con un cuervo. Para Antón Chéjov es un batallón, implacable pero humanitario, tan preciso como un francotirador ruso. Para Julio Cortázar es un boxeador. Ligero, de mirada precisa, que gana con certero golpe en el último round. Para Jorge Luis Borges es un inmortal, una biblioteca infinita, un Aleph. Para Italo Calvino es un ser fantástico, rápido, capaz de volar.
Para Roberto Bolaño es un fantasma en los desiertos de Sonora o un muchacho derrotado que camina sonriente hacia el abismo. Para Augusto Monterroso es un dinosaurio. Para Raymond Carver es un sujeto frente a una botella. Para Charles Bukowski el mismo sujeto en la décima botella. Para Rubem Fonseca es un balazo. Para Juan Rulfo un espectro que habita algún pueblo olvidado.
Para Juan José Arreola un prodigioso miligramo. Para Alberto Chimal es un viajero del tiempo. Para José Luis Zárate un enmascarado o un súper poder. Para Luis Martín Ulloa es un niño sentado en una silla. Podemos hablar de tantas encarnaciones como narradores ha habido. El cuento se reinventa.
En los textos de esta sección el lector encontrará que el cuento es un canario que busca la libertad, una piloto en caída vertiginosa hacia el océano, un hombre que cae desde un campanario.
También se encarna en un sujeto que busca una huidiza compañía, uno que pide un deseo, uno que despierta ante los ruidos de un intruso en su casa. Incluso nos encontramos con seres que demuestran el drama terrible de la existencia humana: un joven que pierde a su abuelo, una niña que viaja sobre “La Bestia”, una hija atormentada en su habitación.
A través de los textos de estos jóvenes narradores podemos ser testigos de que el cuento sigue revitalizándose, cambiando, evolucionando. El cuento nos mira sonriente y nos imagina.

Cástulo Aceves*

*Narrador. Primer lugar del Concurso Estatal «Adalberto Navarro Sánchez» 2004, en narrativa. Sus textos se encuentran en publicaciones impresas y revistas electrónicas, y en las antologías Figuración de instantes, Mar nuestro de cada día y Tramas y líneas. Muestra de narrativa de Guadalajara.

Después del abuelo

Mondschein│Aimee Guadalupe Senda Núñez, Preparatoria Regional de La Barca.

Mondschein│Aimee Guadalupe Senda Núñez, Preparatoria Regional de La Barca.

El día que el abuelo murió fue uno como cualquiera. Al amanecer se sentía un leve frío porque así debe ser durante los primeros días del otoño. Mi madre entró a mi cuarto y me pidió que me sentara para platicar, porque así debe ser cuando te dan una mala noticia. Me dijo que el abuelo había fallecido durante la noche, porque así debe ser con las personas que padecen cáncer pulmonar.
–¿Te sientes bien? –preguntó al ver que mi expresión era tranquila.
–Sí, estoy bien –contesté sin inmutarme–. ¿Cómo está papá?
–Está tomándolo con calma, estuvo allí con él un momento antes que pasara. Si quieres puedo sacar un permiso para que faltes a la escuela hoy.
–No… no gracias. Tengo exámenes y no quiero que se me acumulen.
Ese día, para que no me fuera en autobús a la preparatoria mi madre decidió llevarme, supongo que como un acto de condescendencia porque toda la gente se comporta más amable cuando alguien muere. Es como si temieran que al actuar como de costumbre, alguien más fuera a morir y tuvieran que repetir todo el proceso. Pero estaba bien, supongo que todo era parte del momento.
A decir verdad soy nuevo en esto de andar de luto. Nadie más en mi familia cercana había muerto desde hacía siete años, cuando falleció una tía con la que solía pasar las tardes mientras mis padres trabajaban. Tenía como ocho años en ese momento, así que no recuerdo nada claramente, no recuerdo haberla velado o haber ido a su entierro. Sólo recuerdo sujetar la mano del abuelo en la iglesia durante la misa de cuerpo presente.
Ese día saqué cien en los dos exámenes que nos aplicaron en la escuela. Al regresar a mi casa treinta minutos antes de lo normal, decidí tumbarme en la cama, escuchar música y tratar de leer un rato. Elegir qué leer fue algo difícil, sobre todo porque en mi librero el libro más grande y notorio es una edición de lujo de El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, que mi abuelo me regaló dos años atrás, cuando me estaba enseñando a conducir. Pude manejar decentemente por veinte minutos, lo cual era un récord para mí. Así que decidió llevarme a la librería, a pesar que no me gustaba leer, y comprarme un libro que no me interesaba. En ese momento pensé que era el peor premio y decidí que para la próxima lección, manejaría mejor y por más tiempo.
–¿De qué trata el libro? –pregunté intentado simular interés.
–Trata sobre un tipo que tiene está obsesionado por una mujer adinerada que perdió hace años. Así que decide hacerse rico, buscarla y comprar una mansión cerca de la de ella para ofrecer estrafalarias fiestas con la esperanza que algún día ella, que ahora está casada, lo visite.
–Suena mucho esfuerzo para recuperar a alguien, si yo fuera él, buscaría a otra. Es más fácil y gastaría mis millones en otras cosas.
–Pero así debía ser, de lo contrario no habría libro.
–¿No conoces otra repuesta a mis preguntas además de “porque así debe ser”?, porque es lo que siempre me dices –le dije un poco desesperado.
–A veces ésa es la mejor respuesta a las cosas, algunas sólo deben ser de cierta forma. No conoces la razón, pero sabes que así deben ser. ¿Te digo un secreto? Serás más feliz cuando aceptes algunos hechos y dejes de buscar el porqué de las cosas.
–Tal vez… –respondí dejando el resto de la frase esfumarse en el aire.
–Lee el libro y quizá te dé otro premio si la siguiente vez manejas mejor.
Me dejó en mi casa y al abrir el libro cayó al piso un billete de 200 pesos que nunca gasté porque era nuevo. Decidí utilizarlo como separador para el libro que terminé leyendo en mis momentos de aburrimiento y que luego acabó por gustarme, aunque a treinta páginas de terminarlo lo perdí por unos días y al encontrarlo no continué su lectura porque ya leía otro. Desde entonces no recordaba que lo había dejado inconcluso, muchas veces las cosas brillan por la ausencia de una de sus partes. En el caso del libro, me faltó discutir el final con el abuelo.
Más tarde, antes de la cremación del cuerpo, me preguntaron si quería decir algunas palabras para el abuelo. No tenía nada, no sentía nada, no sabía si estaba triste porque lo perdí o enojado conmigo mismo por no sentir nada, por no estar llorando como la abuela o deprimido como las decenas, si no es que más, de personas que estaban presentes. Me enojé conmigo por estar bien. Tan jodidamente bien como para lograr concentrarme y sacar cien en dos exámenes en un mismo día, a pesar que una de las personas más cercanas a mí acababa de morir y estaba a punto de volverse un montón de cenizas. Me limité a decir que no sentía que tuviera algo que comentar, nadie me forzó a decir más.
El abuelo comenzó a fumar después que le diagnosticaron cáncer. Soy el único que sabía que lo hacía y hasta en dónde. Decía que iba a caminar al parque que queda a tres cuadras de su casa, se adentraba entre los árboles hasta llegar a un claro donde hay una banca de madera esculpida sobre un árbol que se desplomó hace algunos años. Allí metía su mano en un hueco que está detrás del respaldo y encontraba su cajetilla escondida. Lo descubrí un día que volvía a casa después de pasar el día entero en el parque, decidí acortar distancia pasando por el claro y ahí lo vi, sentado plácidamente con la vista al vacío dando dos o tres caladas para después toser. Él se dio cuenta que lo observaba y me invitó a sentarme con él.
–No se lo dirás a nadie ¿verdad?
–¿Yo?… no lo sé. No te entiendo.
–Es fácil, tengo miedo de algún día estar conectado a una máquina que me mantenga respirando hasta que finalmente mis pulmones decidan detenerse y morir, lo he visto antes. Es simple. ¿Quieres un cigarro?
Después de oír eso me levanté, esforzándome por contener el enojo y me fui. Nunca le conté a nadie, creo que porque yo tampoco estaba listo para verlo en el estado que me había descrito. Decidí no contarle a nadie y dejarlo seguir fumando el poco tiempo que le quedaba hasta que sus malditos pulmones ya no pudieran respirar. Sólo lo dejé pasar.
Han pasado tres días desde la cremación del cuerpo del abuelo y no puedo dejar de pensar en ello. Todos los días es lo mismo: levantarme y ver mi librero que me recuerda que él me incitó a comenzar a leer, luego salir de casa a esperar el autobús, pues mi madre decidió que ya puedo volver a tomarlo porque sobrellevé la situación con “mucha calma”. Después pasar por su casa y recordarlo. Llegar a la escuela, salir y dirigirme a mi casa. Tal vez salir en la tarde a distraerme, aunque no lo logre, y volver en la noche a hacer tareas y dormir.
Cuando era pequeño, el abuelo me llevaba al parque a pasear cada sábado. Me recogía a las seis de la tarde y me subía en su Jeep blanco. Llegábamos y nos sentábamos en el parque a platicar. Un día me dijo que debía ir a jugar con los demás niños.
–No quiero.
–Pero vas a ir a hacerlo, ¿sabes por qué?
–No.
Me miró fijamente y me dio la respuesta que siempre me daba, la que desde pequeño era la mejor explicación a todas las cosas. Fui, jugué y conocí a quienes hoy son mis amigos, a quienes irónicamente no puedo ver porque me recuerdan a él, al abuelo del que no tuve la oportunidad de despedirme antes que sus pulmones dejaran de funcionar.
Al día siguiente decidí terminar El gran Gatsby y supe que Gatsby murió, como el abuelo, y nadie fue a su funeral. Al terminar el libro esperaba sentir un vacío. No pasó, pues en ese momento sentí como si tuviera un grito menos en el estómago, un grito que salió al acabar el libro y devolverlo al librero.
Luego decidí ir al parque, buscar el claro donde se sentaba el abuelo y meter la mano en el hueco en el que él lo hacía para encontrar una cajetilla con tres cigarros y un encendedor. Nunca antes había fumado y así desperdicié el primer cigarro, aprendiendo a no tragar el humo. Pensé en dejar los otros dos pero no lo hice, porque así debía ser. Al terminar me fui a casa y guardé la cajetilla vacía jurándome no volver a fumar.
Antes pasé a la casa de mi abuela. Me abrazó, hizo que pasara y me sentara en la silla de mi abuelo para platicar. Le conté de la tarde que lo vi fumar en el claro del parque y lo que él me había dicho. En ese momento, por primera vez, sentí que lo había perdido. Resultó que ella también lo sabía, después me abrazó y lloró, los dos lo habíamos dejado ir.
Al día siguiente me levanté pensado en el abuelo, pero no en cómo lo dejé ir ni en cómo no platiqué del libro con él. Tampoco lo vi cuando pasé por el parque ni cuando me reuní con los amigos que él me ayudó a hacer y por último, no lo vi en mi librero reflejado en ese gran libro azul. Sólo lo contemplé en la foto que tenía con él en mi buró y al verla me sentí bien. Porque así debía ser.

Jesús Corona Vargas
Preparatoria Regional de Casimiro Castillo

Paredes

Inside of me│Miguel Ángel Díaz Martínez, Preparatoria Regional de El Salto

Inside of me│Miguel Ángel Díaz Martínez, Preparatoria Regional de El Salto

Una luz entraba a través de la pared lechosa llena de fluidos pegajosos, poco a poco el calor llegaba a mi piel arrugada y tierna. Sentí necesidad de retorcerme como lombriz dentro del pequeño lugar de paredes blancas sin ángulos en el que estaba.
Empecé a picotear la pared, mas con este intento no lograba siquiera atravesar la primera capa, retorcí la cabeza y con más fuerza en el pico finalmente pude agrietarla. Impulsé todo mi cuerpo hacia afuera para salir, hasta que un boquete se dibujó en las infinitas paredes blancas. Apenas podía asomar mi pico y arrancaba con debilidad la pared trozo a trozo, caían lentamente. Cuando mi cuello rondaba fuera de las grietas y mi cabeza temblorosa volteaba a todas partes, divisé sólo dos espectros.
Los próximos días después que salí de esas paredes casi irrompibles, estuve moviéndome de un lado a otro entre pedazos blancos y fluidos ajenos a los míos, entre plumas y paja que parecían basura, mierda rodeándome por todos lados. Apestaba.
Un día por fin pude desplegar mis pesados párpados y supe que aquellas dos sombras que en un principio vi, eran mis padres. Permanecían como dos soles postrados en un palo de madera que iba de orilla a orilla de la estructura en que estábamos y que permanecía detenido por unos barrotes blancos. Yo quería salir de esa revuelta cama, porque ya comenzaba a ver mis plumas al cumplir mi primer mes. Amarillo como mis padres, sentía mis enormes alas llenas de plumas. Me consideraba tan ajeno a lo que mis padres eran. Ellos siempre estaban ahí, momificados o de vez en cuando saltando de un palo a otro. Algunas veces los encontraba en un pequeño rincón comiendo y bebiendo, taciturnos y postrados, luego se desplazaban a cualquier otra esquina que formaban los barrotes silenciosos. Nunca los vi mover sus alas, en cambio yo sentía ganas de salir, volar y cantarle a los jilgueros que se escuchaban fuera de esta jaula de tedio.
De vez en cuando una mano bienaventurada nos daba más comida y limpiaba esta pocilga llena de mierda, soledad y recuerdos. Cepillaba el piso tapizado de melancolía costrosa y nosotros nos encomendábamos a esa mano para tener seguro el mañana. Así pasaron los meses y aquellos soles que eran mis padres, se fueron extinguiendo. Apenas eran unas pequeñas estrellas o unas luciérnagas en constante parpadeo.
Una noche silenciosa, canté tan fuerte y con tal estruendo que mis padres despertaron asustados. La mano bienaventurada alzó la manta que cubría la jaula e hizo la luz. Me sentí como un pecador por haber cantado con libertad, comencé a volar en el pequeño espacio, haciendo tanto ajetreo que los ojos de mis padres se clavaron en mí con tal rudeza que me juzgaron de loco.
Y efectivamente, me parecía estar en un manicomio más que en una prisión de canarios. La luz que llegaba, se asomaba por los cristales del techo y se reflejaba aún más en las paredes blancas, la mano nos dejaba nuestra ración de alimento en un recipiente azul. Estábamos divididos dos canarios por jaula, por edad, estatura, color y plumaje, y a su vez cada jaula estaba dividida en dos. Nos estudiaban.
Después cantaba para mis adentros y volaba con la imaginación, pues había sido acusado por mi compañía y la mano vanagloriada. Con el miedo entre las alas, el hambre y la cabeza hecha cuerda con nudos repetidos, en un descuido en el que la mano dejó abierta la puerta, desconocida para mí, salí huyendo extendiendo mis alas tan largas que me despabilé del miedo. Donde yo vivía apenas era un rincón comparado con las paredes exteriores de este lugar, volé por los pasillos y entre una habitación y otra, hasta que no encontré techo que me detuviera, seguí con rapidez vivaz para sentir el gran esplendor azul con blanco que divisaba.
Conocí por fin el cielo, el aire ahogando mi cara y el verdadero sol calentando mis plumas. Volé hacia una aventura insólita, en las lejanas costas conocí el mar tan brillante y hondo que un abismo le quedaba corto. Vagué por los mares del Mediterráneo, conocí en las Islas Canarias primos de todos los colores, descubrí que no fue por nosotros el honor del nombre. Me quedé un buen tiempo en la isla más pequeña y visitaba de vez en cuando las otras en busca de alimento. Crucé montañas lejanas, cerros y volcanes, cayos perdidos en el mar, con la arena cubierta de motas verdes. Hice casa en andenes desconocidos, me adentré en arrecifes, cielos negros y sombríos. Viví en libertad, aleteando y cantando a mis anchas. Pronto advertí en mí un envejecimiento solitario, así que decidí regresar para buscar una compañía cálida. Y pasé de nuevo por todos los lugares en los que había estado. Llegué y todo era tan normal, siempre con ese estupor incandescente en el cielo y el viento quedito pegándole a la flora. Descubrí en el gran patio de una casa grandes cantares como los míos, así que me acerqué para instalarme como los otros.

Colibríes│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Colibríes│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Cuando por fin sentí estar adentro, me estrellé contra un muro transparente con marcos de madera desgastada. Allí estaba de nuevo la mano bienaventurada, arrestándome y colocándome en una nueva celda en los grandes pabellones del patio lleno de jaulas. Si un canario revoloteaba sus alas o intentaba volar dentro del pequeño cubículo, que era un suicidio hacerlo, la mano lo sacaba y ya no volvía más. En la tarde, cuando el sol arreciaba, abrían los cristales por el techo y se hacían rendijas para que no aumentara el calor. Entonces, la mano quería que todos nosotros cantáramos para ella y cuando se retiraba teníamos que callar o desaparecíamos. Qué dios era aquel que nos cuidaba y nos mataba, y al que mis padres y yo nos encomendábamos; sin embargo, nos daba de beber y comer a la hora adecuada. Mis plumas ya estaban desgastadas, confundía el cielo con el infierno gracias a la paranoia, comía menos de lo habitual y cantaba a duras penas cuando la mano aparecía. Desde mi jaula agredía a los otros canarios y pasaba la mayor parte del día dormido para apaciguar el huracán de ideas que por la noche me atormentaban. Empecé a hacer todo por inercia, comer de lo poco, ver de lo mucho, escuchar de la nada y volar a escondidas cuando todos dormíamos.
Otro día como cualquiera me sentí libre y también otros, los míos. Como parvada teníamos la manía de ir de nuevo a vivir las mejores fiestas como cuando éramos jóvenes, cantar y volar a nuestra gana, pero ya no era posible tal libertad, porque la vida ya nos había desgastado. Ahora sólo quedaba regresar. Allí descubrí junto con los otros, que en efecto, un dios me había dejado libre desde el principio. Allí estaba yo, con mi cabeza clueca empollando mi cuerpo sobre el nido viejo.
El horizonte con sus nubes formando un descomunal paraíso afrodisíaco, flores de todos los colores adornando las copas de los árboles, el viento y la brisa de una lluvia que se esfumaba antes de llegar a tierra. A esa altura sólo nosotros los canarios estábamos libres de grandeza y nos olvidábamos del dios que nos daba la mano, de la prisión en la que vivimos siempre, en el infierno imaginario, donde pocas veces sufríamos de penurias. Teníamos una imaginación tan grande que pensé llegar a vivir en soledad y la melancolía hacía sus costras en el suelo, y la locura estaba ligada a la inteligencia de una forma inocua.
Y cuando parpadeé unos segundos, estaba yo de nuevo peleando contra aquellas paredes lechosas.

Jovany Escareño Dávalos
Preparatoria 12

Sin Regreso

Eran las siete de la mañana del 23 de febrero de 1924 y a la luz de los primeros rayos del sol, me encontraba en un prado completamente sola. Eché un vistazo y entre la vastedad del bosque, no vi más que verde y más verde. El avión estaba hecho pedazos, por suerte yo seguía entera.
Aquel fue el peor de mis vuelos. Una tormenta inesperada me envolvió, me cegó completamente y navegué por los cielos sin certeza por alrededor de dos horas. Cuando se veía llegar el fin, un rayo alcanzó una de las alas de mi nave y la encendió en llamas. Y no recuerdo más.

Nostalgia│Aranxa Carolina Aguilar Mendoza, Preparatoria 14.

Nostalgia│Aranxa Carolina Aguilar Mendoza, Preparatoria 14.

No lograba incorporarme, estaba tendida en medio de la nada. Aquellas nubes rasgadas eran imposibles de admirarse en la bulliciosa ciudad en la que vivía; el cielo lucía limpio, transparente y eterno. Sin embargo, era necesario dar un vistazo alrededor de mí, ver qué tan lejos de la civilización había caído e integrarme lo más pronto posible. Semanas atrás había prometido a mi hijo Elías y a su agonizante tortuga, que les llevaría cien fotografías de los atardeceres que contemplara en cada uno de mis vuelos, el de este desafortunado día iba a ser la fotografía noventa y siete. No podía hacer menos por mi hijo, la ausencia de su padre no tardaría en hacerse evidente y de alguna manera tenía que distraer su mente antes de anunciarle la fatal noticia de que su padre había muerto por defender a su país.
Poco a poco fui consciente de mi cuerpo, me dolía un poco la muñeca en la que tenía enredada una pañoleta roja que cubría mi pulgar fracturado. Llevaba puesta mi chaqueta de cuero café –aunque estaba hecha harapos–, una camisa blanca de manga larga, ceñida en los puños y el cuello, y un pantalón oscuro bastante grueso. Me percaté que había perdido mi gorro, mi casco y mis gafas, por eso quedaron al descubierto mis desastrosos mechones rizados. Solía llevar lo mismo en cada viaje, a excepción de la bufanda, pues mi hijo antes que yo emprendiera un nuevo vuelo me colgaba un listón de color diferente a las barbas de la bufanda azul que alguna vez perteneció a su padre. Lo hacía para que con el viento diera la impresión de que de mi cuello salía un arcoíris, pues decía que yo era su hada favorita.
Aquello era un desastre. La hélice estaba partida por la mitad y el motor completamente calcinado. Como se trataba de un viaje de rutina, que se suponía no debía causarme contratiempos, la mañana del día anterior olvidé guardar la caja de herramientas y el botiquín de primeros auxilios estaba vacío. No lograba explicarme cómo fue que sobreviví sin ninguna lesión grave, sólo podía observarme rasguños.
¿A dónde fui a parar? Nunca había visto tan cerca la naturaleza como en este punto. En ninguno de los cientos de mapas que estudié había registro de un lugar así. Con incertidumbre, avancé como pude hacia el misterioso bosque que se encontraba tras de mí. No había viento y sin embargo, mientras más avanzaba, el ambiente se tornaba cada vez más tropical.
Un paso antes de adentrarme en busca de algo que me ayudara a construir un refugio temporal, encontrar algunas provisiones o, si corría con suerte, a alguna persona que me auxiliara, decidí arrojar un par de rocas hacia el sendero que se tornaba oscuro por el espesor de las copas de los imponentes árboles que se elevaban hacia el cielo y ahogaban la luz en su interior. No escuché nada, sólo la piedra que tocó el suelo. Hizo un eco que resonó en toda la superficie del solitario bosque, fue escalofriante.
El bosque me llamaba y me adentré en él con paso firme. Poco a poco mis ojos buscaban la luz que el follaje se tragaba. Un ruido desconocido y lejano se escuchó, hizo crujir las ramas y con tenebrosidad, se dirigió hacia mí. Intenté escapar de él lo más rápido que mis adormecidas piernas me permitieran, pero parecía saber mi camino. En un instante no podía ver nada y traspasé.
Tenía el corazón acelerado y a tientas busqué algo para sostenerme. Fui subiendo poco a poco por una delgada pared, rugosa y torcida, y cuando por fin pude incorporarme, tenía mis ojos brillantes y muy abiertos, llenos de confusión y terror. Era la mirada más profunda que jamás había observado: una ventana al pasado, con ciento de imágenes impregnadas en un fulgor de aquellos ojos. Me desvanecí nuevamente y la sombra dueña de esos macabros sentidos, me sujetó por ambos brazos y con rudeza me levantó del suelo.
Quizá por decisión propia o por verdadero cansancio, no supe de mí durante un largo rato. En mi cuerpo reinaba una paz profunda y me transporté a un viaje astral, vislumbré a la distancia eternas bombas en explosión de colores sin nombre aún, gigantescas nebulosas que en la lejanía musitaban canciones intergalácticas, inmensos caballos de infinitas crines que se agitaban a las vibraciones del cosmos y jineteados por seres imperiales, de naturaleza inhumana, pero tan nobles como nosotros. Sin embargo, no tenía noción de materia alguna, no había espacio ni tiempo ni luz ni sombra ni vívidos sonidos de ancestrales voces, mucho menos tambores al compás del corazón.
Poco a poco fui siendo consciente de mi cuerpo: el hormigueo en las plantas de mis pies, el calor en mi cabeza, una suave y espesa brisa que me mantenía cobijada, sutiles aromas de infusiones místicas y perfumes naturales. Mi cuerpo estaba desnudo y todo mi peso apoyado sobre mi espalda recostada en una roca inmensa. Antes de abrir los ojos pude concebir las llamaradas rojas y blancas que estaban alrededor de mí, apuntándome, más que eso, acusándome pero con reverencia. Y suspiré.
Al unísono, voces toscas y profundas recitaban deliciosas armonías, en un lenguaje que no conozco y del cual no tenía idea que existiera. Reconocía ciertas percusiones pero algunos instrumentos de viento emitían una eufonía tan perfecta y clara como jamás en la vida se podrá escuchar. Me incorporé y al atreverme a abrir los ojos, decenas de figuras brunas me analizaban mechón a mechón, con intrigante asombro. Vi a joven, miembro del grupo de individuos que me estudiaban, era delgado y alto, de ojos chispeantes y penetrantes, de piel cálida, su aspecto era un poco africano, un poco asiático. No podría decir con exactitud a qué raza pertenecía, pero tenía gran similitud a mis antepasados provenientes de África. Pude ver en su cuello, al borde de la clavícula, una marca oscura en forma de lanza, apuntando hacia el corazón. Al pasar la vista sobre los demás, observé que todos los varones llevaban esa flecha y las hermosas hembras, todas ellas de cabellos crespos y ennegrecidos, similares a los míos, llevaban un patrón de líneas y puntos alrededor del bíceps izquierdo. Me extrañaba que no despegaran su vista de mí, que no intentarán atacarme, pero tampoco demostraban condescendencia. Simplemente me observaban y una luz roja bailoteaba en sus cuerpos desnudos. No dudé ni un segundo que estaba en medio de una civilización desconocida para la humanidad, que a su vez desconocía a los otros integrantes de la humanidad. Dejaron de cantar y una anciana de cabello escaso y blanco se acercó temblorosa a mí. Interpretó una oración conjurada y a juzgar por su expresión, era algo que todos habían esperado. No paraba de repetir “Atsak”, cada que pronunciaba ese sonido, esbozaba una sonrisa y el fervor se escapaba por sus ojos arrugados. Hice un ademán con la mano y se la tendí, hubo un sobresalto y la multitud se arrodilló. Uno a uno fueron pasando y al postrarse, dejaban a mis pies diversas flores y raíces que me resultaban desconocidas. Permanecí inmóvil durante largos minutos, pues a cada movimiento que yo realizaba, estallaba el éxtasis y el regocijo, esa reacción se estaba tornado un tanto incómoda para mí. Nuevamente la anciana se aproximó, esta vez traía en sus arrugadas manos una especie de collar, hecho con cuentas de madera tallada que iban amarradas a un lazo de hebras de hule y en el centro había una forma ovalada, con grafías inscritas que no lograba descifrar.
Ella lo colocó en el altar sobre el que me habían reposado y se arrodilló gritando una evocación desesperada. “Atsak, melu, Atsak”, me dijo. Intuí que debía colocármelo y todos guardaron silencio. Al elevar la mirada, vi cómo entre ellos sonreían y murmullaban. Entonces fue cuando comenzaron a revolotear de felicidad. Aplaudían y escandalizaban, y por primera vez desde que había retomado consciencia, dejaron de mirarme.
Miré el collar y sus complejas cuentas. Parecían seguir un ciclo que culminaba en el centro, pero que ahí mismo renacía. Pude interpretar dos símbolos: el último, que ascendía como evolucionando, y el primero que descendía simulando un renacer. Y justo entre esos dos, había una figura femenina, más oscura que las demás formas. Concluí que el collar era una reliquia, un tributo a su mayor deidad, pues aquello representaba a un ser eterno, perfecto y al parecer cíclico, o capaz de renacer.
Ellos creían que yo era su diosa. “Atsak” parecía ser mi nombre. Comprendí su emoción, su miedo, su entrega y sus cánticos, pero tenía un mal presagio. El collar marcaba un inicio y un fin que se transformaban en renacer bajo la dicha del sol sobre la figura femenina. Quise cegar esa posibilidad, pero la intriga me aprisionaba. El inicio en la vida del nacimiento y el fin en la muerte. Su diosa podía resucitar y otorgarles la vida eterna; sin embargo, yo era un piloto aviador, madre de Elías, viuda de Tomás. Mi fin era su fin, mi fin era la muerte.
De un brinco bajé del altar y me recibieron dos enormes individuos, serios y rígidos, que no se atrevían a mirarme directamente. Quise correr, pero ya habían rodeado mis extremidades con una cuerda hecha de resistentes enredaderas verdes. Les supliqué que me soltaran, pero regresaron mi cuerpo boca abajo a la enorme roca dejando mi cabeza colgando, era incapaz de moverme.
La cuerda estaba tan ajustada a mí, que respirar era muy incómodo y doloroso. Un niño derramó un líquido aromático sobre mi frente y bajo mi cabeza, en el suelo, colocó un cesto lo suficientemente grande como para que ésta fuera depositaba en él. Los vi inquietos, saltando y esperando el momento en que mi cuerpo desvanecería y de entre el follaje una nueva alma dotada de gracia, los bendijera con su nobleza. Estaba temerosa, con los ojos ciegos por el llanto y el cuerpo tembloroso, mi mente estaba en blanco y esperaba al verdugo. Él colocó la hoja fría y afilada atrás de mi nuca. Silencio.
Un rayo alcanzó nuevamente mi avión, ahora estaba en caída libre a merced de las violentas corrientes del viento. Tomé con ambas manos el asiento, me aferré a él, sentía mil afiladas gotas de lluvia atravesar mi lacerada piel. Cerré los ojos y me concentré en respirar, lo que me resultaba imposible. Una luz azul me cegó y vi a Tomás entre las nubes. “Elías, recuerda alimentar a la tortuga”.

María de Jesús Neri Navarro
Preparatoria Regional de Chapala

Caída

Tree girl │Francia Yaneli Quezada Miranda, Preparatoria Regional de El Salto

Tree girl │Francia Yaneli Quezada Miranda, Preparatoria Regional de El Salto

Es curioso cómo algunas personas creen que la vida está llena de casualidades, yo difiero en ello. Siempre he sido fiel a la idea de que todo pasa por alguna razón, desde que en este mismo momento esté caminando por la calle de la iglesia hasta por qué el crepúsculo se ve más apagado que de costumbre.
Ahora que lo pienso, me cuestiono si los más mínimos detalles influyeron en el destino de las cosas, si me hubiera puesto el suéter gris en lugar de buscar la chaqueta negra ¿alteraría lo que ha pasado este día? O tal vez si hubiera salido tres minutos tarde de mi casa a la escuela, no hubiera encontrado a mi madre que me recordó la llamada de mi tía para pedirle permiso de que yo fuera a ayudarle por la tarde.
Voy camino a la florería a comprar crisantemos blancos que mi tía me ha encargado para adornar la casa. Llego a la florería y me atiende una mujer de entre cuarenta y cinco y cincuenta años, algo descuidada y malhumorada. Pregunto por el precio de los crisantemos blancos. “A setenta la docena”, me responde la florista. Me parece caro, así que regateo el precio poniendo como excusa que sólo tengo sesenta pesos. La florista accede, pido que me reparta la docena en dos ramos, mientras espero, escucho en el fondo de aquel local de flores el sonido de una televisión encendida y comienzo a observar el lugar tan viejo, sucio y que tiene un aire anticuado.
El olor a flores, pino y madera, se percibe al instante, tan fresco y agradable al olfato y drástico a la vista. La mujer que arregla los ramos, toma las delicadas flores con rudeza, las zangolotea y acomoda con una rama de pino y esas florecillas que son una especie de margaritas pequeñas, las junta y las aprieta, quita los pétalos marchitos de los crisantemos y corta sus tallos sin piedad ni remordimiento para lograr que tengan el mismo tamaño. En ese momento logro percibir el dolor en ellas, que han pasado de un estado de pasajera tranquilidad descansando en aquella cubeta con agua a la violencia de las manos de la mujer.
Veo las luces de los automóviles que pasan por la avenida y las confundo con animales, niños y personas adultas que van corriendo por entre los autos siendo alcanzados por éstos y desapareciendo de mi vista, supongo que con un final no muy grato, con un trágico final.
Todo esto me hace recordar a aquel hombre que en un descuido, en unos segundos, perdió la vida mientras bajaba una campana de la torre de la iglesia cuando cayó ante la vista de decenas de curiosos que miraban el acto. Ahora puedo recordarlo muy bien y tengo fija en mi mente aquella tan desastrosa imagen. Recuerdo su sangre en el pavimento, tan roja como las rosas de la florería, su cuerpo inerte ante la muchedumbre morbosa como aquellos tallos y pétalos regados sobre el piso de aquel local en el que alguna vez, no hace mucho, compré crisantemos blancos.
La orilla de la acera es tan pequeña, otra vez los niños y los perros, otra vez las mujeres, los obreros, hay una fuerza afuera que me atrae, que me pide correr, que me vuelve una de esas sombras que se desplazan entre las luces, hacen parecer fácil el cruce. Hay algo que los dibuja tranquilos, una paz que me llama, como una especie de libertad. De pronto parece que se elevan y desaparecen, flotan un momento, se van y vuelven otra vez, como en círculo. Se van en la dirección de los coches, ¿se van con ellos?, ¿a dónde van? Me miran y me invitan. Quiero moverme pero esta realidad me lo impide, mis piernas me lo recuerdan, fijas en la banqueta. En medio de la calle está todo: mis miedos, mi libertad, mi seguridad.
El sonido y el viento de los automóviles en mi cara, aquellas voces casi mudas confundiéndome, que me incitan a formar parte de su élite. La lucha prevalece contra lo estático de mis pies, hasta que en un descuido logro liberar el movimiento y doy pasos seguros en línea recta.

Karen Joceline González Ríos
Preparatoria 12