Tósigo desvelo

Aurora | José Adrián flores Bañuelos. Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga.


La cama alberga desvelos
y frío aliento.
La ventana le da eco al pavor
y es casi silencio.
 
Aún percibo polvo,
que persigue a la brisa.
Tósigo y escarcha,
en el pecho se anidan.
 
No me araña el pasado.
Me invade la pérdida
que aún no llama.
 
Me ronda cien veces el acto que ya fue dado.
El ofusco cuarto me muestra un yo claro
(el que se fragmenta cuando el sol a mi techo acaricia).
Encuentro que mi noche más que duelo, es encuentro.
 
Poco antes de ceder el alma, 
entre parpadeos pellizco sueños.


Tania Rodríguez Alonso
Preparatoria 15
 

Tierra de talismanes

Solitario | Ximena Janeth Meza Márquez. Preparatoria Regional de El Salto.

Soles y latidos conservo en vitrinas,
los libero cuando cumplen un mes.
 
Al clavel le he visto sonrisas,
a las estrellas correr.
 
Sé de pájaros que juegan a encantados,
aunque me asome despacio se habrán escapado.
Si mis abejas desisten las duermo en laurel,
a cambio bendicen los tallos.
 
De mi llanto brota lava.
En la calma la espuma me entrelaza los pies.
Si viajo de noche y me recuesto en el césped,
como manta el perfume de anís envuelve mi ser.
 
Sé cómo los sueños rotos vender,
mas si el cielo oscurece,
me los he de comer.
 
Me relampaguea el cabello en otoño,
en invierno el frío viento lo hace de él.
 
Con noches de lluvia me pinto en la tierra húmeda,
se me enmarañan flores a las venas.
Con el paso de lunas conocí el fulgor,
y el canto que al espíritu serena.

Tania Rodríguez Alonso

Preparatoria 15

Del sentido común a la reflexión filosófica como práctica natural, común y singular

El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce y protege,  a través de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad.

Fukuyama (1989). El fin de la historia

Si hay algo en la modernidad que nos pueda parecer rotundamente trascendente es la percepción que sobre el mundo tenemos las distintas sociedades. La concepción de la libertad como categoría epistemológica nos ha llevado a plantearnos una gran singularidad de cómo entenderla en el campo social, la libertad como responsabilidad, identidad, autonomía, participación, etc. Con esa perspectiva se presentan las ideas de los tres ensayos que participaron en el Coloquio de Filosofía del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara.

Andrea Baltazar Díaz nos presenta su reflexión en torno a la participación de la mujer en la sociedad moderna y con ello la importancia de su reconocimiento por parte del Estado y de la sociedad misma para cambiar los esquemas tradicionales que sólo han obstaculizado la identidad femenina y limitado su participación en ciertos roles sociales. El ensayo “La época del reconocimiento” propone respuestas plausibles a la pregunta que dirige la redacción del ensayo: la equidad de género como reconocimiento social no resuelve el problema, pero se ha logrado gracias a la participación de la mujer en distintos campos. Es más productiva, por ejemplo, en el campo laboral, además que la equidad de género no trata de la superioridad de un sexo sobre el otro, sino del reconocimiento de sus características a partir de las capacidades de cada individuo.

En los dos ensayos siguientes se abordan una serie de preguntas interesantes sobre la libertad de elegir vivir o morir a partir de cierta circunstancia. Por ello, la eutanasia se convierte en el tema central de esas reflexiones. En qué condiciones y en qué momentos de la vida humana el hombre puede decir o solicitar al Estado que le permita finalizar su vida, no sólo es un acto de adhesión natural sino también de empatía, de compasión con el otro. Desde la construcción social el dolor traducido en sufrimiento es negativo y desde esa construcción hay que evitarlo, pero si la condición natural del hombre está ligada a esa experiencia sensible, entonces ¿por qué es mala?

Siguiendo esas ideas, Daniela Naveja, en su ensayo titulado “Eutanasia ¿piedad o delito?”, plantea las preguntas: ¿es moralmente lícito permitir el dolor y la agonía de una persona cuando se puede hacer algo para terminar con éste?, ¿la vida a base de dolor sigue siendo vida?, ¿estamos obligados a vivir o podemos decidir en qué momento dejar de hacerlo? A la primera pregunta, la respuesta sería que sí es licito, puesto que el término es jurídico; hay algunos estados-nación que permiten evitar el sufrimiento a través de la eutanasia pero es el inidividuo u otro quien solicita esa práctica. De aquí que se pueda distinguir una eutanasia activa y una pasiva. La primera correspone a la decisión del sujeto involucrado, y la segunda a la decisión de algún pariente.

En el ensayo que presenta Cristian Sevillano, titulado “La eutanasia como sinónimo de una muerte elegida”, se encuentra una reflexión que va desde los antecedentes históricos hasta la concepción moderna de la eutanasia, haciendo una distinción clara entre la eutanasia activa y la pasiva (voluntaria o no voluntaria). La pregunta rectora del ensayo cuestiona quién tiene la capacidad de decidir sobre la vida del otro. El ensayista propone algunos elementos que deben ser considerados con la salvedad de evitar el dolor, el sufrimiento y dar una muerte digna.
En esos tres ensayos encontramos una reflexión de sentido común que en el campo de la filosofía se hace singular y apremiante por su trascendencia en la vida de las sociedades modernas. 

 Héctor de Jesús Rivas Pérez*

* Nacido en Tapachula, Chiapas, egresó de la licenciatura en Filosofía y de la maestría en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara. Es profesor de tiempo completo Asociado C en la Preparatoria 18, y en la actualidad funge como Coordinador académico en esa institución. Está interesado en temas como los derechos humanos, la migración centroamericana, la vulnerabilidad y riesgo en poblaciones migrantes, la filosofía latinoamericana, la filosofía de la liberación, la antropología social y la interculturalidad.

La eutanasia como sinónimo de una muerte elegida

Cristina Sevillano Hernández

Escuela Politécnica Ing. Jorge Matute Remus

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

RESUMEN

En la vida diaria nos encontramos con diversos casos que nos dejan con la inquietud sobre si en verdad podemos decidir sobre la vida y la muerte. Conozco un caso de una persona con un familiar muy cercano que nació discapacitado, a quien los médicos no le han dado muchas esperanzas de vida, puesto que con el paso del tiempo su estado de salud ha empeorado, así como sus dolores aumentarán. Ese paciente les dijo a sus padres y hermanos que, si la eutanasia fuera legal en su país, se la aplicaran; que si llegaran al caso de que también perdiera conocimiento sobre sí mismo, que no le hicieran vivir a la fuerza, que sólo quería una muerte rápida y sin dolor, porque no quería ser una carga para su familia. Según Aristóteles: “la buena vida debe enfocarse al bien individual y al bien de la comunidad” (Aristóteles). Esto resulta un dilema en la actualidad, pues en la cultura mexicana nos enseñan a sufrir y a no tomar decisiones en  lo relacionado con nuestra ética y moral. Culturalmente no estamos preparados para aceptar ese tipo de temas.

Palabras clave: Eutanasia, vida, muerte, eutanasia voluntaria, eutanasia no voluntaria, buena vida.

-El silencio. Kevin Yahir Ortega Nolasco. Preparatoria Regional de El Salto.

A la eutanasia se le describe o considera como la muerte dulce, la muerte tranquila o la muerte llena de paz, que todos los enfermos desahuciados merecen tener.
“Del latín eu que significa lo bueno, y thanatos, es decir, “la buena muerte”, podemos definirla como la acción u omisión por parte del médico u otra persona, que tiene la intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente dependiente, por compasión y para eliminarle todo el dolor” (Postigo y otros, 2006). Por un lado, la eutanasia voluntaria, “como su nombre lo indica, tiene comocterística que se lleva a cabo con el conocimiento expreso del paciente” (Guerra, 2013). Por otro, la eutanasia no voluntaria es referida como “la que se practica no constando con el consentimiento de paciente” (Tomás y Garrido, 2007).


La eutanasia es un fenómeno que se comenzó a practicar en diversas culturas hace años, incluso se ha globalizado en algunas otras en la edad contemporánea. Por ejemplo, en la antigua Grecia se comenzó a pensar sobre el buen morir que se inclina a un fallecimiento digno, en particular sobre la ética y la moral. También consideraban que ese método de muerte, cuando los enfermos terminales lo elegían, sucedía porque eran personas sumamente fuertes de mente (Guerra, 2011).


Mi perspectiva hacia la eutanasia voluntaria es que puede resultar una buena opción, ya que el paciente decide sobre lo que quiere y lo que no; si quiere morir de una manera rápida, sin dolor y sin sufrimiento. Considero que al inclinarse por esa opción se quiere evitar alargar el sufrimiento, así como también el no padecer los dolores de la enfermedad y no ser una carga para sus familiares o personas cercanas a él. “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado” (Cioran, 1997). Quienes se deciden por esa opción son los que se tomaron el tiempo de pensar sobre qué tan buena puede ser su muerte y al fin descansar y sobre qué tan mala puede ser durante sus últimos suspiros de vida. “El deseo de morir fue mi única preocupación; renuncié a todo por él, incluso a la muerte” (Cioran, 1952).


A la eutanasia no voluntaria no la considero adecuada, porque si la aplican a un paciente que aún puede decidir y no se lo consultan, los médicos no estarían ejerciendo la ética profesional. ¿Quién puede decidir sobre la vida de otro si aún tiene sus facultades mentales en buen estado?
Si, por otro lado, el paciente ya no está consciente de sí mismo y no tiene ninguna esperanza de vida o las pocas que tiene lo harán pasar la situación de una manera difícil y dolorosa, el que le apliquen la eutanasia lo consideraría una decisión correcta e inteligente. El familiar sobre el que recae la responsabilidad le está dando una muerte digna y sin dolor alguno que pueda sentir.


También existe la posibilidad de que el enfermo en fase terminal no esté en uso de sus facultades mentales y no tenga familiares que decidan por él. En este caso, ¿la decisión pasaría a los médicos? La respuesta es sí. Si los médicos aplican la eutanasia en un paciente en esas condiciones considero que están haciendo lo correcto y que su ética queda intacta porque están decidiendo darle muerte digna a un paciente solo (estos casos considerándolos en países donde sí es legal la eutanasia).

“La eutanasia consiste en quitar la vida, por acción u omisión, para garantizar una muerte digna y sin sufrimiento. Se trata de una muerte digna sin dolores a personas que no tienen ninguna o pocas esperanzas de vida llena de sufrimiento”

(Galisteo, 2013).


El filósofo Emil Cioran hace pensar sobre la vida y la muerte, hace ver las situaciones desde fuera, con diferentes puntos de vista, sin encerrarse en conceptos diarios, saliendo de las zonas de confort. Realmente es importante reflexionar sobre por qué las personas eligen la eutanasia. Es bueno ponerte en los zapatos de otra persona, tratar de entender por qué están tomando la decisión de quitarse la vida. Peter Singer dijo:

“Considera aceptable la eutanasia voluntaria bajo ciertas condiciones, que el médico previamente lo haya consultado con otro y estén firmes con su decisión y que el paciente esté muy bien informado sobre su estado de salud irreversible”

(Singer, 1995).


Uno puede desear que su vida termine si alguna vez se encuentra en una enfermedad dolorosa e incurable o un accidente donde haya perdido la razón, por lo cual no tendrías la capacidad para decidir. Tendrían que intervenir terceros que actuaran de acuerdo con la petición del paciente o realizar un acto de eutanasia voluntaria (Singer, 1995).
Concluyo que la eutanasia es un método muy bueno para morir, pero hay que tener la valentía suficiente para elegir esa opción, considerando lo bueno y lo malo una vez más en mente. Nadie tiene que influir en la decisión porque nadie te debe obligar a vivir o a morir, nadie siente lo de la otra persona. La decisión se toma porque ya se conoce la situación y el método que quieren que se aplique. Por lo tanto morirá humanitariamente, terminando con una vida llena de sufrimiento y agonías.


Si bien la eutanasia podría ser considerada suicidio, ya que la persona lo pide por voluntad, desde mi punto de vista es considerado como un “suicidio bonito”, pues siempre hay que ver las situaciones desde otro punto de vista, desde fuera, imaginarnos en la posiciones de los médicos, familiares cercanos y hasta del paciente; pensar en si nosotros haríamos lo mismo que ellos; entender su situación y así lograr entender por qué lo han elegido; comprender lo que sienten y lo que piensan y no sólo juzgar u oponernos sólo porque nuestros padres o nuestra religión dicen que está mal. Debemos sentir empatía y así tratar de comprender y darnos el tiempo de conocer más sobre esta situación y sobre este tema que no se debe tomar a la ligera. El ser humano tiene el derecho de decidir sobre su propia muerte, de acortar su vida o de seguirla viviendo.
 

Bibliografía

Aristóteles (s. f.). “Udemonismo, hedonismo, naturalismo, formalismo y utilitarismo”. Consultado en: https://www.monografias.com/ document/F3SEM5TFJDG2Z?lang=es
 
Cioran, E. (1952). Silogismos de la amargura. París: Tusquets Editores.
 
Guerra, Y. (2013). “Ley, Jurisprudencia y eutanasia.” Bogotá: Revista latinoamericana de bioética.
 
Singer, P (ed.). (1995). La eutanasia. Compendio de ética. Madrid: Alianza editorial. Consultado en: www.uca.edu.sv

La época del reconocimiento

Andrea Ixchel Baltazar Díaz

Preparatoria Regional de San José del Valle

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

En el siglo que nos ha tocado vivir, sociedad ha cambiado mucho en relación con las épocas pasadas. Las personas nos hemos cuestionado multitud de temas y, entre ellos, se encuentra uno de los más polémicos que ha retumbado en los oídos de mucha gente: el desempeño femenino.
En este ensayo trataremos un tema que se relaciona estrechamente: el sistema económico moderno en el cual nos hayamos inmersos y al que la mujer se ha ido introduciendo con el paso de los años. Ese ligamiento conlleva la exigencia justa y necesaria de la visión de su persona, así como el respeto a sus derechos para que sean vistos como los de sus congéneres masculinos, pero nos deja una pregunta al aire y, para responderla, debemos de mirar hacia atrás, tras bambalinas. ¿Es la exigencia de la paridad de género un medio para el real desarrollo de la mujer?
En la sociedad en la que vivimos han sucedido grandes cambios con el pasar de los años, que generan multitud de opiniones y, a pesar de su variación, todas ellas aportan hacia el progreso del ser humano. En la actualidad, estamos transitando a través de múltiples conceptos nuevos que se han asomado y que han dado inicio al nuevo milenio. Uno de ellos sin duda polémico pero necesario, es la importancia que ha cobrado el género dentro de la comunidad y su moderación para la equidad.
En el transcurso de la historia ganadora hemos visto multitud de personajes que lograron poner en alto la inteligencia humana y mostrarla a su misma especie. No es un secreto para nadie que la gran mayoría esas personas han sido varones, gracias a un sistema que podemos decir con seguridad era totalmente machista. Esto no quiere decir de ninguna manera que las mujeres, en tiempos pasados, hayan sido de menor inteligencia o no tuviesen la capacidad cognitiva para realizar tareas diferentes a las que les eran encomendadas. Pero, ¿cómo pasó eso? Pues bien, fue una bola de nieve que comenzó con el asentamiento del hombre. En un principio, la figura femenina tenía una relación estrecha con la fertilidad y la preservación de la especie humana, dados los requerimientos de esas épocas. Sin embargo, a través del tiempo, la necesidad de procrear pasó a un segundo plano cuando el modo de vida de las personas se volvió menos extremo y pudo tomar un matiz más libertario y que daba pie a la exploración su alrededor.
Aquí comenzaron a relacionar características de comportamiento con un género y se comenzó así la construcción del rol que desempeñaría cada sexo en la sociedad en la que habitaba, el cual podía variar de cultura en cultura. Tanto hombres como mujeres fueron educados con esas normas y valores tradicionales que se practicaban en su comunidad, habiendo personas, que se sentían perfectamente cómodas con eso y otras que no.
Así, el concepto de mujer que prevalece hasta día de hoy, originado en la sociedad occidental, se fue relacionando con aspectos más delicados y finos, mientras que el hombre se ligó al trabajo más fuerte y aquellos campos que necesitaran una mayor destreza de casi cualquier tipo; me atrevo a decir que eso, en un inicio, fue gracias a las características biológicas que cada sexo presenta, pero poco a poco se fue tergiversando hasta esconder la figura femenina y limitarla a su poca trascendencia histórica. Cuando las mujeres ya no tuvieron una repercusión significativa en la sociedad se les comenzó a considerar un peso más con el cual cargar, haciendo que el género femenino ya no contase con los medios adecuados para desarrollarse en los mismos ámbitos en los que los hombres lo hacían.

Solamente cuando Las mujeres empiezan a sentirse en su casa sobre esta tierra vemos aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Demuestran con brillantez que no es la inferioridad de las mujeres lo que determina su insignificancia histórica: su insignificancia histórica las condena a la inferioridad

(Beauvoir, 1949).

Simone de Beauvoir nos muestra, en esta frase de su libro El segundo sexo, un cierto resumen de la idea que tenemos en mente, en donde el desarrollo depende de la visibilidad de la persona y en donde también la concepción de este y la inferioridad depende de la importancia social de sus acciones. Para ese entonces, llegan los sistemas económicos y se instalan en la población para quedarse. El gigante con el que nosotros tratamos diariamente es el capitalismo. Cuando éste comenzó a integrarse en el gobierno de varios países y sus riquezas comenzaron a circular entre el pueblo, el trabajo rápidamente se vio remunerado y así las personas adquirieron un valor con base en la productividad que pudiesen desempeñar.

“Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste”

(Marx, 1848).

Si hablamos del coste de cada individuo referenciando a su productividad, la mujer cuenta con algo muy perjudicial para el sistema capitalista que recién estaba emergiendo: el embarazo. ¿Por qué es un problema? Porque reduce la capacidad productiva del individuo, ya que una mujer embarazada necesita reposo por el bien de su salud. Así, pues, la relegación de la mujer se hizo todavía más fuerte, ya que la capacidad del hombre estaba por encima que la de ella por ese detalle biológico.

Entonces, debido a las guerras suscitadas en el último siglo se necesita más mano de obra y ésta sólo puede ser proporcionada por dos sectores: el infantil y el femenil; sin haber opciones, ambos sectores comienzan a cubrir al masculino en las fábricas para satisfacer la demanda, obligando a cambiar los valores clásicos por unos que incitaran al trabajo y al bien común para lograr un propósito. Siendo la rama femenil legal, con el paso de los años, comienzan a exigir el respeto de los derechos laborales y la remuneración correcta de su trabajo, combinada con otros cambios sociales, como la exigencia al voto. Es aquí cuando comenzamos a hablar sobre la necesidad de la paridad de género por respeto a los derechos humanos y la vida laboral digna. Si bien al inicio hay una resistencia a ese cambio, hemos visto cómo el tema de la paridad de género se ha ido popularizando en tiempos modernos, dándole una visión en donde las mujeres se les muestra que su desarrollo será completo si también pueden realizar las mismas actividades que antes eran dominadas por los varones.

Las leyes han cambiado para bien, garantizando que tanto mujeres como hombres cuenten con las mismas oportunidades para tener una vida digna de acuerdo con los parámetros actuales. Tan sólo en México se han abierto ya los congresos paritarios, en donde hay un mismo número de mujeres y hombres. Pero, a pesar de esto, yo no creo que en verdad la paridad de género y su exigencia sea el desarrollo total de la mujer. ¿Por qué?, vamos por partes.

Primero: porque la mujer, en el transcurso de la historia, se ha desarrollado de distintas maneras y conforme a lo que la gente le ha permitido, encontrando cierta satisfacción en esos parámetros; claro, los cambios nacen cuando la gente inconforme alza la voz. Conforme han ido evolucionando las sociedad, ese objetivo también se ha cambiado y, por lo tanto, el enfoque de ese desarrollo se ha visto desde otra perspectiva; las exigencias van cambiando con el paso del tiempo.

Segundo: la paridad de género ha tomado más fuerza en los últimos años. Aquí también tiene que ver el beneficio económico que involucra ésta se introduzca de lleno al mercado laboral. Si ambos sexos se involucran en la producción de capital, éste incrementa a comparación de si sólo uno está dentro. Por lo tanto, podemos ver, desde otra perspectiva, que ese movimiento está regido también por el sistema económico en el que se maneje y, en este caso, al capitalismo de Occidente.

Tercero: La paridad de género no sólo involucra a la mujer, sino también al varón. No es cuestión de que ella tenga que adaptarse a hacer lo que normalmente, en esta cultura, los varones hacen, sino que también los varones deben de integrar en su ser que está bien acercarse a los parámetros considerados tradicionalmente femeninos.

No se trata de que uno sea superior a otro ni de querer forzar a ser iguales a los sexos, ya que cada uno tiene sus características biológicas, son diferentes. La paridad de género debería de equilibrar en oportunidades, de brindar apoyo de acuerdo con las necesidades y de velar por el respeto mutuo de los derechos que se poseen como seres humanos.

“No son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos

(Marañón, s. f).

El querer ver a la mujer como un ser superior al hombre no es de ninguna manera una solución a la desigualdad. La paridad de género en los cargos de poder es importante; sin embargo, se le debe de dar esa oportunidad a ambos sexos y, dependiendo de las capacidades de cada individuo, adquiera el cargo gracias al esfuerzo y dedicación que se ha invertido. Asimismo, se les debe de educar a que no sólo está bien que las mujeres se adapten a los parámetros “masculinos”, sino que también los hombres puedan adaptarse a los “femeninos” sin represalias, formando así una igualdad en un punto medio, en donde ya no haya necesidad de diferenciar entre ambos roles, ya que las oportunidades que se brinden serán adecuados para todos. La paridad de género no debe de ser tomado como el completo desarrollo de la mujer ni del hombre, ya que así sólo estamos queriendo explotar una sola forma de desarrollo personal, cuando, en realidad y dentro de la naturaleza humana, son una cantidad de posibilidades muy amplia.

Bibliografía

Beauviour, S. (1949). El segundo sexo. París: Debolsillo.
 
Garibay, J. (2016). “¿Cuál es la situación del mercado laboral en México?”. Consultado en: https://www.merca20.com/situacion-mercado-laboral-mexico/
 
Marx, K. Engels, F. (2013) El manifiesto comunista. Madrid: Nórdica Libros.
 
Smith, S. (2013). “Marxismo, feminismo y liberación de la mujer.” Consultado en: http://sinpermiso.info/textos/marxismo-feminismo-y-liberacin-de-la-mujer
 
(S.A.) (2014). “Capitalismo. Objetivismo”. Consultado en: https://objetivismo.org/capitalismo-teoria/
 
(S.A.) (2018). “Cinco diosas de la fertilidad (y dónde encontrarlas)”. Consultado en: https://travesiasdigital.com/america-y-caribe/diosas-madre-en-todo-el-mundo
 
(S.A.) (2019). “Paridad de género”. Ine. Consultado en: https://igualdad.ine.mx/paridad/
 
(S.A.) (2019). “Sistema de Indicadores de género”. Consultado en: http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/panorama_general.php?IDTema=6&pag=1

Eutanasia, ¿piedad o delito?

Daniela Alejandra Naveja Zaragoza

Preparatoria 4

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2019

RESUMEN
La eutanasia es un concepto que causa gran polémica, ya que se trata de un proceso que lleva a una persona gravemente enferma, sin esperanza de cura, a la muerte. Ese proceso busca cumplir la voluntad del paciente al terminar con su vida y, así, de esa manera terminar con su dolor y sufrimiento.
Quienes se encuentran a favor consideran que es una manera de liberar los enfermos desahuciados que ya no tienen más que desdicha en sus vidas. Por otra parte, quienes están en contra creen que se le puede considerar homicidio, puesto que sólo se debe esperar una “muerte natural” y consideran que adelantar la muerte de una persona es un acto inmoral, aunque implique sufrimiento para el enfermo. Lo que nos lleva a las siguientes interrogantes: ¿es moralmente lícito permitir el dolor y agonía de una persona cuando se puede hacer algo para terminar con éste?, ¿la vida a base de dolor sigue siendo vida?, ¿estamos obligados a vivir o podemos decidir en qué momento dejar de hacerlo?

Palabras clave: Muerte digna, suicidio asistido, encarnizamiento terapéutico, eutanasia.

La muerte es más universal que la vida. Todos morimos, pero no todos vivimos.

Sachs
El mar. Leslie Dariana Becerra Barragán. Preparatoria Regional de El Salto.

Existen dos maneras de expresarse sobre la eutanasia: a favor, como lo expresaré en esta ocasión y en contra. Puesto que la eutanasia es un concepto que causa gran controversia e incluso escándalo en nuestra sociedad, considero que primero debemos saber su significado.
Este término proviene del griego eu (que significa bien o fácil) y thanatos (muerte), por lo que etimológicamente significa “buena muerte”. También se le define como adelantar la muerte, a solicitud consciente, de una persona que se encuentra en gran tormento debido a una enfermedad incurable, ya sea mediante el uso de fármacos que resultan letales o mediante la suspensión del tratamiento médico que tenía y de su alimentación por cualquier vía.
La eutanasia y el suicidio asistido, a pesar de ser conceptos muy similares, no son lo mismo. En el caso de este último, se le proporcionan los medios necesarios para suicidarse, pero es el paciente quien voluntariamente termina con su vida.
Dado que al hablar de la eutanasia es inevitable tratar el concepto de la muerte, daré una breve opinión enfocándome en la relación que tiene con el tema central. Y es que está tan mal vista que se le considera algo negativo a pesar de que es un proceso completamente natural e inevitable. Siempre se le asocia con dolor, tristeza y sufrimiento, pero hay casos en los que es lo contrario, ya que para algunas personas es la manera en que finalmente pueden encontrar libertad, paz y tranquilidad, como lo es para aquellos pacientes que solicitan llevar a cabo ese procedimiento y buscan terminar con una vida llena de pena.
Eso nos lleva a las siguientes interrogantes: ¿se debe preferir aliviar los dolores o prolongar la vida?, y ¿tiene el ser humano derecho a decidir sobre su propia muerte? En respuesta a ambas preguntas, considero que cada persona tiene derecho a decidir sobre el final de su vida, es una decisión muy personal, puesto que el mayor afectado es el individuo que decide, sólo él sabe el dolor que lo atormenta y si es capaz de soportarlo o no, por lo tanto, él debe elegir entre seguir viviendo lleno de sufrimiento o aliviar el dolor, aunque eso signifique el fin de su vida, y todos debemos respetar su decisión. Así como lo expresa Singer:
 

No seremos capaces de abordar convenientemente temas básicos como la muerte, el aborto, la eutanasia o los derechos de los animales hasta que no nos olvidemos de la vieja moral y construyamos una nueva, fundamentada en la compasión y el sentido común”

(Singer, s. f).

Ya que no es compasivo obligar a alguien a vivir para sufrir cada día y carece de sentido hacerlo, por eso se debe dejar la vieja moral y continuar con la nueva, una llena de libertad, compasión y empatía.
¿Acaso vivir lleno de infelicidad, pena y desgracia debe ser considerado vivir? Cuando ya no se le encuentra sentido alguno, ni es posible pensar en motivos para continuar; cuando los momentos de agonía superan a los de dicha, ¿no es más humano terminar con el martirio del ser que poco a poco agoniza de una manera lamentable?
A mi parecer, la eutanasia es una práctica piadosa que permite tener una muerte digna y evita dolor a un enfermo quien inevitablemente es infeliz día a día. Pero aún no es aceptado porque gran parte de la sociedad le considera inmoral e incluso hay quienes le llegan a llamar homicidio. Así como se menciona en Cuando la vida ya no es vida:

Sin embargo a nuestra sociedad, contradictoria a más no poder, le parece ‘normal’ mandar a los sanos a la guerra a una muerte segura y a los enfermos en fase terminal, que padecen un mal crónico e irreversible, sufren horrores y piden a gritos la muerte, negársela y obligarles a vivir, si es que eso es vivir, que más bien es sólo prolongar su agonía

(Behar, 2008).

Con lo cual estoy completamente de acuerdo, ya que no me parece humanitario condenar a alguien a que viva una vida llena de dolor, sufrimiento e infelicidad y que no puede hacer nada para evitarlo.
Por eso la eutanasia me parece una vía a considerar cuando se busca defender la integridad del individuo mediante una muerte digna que se produce con todos los alivios médicos adecuados y los consuelos humanos posibles.

La experiencia moral se origina en la conciencia de que somos libres para realizar unas posibilidades u otras. Ahora bien, cada posibilidad tiene para el ser humano un valor diferente que suscita preferencias y rechazos. Y siempre pretendemos lograr lo mejor o lo menos malo

(González, 2012).

Y entonces, si buscamos hacer lo menos malo, ¿es justo obligar a alguien a vivir sufriendo a pesar de que sus deseos sean lo opuesto? Yo no lo creo así, dado que esto no traería ningún beneficio.
No creo que sea legítimo forzar a vivir a alguien cuando la vida es un derecho, no una obligación. Es por eso mismo que, desde mi perspectiva, el Estado no tiene la facultad de decidir sobre la muerte de los sujetos que lo componen, pues de ser así, podría decidir terminar con la vida de un individuo a pesar de que éste no lo quisiera.
Aun así, una gran parte de la población objeta que no es un procedimiento moralmente acertado, que se debe proteger la vida a todo costo y hasta van al extremo opuesto que sería el llamado encarnizamiento terapéutico, el cual es un tratamiento desproporcionado que no ayuda de manera significativa la condición del enfermo y además empeora su calidad de vida, prolongando su agonía, lo que me lleva a lo mencionado en Bioética en ciencias de la salud:

Además nos sentimos autores y responsables de nuestros actos y de los resultados que provocan. El comportamiento moral, entonces, es la búsqueda consiente y la realización libre de lo mejor que puede realizarse, junto con un sentido de responsabilidad por todo ello

(González, 2012).

Hablando de aquellos que se oponen a la práctica de la eutanasia, hay personas que intentan darle justificación a su negativa hablando de “eutanasia sin consentimiento”, lo cual me parece un concepto completamente erróneo, ya que en la eutanasia se le da fin a la vida de alguien por su petición, así que podemos decir que la eutanasia sin consentimiento es inexistente.
Por lo tanto, la eutanasia no es mala, es un proceso que permite evitar el dolor de alguien cuando ya no se puede hacer nada más para detener su agonía, como es la situación de los enfermos que tienen enfermedades incurables, en cuyo caso lo mejor que puede hacerse es ser empático, pensar en el dolor del prójimo y la manera para evitarlo, respetar y cumplir sus deseos; de hacer lo contrario sería un acto de suma crueldad. Alargar la agonía y el pesar de una persona, así como hacer caso omiso de su voluntad, es en realidad lo que resulta inmoral.
“El espíritu libre vivirá sin amedrentarse por la muerte o la tragedia, tratando de superarse una y otra vez, bajo una actitud de pleno amor a la fatalidad (Nietzsche, s. f.) Basándonos en lo dicho por Nietzsche, estoy de acuerdo en que todos debemos amar la vida y tratar de superarnos día con día. Sin embargo, cuando una persona pierde el amor a la vida y vive sumida en el dolor, lo más compasivo es respetar su decisión, aunque eso conlleve el final de su vida, ya que sólo de esa manera será un espíritu libre.

Bibliografía:

Anónimo. (s. f.) “¿Qué es bioética?” Consultado en: http://www.conbioetica mexico.salud.gob.mx/interior/queeslabioetica.html
 
Anónimo. (s. f.) “Eutanasia, muerte digna, suicidio asistido ¿Cuál es la diferencia?” Consultado en: https://www.elmundo.es/sociedad/2015/ 10/01/ 560d2c93ca4741da2a8b4579.html
 
Behar, D. (2008). Cuando la vida ya no es vida ¿eutanasia? México: Pax.
 
Cúneo, D. (s. f). “El encarnizamiento terapéutico”. Consultado en: https://www.sap.org.ar/docs/congresos/2013/humanismo/presentaciones/cuneo_oencarnizamiento.pdf
 
Nietzsche, F. (s. f). Consultado en: https://www.filco.es/nietzsche-amar-la-vida/
 
Sachs, A. (s. f). Consultado en: https://www.marco-russo.com/diario/la-muerte-es-mas-universal-que-la-vida-todo-el-mundo-muere-pero-no-todo- el-mundo-vive-a-sachs/
 
Sánchez, S. (2012). Bioética en ciencias de la salud. Madrid: Elsevier Masson.
 
Singer, P. (s. f). Repensar la vida y la muerte. Barcelona: Paidos.
 

La narración es mirar a los ojos de sí

Una historia narrada por jóvenes siempre es el comienzo de algo más que una aportación a la literatura: es el descubrimiento de una nueva visión del mundo. Cuando un joven se asoma por primera vez al interior de las letras y encuentra ahí los ecos de miles de voces antes pronunciadas, descubre una ruta para encontrar su propia voz. Al redescubrirse en un mundo recién nacido, la fusión entre esa novedad y su yo existente da origen a perspectivas alternas infinitas. Así, ese renacimiento deja como resultado un oleaje de creatividad en el que todo es válido y en el que nada está establecido.

Vaivén, pues, ha sido testigo no sólo de aquellos quienes, habiendo entrenado su voz, le dan rienda suelta a sus ideas con una fluidez casi imperceptible, sino también de aquellos en quienes recién despierta la cosquilla de una nueva forma de expresión. Quizá por eso esta revista guarda un lugar especial en la vida íntima y profesional de los jóvenes de las preparatorias del Sistema de Educación Media Superior. Quizá por eso, la labor que realiza Vaivén es cada día más vital e indispensable.
En la presente edición, como en todas las anteriores, no falta la sinceridad, pues si algo es característico en el lenguaje de estas páginas es la transparencia con que los jóvenes plasman sus anhelos, frustraciones, complejos, metas, miedos e ideales. Tan es así que el lector no dejará de encontrarse con finales retorcidos, que aluden a la desesperanza y a lo agónico, finales que no obstante imitan a la perfección una realidad de la que parecen querer escapar. Así pues, la narración es mirar a los ojos de sí, como perdido, encontrado y reflejado en las historias de los otros que al mismo tiempo son las nuestras.

Con todo y esto, hay algo de lo que carece el mundo real que sí se halla en los cuentos y microrrelatos escritos por esos autores: la posibilidad de vivir una historia de nuevo, hasta la saciedad, una y otra vez. De ahí la importancia de seleccionar obras reales, trascendentes, que expresen con autenticidad todo aquello que los jóvenes quieran que emane de sí; que al releer se vuelvan no sólo un placer para el lector, sino un pedazo de historia que entreteja a ambas: la realidad real y la posible.
Porque la realidad real siempre necesitará alternativas probables, y la posible siempre beberá de lo que ya existe, la vida y la literatura coexistirán mano a mano hasta el final de los días. Y al ser dependientes una de la otra, no queda más que seguir mirando a través de los ojos de sí, hasta extender la mirada a un panorama cada vez más enriquecedor. Sigamos mirando nuestras vidas como un reflejo de lo que puede ser y no ha sido, de lo que fue y no será, de lo que somos y seremos, de lo que es y seguirá siendo.

 Óscar Daniel Gómez Mendoza*

* Novelista y dramaturgo, estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Colabora en el SEMS en el área de Difusión y Extensión desde 2018. Ha impartido clases de inglés y español, así como diversos talleres de creación literaria. En 2018 dirigió la obra de teatro Toska, escrita por él mismo.
 

El mecanismo de la princesa

Agnus Dei. Érik Alejandro Sánchez Calleja. Preparatoria Regional de El Salto

Me encuentro frente a una escalera, en forma de espiral. Volteo hacia arriba, no alcanzo a ver algo, todo está oscuro, sólo puedo ver los escalones metálicos, y blancos. Recostado bajo mis pies, en el escalón, hay un bebé, lo tomo en brazos. Conforme voy subiendo los escalones, tras de mí se hacen cada vez menos visibles, la misma oscuridad que emana, cada vez más violenta, los va consumiendo uno a uno hasta desaparecerlos, es envolvente y se asemeja a un líquido espeso, denso y profundo. Me pregunto hasta dónde llevará esto, cuánto habremos de recorrer. Cada paso es lento, pausado, congelado, y la espiral de escaleras se ensancha, se vuelve a juntar, se arremolina, pero no deja de elevarse, aunque más que elevarse por momentos pareciese que no hay extremos, que no hay abajo y arriba, un lado u otro, sólo nos movemos a través de la dinámica espiral. El entonces bebé crece conforme avanzamos, ya es un niño, un adolescente, un adulto… Cada paso lo aturde y confunde más, está angustiado; con él va un miedo primigenio. De esa profunda oscuridad voces, sonidos, algunos aromas y destellos fulminantes surgen en nuestro movimiento por la espiral, eso excita al hombre. Lo llevo de la mando, su rostro es irreconocible, cambia mucho.


*
Hemos llegado a la cima antes de si quiera habernos dado cuenta. El bebé, ahora un anciano, va conmigo. Nos encontramos en una especie de edificio; el viento golpea fuerte, es gélido, abrazador; el cielo está estrellado. 
Al borde del edificio, frente a nosotros, visualizo una figura ondeante; me acerco, es una mujer de cabellera blanca, su cabello se mueve como si de las propias olas del vendaval se tratara. No alcanzo a ver su rostro, su cabello no me lo permite; lleva puesto un gran vestido blanco, de aquella seda con la que tejen los sueños, se mueve impetuoso; está descalza, su piel blanca, profundamente blanca, contrasta con el lóbrego y caótico lugar. Parece una princesa.
Doy un paso, intento acercarme a aquella inusitada pero bella mujer. El viento es frío y pesado, pero por momentos creo ser yo quien alberga lo gélido en su interior. Me pregunto cómo es que aquella mujer puede resistir tal cosa con apenas esa vestidura, casi una sábana.
Ella se me acerca, pareciese polvo por la manera en que se mueve y es frágil, mucho. Está frente a mí, con una de sus manos me toca la mejilla y luego me levanta suavemente el mentón, la otra la recarga en mi hombro. Su presencia es cálida; sin embargo, me sigue pareciendo distante frente al frío que yo albergo. ¿Qué nos separa?, ¿qué nos une?
El anciano cae y con un último esfuerzo me tira débilmente de la mano, y con una voz jadeante me proclama:
—Por favor, dame tiempo.
No entiendo a qué se refiere. —Yo no puedo ofrecérselo, el tiempo no me pertenece —le respondo.
Se desploma. La bella princesa ni se inmuta, sólo me observa y, musitando, me pregunta:
—¿Qué harías si el fin del mundo estuviese en tus manos?
La bella princesa me tendió de su mano un antiguo mecanismo, un reloj de bolsillo, pesado de viejas, actuales y futuras historias. —Si abres la tapadera, el mundo acabará —continúa.



*
Fue entonces demasiado tarde. La cumbre de la vida. Sólo en los límites, sólo en la cima es cuando se ve lo que se ha logrado, lo que se ha conseguido.
El tiempo devoró a los hombres y a toda criatura, la noche pierde a todos en su interior, eso es lo que queda, al vacío se nos arroja; y no hubo salvadores ni redentores, gobernantes o dictadores, reyes ni reinas ¡No hubo pueblos ni reinos enteros o criatura alguna sobre ese mundo que pudieran evitarlo! El líquido oscuro, el líquido amniótico de la existencia ahogó al viejo mundo.
Un destello, una explosión.
Yo soy la muerte, el destructor.
00:00. Despierto. Soy un recién nacido en el principio de la espiral, ¿cuánto he de recorrer hasta volver? El miedo primigenio me toma en sus brazos, me acompaña.
 
 

Osvaldo Ambriz Martínez

Preparatoria 6

En busca de la Luna llena. Carla Lidia Velázquez Chávez. Preparatoria Regional de El Salto.

La despedida

Héctor estaba con su novia. Era la última vez que se verían. El joven se daba cuenta de que había un problema en su relación, así que le dio un último beso y la volvió a enterrar.

Triste Soledad

Tengo miedo de quedarme sin amigos, por eso no les quito las cadenas.

Hombre precavido

Estaba almorzando en la carretera y en mi café cayó una mosca, me dio mucho asco… debí haber embolsado el cadáver primero.

Amor es Amor

A mis 39 años encontré el amor. Me gusta ir a la escuela; mi motivación: Anita. Tiene el cabello largo, bonitas pestañas, ojos grandes, labios pequeños, nariz respingada, cejas pobladas. Pero ella tal vez no me haga caso: todas las niñas de cuarto año de primaria son casi iguales. ¿Qué no entienden que a los 10 años es un buen momento para madurar?

Isaac Valenzuela García

Preparatoria 8

La voz de la historia

– Un cuchillo con un poco de verdad. Daniela Guadalupe Magdaleno Herrera. Preparatoria Regional de El Salto.

Érase una vez… Un reino que hace muchos años había logrado ser uno de los más grandes e importantes del mundo. Para desgracia de muchos, ese reino actualmente estaba a punto de ser olvidado junto con sus habitantes.
Pero, ¿por qué había sucedido esto? Se preguntaban los habitantes del Reino Casi Olvidado. La respuesta, aunque estaba frente a ellos, no podían verla. Los pocos habitantes que quedaban preferían la comodidad y decidían aguardar a que el problema se solucionara solo, en lugar de buscar una historia que contar.

Entre aquellos habitantes existía un joven que era distinto a todos los demás, no prefería quedarse en su casa y siempre estaba en busca de una aventura.
Henry, como todas las mañanas, se levantó entusiasmado por el nuevo día que tendría. Tomó su ropa y se vistió lo más rápido que pudo. Bajó las escaleras y con un grito se despidió de sus padres. Mientras corría por el pueblo, iba saludando a todas aquellas personas que se encontraba: la panadera, el herrero, el cartero, la florista, incluso al Señor de los Gatos. Muy pocos le regresaban el saludo, pero no le afectaba en lo absoluto. Él estaba concentrado en su próxima aventura: La Cascada.

—Oye, ¿podrías dejar de hacer eso?— dijo Henry a la gran voz que escuchaba todos los días. —Ya estoy harto de que repitas todo lo que hago—, me reclamó.
Henry, al no escuchar una pronta respuesta, creyó que todo había terminado y que mi magnífica voz se había apagado.

— ¡Ya deja de hacer eso! —, dijo algo irritado. —Y tu voz no es magnífica.
Yo, algo confundido, no entendía por qué después de tantos años Henry se salía de sus líneas y me hablaba directamente a mí. —Pues porque no me dejas estar solo en ningún momento, siento que todo el tiempo alguien me vigila— dijo mientras cambiaba de dirección, de vuelta al pueblo. —¿Por qué siempre narras mi vida?
La respuesta era muy sencilla: Yo era un narrador y a eso nos dedicamos los narradores. Además, Henry era el único que hacía algo interesante en el pequeño Reino Casi Olvidado.

—No soy el único que hace cosas interesantes, ¿por qué no pruebas con alguien más aquí en el pueblo? Estoy seguro de que podrás encontrar a alguien más—, me dijo.
Nunca me había puesto a pensar en eso y, mientras analizaba la situación, me di cuenta de que la vida de Henry, al igual que la de muchos, era rutinaria y comenzaba a parecerme aburrida, así que… ¿por qué no cambiar?

Ahora existía un problema: ¿qué historia narraría si no era la de Henry? Habían pasado tantos años narrando la misma historia que nunca había visto la posibilidad de narrar alguna nueva.
—Podrías narrar a cualquier persona—, decía mientras pasaba a lado de la panadera. Intenta con ella.
Pero, una panadera no me parecía suficientemente interesante para una historia.

Tú solo inténtalo—. Fueron aquellas las palabras que me hicieron dar el salto. Mientras, en la cabeza de Henry, mi voz se extinguía lentamente hasta generar un extraño vacío oscuro. Nunca había hecho algo así antes y jamás habría imaginado que tendría que buscar una nueva historia. La sensación de estar viajando en esa oscuridad hasta una cabeza nueva me parecía difícil de describir.

—Suerte— escuché decir a Henry justo en el momento en el que mi voz ya no era escuchada por él, sino por la panadera.
Érase una vez… Una panadera llamada Rosa, que solía presumir que el miedo no era parte de ella y que seguro era la más valiente de todo el pueblo, comenzó a escuchar una voz en su cabeza luego de ver al joven Henry hablando solo. Esto le llenaba el cuerpo de un terror escalofriante.
Ella, a pesar de creerse la más valiente, en su interior guardaba muchos miedos y una voz en su cabeza era un síntoma de uno de ellos: la locura. Obviamente ella no gritaría o saltaría del miedo. Esperaría hasta su casa para demostrar aquel miedo.

—¡Ya!—, dijo justo a unas calles de su pequeña choza. —¡¿Qué está pasando!?
Yo no había pensado en la posibilidad de que alguien se podría asustar con mi voz, ya que solía ser tranquila, pero incluso mi narración sobre sus pensamientos comenzaba a asustarme.
—No estoy loca, no estoy loca, no estoy loca—, comenzó a decir en voz alta, para convencerse a ella misma de que mi voz era tan solo arte de su imaginación. — ¡Cállate!
La reacción comenzaba a asustarme, así que decidí explicarle todo de manera…
—¡No me expliques nada! ¡Largo!—, dijo mientras me interrumpía y su vecina la florista la veía con extrañez. —Estoy soñando, sé que es un sueño.
Lamentablemente para ella, lo que le estaba pasando no era un sueño y había sido culpa de Henry. Ella estaba aterrada y el miedo que yo sentía por su gran desesperación y sus sollozos era suficiente motivo para salir de su cabeza y buscar a Henry.

Oscuridad. Vacío. La sensación era muy extraña, y una pregunta surgió en mí. ¿Qué era ese lugar?…
Antes de que tuviera tiempo de contestarme, sentí de nuevo los pensamientos de la cabeza más cercana a la que puede llegar. Sinceramente me decepcionó que no fuera la persona con la que tanto tiempo había estado y nunca había tenido problemas.

Érase una vez… Una joven hermosa que había tenido que viajar al Reino Casi Olvidado para apoyar en el negocio de flores que había iniciado su padre. Y aunque el negocio iba decayendo, gracias a la poca gente que llegaba al reino, Kate seguía con la esperanza de que algo sucedería, que cambiara ese lugar para siempre.
A diferencia de la panadera, ella estaba reaccionando bien y de forma calmada. Mi voz no la asustó, sino que la sorprendió y estaba esperando a que dejara de narrar un poco, para así poder hablar ella sin necesidad de interrumpirme.

Luego de empezar a reírse ella habló:
—Esto es muy extraño—, dijo aun entre risas. — ¿Qué está pasando?
Su reacción me pareció algo extraña, luego de ver a la panadera gritar como una total psicópata, su risa era algo totalmente inesperada.
—Espera… estás narrando. ¡Eres un narrador!—. Su increíble deducción me había dejado impresionado y sinceramente no tenía nada qué decir. —

¿Un narrador sin palabras?
Yo, luego de admirar su gran capacidad para deducir cosas, comencé a explicarle que yo era un narrador sin historia, por lo que estaba en busca de una historia que pudiera regresar al Reino Casi Olvidado a su antigua gloria. Había muchas personas en el pueblo, pero muy pocas podrían llegar a tener un gran final, así que yo quería narrar la vida de aquella florista.


No. Mi historia no sería interesante, estoy demasiado ocupada con la tienda de mi padre y tengo que cuidar de las plantas que hay ahí—. No entendía por qué, si uno de sus mayores deseos era poder viajar a otros lugares. —Tienes razón, pero mi padre confió en mí y no lo puedo decepcionar.
Esto no podía ser cierto. Me había metido en un problema muy grande al salir de la cabeza de Henry. Encontrar una historia que narrar comenzaba a volverse más tardado de lo que pensé.


—Oye—, dijo Kate, sacándome de mis pensamientos dentro de su cabeza.
—¿Tienes que narrar a otra persona para hacer tu trabajo?
No comprendí su pregunta. Era obvio que necesitaba a alguien para así poder hablar de él y contar cómo soluciona sus problemas.
—A lo que me refiero es: ¿no puedes narrar tu propia historia?
Era una pregunta increíblemente peculiar y, si soy sincero, nunca se me habría ocurrido a mí, ni siquiera sabía si eso era posible.
—Yo te ayudaré a buscar una historia si no funciona, pero puedes intentarlo.


Era agradable tener el apoyo de alguien, pero si su idea funcionaba, ya no iba a necesitar más ayuda de alguien, y podría crear una historia increíble que regresaría al Reino Casi Olvidado a su grandeza. Así que después de una espera larga, decidí a intentarlo…
Una última vez, viajé al vacío y volví a sentir todas aquellas sensaciones extrañas, pero esta ocasión me quedé ahí el tiempo suficiente como para entender que ese lugar extraño era mi cabeza. Y ya cuando había razonado todo, escuché mi voz:
—Érase una vez… La voz de las historias… La voz de mi historia…

Juan Pedro Junco Díaz

Preparatoria 10

Autocuidado

La adrenalina recorría mi cuerpo entero y a cada respiro aumentaba exponencialmente. Ya te imaginarás: sola, en medio del bosque, a oscuras y al lado de un extraño que se ofreció a darme un raite. Uno nunca se acostumbra a esto.
No pasaron más que unos minutos de que el auto se había detenido, cuando lo volví a poner en marcha. Voy rumbo a casa con mi billetera a punto de estallar, coche nuevo y medio kilo de conciencia más pesada.
 

Iván Eugenio Ramírez López

Preparatoria Regional de Tecolotlán

– Quisiera ser. Paulina Valeria Vázquez Luna. Preparatoria Regional de El Salto.

Compañía

Entonces, desde que murió mi abuela me quedé con su habitación y me di cuenta que no murió de enfermedad.
 

Ángel Ramsés Cornejo Santos

Preparatoria 12

Sueños

Y cuando por fin me atreví a soñar, me di cuenta de que la tierra ya cubría mis pensamientos.

César Francisco Hernández Pérez

Preparatoria Regional de Tecolotlán

Huevos, café y bolillos

¿No puedes verme, cierto?
Estoy viéndome. A diferencia de ti, puedo observar aún en mi mirada las huellas de tu agonía; te dije que me besaras.

Salgo del baño y me aproximo a la mesa, donde un rico desayuno me espera, en un restaurante a un costado del Mercado Corona, con una orden de exquisitos huevos a la mexicana, trozos de jitomate, cebolla, un poco de chile, mezclados con tres huevos, un puñado de frijoles, un café bien cargado y bolillos recién hechos. Mi sonrisa es grande, créelo.
¡Hmmm! Exclamo al ver mi platillo postrado en la mesa y la bella melodía de un señor tocando su organillo, entrando por la puerta principal.
Inhalo el aroma proveniente de mis huevos, los huevos de gallina, claro; por ahora me refiero a esos. Tomo el tenedor y en cámara lenta lo dirijo hacia mi deslumbrante almuerzo, lo encajo en el huevo. Lo mexicano se nota desde cualquier punto, lo levanto y atraigo a mi boca para empezar a procesarlo. Sólo me demoré en tragar mi saliva para recordar sus labios resecos siendo obligados a besarme.

Leslie Estefanía Macías González

Preparatoria Regional de Tala

Perra, gorda y fea

El chico la rechazó por no ser bonita. Era gorda, usaba lentes grandes y tenía que usar brackets. Todos se rieron de ella cuando declaró su amor y fue rechazada. Al pasar le coreaban: “Gorda y fea, se declara y la batean”. Empezó a hacer ejercicio, bajó 30 kilos, se quitó los brackets, cambió sus lentes por unos de contacto. El chico se arrepentiría de haberla rechazado. Quiso ser bonita y por eso descuidó otras cosas, como su linda personalidad. Ahora es una perra que corea junto a los demás: “Gorda y fea, se declara y la batean”.

Ciclary Violeta Flores Maldonado

Preparatoria Regional de Tecolotlán

Muerte mojada

Estábamos recostados, uno al lado del otro. Acabábamos de hacerlo; me sentía sorprendida y horrorificada a la vez. Se levantó, se vistió y antes de irse me dijo: “vuelvo en el próximo aniversario, mi vida” y atravesó la puerta. Pero me quedé preguntándome si sería en el aniversario de nuestro matrimonio o en el de su muerte.

María José Sigala Murillo

Preparatoria Regional de Tequila, módulo Magdalena

Mónica

-Fuego en el alma. Areli Lizbeth Carrillo Vázquez. Preparatoria Regional de El Salto.

Al frente está ella. Tiene 13 años, y anda con su uniforme azul celeste. Yo la llevaba a la escuela o, en este caso, al concurso. Es una tarea que disfruto. Pienso que se debe a que es de los pocos momentos en los que puedo sentirme cerca de ella. Después de todo, sus estudios la ocupan mucho, y yo, bueno, también tengo mis propios asuntos de vida “adulta”.
—Así que… la Olimpiada de Matemáticas—, le digo en tono casual mientras caminamos—. Eres un genio, Mel, seguro que esta vez sí ganas.
—Sí, eso espero, ¡No voy a conformarme con un segundo lugar de nuevo!—.
Esta vez su expresión se vuelve más determinada—. Y sabes que me siento rara cuando me llamas de esa forma.
Me cambio del lado de la calle para estar junto a ella y le sonrío travieso.
—No puedo evitarlo—, le digo y continúo—: Entonces ¿Tengo que recordarte que le prometiste una invitación a tu persona favorita?
—Ah, ¿lo hiciste? —. Tomó mi mano y la apretó ligeramente—. Yo te dije que tal vez. Nunca aseguré nada.
Ya veo, entonces creo que simplemente podría comerme la caja de mazapanes yo solo. —¡Qué torpe! Es cierto. Tengo tu invitación justo aquí—. Golpeó el bolsillo delantero de su mochila.
—Me alegro mucho de que te hayas recuperado de tu amnesia, mi pequeña Mel—. Ella hizo un gesto acompañado de una risita. Luego, me abrazó.
—Bueno, ¡nos vemos, Charlie! —. Se da la vuelta y se dispone a entrar siguiendo una estampida de niños.
—No tan rápido—, le llamo la atención y apunto a mi mejilla. Mel me planta un beso en el mismo—. Ahora sí, nos vemos.
La despido con la mano y la veo irse hasta que desaparece, con una larga melena castaña flotando detrás.
Me doy la vuelta y camino por el vecindario de manera más solitaria. Iba a regresar por ella tan pronto acabara la prueba.
Mientras caminaba, no pude evitar echar un vistazo a su casa, donde podía ver a sus padres conversando en la sala.
—¡Querida! ¡Llegó! ¡Finalmente está aquí!
Me acerco lentamente al lugar de donde provienen las voces, recargado sobre la pared de afuera procurando ser discreto.
—¡La han aceptado!
—¿De verdad? ¡Esto es asombroso! Finalmente podrá tener la oportunidad que se merece.
—¡Debemos darle la noticia en cuanto llegue! Estoy seguro le encantará un ambiente más a su nivel.
—Así es. Y además… Tendrá más privacidad—. El tono de angustia de la mujer es perceptible.
—Sí, lo sé—, le da la razón el padre, y despeja las cosas—. Yo me encargo de recogerla y después podemos darle la noticia.
Me quedo paralizado con cada palabra. Siento mi corazón acelerado y de pronto me siento aterrado de que me encuentren y descubran que escuché todo. Sin pensarlo mucho, salí de allí hacia mi destino original. Mi propio hogar. Tomé las llaves de la mesa y encendí el carro.
Ira corre por mis venas. Estaba seguro que lo hacían por mí. Mi presencia siempre les había incomodado, pero ahora se habían pasado.
No iba a dejar que la alejaran de mí. Después de todo ¡era mi hermana! ¡Ni el accidente, ni ninguno de sus estúpidos papelitos de adopción podían cambiar eso!
La espero estacionado afuera de la escuela hasta que el concurso acaba.
La llamo desde la ventanilla.
—¡Mel, Meli, ven!
—Oh, estás aquí. Pensé que mi papá vendría…—. Hace un gesto de extrañeza, mientras yo abro la puerta para que entre.
—Cambio de planes—. Veo por el espejo retrovisor. A unos pocos coches de mí, estaba él, caminando por la misma acera donde nosotros veníamos hace apenas una hora. Eso me obliga a apresurarme.
—¿Qué… tal el concurso?—. La veo de reojo encogiendo los hombros.
—Me fue perfectamente. Estoy segura de que el idiota de Bruno no me va a quitar el puesto esta vez—. Me mira con esa confianza suya.
Eso me ayuda. Aunque aún me siento tenso. No han puesto denuncia pero evadir las estaciones de policía no estaba de más, ¿cierto?
—¿No vamos a mi casa, Charlie? —, pregunta de pronto y me desorienta un poco.
—Quiero dar un paseo y de ahí llevarte a mi casa para darte los mazapanes que te prometí— Trato de lucir tan tranquilo como podía.
—Perfecto. Me alegra saber que eres alguien de palabra—. Me sonríe ganadora.
—Espero lo mismo de ti, niñita—, respondo imitando un tono gruñón. Ella sólo sostiene su expresión.
Sigo conduciendo. En un silencio un tanto incómodo, que se rompe un par de minutos después por una pregunta de mi pequeña Melissa.
—¿A dónde vamos de paseo?—. Me siento feliz y complacido a penas pregunta eso.
—¿No reconoces por donde estoy yendo?—. Sus ojos se llenan de confusión y niega despacio con la cabeza.
—¿En lo absoluto? Anda, mira bien—. Coloco mi mano sobre su pierna acariciando su palidez. El gesto parecía desconcertarla, mas siguió mirando a los alrededores como buscando pistas.
Mel de verdad no parecía reconocerlo. Fui deteniendo el carro lentamente en la orilla, mirándola con los ojos abiertos como plato, con el corazón latiendo tan rápido que dolía.
—Quiero que recuerdes, enfócate—. La tomo por los hombros y la obligo a mirarme. Quizá demasiado por sorpresa, ya que se sobresalta al instante. —¡Aquí fue el accidente, Mel! ¡El que acabó con la vida de nuestros padres! ¡El que nos separó! ¿Te han lavado el cerebro, no es cierto? ¡Ellos te han lavado el cerebro! —. En menos de lo que me doy cuenta estoy gritándole.
—Charlie…—, su voz sale como un hilo tembloroso. Sus ojos están húmedos y llenos de terror.
Rápidamente, suavicé mi voz. No quería asustarla.
—Sólo te traje para que recordaras. Para que accedieras a irte conmigo. Así podremos estar juntos de nuevo—. Fuerzo a las comisuras de mis labios a elevarse. Eso no pareció reconfortarla.
—N-no puedo, Charlie, estás… muy confundido—. Quitó mis manos de sus hombros.
—¡No es así! Vamos.
—No soy quien crees. Soy… tu vecina ¿te acuerdas? Mi nombre es Mónica. Mónica Martínez— Noto cómo una de sus manos, temblorosa, se dirige a la manija del carro. Con lentitud. —Sé que… yo—, Soltó un quejido desesperado. Como si quisiera decir muchas cosas, pero no supiera cómo hacerlo. —Sé que podemos arreglar esto si tan sólo me llevas a casa, ¿sí? Por favor, por favor, volvamos…—, ruega.
Pero ya no puedo escucharla. Pongo seguro a las puertas y arranco pisando el acelerador con tanta fuerza como puedo.
Era definitivo. La habían arruinado.
Mas voy a recuperarla. Porque voy a asegurarme de que nadie va a volver a quitármela.
Nunca más.

Itzel Alejandra Ambriz Saldívar

Preparatoria 10