Carlos Emmanuel Castillo Núñez
Preparatoria Regional de Tecolotlán
Publicado en la edición Núm. 12
Abstract
Entender los fenómenos que nos rodean ha sido el reto más grande que la civilización se ha planteado; comprender cómo y para qué es que las cosas funcionan de tal manera, el por qué suceden, buscar las respuestas de nuestro entorno, son interrogantes que explican la necesidad de la existencia de las ciencias y la incesante inquietud de desarrollarlas.
Sin embargo, los constantes avances producen un nuevo problema, y es que por lo general damos todo por sentado, desde nuestra propia existencia hasta la manera en que funciona el mundo, sin pensar realmente en una verdadera causa, ni preguntarse siquiera qué fue lo que tuvo que suceder para que tal situación se diera, para que se explicara de dicha manera. Por ello es que vivimos en el presente preocupándonos sólo por resolver nuestro futuro, por lo que ¿qué importancia tiene dar un vistazo hacia nuestro pasado?
Responder a esta pregunta involucra pensar en todas las cosas que pasaron, en las que pudieron pasar, en las que nos gustaría que pasaran y en las que nunca pasaron; y es aquí donde nos debemos dar cuenta del sinfín de posibilidades en que nos desenvolvemos, que por un lado pueden convertirse en acciones que inevitablemente forjan nuestro destino sean cuales sean nuestras decisiones o, por el contrario, nos hace pender de un contexto azaroso del cual todos formamos parte originando una condición exageradamente dependiente en la cual se rige el presente.
Comencemos por definir ambos conceptos, en particular el estoicismo se ha encargado de defender al destino como una respuesta que explica todo lo que sucede a nuestro alrededor. Crisipo propone un modelo basándose en la experiencia científica, específicamente en la aseveración de que nada surge de la nada, en donde todo tiene una razón lógica que no depende del azar.
La ciencia ha demostrado que todo tiene una causa que provoca una reacción, que cual sea que fuese estaba destinada a existir desde que la causa inicial surgió, por lo tanto, pensar por ejemplo en los primeros organismos unicelulares como el origen de una cadena evolutiva indica que la presencia del ser estaba escrita, porque de esa forma la Naturaleza crea un orden que asimismo adoctrina a la experiencia del razonamiento, le previene de que dos acciones iguales tendrán siempre la misma reacción, por ello existe el método tan exacto que rige a la comunidad científica y de la cual depende la realización de leyes universales. Al fin y al cabo Albert Einstein dijo “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Crisipo entendía entonces que “el destino es un orden natural de todas las cosas desde la eternidad, unas cosas siguiendo a otras y vinculándose, siendo el entrelazamiento de ellas inalterable”, concepto alejado de la superstición, más bien orientado a explicar el porqué del suceso de los fenómenos desde nuestra existencia, la razón de la cual llegaron a ser los hechos del pasado, son los hechos del presente y serán los del futuro.
Por su parte, Aristóteles consideraba al azar como “la causa accidental de lo que se hace con intención y con cierto fin”, más bien como algo que desordena, que altera una situación inicial convirtiéndola en otra por necesidad de realizarlo, por lo que esa necesidad es a su vez un producto del azar y al mismo tiempo la culpable del cambio, en un sentido más estricto las causas que producen los efectos atribuidos al azar son indeterminados, pues todo es parte de una red de infinitas posibilidades que dependen una de otras, contradiciendo a la propuesta estoica.
Encuentro al destino dependiente del azar, y prueba de ello es la historia de la humanidad. En la historia de la humanidad, ésta se ha encontrado en momentos claves en donde un ligero cambio a alguna pequeña decisión terminaría condicionando completamente la situación en que vivimos ahora; se convierte en la prueba más grande de lo que sería un efecto mariposa, en el cual el rumbo del futuro se vería totalmente alterado, todo a consecuencia de un instante previo en que el azar marcaría un destino distinto.
Por ejemplo, quizá el presente fuese diferente si el emperador Mehmed ii no hubiese decidido conquistar Constantinopla, punto de contacto de comercialización entre Europa y Asia; si los turcos no se hubiesen apoderado de la ciudad los españoles nunca habrían buscado nuevas rutas hacia las Indias, lo que en unos años más se traduciría al descubrimiento de América. El contacto con el “nuevo mundo» se realizaría años después y algunos aspectos culturales serían muy diferentes a lo que es ahora. Incluso la suposición pudiera no ocurrir si los vikingos le hubiesen prestado atención a estas tierras, posiblemente celebraríamos rituales paganos en vez de cultos religiosos a la Iglesia católica.
Si el emperador no hubiese mandado a su pueblo a luchar, nuestro destino sería diferente. Atacar o no, el azar dentro del pensamiento de Mehmed ii en aquel momento condicionó irremediablemente al destino actual, y al presente de entonces que es nuestro pasado; casos como éstos son sencillas demostraciones de que el azar es quien rige las reglas del destino.
Indagar en las pruebas que nos ha dejado este fenómeno permite reconocer la importancia de las diferencias muy pequeñas que puede tener un efecto verdadero en los resultados finales a través del tiempo; la magnitud del cambio depende de tan sólo un segundo para que el destino sea otro, y en algunas ocasiones no depende del hombre, sino que existen factores externos como el clima que son los que tienen la última palabra.
¿Qué hubiese pasado si la lluvia nunca hubiese cesado para que el ejército prusiano llegara a tiempo en la batalla en Waterloo? Napoléon habría ganado el enfrentamiento por la ventaja numérica y seguro se convertiría en el amo supremo de toda Europa. ¿Y si no se hubiese presentado un cielo nublado aquel día en la ciudad de Kokura? Nagasaki nunca experimentaría el horror de los destrozos de una bomba nuclear. El poder que se le puede atribuir a la posibilidad es inmenso, y más cuando se trata de los mandatos de la Naturaleza.
Particularmente los hechos del pasado ayudan a comprender lo vulnerable que es el ser humano ante cada persona que habita en el mundo, al igual que frente a las que ya lo han abandonado, pues de la humanidad depende ampliamente el destino de nuestra propia existencia, y dependió en algún momento de las decisiones de nuestros antepasados.
Incluso las acciones que fueron olvidadas por ellos repercutieron en los sucesos del futuro. El azar involucra sólo una posibilidad aceptada y el resto se pierde en la incertidumbre, el historiador Paul Veyne considera que “la historia está llena de posibilidades abortadas, de acontecimientos que no han tenido lugar […] un tropel indefinido de historias simultáneamente posibles, de ‘cosas’ que podían ser de otra manera”, y uno se pregunta qué hubiese pasado si aquellas posibilidades olvidadas no fuesen etiquetadas de dicha manera.
Vincent Van Gogh, uno de los pintores más reconocidos a través del tiempo, tuvo la oportunidad de convertirse en sacerdote, al igual que Adolf Hitler, líder de la Alemania nazi, y que mantenía el sueño de convertirse en pintor en su juventud. ¿Qué hubiese pasado si el mundo careciera de las obras que más tarde revolucionaron totalmente al arte? Puede que el gusto por la representación gráfica hubiese tardado mucho tiempo, quizá la vida de Van Gogh no terminaría en un suicidio. ¿Cómo sería la historia si Hitler hubiese ignorado a la política en aquel entonces? Millones de personas mantendrían su vida, la Segunda Guerra Mundial nunca habría ocurrido, tal vez sea él quien termine revolucionando al arte, recibiendo los méritos que se le brindan a Van Gogh en la actualidad. Pero no.
El destino de Adolf Hitler estuvo marcado cuando su peculiar personalidad explotó dentro de la política y aun así el azar evitó que éste fuera quien ganara la guerra, pues de los dos bandos participantes sólo uno podía resultar victorioso. Y dentro de toda la posibilidad en este suceso, con facilidad se puede pensar en que una alianza entre los alemanes y los ingleses desde un inicio pudo cambiar completamente la historia de aquel entonces y, por ende, en el presente el impacto hubiese sido inmenso e innegablemente transformador.
Los nazis se habrían apoderado de todos los continentes, indiscutiblemente Hitler fuese el líder supremo del mundo, Alemania se convertiría en la potencia mundial del siglo xx, mientras que Estados Unidos y la Unión Soviética nunca librarían la carrera tecnológica por el espacio, el fascismo controlaría todos los aspectos de la vida y nada sería igual a como lo conocemos ahora.
Sin embargo, gracias a las posibilidades, al conjunto de decisiones y de acciones que se llevaron a cabo, Alemania pierde la guerra, y de ese acontecimiento en adelante se desencadenaron muchas cosas más que de igual manera pudieron condicionar al presente; el orden actual vigente es tal y como lo conocemos gracias a las personas que evitaron cualquier indicio de catástrofe, como sucedió en la Crisis de los misiles en Cuba, o el estado de tensión entre las dos Coreas, que con facilidad pudieron ocasionar desastres nucleares y en un futuro ser recordadas como las causantes de un mundo devastado y desolador.
Pensar que nuestra vida obedece y dependió de una decisión de una persona viva o muerta que puede encontrarse al otro lado del mundo, y que tal vez nunca lo conoceremos ni lo conocimos es comprender la fragilidad de la cual todos formamos parte. Por ello no somos más que un montón de accidentes provocando más y más accidentes, alterando el ‘orden’ constantemente, y la necesidad de atribuirle al azar o al destino el curso de los asuntos humanos es sólo una manera de entenderlo.
Analizando todas las situaciones, el conjunto de personas, la posición geográfica y la infinidad de instantes a través del tiempo, uno resulta ser una versión burda y afortunada de la gran cantidad de combinaciones y factores que situados en el momento correcto ante el contexto indicado desbocan finalmente en un nuevo ser, una posibilidad en millones que fácilmente pudo ser frenada en cualquier instante del proceso, una acción o decisión que condicionaría el vivir de dicha persona de una manera totalmente diferente, o que simplemente, culminaría privándolo de su existencia.
Entender que cada persona en el mundo es un milagro cuántico que se sobrepuso al capricho de la Naturaleza conlleva a darse cuenta que nuestro tiempo en la tierra es sólo un parpadeo para la inmensidad del universo, algo insignificante para el espacio pero tan poderoso como para dirigir un rumbo distinto.
Ser o no ser producto del azar o el destino sólo deja en claro que la humanidad está íntimamente conectada entre sí. El poder de una decisión o de un suceso puede transformar al camino colectivo completamente. Lo que hagamos y dejemos de hacer ahora innegablemente traerá consecuencias a corto y largo plazo, actos tan sencillos como elegir el auto en vez de la motocicleta puede salvarnos la vida, evitar guerras o encontrar la cura para el cáncer. Las posibilidades están presentes en ello y depende de nuestras acciones escribir el futuro, trazar nuestro destino como persona y colaborar para una historia común.
Bibliografía
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