La poesía no ha muerto

Con todo y el pasmo de lectores y creadores, es preciso aceptar que, para el grueso de la población, lo mismo que dios para Nietzsche, la poesía ha muerto. Hay personas que afirman, incluso, que los poetas son una especie extinta que se puede encontrar solamente al pie de algunos textos, en aquellas otras reliquias de la antigüedad llamadas libros…
Si la lírica es cosa del pasado, ¿qué es el silencio de las cosas en el hastío de los domingos?, ¿qué son las manos arrugadas de los viejos que en cada surco esconden una verdad?, ¿qué es el clamor por justicia y paz de las y los que por ellas luchan? Poco importa lo que piensen algunos: la poesía no puede morir porque habita el mundo incluso antes de la humanidad; es la esencia de todo lo que existe y solo se extinguirá cuando se apague el universo.
En el presente número de Vaivén nos encontramos con quince autores que han logrado asir un pedazo de poesía para regalarlo a través de sus palabras. Estos poetas, disfrazados de estudiantes de preparatoria, nos devuelven a la antigua Roma, como en “Díaita”, y resignifican aquellas locuciones latinas que parecieran creadas para los aparadores; en “Papel cauce de lo no dicho”, el autor nos describe el resurgir de la inspiración en un tono absolutamente moderno, en “Mujeres de México” la autora denuncia la violencia de género en nuestra sociedad. Así, cada uno de los autores rescata a la poesía de languidecer y la puebla de imágenes novedosas, aquellas que habitan sus sentidos.
Para Hölderlin, los poetas eran pararrayos de lo divino, vates capaces de asir el espíritu del tiempo, el “zeitgeist”: el ser humano escribe porque necesita comprenderse a sí mismo. La poesía, a través del lenguaje, el ritmo y la metáfora le devuelve un reflejo, pero este no es cien por ciento fiel a su imagen, el reflejo es lúcido y le habla a su alma, le invita a mirar, a detenerse, a amar, a respirar, a morir, a bailar. Los textos reunidos en el número 22 de esta revista nos demuestran que nunca seremos los mismos después de haber leído un poema, porque vivimos otros tiempos y otras mentes, y como ocurre en todo el arte: dejamos de ser nosotros mismos para habitar por momentos a ese Otro misterioso.

Elba Irene Vega Fregoso *

* Es licenciada en Letras Hispánicas por la Univesidad de Guadalajara y maestra en Tecnologías para el Aprendizaje por la misma casa de estudios. Sus textos han sido publicados en plataformas nacionales e internacionales. En 2016 presentó la plaquette titulada “Tanta maravillosa, exquisita maldad”, con Editorial Disoluciones. Desde hace tres años se ha desempeñado como docente.