Estoy al borde de la desesperación. No sé dónde estoy ni cuantos días llevo aquí, o incluso si tengo familia. Lo único que recuerdo es que estaba esperando a mi novio en la parte trasera de un restaurante. Creo recordar que me llamo Megan. La estancia donde estoy es fría y obscura, y recibo comida por una compuerta, no sé quién me tiene aquí y eso hace que cada vez tenga más miedo.
Estaba sentada en un colchón viejo y sucio, cuando el rechinido de la compuerta interrumpió mis pensamientos. Poco a poco una mano introdujo una charola con comida y un periódico, me incliné para recogerlo y vi que la fecha estaba obstruida con marcador negro y a un lado escrito: “Hasta mañana, dulces sueños, mi ángel”. ¿Qué me trata de decir con esto?
Grité: “¡Púdrete en el maldito infierno, vendrán por mí!”. Pateé la charola y le dije a quien sea que estuviera de tras de la puerta: “¿Qué es lo que quieres de mí?… ¡Maldita sea!”. Entonces vi la perilla girar, sentí un frío aterrador recorrer mi cuerpo, mi corazón latir tan rápido que creí que se me iba a salir y escuché una voz:
—Hola Elena, aunque prefiero “ángel”, me gusta más. Ángel, no es justo desperdiciar la comida, hay personas que no tienen—.
Estaba caminando por toda la habitación y no me quitaba los ojos de encima, me ponía nerviosa, estaba en shock, no tenía palabras, quería matarlo pero tenía pavor de que me pudiera hacer algo.
—¿No tienes nada qué decir? —pronunció—. Bueno, ponte cómoda porque no saldrás de aquí y maldecir no es digno de una dama, ángel. Cuida esas palabras, porque las consecuencias no te gustarán.
Cuando ya iba camino a la puerta para salir, le dije:
—No me llamo Elena, ni quiero que me llames “ángel”.
Al escuchar esto se giró furioso y camino hacia mí. Con voz fuerte exclamó:
—¡Ya no existe tu vida pasada, olvida todo, absolutamente todo, ahora ésta es tu vida!
Dio vuelta pero en cuanto iba a dar un paso, dije:
—¿Quién eres?
Volteó a verme y puso sus ojos sobre los míos, eran verde esmeralda y con una sonrisa sarcástica respondió:
—Logan, mucho gusto, ángel.
Se dirigió hacia la puerta y lo último que se escuchó fue el cerrojo atrancar.
***
Ya han pasado 13 meses y no sé si es correcto sentirse aliviada o sin interés alguno por seguir aquí. Me estoy acostumbrando a ello. Son constantes las visitas de Logan, no me ha hecho daño y la idea del chico violento, malo y posesivo se ha ido de la mente. Pero la pregunta que me asecha día y noche es ¿qué quiere de mí y por qué estoy aquí?
Estaba recostada y sentí una mirada, giré mi cabeza y vi a Logan observándome como si fuera una escultura.
—¿Hace cuánto estas ahí?
—Hace un par de horas. Eres muy linda cuando duermes y me pregunto qué pasa por tus pensamientos… Además, quiero asegurarme, por supuesto, que soñaste conmigo.
Torcí los ojos.
—¿Me puedo acostar? —lo escuché decir. No respondí.
—Creo que eso es un sí —respondió.
—¿Logan? —dije.
—¿Sí? —me contestó.
—¿Qué es lo que quieres de mí?
Hubo un silencio incómodo por unos segundos.
—Cuando estoy contigo no me siento solo, eres mi ángel y si no te tengo nadie más te podrá tener. Nunca dejaría que te lastimaran, mi ángel.
Hubo otro silencio más largo, Logan hizo que me acercara a él y me abrazó de una manera que no podía escapar de su regazo, era demasiado fuerte. Le pedí que me soltara, pero ya se había dormido. En un susurro le dije:
—No sé qué pensar de ti. Debería estar gritando porque estás aquí, sentir pánico. Lo raro es que no es así, me siento segura, protegida y temo sentir algo por ti. Siento decirte que el que me está haciendo daño eres tú.
Se escucharon unas fuertes pisadas del otro lado de la habitación y que alguien forzaba la manija para abrir. Grité:
—¡Logan, hay alguien más aquí!
Logan se levantó de la cama rápidamente, me levantó y me dijo que no hiciera ruido alguno. Hubo un grito:
—¡Abran o tendré que utilizar la fuerza!
Logan sacó un arma de sus vaqueros y me colocó detrás de él. Esperó a que hicieran su siguiente movimiento. Se escuchó la puerta caer, me sobresalté. Vi cómo entró un hombre con un arma apuntando hacia él, le pidió que me soltara. El hombre dio un paso hacia mí queriendo tomarme por el brazo.
—No te le acerques más —gritó Logan.
Todo pasó tan rápido. Logan me aventó hacia el piso, me pegué en la cabeza contra la pared y lo único que alcancé a escuchar fueron unos cinco disparos.
Me dolía la cabeza, me sentía confundida, miré alrededor. A un lado mío yacía Logan con un disparo en el estómago. Me acerque a él, estaba pálido, sudaba frio, entonces me miró con una sonrisa melancólica. No sé en qué momento fue pero una lágrima recorrió mi mejilla. Susurrando me dijo:
—Tranquila, ángel, no llores, ya lo arreglé.
Miré hacia enfrente, ahí estaba el hombre con su placa de policía, con varios disparos en su torso. Me giré hacia Logan y recostándome en su hombro, me dijo con dulzura:
—Eres mía Elena, siempre estarás conmigo, estaremos juntos y yo me encargaré de eso.
Al instante escuché otro disparo, mis ojos se abrieron inesperadamente, al segundo siguiente sentí mis párpados muy pesados y un dolor insoportable en mi cintura. Los labios helados de Logan rozaron los míos y susurraron:
—Serás un hermoso ángel, mi pequeño amor.
Ayleen Cristina Meza Oloño
Preparatoria del Centro Universitario UTEG Zapopan
Publicado en la edición Núm. 12