Cuando muera quiero un cóctel de su más fino whisky en las fauces del infierno, porque admito que no fui una persona formidable y mi vida está llena de pecados mortales. Pero, aunque fui un cabrón en vida, y en la muerte no busco remediarlo, a nadie se le niega un buen trago de alcohol. Después de todo, no hay mejor veneno que el que te mata lentamente sin que tú te des la menor cuenta. Entonces, amigos, permítanme brindar por las noches estrelladas, por el aire frío y los cielos grises antes de mi juicio final.
Yo mismo seré mi verdugo, y he de prometerme que no tendré misericordia conmigo, ya que no hay alma en esta tierra que me odie más que yo mismo. Así que les daré permiso para que rían y se diviertan cuando mi sentencia sea otorgada, porque es bien sabido que me merezco el peor de los males.
Daniela Carolina Aguirre Orozco
Preparatoria 5