Ernesto Gabriel González Santiago
Preparatoria 7
-Pero, Julián, ¿cómo lo lograste?
—¡Es más fácil de lo que crees! Mira, tomas el palito de la cereza con la lengua y…. listo, ¡un nudo!
—Pero qué habilidad con la lengua, Julián, por Dios, ¿en qué la usas?
Todas las personas en los raros sillones del estudio comenzaron a morirse de la risa, incluso Julián. Cayó del asiento y giró para seguir riendo mientras los demás lo señalaban.
La música estaba a todo volumen, y los aplausos pregrabados acompañaban perfectamente la escena, mientras la cámara se zarandeaba y movía por todo el escenario. Tantas luces y colores parpadeantes en el fondo saturaban todo a la vista, distrayendo de cualquier cosa que pudiera estar pasando, como el ruido fuera del estudio.
Los gritos.
—Y, Nadia, hablando de habilidad —dijo Julián, levantándose del piso y volviendo a su asiento—. Recién hoy vi un video buenísimo que quería compartir con los televidentes.
—Venga, ¡veámoslo!
Julián sacó su celular y, cruzando rápidamente todas las noticias y alertas que llenaban su página principal, llegó hasta el video.
Transmitir.
—Oh, ¡qué precioso perrote! ¡Y, mira, cómo juega con su ula ula! ¡Qué habilidad, señores! Mucho más que la mía, porque si yo lo hago… ¡me caigo!
Todos volvieron a reír y vitorear mientras ella emulaba torpemente un baile. Volvió a su asiento.
—Pero, cámara, no seas tímida, ¡acércate a la pantalla para que todos lo vean!
La gran máquina acercó la cámara a la pantalla donde se transmitía el video, sacándolos a los demás de la vista.
La sonrisa fingida de Julián murió al instante. La de ella perduraba dolorosamente.
Los estallidos seguían sonando en el exterior.
Los disparos parecían acercarse.
Julián volteó a verla, con la cara consternada.
Nadia negó con la cabeza, sin quitar la sonrisa.
La cámara regresó a enfocarlos y todos vitorearon alegres. Una música más movida comenzó a sonar.
—¡Escuchen! Ya saben qué significa: ¡hora del baile!
Y todos bailaron.