¿Qué filosofía? Mona despeinada y esquizofrénica

La filosofía es una mona despeinada.

También se podría describir como un ovillo compuesto de múltiples hilos de diferente textura, materiales y multicolores. Por eso habría que hablar más de filosofías que de filosofía. En esto se parece a la poesía: hecha también de tonos, colores, sabores y ritmos. Se contra argumentará: la filosofía descansa en el argumento y la poesía en las emociones. No necesariamente. Filosofía y poesía trabajan y elaboran sus productos con lenguajes, éstos son la forma en la cual destilan sus producciones, sean conceptuales o imaginativos, emocionales o cerebrales, experienciales o abstractos. Así como es posible una poesía que se plantee preguntas filosóficas, también existe una filosofía que recurre a la poesía para clarificarse (dicho lo anterior, tampoco estoy afirmando que sean idénticas y ni siquiera asimilables).

Los manuales de historia de la filosofía suelen presentarla como trayectorias continuas y homogéneas, primero Platón y Aristóteles, luego Kant y Hegel, después de Hegel, Marx y en seguida Lenin, Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt. Si a los latinoamericanos nos va bien, en algún pie de página se incluye a Adolfo Sánchez Vázquez, José Revueltas, Jorge Portilla y Enrique Dussel. Imaginemos el escenario: a los adolescentes que preguntan sobre la vida, la sociedad y sus relaciones, se les dice: primero hay que conocer lo que sostuvo el tatarabuelo Platón, luego lo que corrigió el bisabuelo Aristóteles y después ir a la casa del abuelo y solterón Kant, para que explique los límites del conocimiento humano. De ahí que los manuales —a partir de un punto por determinar— se convierten en tóxico para el intelecto (aunque, en otro sentido, comprender qué se ha dicho en el pasado sea relevante). Otra manera de acercarse a la filosofía es revisar los argumentos, sus estatutos y consistencia. Pero ambas formas terminan por vaciar la experiencia y despolitizarla. De ahí que sea fundamental una tercera forma: a partir de lo apremiante del presente, preguntar por el dentro y afuera, por el mundo y su entorno, la mente y los olores del cuerpo, por el saber y sus límites, por el poder, el dolor y la opresión social y la política. Por eso Deleuze afirmaba que la filosofía es el detective que indaga y va tras las huellas del “criminal”.

Pero preguntar no es asunto sencillo ni tampoco imparcial e indiferente. Siempre se pregunta desde un lugar, en un contexto y una densidad histórica. Si Adán y Eva no se veían “en pelotas” y no se podían preguntar por qué estaban cegados ante su desnudez, el motivo era que estaban presos de las garras de la ideología religiosa. De aquí que también sea importante hacerse cargo del contexto social, político y económico en el cual planteamos las preguntas. Ese contexto es el capitalismo, como modo de producción y reproducción social que se funda en la explotación de trabajadores y personas. Esta disociación de la filosofía con respecto al modo de producción en el cual surge, la hace esquizofrénica. El capitalismo, entonces, es determinante en la forma en que vemos el mundo y vivimos dentro de él. Éste es el criminal que persigue el detective deleuzeano y al que hay que combatir, por más que se oculte tras mil máscaras y se comporte seductoramente (¡la mercancía!).

Entonces, la filosofía es un asunto del preguntar crítico que se hace cargo del contexto de dominio capitalista e intenta generar figuras y espacios de lucha y resistencia. En este punto se clarifica que la filosofía no es sólo un asunto de ideas y abstracciones, sino también de maneras que buscan transformar el mundo y luchar contra la explotación y el sufrimiento humano. Y esta lucha tiene un sólo sentido: la liberación de las y los oprimidos. Por ello, si bien la filosofía tiene su identidad, también linda con la poesía y la política.

          La filosofía, además de ser una mona despeinada, es esquizofrénica.

 

* Enrique G. Gallegos

 

*Es poeta, filósofo y crítico literario. Ha publicado poemas, aforismos, crítica literaria y artículos de investigación. Algunas de sus publicaciones: Épocas, 2014 (poesía); Poesía mayor en Guadalajara. Anotaciones poéticas y críticas, 2007 (crítica literaria); Poesía, razón e historia, 2010; Walter Benjamin y el ciframiento político de la estética en Baudelaire, 2015 (ensayo). Ha participado en antologías nacionales y co-editado algunos libros colectivos. Es profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana y miembro del SNI.