Escuchar a la par ‘Polonesa Heróica’ de Chopin.
Me llenas de esa sensación de desespero,
aquella en la que siento que solo corro sin
[sentido alguno.
Corro y no me canso,
corro y no me pierdo.
Luego me atrapas, tu risa se adueña de mi
[mente y me contagia.
El desespero desaparece, tornándose alegría
[y sosiego.
Se torna diversión pura, me hace sentir en
[un sueño.
Un sueño incluso sin serlo.
Vueltas, rosas, risas y besos, me siento en el
[mismísimo cielo.
¡Después desapareces nuevamente!
Miro a todos lados y me doy cuenta de que
[aquí ni siquiera habías estado.
Entonces despierto.
Despierto de aquel sueño sin encanto que
[dejaste junto con el desespero.
Grito, corro, lloro, te busco.
No estás, ¿dónde estás?
Ah, cierto, me abandonaste.
¡Pues púdrete!
Tú, tus rosas y pasteles pueden irse y hundirse
[en aquel agujero infernal del que salieron.
¡Ah, ¿qué es eso?!
Te escucho en el pasillo, ¿acaso has vuelto?
¡Ja! ¿Otra mujer? Sí que eres descarado.
Deseo que se pudra tu semilla y tu descendencia
[no exista.
Deseo que te encuentres en decadencia y mueras
[en agonía.
¡Hey, parece que sí me has escuchado!
No esperaba menos, el sonido de la ventana
[al romperse no es ligero.
¡Has mandado al enfermero! ¿Es en serio?
En lugar de arreglar las cosas por su peso decides
traicionarme nuevamente y hacer que me encierren.
Me torno una camisa de fuerza, mis
[brazos inmóviles desean golpearte hasta
[quedarme sin cuerda.
Me llevan a un ático lleno de espuma, la sala
[del silencio se rompe en mi garganta y eso
[me abruma.
Me llamas ingrata en un susurro discreto y después…
[Ah, vaya, lo has conseguido de nuevo.
Te afirman que estoy loca, que me falta un tornillo.
Firmas los papeles del psiquiatra y te entregan
el dinero de mi bolsillo.
¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!
Maldito embustero, ojalá te mueras y tus cenizas
[no se las lleve ni el viento.
Deseo que cada paso que des sea directo a tu
[tumba y que cada respiro que sueltes sea
[el mismo que te lleve a la muerte.
Ojalá se te caiga el cabello, termines gordo, sin
[gracia y con más deudas que sueños.
Ojalá que la mujer de enfrente te deje.
Deseo que no le des hijos, que su vientre se
[seque y su desdicha aumente.
Ojalá te des cuenta de que en mis brazos
[estabas a salvo.
¡Yo te daría hijos! ¡Yo te amaría incluso gordo,
[sin gracia y asqueroso!
¡Yo sería tu mujer perfecta!
Tan perfecta, tan divina, femenina y discreta.
¡Yo era tu mujer perfecta!
Mi voz se quiebra en llanto y me miras con desapego. No me dejes, te lo ruego.
Tu mirar se tornó gélido y en tus ojos azules ya eran auténticos hielos.
Me das la espalda, tomando a tu castaña de la mano.
—¡Entonces púdrete! —grité con desespero—. Mi corazón te ama, cruel embustero.
Vanessa Monserrat Razo Domínguez
Preparatoria 9