En tu mesa redonde donde nadie coincide

Leonel Olua García

Preparatoria 9

Padecí de tu ternura
y lo único que tuve
fue una acentuación de tu ruptura,
donde ni tu egoísmo cabe.

De tu amor a tu odio,
de tu atención a tu indiferencia,
tú de un rápido estudio
y yo una lenta diligencia.

Atenué la oscuridad de tu partida,
aferrándome a tu luz confiado y valeroso,
con la mentira que me destruye la vida
y a un lado la verdad de un meticuloso.

No te culpo por irte y cambiar,
te culpo por no llevarte este recuerdo,
que te sujeta de par en par,
por más que me quede poco cuerdo.

Soy solidario y fiel a ti
aunque tus guerrillas se cruzaron,
tu áspera bondad me cegó cual paloma
que no entiende el mensaje de paz de un soldado.

Tú la infiel infeliz consensuada,
con maldad y respeto de aliada.
Fuiste verdad de Dios comprobada
y de Lucifer, lealtad mancillada.

Quería entender mis pensamientos sinuosos,
dejándome llevar por la espina de tu espalda,
resbalando en malentendidos por tu cintura,
conjugando con los dorsos de tus rosas secas.

Usando un “y” cuando ya no coordinamos,
o bien las farsas que nosotros adjudicamos.
Pero contigo como jueza y yo como el responsable,
ni siquiera se salva el verso más amable.

Quedándome vacío por más que abarque,
el amar nos sobrepasó el estanque,
de zarpar mares a mar muerto
y volverse un náufrago
que no puede encontrar el puerto.

Viéndolo en retrospectiva,
noto que siempre hubo un tercero en discordia.
Hubo tantos momentos marcados sobre piedra
que ninguna gota precipitada podría borrar,
pero él fue la cascada entera,
mientras yo era agua templada
de una laguna calmada en La Paz.