La eugenesia

Andrómeda│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Andrómeda│Diego Guadalupe Pérez Vallejo, Preparatoria 20

Nayeli Nohemi Cabrera Díaz
Preparatoria de Tonalá Norte
Participante del IV Coloquio Filosófico del SEMS 2015 “Luis Villoro”

Abstract
La eugenesia es, etimológicamente entendida, el arte del buen nacer. Partiendo de esta definición, supone una mejora y modificación en los rasgos hereditarios para ayudar al nacimiento de individuos más sanos, así como la perfección de la especie humana. Esta práctica, hoy en día se presenta como una posibilidad propiciada por los avances biotecnológicos, que apunta a objetivos terapéuticos, en principio no reprobables.
No obstante, en el presente ensayo explicaré con argumentos que el planteamiento de la eugenesia como un método para la concepción de hijos “más sanos” es contrario a la idea misma de dignidad humana, puesto que, del simple hecho de fijar de antemano “estándares de calidad” al hijo por venir, se infiere que el individuo ha merecido nacer por el mero hecho de poseer ciertas cualidades. Asimismo la eugenesia está en contraposición de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por ende, ni es éticamente correcta su aplicación ni debe ser concebida como una opción.

Desde el comienzo de las sociedades, aún de las más primitivas, existe información acerca de la realización de prácticas eugenésicas, encaminadas a deshacerse de los infantes que nacían con alguna característica “indeseable”, comparados con quienes nacían “normales”. Se cree que la eugenesia, la selección artificial y la manipulación genética, fueron sugeridas al menos desde la época de la antigua Grecia: “En cuanto a la exposición o crianza de los hijos, debe ordenarse que no se críe a ninguno defectuoso”. (Aristóteles, 1970, p. 145)
Sin embargo, fue hasta 1883 que el término eugenesia o “buen nacer” fue acuñado por el naturalista británico Francis Galton. El interés de Galton por la eugenesia surgió poco después de la publicación del libro El origen de las especies (1859), escrito por su primo Charles Darwin. Con la convicción de que el talento, la habilidad, la inteligencia y otros factores, “corrían en las familias” y que la selección natural interviene en el ser humano de igual forma que en las demás especies. Galton sugirió que, así como el hombre había obtenido extraordinarias razas de caballos y perros, se podía mejorar la raza humana controlando la reproducción.
A pesar de esos remotos precedentes, en la actualidad las prácticas eugenésicas son una realidad, puesto que suponen una mejora y modificación en los rasgos hereditarios para ayudar al nacimiento de personas más sanas así como para la perfección de la especie humana. Sin embargo, existe un problema de dignidad humana con la eugenesia, y éste surge cuando el medio para lograr el nacimiento de un niño sano consiste en fijarle de antemano ciertas exigencias de “calidad” que debe cumplir, para tener derecho a nacer. Entonces, lo enunciado anteriormente permite plantearse la siguiente pregunta: ¿es éticamente correcta la eugenesia?
En el presente ensayo defenderé la respuesta negativa a esta pregunta. No es éticamente correcta la eugenesia. Además, tal y como lo mencionaba Paul Berg en la Conferencia de Asilomar, California, de 1975: “No todo lo científicamente posible es éticamente aceptable”. (Jouve, 2012, p. 22). Por ello es conveniente definir los conceptos involucrados en el tema, a continuación presento las definiciones, tomadas de López (1997), he considerado pertinentes para plantear el problema:
Ética: es una de las ramas de la filosofía. Se centra en la moral y elabora análisis y teorías sobre la naturaleza, la función y el valor de los juicios morales. La ética aplicada estudia los problemas morales a los que nos enfrentamos todos los días, ya sea individual o colectivamente, e intenta resolverlos o, por lo menos, hacer progresar su análisis.
Dignidad humana: es el derecho que tiene cada ser humano, de ser respetado y valorado como ser individual y social, con sus características particulares, por el solo hecho de ser persona.
Derechos humanos: son el conjunto de prerrogativas inherentes a la naturaleza de la persona, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo que vive en una sociedad jurídicamente organizada. Estos derechos, establecidos en la Constitución y en las leyes, deben ser reconocidos y garantizados por el Estado.
Correcto: que es conforme a las reglas o normas sociales, libre de errores o defectos.
Bioética: es el estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los principios morales.
Recordemos pues que la pregunta es sobre si es éticamente correcta la eugenesia. Una primera observación sería que esta práctica opera sobre una degradación profunda de la procreación humana, ya que esta última viene a ser un proceso similar al de la producción de cosas y, como tal, es expuesta a un inevitable “control de calidad”. Y ese “control de calidad” es el que se aplica, sobre todo, al fruto de la procreación (los hijos). Entonces esto último da pie a suponer que los hijos ya no son queridos por sí mismos. Este enfoque, además de ser contrario a la idea misma de los derechos humanos, altera la relación entre padres e hijos, porque estos últimos pasan a ser aceptados sólo de modo condicional. ¿Cuál será el desarrollo psicológico de ese niño al saber que fue “elegido” sólo porque poseía “buenos genes” y que, de no haber sido así, hubiera sido eliminado sin el menor remordimiento? Y por otro lado, ¿la selección humana no contradice el principio según el cual todos los seres humanos tienen el mismo valor, independientemente de su estado de salud?
Un segundo argumento para defender que la eugenesia no es éticamente correcta, es que las prácticas eugenésicas han sido clasificadas en dos categorías: eugenesia positiva, que fomenta la mayor reproducción de los designados “más aptos”, y la eugenesia negativa, que desaconseja o impide la reproducción de los designados “menos aptos”. Por lo que ambas definiciones de eugenesia están en contraposición de la Declaración Universal sobre el Genoma y los Derechos Humanos que en su artículo 6, establece que nadie podrá ser objeto de discriminaciones fundadas en sus características genéticas, cuyo objeto o efecto sería atentar contra sus derechos y libertades fundamentales y el reconocimiento de su dignidad.
Por tanto, tales prácticas suponen un trato discriminatorio para todas aquellas personas que no son portadoras de “buenos genes”, violarían la libertad de las personas para reproducirse y se estaría forzando a la reproducción de las personas que en sus genes poseen características consideradas como “óptimas”. Esto, claro está, es contrario a la idea misma de dignidad humana, que supone que todo individuo tiene un valor inherente en virtud de su mera condición humana y que, por consiguiente, todos los seres humanos tienen el mismo valor.
De acuerdo con Jouve (2013), del proceso de la eugenesia surgirán los llamados bebés de diseño cuya herencia genética será seleccionada usando varias tecnologías reproductivas con el objetivo de alcanzar una óptima recombinación del material genético de sus progenitores. El solo hecho de fijar de antemano estándares de “calidad” al hijo por venir, a fin de seleccionar solamente aquellos que cumplan con los requisitos fijados deja de ser un fin en sí para convertirse en un simple medio destinado a satisfacer los deseos de los padres. La ideología eugenésica supone el paso de una cultura del “valor de la vida” a una cultura de la “calidad del producto”, es decir, a la idea de que no toda vida vale la pena de ser vivida, o para decirlo más crudamente, de que hay vidas que no tienen ningún valor en el caso de las personas que nacen con algún tipo de discapacidad.
La eugenesia acompañada de la selección y la manipulación embrionaria se ubica en el contexto de lo que se suele denominar “medicina del deseo”, es decir, de una medicina que ha abandonado su finalidad terapéutica debido a que ya no trata de prevenir o curar una enfermedad, sino que aspira, ante todo, a satisfacer los deseos y fantasmas de los individuos. En este caso, se trata no sólo de responder al deseo de tener un hijo, sino de procurar uno de una determinada “calidad”, “libre” de anomalías genéticas.
En la búsqueda desenfrenada del hijo de “buena calidad”, ¿no existe el riesgo de abandonar en el camino nociones estructurales de cualquier sociedad, como la de “padre”, “madre”, “hijo”, y en última instancia, la de “persona”? El planteamiento de la eugenesia como un método para la concepción de hijos “más sanos” es utópico porque da por hecho que la imperfección física y mental del ser humano se puede corregir por medio de la tecnología, de modo semejante a cómo se repara una máquina defectuosa. Esta actitud se olvida de que la imperfección del ser humano es constitutiva de su ser.
Aún cuando los hombres del futuro sean concebidos en laboratorios y sean preservados de la transmisión de enfermedades gracias al empleo de gametos anónimos seleccionados, aún cuando puedan vivir doscientos años o más, aún cuando se les inserten cualidades físicas y mentales especiales, ¿quién nos garantiza que serán “mejores” en el sentido más amplio de la palabra, es decir, en sentido moral? ¿Quién nos asegura, por el contrario, que no serán peores? En otras palabras, cuando la ciencia nos promete hijos de “mejor” calidad, cabe preguntarse: ¿“mejores” para qué?, ¿“mejores” en función de qué criterios?
La utopía biotecnológica nos promete eliminar las deficiencias físicas y mentales del ser humano. Pero si el precio a pagar consiste en la pérdida de libertad de los individuos predeterminados del mañana, es decir, en la degradación de su condición de “sujeto”, entonces el precio es demasiado elevado; el remedio viene a ser peor que la enfermedad. Por ello la eugenesia no es éticamente correcta.
Los seres humanos debemos tomar conciencia de que tenemos que preservar la libertad de las personas, de que no deben convertirse en meros medios para satisfacer los deseos del presente; de que cada individuo que viene al mundo debe ser visto como dotado de un valor inherente y, por tanto, su estado de salud, sus rasgos genéticos, su sexo, origen étnico o demás características particulares no son determinantes en éste. La comunidad científica debe hacer uso de otros procedimientos, orientados a prevenir y tratar eficazmente anomalías de origen genético, que sean debidamente compatibles con la dignidad humana.

Bibliografía
-Platón, La República, Madrid, Clásicos Bergua, 1966.
-Aristóteles, Política, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970.
-López, E., Ética y vida, Madrid, San Pablo, 1997.
-Jouve, N., El manantial de la vida: genes y bioética, Madrid, Encuentro, 2012.
-Gómez, F., La declaración universal de Derechos Humanos, España, Publicaciones Deusto, 2009.