El placer de la Poesía

Escribir poesía no es dejarse ir en la hoja, o recuperar instantes; es perseguirse cada día, perderse sin poderse encontrar. Uno escribe porque cree que no tiene otra cosa mejor que hacer. Las palabras son caprichos, ideas escondidizas que no quieren ser encontradas; el lenguaje es un verdugo que las persigue sin tregua. Por eso escribir poesía resulta placentero, porque se puede atrapar a las ideas y torcerles el cuello, o deshacer ciudades enteras, construir de la nada, del caos que es la ciudad, de los miedos que nos toman cuando recorremos lo desconocido, de los anhelos de viajar a otros hemisferios en busca de no sabemos qué.

Escribir poesía es reconstruir la realidad para dejar de ser, para volver a ser, o para ser realmente. Uno debe encontrar el vocablo exacto, dice el poeta, que le pronuncie eternamente. Es despertar del sueño de la eternidad y darse cuenta del momento; es vivir a instantes y saberse efímero, volátil, saberse una pequeñísima partícula de polvo pegada a la ropa cuando caminamos tratando de escapar del trabajo, de la rutina, del tedio de estar vivos eternamente.

Despertarse del silencio y abrirse a la poesía, esa es la tarea de quien escribe, abrir la ventana y sentarse horas, días, estelares, y contemplar la vida, tratar de recuperar algo de lo que Pessoa sepultó en la ventana de su casa, que puede ser la ventana de la casa de cualquiera. Abrirse a la poesía es recuperar el tiempo perdido, ir contra la corriente, desprenderse de las ideas de todos para ir por las que nadie quiere, las ideas que se encuentran ocultas quién sabe dónde.

Escribir es oponerse al pensamiento identitario y declarar que no se es, que uno no quiere ser nunca porque la vida está hecha de inestabilidades, de inaccesibilidades, de sujetos a medias. Y uno quiere ser del mundo cuando es poesía. Decir que somos es aventurarse a que se burlen de uno cuando se escribe.

Sé que si de golpe a golpe los dedos no se enfrentan al mundo sobre el teclado o deslizándose sobre la hoja, entonces no sé qué es ser, existir o vivir.

Todo poeta nació para ser mundo y universo; por eso, cuando se queda mudo y la hoja en blanco aparece como un continuo, se siente ser humano, vuelve a sentir la imposibilidad de ser, porque ser poesía es habitar la posibilidad.

*José de Jesús Aguilera Silva

*José de Jesús Aguilera Silva (1984, Guadalajara, Jalisco) es licenciado en letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Es también promotor de lectura y escritura creativa desde 2008 y ha  participado en diferentes proyectos literarios con organismos Nacionales e Internacionales, tales como Alas y Raíces proyecto de Conaculta; “Escuelas abiertas para la equidad”, proyecto multidisciplinario de la Secretaría de Educación Pública y la Oei Latinoamérica, así como el programa Luvina joven de la revista Luvina de la Universidad de Guadalajara, y el Programa de Fomento a la Lectura de la Escuela Preparatoria Regional de Tonalá Norte de la UdeG. Además es colaborador de la Revista Apócrifa Art Magazine.