Dudando, cuestionando y existiendo ¿Tiene sentido la existencia del ser humano?

Denis Alejandra Ávila Martínez
Preparatoria 5
Participante del IV Coloquio Filosófico del SEMS 2015 “Luis Villoro”

Abstract
¿Qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿qué buscamos?, ¿cuál es el sentido de nuestra propia existencia? ¿Somos seres duales, cuerpo y alma, el ser en sí y el ser para sí?
Las dudas eternas del ser humano que desde la antigüedad ha tratado de responder. Al principio la religión era el regocijo para dichas incertidumbres, sin embargo, a la búsqueda del sentido de la existencia ya no le bastó con las respuestas que ésta daba.
Buscando sus propias respuestas y dotado de una sed de saber más es como ha vivido el hombre con el fin de encontrar un sentido a su existencia y por ende, a sí mismo, pero hay algo que cabe destacar y es nuestro perecer: ¿será aquí en donde encontremos las respuestas?
Al final del trayecto sólo el hombre mismo podrá decirse si su existencia tuvo o no sentido.

«Ser, existir y vivir para así llegar al ocaso sabiéndonos
poseedores del objeto de nuestros deseos».
Ávila

¿Qué somos?, ¿a qué venimos?, ¿qué buscamos?, ¿cuál es el sentido de nuestra propia existencia? Son estas dudas permanentes en el ser humano que, desde tiempos antiguos, se han tratado de responder de diferentes maneras, de todas aquellas que al hombre le han dado una probabilidad de responderlas.
¿Es acaso que venimos a este mundo a llenarnos de preguntas?, ¿a la respuesta encontrar, quizá, hasta la puesta de sol en nuestro ocaso?, tenemos un último fin seguro: la muerte. ¿Será entonces, este fin el que nos diga y haga saber cuál es el sentido de todo lo vivido? O ¿es todo esto un círculo vicioso que ha de ser completado y, así mismo, entendido para recomenzar la explicación del ser y del existir?
La intención de este ensayo no es ser un grano de arena más en el gran desierto que es el tema de la existencia del hombre, sino tratar de desenredar un poco la telaraña de dudas que nos rodea.
Las preguntas anteriores más de alguna vez han pasado por nuestra cabeza, posiblemente como pequeñas luces repentinas, provenientes de una reflexión o como ideas que permanecen constantes. Durante un largo tiempo, la respuesta que se daba a la interrogante sobre el sentido de la existencia humana, encontraba su base en la idea de un ser superior un ser creador:

Todos los hombres esperaban de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido y fin de nuestra vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia? (Nostra eatate, 1965)

Y es que era en este ámbito, el de la religión, en donde el ser deseoso de respuestas, encontraba un pequeño regocijo ante tales incertidumbres que se le presentaban. Sin embargo, el escepticismo que surgió en Occidente hizo ver al individuo que “el ser” de un objeto o persona, dentro de sí, posee una dualidad: su exterior y lo que hace al objeto ser lo que es. Cuerpo y alma, como lo describe Platón. No dependiendo o definiendo su sentido a partir de alguien superior, sino de sí mismo, y esto no quiere decir que la necesidad de “encontrar un sentido” haya cambiado, por el contrario, sigue siendo la misma que en tiempos remotos. La diferencia, es que ya no se satisface con las respuestas tradicionales de la religión.
La dualidad que proponía Platón (cuerpo y alma) junto a la dualidad subjetiva que entiendo de Sartre (el ser-en-sí y el ser-para-sí) forman un conjunto imperfecto que conforma al ser humano y se explica así: el cuerpo, en el caso del hombre, es aquello que llama e incita a las pasiones; amores, deseos, temores, quimeras y toda clase de necesidades, “es lo superficial del objeto, aquello que no nos deja trascender a lo inmaterial”. (Sócrates, 387 a. C)
El ser-en-sí, es el ser del mundo de todos los objetos, independiente de la consciencia. La densidad del ser-en-sí es infinita, es lo pleno, lo que es: “Es preciso oponer la fórmula: el ser-en-sí es lo que es, a la que designa al ser de la conciencia: ésta, en efecto, como veremos, ha-de-ser lo que es”. (Sartre, 1943, p. 16)
Mientras que el alma es la esencia pura del objeto, es aquello que alcanza la sabiduría, que trasciende y se desprende de lo material. El ser-para-sí, es el propio ser de la consciencia o subjetividad, es el ser que no es, es una pura nada, y esta “nada” la define Sartre como el ser del ser mismo. Ideas que se contraponen, pero que una sin la otra no podrían ser comprendidas.
Ahora bien, ya se ha dicho que es lo qué integra al ser humano y cómo es que “es”, pero también hay que definir una palabra clave en este tema: el sentido. ¿Qué es el sentido?, en este contexto, el sentido de la existencia es una palabra que puede cobrar dos acepciones. La primera sería el sentido entendido como significado. En esta acepción pongo por caso la expresión “el sentido de la vida”, como una recta con dos puntos: A, de donde viene la vida, y B, hacia donde va. ¿Cuál es nuestro fin?, ¿por qué? y ¿para qué?, son los cuestionamientos que comúnmente intentamos responder. La segunda acepción es el sentido comprendido como dirección. El rumbo que toma nuestra vida y los caminos que seguimos. Esta percepción no puede explicarse, requiere sencillamente ser observada.
Prosiguiendo, quiero destacar que nuestra existencia es un “todo” y a la vez un momento que abarca desde algo tan peculiar como es dar un paso, hasta haber recorrido el largo camino de la vida; el campo de experimentación y medio para llegar a las respuestas finales. Cada persona a medida que vive y experimenta, forma sus propias redes y va construyendo su propio camino lleno de angustias, enajenación, frustraciones, dolor, alegrías, satisfacciones, entre muchas experiencias más. Vamos siempre guiados por un fin u objetivo: a dónde queremos llegar y cómo queremos lograrlo, con ideales y sistemas éticos y morales de la mano, propios del hombre y dictados por su entorno.
Siempre avanzamos buscando un sentido a todo lo que hacemos y a nosotros mismos como personas y seres pensantes, pareciera que se nos ha dotado de una sed inmensa que nos impulsa todo el tiempo a buscar un poco más y más hasta por fin, llegar a saciar esta sed.
Pienso seriamente que podríamos perdernos en una divagación/reflexión sobre cuál es el sentido de la existencia propia y si realmente ésta tiene un sentido. Y es que si somos realistas, no nos han bastado años y años de filosofía para descubrirlo.
Podría pensarse entonces que se nos ha preparado para poseer la verdad hasta nuestro último día, hasta ese día en que la separación del alma y el cuerpo se da por realizada, la separación de lo mortal y el paso a lo inmortal. El hombre busca trascender, llegar a ser espíritu.
La gran mayoría de filósofos pertenecientes a la corriente existencialista ponen al ser humano, obviamente, como punto de partida y regreso del todo que conforma nuestra realidad, con un fin en común y que no puede ser cambiado por ningún motivo, nuestro perecer para así trascender, y dentro de esa trascendencia descubrir todo aquello que nos perturba.
Es curioso cómo el hombre, que ha evolucionado caminando en principio casi en cuatro extremidades, levantó su espalda y caminó con la columna recta ahora en dos extremidades, luego se elevó por los cielos e incluso conquistó el espacio sideral, siga cuestionando filosóficamente su existencia.
Como conclusión quiero destacar lo siguiente, que no es más que una pequeña visión de lo que perseguimos. Encontrarnos a nosotros mismos, descubrirse y autocrearse, son los fines que se buscan antes de la muerte. ¿No creen que encontrarle un fin a nuestra existencia sería como tratar de justificar a la propia existencia? Y esto, aún no se ha logrado. Como seres humanos llenos de incertidumbres y dilemas existenciales tratamos de darle un significado a todo lo que nos rodea. Pensemos entonces, que si obtuviéramos todas las respuestas y justificáramos todo lo que está más allá de nuestro entendimiento, ¡ya no habría nada que buscar!, la existencia misma ya no tendría porqué trascender, el sentido de ésta sería el mismo para todos.
Por último no me queda más que decir que me propuse comprender este tema, pues siempre que lo escucho, en mi mente se forman infinidad de preguntas, telarañas (como yo las llamo). Era totalmente un reto. Y no puedo decir que lo he comprendido a la perfección, la perfección es subjetiva, sólo sé que para cuando lleguemos al final de nuestro recorrido comprenderemos si nuestra existencia tuvo sentido, lo sabremos después de haber vivido, sentido, amado, caído, llorado…

Bibliografía
Declaración Nostra Aetate, Roma, Concilio Vaticano, 1965, recuperado el 12 de abril de 2015, de http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html
-Sartre, Jean-Paul, El ser y la nada (1943), recuperado el 12 de abril de 2015, de http://www.bsolot.info/wp-content/uploads/2011/02/Sartre_Jean_Paul-El_ser_y_la_nada.pdf
-Platón, Fedón o del alma, recuperado el 13 de abril de 2015, de http://www.filosofia.org/cla/pla/azc05019.htm