Donde hubo fuego, cenizas quedan. Al menos eso dijo mi madre en algún punto de su vida. Tomé la cuerda y la amarré en el techo.
Donde hubo fuego, cenizas quedan. Tomé la silla de madera y la coloqué debajo de la cuerda suelta.
Don… hubo fuego ¿cenizas quedan? Tomé a aquel hombre y lo obligué a pararse sobre la silla.
¿Donde hubo fuego, cenizas quedan? Cuando la soga estaba alrededor de su cuello él comenzó a llorar.
—Donde hubo fuego…
—Hija…
Pateé la silla y mi padre colgó de aquella cuerda.
—Cenizas quedan.
Miranda Elizabeth Guillén Llanas
Preparatoria 2
Publicado en la edición Núm. 12