Nota Preliminar

Adán Meza Álvarez
*Docente de Asignatura B en la Preparatoria No. 15 del SEMS; Jefe del departamento de
Comunicación y Aprendizaje; Responsable del Programa de Fomento a la Lectura y Expresión
Escrita. Aficionado a la lectura y a la escritura creativa, ha publicado un par de cuentos en la
antología Mar de voces del SEMS.

Expresarse a través de la literatura es una de las tantas formas de crear arte, el
escritor, en este caso, moldea las escenas para dar su propia perspectiva de ciertos
hechos. Ninguna palabra es casualidad, cada una encuentra su espacio exacto en la
hoja para contar lo que se desea. Cada palabra al ser decodificada por el lector crea un
momento de complicidad silenciosa, con sensaciones atmosféricas, emociones
envolventes, generando un goce estético único. La literatura es, pues, la razón, el sentir
y la habilidad filtradas de manera fina, guiando así, la imaginación del lector en
dirección a lo más sensible: lo más doloroso…, lo más bello de un instante de la vida.
Esas emociones, atmósferas, sensaciones ya viven en cada persona, lo que
diferencia a un individuo común de un escritor, es que este se atreve a
desmenuzarlas por medio del lenguaje, letras ancladas sobre el papel,
corrientemente acompañadas de risas, asombro o marcas de algunas lágrimas.
En esta edición de la revista, conoceremos la esencia del buen realismo,
autoficción con marcos tan variados como el seno familiar; los pasillos de un tren
en movimiento; la oscuridad de la noche; las aulas de una escuela, o lo insólito del
deseo expresado sobre una cama. En estos espacios se develan historias que
transitan por la desesperación de una madre al ver que su hija abrió un sitio para
adultos; el arrepentimiento por una vida sin faltas; la incertidumbre del porvenir o
el conflicto interno desatado por una crisis existencial a temprana edad.
Los personajes, por otro lado, van desde una mochila representando la tensión
cotidiana de la vida escolar; viajeros en altamar viendo el océano como única salida
de sí mismos; amantes en un deseo que los lleva a los límites de lo posible; hasta a
un personaje ensimismado, cuyo único mérito aparenta ser la valentía de expresarse
frente a una hoja de papel.
En cada uno de estos textos encontrarás el vaivén emocional de un estudiante
del SEMS, creando literatura.

¿La muerte le da sentido a la vida?

Ana Roberta Macías Rodríguez
Preparatoria Regional de Jocotepec

Resumen
A través de las ideas de algunos filósofos, y de la manera en que
viven las personas con sus pensamientos y temores, se puede decir
que la muerte le da sentido a nuestras vidas. Principalmente porque
nos damos cuenta, de que todo lo que vivimos, como las
oportunidades que se nos presentan día a día y que en ciertas
ocasiones se rechazan por temor a fracasar, o también por el miedo
a la muerte. No todo es para siempre; estudiar la preparatoria llega a
su fin, una carrera universitaria, un empleo, o hasta el matrimonio
llega a su fin con el divorcio, por ende, la vida llega a su fin, pero no
sabemos si con la muerte es que llegamos a nuestro último fin y así
empiece una nueva vida.
Palabras clave: Vida, muerte, ser humano, cuerpo, alma.

¿La muerte le da sentido a la vida? Tras una extensa
búsqueda de reflexiones que tienen algunos filósofos sobre
la muerte, se puede comprender de cierta manera que la
realidad que muchos se niegan a aceptar y a reconocer es
que la muerte le da vida a la vida. Al principio, puede ser
difícil comprender y aceptar, y más aún si el ser humano en
cierto punto de su vida no piensa en la muerte como alguna
compañera con la que se va a encontrar en el futuro,
demostrando que realmente no está viviendo. Muchos
pueden tener como crítica que es ridículo que la muerte le dé
sentido a la vida y más aún cuando se sabe que la muerte es la
que le pone fin al tramo donde ‘cuerpo y alma’ están juntos.
Con el paso del tiempo, se entendía que la filosofía
era el cuestionarse todo aquello que nos rodeaba, estudiando
a la vez si todo aquello que conocemos es o no algo real.
Cada filósofo tiene su propia opinión o creencia sobre lo que
es la muerte. Al momento, puede parecer que nunca se va a
saber cuál es ‘la realidad’ de la muerte, ¿es la transformación
del cuerpo a la materia?, ¿es acaso el fin de todos o una forma
de dejar este mundo para conocer otro?, ¿la muerte es una
nueva oportunidad o el perturbo de todas las malas acciones
que realizamos en vida? La respuesta está en lo que nosotros
queramos creer. El concepto que tenemos de lo que es
para nosotros “la muerte” será el concepto que tenemos de
lo que es “la vida” y la forma en la que tomaremos la
muerte para darle sentido a nuestras vidas.
Para poder comprender si la muerte le da cierto sentido
a la vida, tendríamos que preguntarnos ¿qué es la muerte?,
y ¿qué es la vida? Puede que la mayoría de las personas entendamos
que la vida es poder pensar y respirar, estar consciente de
lo que nos rodea y de lo que somos; a la vez como sentir, reír,
amar, odiar, desear y llorar, todo aquello que tenga que ver
con emociones y sentimientos. En la analogía, la vida es la
escuela, en la que siempre recibiremos castigos por no hacer
las tareas como se debían de hacer, es quizá la forma en la que
podemos aprender, y dependiendo la clase de vida que obtuviste,
o los docentes que te impartieron clases, será la forma
en que veas al mundo y verás las cosas que estén bien o mal
para ti. La vida siempre estará llena de oportunidades y con
ellas de decisiones que con el paso del tiempo te podrán
enseñar grandes lecciones.
Para Aristóteles, la vida es “aquello por lo cual un ser
se nutre, crece y perece por sí mismo”, Bernardo (1999).
Mientras para Sócrates, “la vida era para él una fábula o una
narración complementada por experiencias, opiniones y
vivencias” Fernández (2017). Ahora, ¿qué es la muerte?, al
escuchar “muerte” el concepto que viene a la mente es “fin”, el
fin de poder ver a los que queremos, fin de poder ser nosotros
mismos y fin de todo aquello que conocemos. Y es por esa
misma razón por la que le tenemos tanto miedo a la muerte,
porque en realidad no la conocemos, nunca hemos estado en
ella y siempre lo desconocido es algo que nos causa temor.
Por su parte, el filósofo Martin Heidegger apuntó “Reflexionar
sobre la muerte es reflexionar acerca de nuestras vidas”, y
“Rechazar la muerte, hasta el extremo, es negarse a vivir”
Corominas (2021). Por lo tanto, la teoría sobre el sentido que
le da la muerte a la vida.
Para Aristóteles la muerte significaba que ‘el alma y el
cuerpo’ se separan, porque no podía ver un alma sin un cuerpo.
Mientras que para Sócrates la muerte era la oportunidad de
reencontrase con personas que ya habían muerto y por qué no,
con personas que iban a morir (Lambert Ortiz, 2018), se tuvo
clara su teoría porque, como se sabe, Sócrates fue condenado
a morir envenenado por cicuta, por haber corrompido a la
juventud y de impiedad a los dioses, por lo que aceptó su
injusticia, y hasta ese momento vivió tranquilo sin mostrarle
temor a la muerte.
Algunas personas en algún punto de su vida se
cuestionan acerca de qué es para ellos vivir o morir, reflexionan
si la muerte es el fin de la vida y llegan a tenerle miedo, de tal
manera que deciden vivir su vida: cómo, cuándo y dónde
quieran. Puede que, al tomar decisiones, cometen muchos
errores, y viven con las siguientes justificaciones: “es mi única
vida”, “pueda que mañana muera” entonces, ¿por qué no hacerlo?
La realidad es que no todos se cuestionan qué hay más allá, o
si tal vez, sea hoy el último día de vida. Pero puede ser hoy el

primer día de otros mil días más de vida. Por lo tanto, creo
que debe de haber una balanza entre vivir como queramos
y vivir como se debe.
Muchas personas le temen a la muerte mientras
que hay otras que no, quizá esperan recibir a la muerte como
Sócrates lo hizo. No siempre la vida es bella, y no todos
desean vivir a los noventa años, como he mencionado.
La vida es una escuela. En ocasiones, tu escuela se
encuentra en muy mal estado, quizá tus docentes no te
educan de una forma correcta; te dejan hacer y pensar lo
que quieras, sin enseñarte que está bien y que está mal, y
encuentras a personas que quieren demostrar que lo que
sabes, está bien, y en realidad está mal, y puedes entrar en
un estado de confusión, ¿por qué no sabes que hacer? A
veces esas personas que realmente te van a ayudar llegan
tarde, para ese punto tú quizá, ¡ya arruinaste tu vida! Y eso
es algo muy difícil de solucionar. En el supuesto de que
hiciste algo ilegal y te das cuenta que no estuvo bien, te
arrepientes y no quieres entregarte a las autoridades porque
sabes lo que te espera: si te entregas y prefieres vivir en
libertad sin dañar a más personas, pero en ese punto, te das
cuenta de que la muerte no es la peor cosa del mundo. La
peor cosa del mundo es vivir con culpabilidad y remordimiento.
Judith Butler, en una entrevista virtual de Lavaca,
en el 2020 se cuestionó sobre los requisitos que hay que
tener para vivir la vida, Butler se basa en las condiciones que
existen sobre la salud y todo aquello que nos rodea,
también menciona que siempre y cuando existieran los seres
humanos en un pedazo de tierra, la tierra iba a dañarse
(Anónimo, 2020). Pudiera ser que no tiene sentido que la
muerte le da a la vida, con el daño de la tierra, pero el punto
es, en relación con la pregunta que se hizo Butler: “¿Cuáles
son los requisitos de la vida?” Los requisitos que la vida nos
exige, supongo que son: respeto, responsabilidad, bienestar,
salud, dinero, etcétera, pero con cuál de ellos se vive mejor
o será que se necesita la abundancia de todo lo anterior
para vivir plenamente. (Butler, 2015).
Entonces, ¿la muerte le da sentido a la vida? Esto
es una pregunta no tan común, es algo que no pensamos tan
seguido, quizá en la vida diaria nos preguntamos ¿Qué voy a
comer?, o ¿iré al gimnasio hoy?; o cuando empezamos a
cuestionarnos sobre cosas existenciales como: ¿Quién soy?
o ¿Qué debo de lograr en este tramo llamado vida?
Esta última pregunta, mucha gente se la plantea
cuando se encuentra en un punto de su vida un tanto
desmotivada o deprimida. Porque cuando una persona se
encuentra feliz, no le importa nada más que disfrutar de
ese momento. En cambio, cuando vemos que nuestro
alrededor es un caos, es donde comenzamos a sobre pensar
ciertas cosas, hasta reconocer y considerar a la muerte
como una motivación. Comenzamos a hacer cosas que no
hacíamos antes por miedo a morir o a fracasar, pero después
de preguntarnos que le da sentido a la vida, nos damos
cuenta que los riesgos y la toma de decisiones precipitadas
es lo que verdaderamente le da sentido a la vida. Es donde preferimos
hacer las cosas y disfrutarlas antes que morir preguntándonos
¿Por qué no lo hice?
En conclusión, algunas personas miran a la muerte como una
motivación para seguir avanzando y hacer la mayor cantidad de
cosas, antes de que llegue su “hora”. La motivación hace que
avancemos para terminar grandes proyectos, pero debe de haber
algo, y “ese algo” es no dejar que la muerte arribe sin antes haber
terminado tareas personales o proyectos. La muerte sí le da
sentido a la vida, porque en caso contrario no terminaríamos las
cosas que nos proponemos, no valoraríamos el poder despertar
un día más y poder hacer todo por nosotros mismos.

Referencias de internet
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Nuestra visión del mundo a través de la lupa de las redes sociales

Sandra Denisse Gabrielle Caballero González
Preparatoria de Jalisco

Resumen
Este ensayo busca analizar de qué manera las redes sociales han
influido en la sociedad, específicamente cómo han influido al
ampliar la brecha entre las generaciones cohabitando nuestro
entorno, cambiando nuestras formas primitivas de socialización.
Aspectos como lo son el contacto físico, por nuevas formas
digitales utilizadas principalmente por la Generación Z y los
llamados Millennials, y cómo han creado una perspectiva nueva para
cada persona mediante el condicionamiento utilizando algoritmos,
que más que brindarnos información para fomentar nuestro
pensamiento crítico, buscan que nos mantengamos más tiempo
utilizando los servicios de las redes sociales. Este proceso ocurre
mediante el uso de nuestra información para llevarnos a consumir
solamente las cosas que nos gustan, haciéndonos caer en un espiral
que confirma nuestra postura ante la vida sin la opción directa de
conocer diferentes ideas, ni de abrirnos a personas nuevas y
diferentes y, sobre todo, llevándonos a una comunicación unilateral
que no nos aporta nada.


Palabras clave: redes sociales, cosmovisión, brecha generacional,
algoritmos, condicionamiento, polarización social.

En promedio, durante el día utilizamos 151 minutos de nuestro
tiempo navegando por las redes sociales (Statista, 2023). El
filósofo griego, Teofrasto decía, “El tiempo es la cosa más
valiosa que una persona puede gastar”; y parece que gastamos
aproximadamente un 10% de nuestro día usando nuestras redes
sociales. Las redes sociales han sido de gran impacto en el
fenómeno de la globalización. Ahora podemos conocer otras
ideas del otro lado del mundo. Conocemos noticias en cuestión
de segundos, desaparecen las fronteras físicas y así todo llega
a nosotros de forma inmediata.
En el caso de la generación actual, por ejemplo, los
llamados nativos digitales, son conocidos por su inconformidad,
por su poca tolerancia a la frustración y, al mismo tiempo, se les
reconoce su interés por los temas sociales que nos envuelven o
aquejan. ¿Es qué el consumo de redes sociales ha creado una
brecha generacional tan amplia con las otras generaciones?
¿Será qué la cosmovisión de la sociedad actual es el resultado
del uso de las redes sociales?
El escritor George Orwell decía “Cada generación se
imagina a sí misma más inteligente que la generación anterior,
y más sabia que la generación que vendrá después”. La amplitud
de la brecha generacional entre la generación más actual y las
anteriores que aún conviven en una misma sociedad tiene una
notable relación con los avances tecnológicos. Estos han crecido
exponencialmente, y las similitudes que se tenían entre generaciones
se han ido perdiendo rápidamente a medida que
surgen estos progresos.
Hasta hace unas décadas las condiciones de vida eran
muy similares de una generación a otra, como la Generación
Silenciosa (1925-1945) y la de los Baby Boomers (1946-1964)
caracterizados por su responsabilidad y por su arduo trabajo.
En la actualidad, con el progreso tecnológico, las diferencias
entre las circunstancias de vida son muy dispares entre las
últimas generaciones. Podemos analizar la diferencia principal
en sus medios de comunicación, que para la generación Z o los
centennials desde temprana edad lo han sido las redes sociales.
A pesar de que los millennials también se caracterizan
por un gran uso de las redes sociales, estos no crecieron con
ellas como uno de sus principales medios de comunicación
como las conocemos actualmente. Para los millennials la
principal diferencia entre las generaciones, es que crecieron
con un contacto social bilateral, para convivir les era preferible
reunirse físicamente, tendían a formar más relaciones personales
en su día a día y no dependían tanto de la tecnología.
Por su parte, los centennials optan por formar relaciones sociales
digitales, y muchas de estas son unilaterales, no les aportan mucho
pues realmente no conocen a la persona con la que interactúan;
o éste ni siquiera sabe de su existencia, como es el caso de los
influencers o famosos.
Los centennials tienden a reunirse digitalmente, la
socialización cara a cara pasó a un segundo plano. Para el sociólogo
y filósofo polaco Zygmunt Bauman, “Todo es más fácil en la
vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales
y de la amistad”. Justo como lo dice Bauman, especialmente la
generación Z tiende a formar “grandes cosas” en la vida
virtual: poseen muchos seguidores; buscan record de “likes”;
interacciones, ganancias económicas, etcétera. Pero cuando
se trata de socializar de forma interpersonal, de crear conexiones
fuertes entre personas o simplemente de convivir con
su entorno, parece resultarles más difícil; esto como resultado
principalmente del uso excesivo de las redes sociales.
En suma, las considerables diferencias entre generaciones,
se deben en gran medida, al uso excesivo y masivo de redes
sociales por parte de las últimas generaciones.
Ahora bien, ¿será que su influencia es tan excesiva como
para impactar la cosmovisión de la sociedad actual?, el filósofo
francés Alain enunció «Se dice que las nuevas generaciones son
difíciles de gobernar. Eso espero», y podemos afirmar que cada
generación va alzando la voz para pedir mejores condiciones de
manera más constante. En épocas anteriores, los temas
controversiales eran vistos como tabúes, en la actualidad
gracias a la información en las redes es más fácil abordar esos
temas y dar opiniones al respecto.
La psicóloga Begoña Albalat Peraita, en un artículo para el
periódico BBC, explica que las nuevas generaciones son menos
individualistas que las anteriores pues se preocupan por
problemas globales, en lugar de por los particulares, llegando a
sentir una responsabilidad excesiva. Observamos el origen de

estas situaciones justamente en las redes sociales, pues
promueven la conversación de forma global y ya no solo
ven los problemas desde un enfoque limitado, si no que
buscan, promueven, difunden o participan de una solución
para todas las personas.
Por otro lado, nuestra perspectiva del mundo se está
volviendo muy sesgada. Si bien se habla de temas globales y se
buscan soluciones, las redes han sido una plataforma para
fomentar la creación de ‘bandos’. En la política, por ejemplo, hoy
más que nunca vemos una polarización social. Observamos
particularmente en Estados Unidos, dónde la división es muy
marcada entre ‘republicanos’ y ‘conservadores’; o en México
las conocidas posturas de ‘izquierda’ y ‘derecha’. La política
dejó de ser un tema común solo para adultos, pues hoy en día
vemos a personas de todas las edades opinando al respecto en
las redes sociales.
Además, a estas generaciones que han crecido con una
fuerte influencia de las redes sociales se les adjudica unalto
grado de ansiedad social; el incremento de enfermedades
mentales desde temprana edad; también una menor capacidad
de atención y menor tolerancia a la frustración. En un
futuro cercano o inmediato, se avecinan graves problemas con
los que tendrán que lidiar estas generaciones. Debemos tomar
en consideración el efecto de la programación de las redes
sociales. Utilizar las redes tiene ventajas conocidas: el alcance
masivo de información; la comunicación instantánea; la conexión
con el mundo (una excelente herramienta); ¡sí no fuera por
el problema en el que se están convirtiendo los algoritmos!
Estos algoritmos han sido creados para mantenernos
más tiempo expuestos a la pantalla, ¿de qué manera?
Utilizando toda la información que recibe de ti para saber qué
mostrar. Además de un sistema de condicionamiento por
medio de falsas recompensas (interacciones) que generan
dopamina en nuestro cerebro, manteniéndonos adictos a las
redes, comprobando que ‘cuando el producto es gratis, es
porque tú eres el producto’. Nos enseñan información de
nuestro interés, generan una forma de ver las cosas para cada
persona, dándonos y generando un sentido de falso conocimiento.
El dramaturgo George Bernard Shaw pensaba que “el falso conocimiento
es más peligroso que la ignorancia”. Al enseñarnos lo
que queremos ver, las redes sociales nos hacen pensar que
tenemos la razón, creando en nosotros un sesgo de confirmación
a nuestra percepción de las cosas y evitando en gran medida el
uso del pensamiento crítico. “Mucha gente usa las redes sociales
no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario,
para encerrarse en lo que llamó zonas de confort, donde el único
sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son
los reflejos de su propia cara”, decía Bauman al respecto. Con
esto podemos afirmar que las redes sociales constituyen una
gran parte de la cosmovisión de la cultura actual, mediante
estos algoritmos van formando la perspectiva de cada persona
hasta polarizar la sociedad.
En conclusión, las redes sociales no sólo han ampliado
la brecha generacional mediante una transformación en las
formas de socialización y en la manera en la que la humanidad ve
las cosas, también como han influido abrumadoramente en la
formación de las perspectivas de nuestras generaciones actuales
mediante algoritmos que amenazan en convertirnos en adictos a
las redes sociales y perjudican nuestra capacidad de pensamiento
crítico, condicionando así a las personas mediante la ilusoria
sensación de recompensas y los sesgos de confirmación que nos
llevan a no reconocer nuestra propia ignorancia. Para finalizar,
recordemos lo que Sócrates decía, “La verdadera sabiduría está
en reconocer la propia ignorancia”, y es lo que les falta a los
nativos digitales que viven bajo el yugo de las redes sociales.

Referencias de internet:
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DIFERENCIAS. THINK WITH GOOGLE.

Exploraciones existenciales: en busca del sentido en la era moderna

En la búsqueda incesante de respuestas a las preguntas más profundas que la humanidad ha enfrentado a lo largo de la historia, la filosofía ha sido una herramienta invaluable para explorar y reflexionar sobre cuestiones esenciales relacionadas con la existencia, el sentido de la vida y la búsqueda de un propósito significativo. Una corriente filosófica que ha desempeñado un papel destacado en estas exploraciones es el existencialismo. Dicha corriente se centra en las cuestiones de la libertad, la elección, la autenticidad y la responsabilidad individual en la creación de significado en la vida. Los existencialistas abordan preguntas profundas sobre la existencia humana y plantean que la vida carece de un significado intrínseco.

Preguntas como: ¿quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué hago aquí? son interrogantes que en algún punto de nuestra vida nos han afligido y muchas veces sin siquiera llegar a una respuesta. Los siguientes ensayos abordan estas cuestiones fundamentales desde diferentes perspectivas filosóficas, ofreciendo una mirada crítica a la vida contemporánea y las motivaciones humanas.

Valentina Rentería Fonseca explora la agitación de la vida moderna, donde las personas se ven atrapadas en una carrera interminable detrás de responsabilidades y objetivos materiales. Posteriormente, Samantha Nashiely Diaz Reyes cuestiona la búsqueda del sentido de la vida y cómo muchas personas lo asocian con la acumulación de riqueza, fama y felicidad. Para concluir, Hansel Gael López Angulo, a través de la obra Crimen y Castigo de Dostoievski, nos invita a considerar la importancia del amor y las conexiones personales en la búsqueda del sentido de la vida.

En conjunto, estos textos plantean preguntas fundamentales y nos instan a examinar nuestras vidas y a reflexionar sobre lo que realmente da sentido a nuestra existencia. Nos desafían a alejarnos de la búsqueda obsesiva de objetivos materiales y a explorar cómo las relaciones, el amor y las experiencias cotidianas pueden proporcionar un propósito profundo a nuestras vidas. En última instancia, nos invitan a embarcarnos en un viaje filosófico de autoexploración y reflexión sobre la naturaleza de la existencia humana en un mundo moderno en constante evolución.

Sofía Nataly Martínez Armenta*

*Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Tiene un diplomado en la enseñanza del español como lengua extranjera y ha participado en proyectos de difusión cultural y programas de docencia para extranjeros.

Más allá del individualismo

Valentina Rentería Fonseca | Preparatoria 5

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

El presente trabajo explora la cuestión del reconocimiento intersubjetivo con base en el pensamiento de los existencialistas Lévinas, Sartre y Beauvoir. En concreto se centra en la búsqueda del yo en el otro como un problema que no sólo culmina en comprender la identidad propia, sino que también puede tener distintas consecuencias éticas según la respuesta dada. La postura elegida, por ejemplo, es impactante en el marco de los derechos humanos. ¿Cómo reconocerse en el otro pese a la diferencia? No es un proceso sencillo pues incluso presenta obstáculos que se nos escapan de las manos, pero en general se resuelve dejando de lado el punto de vista egocéntrico para abrirse a los demás y darse cuenta de todo un mundo plural, en el que nos basamos para construir nuestra identidad. La forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno puede decir mucho sobre nosotros mismos, aunque no lo parezca.

Palabras clave:

Yo, otro, existencia, autoconocimiento, reconocimiento, identidad, relación ética, subjetividad, alteridad, derechos humanos.

¿Quién soy yo? es la pregunta que el ser humano se ha formulado en el intento por comprender su existencia. Disciplinas como la Filosofía, la Psicología y la Sociología se han empeñado en definir el concepto del yo para, de alguna manera, lograr responder tal cuestionamiento. Una de las propuestas más prominentes a nivel histórico es la individualista, que hace énfasis en la independencia del individuo de su contexto. Entonces, ¿somos seres totalmente aislados los unos de los otros? Biológicamente, la respuesta es no. La humanidad como especie ha subsistido y se ha desarrollado gracias a su carácter social.

Parece difícil, si no es que imposible, ignorar por completo la presencia de los otros en nuestro día a día. Incluso estando en la más profunda soledad, su existencia puede aparecer implícita en forma de un recuerdo. Vivimos cara a cara, buscando comprendernos entre nosotros, quizá movidos por la simple curiosidad. No obstante, ¿podemos distinguir algo subjetivo en lo ajeno? O, en otras palabras, ¿es posible reconocer mi yo en el otro? Suena bastante paradójico; sin embargo, en el presente escrito se sostendrá que lo es, con ayuda del análisis teórico planteado por el existencialismo. La relación ética con los demás es lo que me permite comprender mi condición y la del otro, dar pie a la reflexión de mi subjetividad.

En primera instancia, el yo no surge de la nada. Tampoco posee una esencia ya determinada o fija. De otro modo, ¿seríamos verdaderamente libres? Cada quién es producto de una construcción individual dada a partir de experiencias que va concibiendo a lo largo de su vida. «Es necesario partir de la relación concreta entre un yo y un mundo» (Lévinas, 2002). Desde el momento en que nacemos empezamos a relacionarnos con nuestro alrededor, formando así una identidad propia que nos mantiene interconectados en la mutualidad. Sin un otro, no habría un yo, y viceversa.

Experimentamos la existencia de los otros en la cotidianidad, de frente e indirectamente, pues recibimos su influencia en nuestra propia subjetividad. Entonces, ¿por qué dudar que el otro está presente en el mundo como uno mismo? Puede que el yo sea lo único cognoscible hasta cierta medida, pero en el momento que empezamos a conjeturar hipótesis sobre la realidad o consciencia de los otros, los concebimos como simples objetos. El otro se diferencia de una piedra porque actúa libremente en el mundo, mientras que la piedra está en él de manera pasiva. Es la existencia de los demás la que nos mueve a reconocerla; a reconocernos en ella.

Ahora, el otro no puede ser representado como un espejo que proyecta o refleja al yo; buscar la similitud o esperar encontrar a alguien meramente idéntico a uno mismo es una lucha en vano, pues cada sujeto es poseedor de una identidad singular que lo vuelve auténtico e irrepetible. Pretender la imposición de una perspectiva única es en esencia problemático puesto que implica la negación de toda individualidad, además de que concluye en la comprensión limitada de la realidad, ya que la fragmenta. Es el caso del mentalismo, en donde las personas se ven reducidas a dinámicas estigmatizantes y excluyentes debido a sus características mentales, lo que termina quitándoles cualquier pizca de dignidad.

Entonces para reconocerse en el otro de manera efectiva, surge la demanda de aceptar la heterogeneidad y respetarla para mantener una relación ética. Hacerlo nos permite salir de la burbuja de la mismidad y empezar a valorar un contexto sumamente diverso y amplio, de manera que ello nos facilite el entendimiento de nuestra propia condición. ¿Te ha ocurrido que, mientras entablabas conversación con alguien, te diste cuenta de ciertas creencias u opiniones que tenías infundadas? Esto se debe a que hacerle frente a la alteridad (referida a la condición de ser diferente) en la praxis constituye una parte fundamental en el proceso del autoconocimiento, pues supone las fronteras de la identidad y, simultáneamente, evoca la meditación de las ideas: nos invita a experimentar nuestra subjetividad.

Conviene subrayar que practicar la alteridad no significa la negación de los intereses naturales, sino que requiere de un equilibrio entre las necesidades propias y las del otro; el yo no se agota en la interacción previamente mencionada. «El Otro no se me opone como otra libertad» (Lévinas, 2002). En resumen, no hay una lucha entre individuos por el control o el poder, sino que se trata de una relevancia moral clave. Considerar que aspectos tales como la justicia, la libertad, la incertidumbre, el dolor y la búsqueda de la felicidad son universales en la experiencia humana es imprescindible entonces para repensar el impacto que podrían tener nuestras decisiones.

En vista de esto, reconocerse en el otro es indispensable para garantizar, promover y proteger los derechos humanos fundamentales, mismos que cumplen la característica de ser inalienables y nos son otorgados por el hecho de ser humanos, independientemente de factores como la raza, género, origen étnico, religión, entre otros. Asimismo, da pauta para una mejor identificación de los casos en que no son respetados.

Pero no podemos negar que la forma en la que procesamos la información siempre se verá mermada en mayor o menor grado por sesgos cognitivos, o sea, errores inherentes y sistemáticos en nuestro pensamiento que derivan de la tendencia de nuestro cerebro de simplificar el mundo. Éstos nos pueden presentar obstáculos significativos al momento de concretar la búsqueda del mismo en los demás. Por ejemplo, el sesgo de confirmación provoca la validación de las creencias propias, mientras que las opuestas las toma como equivocadas. En estos casos es adecuado mantener una actitud abierta y pensar críticamente para discriminar tales inclinaciones.

Finalmente, el concepto del yo es complejo, pues además de consumar una multiplicidad de factores, en torno a él giran variedad de perspectivas según histórico-sociales. Reconocer el yo en el otro es valorar la existencia de otros individuos que, a pesar de la diferencia, comparten una misma característica en común: la humanidad. Además, es por medio de las relaciones sociales que nos desarrollamos en cierta medida, entonces ¿por qué decir que no a una dinámica saludable? La diferencia no debería ser un motivo para oponernos, sino para enriquecernos los unos a los otros.

BIBLIOGRAFÍA:

Lévinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Salamanca: Ediciones Sígueme.

¿Será que es así?
Débora Valentina Amaro Verdugo
Preparatoria 9

Sísifo, el nuevo hombre moderno

Hansel Gael López Angulo | Preparatoria 8

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

El filósofo argelino Albert Camus alguna vez proclamó que “al final uno necesita mucho más coraje para vivir, que para quitarse la vida”. El personaje mitológico de Sísifo es quizá uno de los personajes más cercanos al hombre actual. Todos los días, Sísifo, como el hombre moderno, está condenado a subir su gran peñasco sobre la montaña, lo que el filósofo argelino definió como absurdo. Me pregunto si Sísifo alguna vez se cuestionó acerca del sentido que tenía su tarea, porque el hombre moderno nunca lo ha hecho. Con ello, en la escritura de este ensayo quiero comprender cuál es ese coraje que proclamaba Camus y cuáles son los factores que contribuyen. ¿Todos los seres humanos estamos dotados de ese don o solamente son algunos los que gozan de esa habilidad? Reflexionaremos acerca de la constante necesidad de encontrarle sentido a la existencia y cómo es que se vende este ideal a la sociedad moderna como si fuera un propósito o una tarea a cumplir del ser humano. Además, se discutirá acerca de cuál es el eje al que deberíamos dirigir nuestra vida para dejar de empujar peñascos por la montaña, condenados a la eternidad.

En este ensayo mi tesis es: ¿podemos llegar a comprender el sentido de nuestra existencia? Mi propósito es establecer un análisis del comportamiento del hombre moderno; deseo establecer una relación entre sus pensamientos y él mismo para comprender qué es lo que puede llevarle a preguntarse sobre el sentido de su existencia. De ahí, quiero llegar a reflexionar acerca del significado del “sentido de la vida” y cómo es que nos debemos de regir para disfrutar de nuestro paso por este mundo.

Palabras clave:

Sentido, vida, existencia, sociedad moderna, hartazgo, absurdo.

El hombre moderno vive rápido. No puede perder ni un minuto de su día ya que tiene miles de pendientes, situaciones, menesteres que cumplir. Ha olvidado pararse a contemplar los rayos del sol, las estrellas, el aire fresco que lo rodea por la mañana. Su profesión son las responsabilidades que tiene que cumplir sea quien sea al que tenga que sobrepasar. No descansa, ha olvidado por completo la existencia de los fines de semana. Lo que tiene en mente es ganar dinero; cree que puede comprar tiempo, un verdadero amor, amistad, familia con él. Ya no le importa nada; el hombre moderno se ha querido convertir en Dios y lo ha cumplido. Después de su trabajo, llega cansado a casa. Duerme. Abre los ojos y el primer pensamiento que le llega a la cabeza es: ¿qué es lo que hago aquí? ¿Cuál es la razón de mi existencia?

Decir “sentido de existencia” es definir aquel motivo que nos hace darle una razón a nuestra vida. Actualmente, muchas personas tienen como sentido de vida el ganar dinero, la fama, las mujeres, su familia, o llegar a ser felices. Este concepto, para algunos, llega hasta ahí, como si tuvieran una elección que tomar al instante; sin embargo, su significado llega a ser temporal. Solo es momentáneo, y no abarca todos sus días (como es que debería de ser). Muchas de las veces, a mis compañeros de clase les pregunto cuál es la razón por la cual se levantan por las mañanas, pero sus razones son inconsistentes. Algunos responden “mi madre”, pero días después llegan a clase molestos porque han discutido con ellas; otros, “su futuro”, pero aún no tienen claro a lo que se quieren dedicar. Carece de sentido que el hombre moderno siga fingiendo las razones de su existencia, cuando nunca ha parado a preguntárselas.

¿Por qué no puede parar a cuestionarse su existencia? La razón es fácil: no tiene consciencia de ello. La cultura misma y los medios de comunicación le han vendido cómo es que debe de ser, qué es lo que debe de pensar, cómo debe de vestirse, qué debe de llegar a ser. El hombre moderno no es libre, está atado a innumerables situaciones que le impiden tener conciencia propia. Le han vendido lo que debe de sentir, aunque tiene un corazón propio. A posteriori, no parará de trabajar hasta convertirse en quien le han dicho que debe de ser, cueste lo que cueste. Pareciera, pues, que cuando desea preguntárselo necesita que otras personas se lo resuelvan por él. Con ello, llegan los coaches motivacionales, los libros de autoayuda, las enseñanzas de un fraile que vendió su coche lujoso. Llena su mente y su cuerpo de información que le hace creer que siguiendo lo que hizo o dijo alguien más pueda llegar a encontrarle sentido a su vacía existencia. Se hace creer que las cosas materiales pueden contestar a la pregunta que cuestiona su razón de vivir.

El crítico literario Terry Eagleton en su libro El sentido de la vida explica que:

El sentido de la vida no es la solución de un problema; consiste, más bien, en vivir de un cierto modo. No es metafísico, sino ético. No es algo separado de la vida, sino algo que hace que vivir valga la pena (lo que equivale a decir que es una cierta calidad, profundidad, abundancia e intensidad vital). Así entendido, el sentido de la vida es la vida en sí, vista de una cierta manera (2008).

A mis dieciocho años y con mi poca experiencia de vida, estoy de acuerdo con la premisa de Terry Eagleton. ¿A qué se refiere Eagleton cuando afirma que “El sentido de la vida no es la solución de un problema (…) sino algo que hace que vivir valga la pena? (2008). Encontramos nuestro sentido cuando descubrimos lo que hace que nuestra experiencia humana valga mucho la pena. Al contrario del pensamiento moderno, este motivo no se encuentra ni en la fama ni en los billetes. La respuesta se encuentra en las pequeñas cosas, en cosas que muchas de las veces pasamos desapercibidas. ¿Qué son esas pequeñas cosas? La risa entre amigos, una buena charla, la comida que nos gusta, una buena compañía, un sueño cumplido, un descanso pleno. Podría seguir la lista, pero cada uno de nosotros sabrá bien algunos otros ejemplos que pueda agregar.

¿Por qué los ejemplos hacen que vivir valga la pena? Porque reafirman la existencia del ser humano. Y cuando digo reafirmar, me refiero a que vuelve a sentir que no es una máquina preestablecida, es una persona. Ha vuelto a humanizarse, sabiendo que el paso agigantado de la globalización y el consumismo intervienen para que sea alguien insensibilizado.

Encontrar el sentido de nuestra vida no es una tarea a completar ni un recetario que podamos seguir. No viene en algún instructivo, ni en un programa de televisión, ni mucho menos en una película protagonizada por Will Smith donde vende computadoras. Así como afirma el escritor Gustavo Bueno en el libro El sentido de la vida:

El sentido de la vida no está previamente dado ni prefigurado, ni puede estarlo, puesto que le es comunicado a la vida por la propia persona, a medida que ella se desenvuelve. Esta es la razón por la cual los ‘sentidos de la vida’ son múltiples, diversos entre sí, de diferente alcance y nivel moral o estético; es la razón por la cual hay sentidos verdaderos (auténticos) y hay pseudosentidos o vidas falsas (ficticias, alienadas) (1996).

Afirmó la premisa de Bueno: el sentido de la vida no puede prestablecerse, no es lo mismo para cada persona. ¿Hay diferentes sentidos de vida? Es correcto, las pasiones, lo que le hace que vivir valga la pena, como hablaba Eagleton, variará entre personas. Para algunas personas, su motivo es el arte, o el pensamiento, o desean vivir inmersos entre los libros. En mi caso personal, las historias de cada libro que pasa por mis manos me reafirman lo mucho que me gusta vivir, ese coraje del que hablaba Camus. Tengo una amiga cercana que lo que hace que su existencia merezca la pena es el modelaje, la moda, las pasarelas. Es su vida, y noto en ella sus ojos brillosos cuando me habla de su pasión. No olvido una tía cercana que desde que desaparecieron a mi primo, el motivo que la hace existir es la esperanza de encontrar a su hijo, y que ninguna madre más tenga que sufrir el calvario de pasar una desaparición en México. El amor de madre es lo que la mantiene viva.

Querido hombre moderno, el sentido de la vida no lo encontrarás en Internet. No podrás pagarlo como suscripción mensual. El sentido de la vida tendrá que trabajarse en cada uno de nosotros, buscarlo, encontrarlo y no soltarlo.

Crimen y Castigo, la famosa obra de Dostoievski, es uno de los libros que me han marcado como persona y en mi vida lectora. Durante el libro seguimos las huellas y pensamientos de Raskolnikov, el personaje principal, así como su vida, sin sentido y absurda; hombres alcohólicos que gastan el dinero para mantener a sus familias en botellas de vodka, prostitutas que se convierten en personas con moral, madres de familia que solo les importa la fama y fortuna, olvidando a sus hijos indefensos.

Hacia el final de la obra, Raskolnikov, después de revelar su crimen y pasar el resto de sus días en la cárcel de Siberia, se da cuenta de una cosa importante. No es el mismo que antes, no encuentra sentido en que los demás se diviertan y él no, desea recuperar su libertad. Y se compara con Sonia, su pareja, que al entrar ella al reclusorio la reciben con cariño y admiración todos los reclusos. Antes de dejar el plano terrenal, Sonia se sienta al lado de él, le toma la mano, y ha recordado que su amor, el amor verdadero, lo mantenía vivo.

Mi tesis ha sido verdadera: el sentido de la vida se puede comprender cuando el amor es el que nos rige; hacia las personas, los lugares, los momentos. Ahí encontramos aquellas razones que hacen que vivir valga la pena. Ahora bien, dejemos de vivir una vida apresurada, de creernos dioses, de creer que las respuestas se encuentran en las cosas materiales. Tenemos las respuestas en la punta de la nariz y no nos damos cuenta.

Empecemos a ser como Raskolnikov, a entender que el amor es lo que nos mantiene vivos. Ese debería de ser el sentido de nuestra vida.

BIBLIOGRAFÍA:

Bueno, G. (1996). El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral. Oviedo: Pentalfa Ediciones.

Eagleton, T. (2008). El sentido de la vida. Barcelona: Paidós.

Cogito, ergo sum

Samantha Nashiely Diaz Reyes | Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga

Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2023

Resumen

Si habláramos de existencia, tendríamos que cuestionar lo que existe en nuestro universo o en nuestras mentes, aquellos pensamientos que se llegan a reconocer entre sí, que llegamos a ser capaces de poder ser conscientes de la existencia de otros, algo que hace real nuestra propia existencia, pues, tal como dice René Descartes: “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). ¿Pero realmente necesitamos pensar para existir? Pues, aunque no pensemos, seguimos existiendo. Las personas que están tan ocupadas que no se pueden dar el tiempo de pensar en su existencia, ¿dejan de existir? Claro que no, incluso las hace igual de importantes que todos nosotros, pues para existir solo debemos ser personas pensantes y partícipes de una realidad sujeta a cambios, algo que el ser humano no podría comprender con solo leerlo, pues tendemos a aceptar todo lo que nos venden como real y falso sin darle realmente un análisis profundo. No nos gusta cuestionar nuestra existencia y origen.

Palabras clave:

Existencia, pensamiento, realidad, imaginación, verdad.

Podemos decir que lo que existe lo imaginamos, pensamos y vemos, y lo que no existe lo cuestionamos. Entonces, nos podríamos preguntar: ¿existe algo más que lo que existe? No, simplemente todo ya existe. ¿Cómo lo sabes si no lo puedes imaginar? Creamos respuestas incompletas para una pregunta tan compleja. ¿Cómo soy consciente de que existo? Según René Descartes “cogito, ergo sum”. Sé que existo porque cuestiono mi propia existencia; ser consciente de mi existencia me hace existir. El imaginarme seres mitológicos o irreales los hace existir dentro de nuestra propia mente. Pero, ¿qué tal con lo que no podemos imaginar? ¿Deja de existir?

Quisiera dar una respuesta de lo que es real y lo que es falso, pero la respuesta es tan extensa que hasta la hace falsa. No hay respuesta para aquella pregunta tan subjetiva: “lo real es lo que se ve y se siente, más allá todo es falso”. Pero qué tal si no. Eso es lo que hace que al día de hoy nuestra religión sea lo más importante para nosotros. Siempre que tratamos de cuestionar la existencia de algún Dios, nos preguntamos: ¿y si…? Podemos cuestionarnos todo lo que nos ponen como real y falso, pero nunca en lo que creemos fielmente. Dice El Economista que, en el mundo, 6 de cada 10 personas son religiosas, según una encuesta mundial de las casas especializadas WIN y Gallup International, que exploró las creencias de más de 66,000 personas en 68 países en todo el mundo. Entonces… ¿qué pasa con esas 4 personas que deciden no entregar su alma a un Dios todopoderoso? ¿Las vuelve conscientes de lo que no pueden ver o sentir? Pues claro que no lo podremos ver, pero sí pensar, y algo que se piensa ya lo hace existente en la mente de cada persona. Dios no puede existir, pero tampoco inexistir, pues por existir en los pensamientos de las personas ya lo hace real y partícipe de este mundo. Que algo exista en la mente de una persona, ya lo hace existente, incluso si tú no lo puedes imaginar.

Lo que existe y lo que no existe forma parte de la vida cotidiana. Llega a ser tan necesario lo que no existe que decimos “debería existir”, suponiendo que sería de gran ayuda para todos nosotros, algo que solo a nosotros se nos podría ocurrir. Entonces todo lo que existe en la actualidad fue el pensamiento de alguien más, intentando crear algo que él o ella necesitaba. Y si fuera toda la realidad, ¿quién la habría creado? El ser humano ha sido capaz de crear toda la realidad que le rodea. Sin seres humanos, nadie sería capaz de ver qué sería de lo existente, pues somos nosotros los que hemos creado toda la realidad que conocemos hoy en día. El propósito de que exista nuestra realidad es satisfacer nuestro propio deseo y necesidad, de buena o mala manera. Aquellos conceptos que buscamos, nosotros los hemos creado, les hemos dado forma a nuestra comodidad y satisfacción.

Dennett lleva años sugiriendo que la conciencia no es real o al menos no es fundamental, es un efecto mayormente ilusorio del cerebro (que sí es real). Como dice el filósofo Thomas Nagel en su reseña, Dennett lleva 50 años en un proyecto de desencantamiento del mundo humano, usando la ciencia para liberarnos de lo que él considera son ilusiones. Este desencantamiento es la expulsión de todo espíritu fuera de la máquina biológica, de todo fenómeno (principalmente la conciencia) que no encaje con la visión científica materialista. Dennett, como Dawkins, considera que nos está liberando de la ignorancia y del pensamiento mágico; otra lectura diría que su desencantamiento nos deja en un mundo sin ningún encanto, sin ningún significado, simplemente como robots o, usando sus propios términos, como ilusiones del usuario, vagas, efímeras y mayormente inexistentes fabricaciones de la maquinaria cerebral.

Para plantearnos el por qué existimos, deberíamos preguntarnos: si no fuéramos conscientes de nuestra existencia, ¿existiríamos? Un bebé no es consciente de que existe, mas sabe lo que quiere y necesita. Entonces para plantearnos una mejor respuesta, debemos pensar que existimos porque las posibilidades han llegado hasta ese punto, un punto que no tiene un fin. Nos cuestionamos la existencia, pero nunca hasta dónde vamos a existir, hasta qué punto los seres humanos dejaremos el universo y a dónde nos iremos. Nuestros pensamientos abordarán en otra mente y o universo, y a eso no le tenemos miedo, pues no nos cuestionamos el punto en el que dejemos de existir y seamos conscientes de que no existimos. Y entonces para imaginarnos algo que no existe, primero debe de existir para luego dejar de existir.

Para Hanna Arend, la unidad de ser y pensar supone la coincidencia preestablecida de la esencia y la existencia, a saber, que todo lo que puede ser pensado existe y que todo lo que existe debe ser racional en virtud de su nivel cognoscitivo. Somos las personas más hipócritas, nos encanta jugar con los significados.

Para muchos, nuestra existencia es real porque la cuestionamos, pero si alguien que padece de esquizofrenia jura y afirma que existe algo más que lo que vemos o sentimos, solo le decimos “loco”. Si esa persona se cuestiona la existencia de lo que él o ella percibe como real, ¿lo hace existir? Claro que no. Si no existe en nuestro espacio tiempo, entonces, no existimos porque nos cuestionamos nuestra existencia, existimos porque otros están para afirmala. ¿Pero cómo sabemos que esas personas son conscientes de que existimos? Pueden ser solo nuestro propio pensamiento tratando de hacer que existamos, entonces estamos pensando y no existiendo, estamos ligados a un pensamiento con existencia propia que al mismo tiempo es consciente de la existencia de otros pensamientos, como si todos los pensamientos estuvieran interconectados a un mismo lugar donde se reúnen todos y somos conscientes de que existen las personas de nuestro alrededor con un pensamiento propio, pues somos solo un cuerpo pegado a una mente que necesita de un pensamiento para existir o se vuelve un cuerpo que los demás pensamientos no reconocen como otro pensamiento. Siempre decimos: “qué loca esa señora que le habla a las plantas, como si pudieran escucharla”, pues somos conscientes de los cuerpos que no tienen un pensamiento. Entonces, todos los pensamientos se reconocen entre sí y forman parte de un solo grupo que llega a ser tan parecido como diferente a lo que pensamos u opinamos; cada mente es un mundo, pero nunca sabremos si todas las mentes tienen un mundo.

Las cosas existen porque en nuestros pensamientos existen. Que sea real es algo muy diferente. Que algo por sí solo pueda ser pensado lo hace existente, mas no real. Tendría que existir en nuestro espacio tiempo y cumplir con las características que deben cumplir dentro de la ciencia para que fuera tomado en cuenta como algo real, y no solo como un término que se le da en nuestro pensamiento, pues nunca sabremos cómo se verá a los ojos de alguien más, ya que solo estamos conectados a una sola realidad, sin nunca poder observar el punto de vista de otros pensamientos.

Vivimos solo una realidad presente; no podremos ser conscientes de cuántas ya hemos vivido o si hemos vivido más de una. Nuestro pensamiento jugará con nuestra propia mente para borrar toda la información que pudiéramos saber, para no cuestionar si realmente estamos existiendo o pensando. He aquí donde yo les quiero hacer una pregunta: ¿sus pensamientos los controlan o ustedes controlan a sus pensamientos? Si analizamos la pregunta diríamos: “nuestros pensamientos nos controlan”, pero si tu propio pensamiento fue el que te hizo decir eso y llegar hasta esa conclusión, ¿entonces no existe algo más que solo un pensamiento acompañado de una realidad que nuestro propio pensamiento le dio un significado, donde nosotros mismos estamos dándole un propósito? Sea o no real lo que vemos, está siendo existente por nuestra propia mente que lleva consigo un pensamiento tan complejo y tan fácil de entender para todos.

Con tantos significados nunca podremos llegar a una conclusión. La pregunta de la existencia es tan difícil y compleja de responder, que preferimos resumir en lo que René Descartes ya nos había contado, pues cada que nos ponemos a cuestionarnos, nos surgen demasiados caminos por los cuales inclinarnos. Nunca llegamos a una conclusión, simplemente a un fin, el fin a una pregunta sin responder, una pregunta que seguirá siendo por muchos siglos: “Cogito, ergo sum”.

Escribir la realidad: una invitación a pronunciarse

El querer enunciar es la motivación primaria para deslizar el lápiz sobre el papel o para ejercer un golpeteo en el teclado, en la acción de verterse a sí mismo entre el texto y su significado subyacente. Tenemos en la literatura (por su forma artística) la motivación de expresar, desde una experiencia estética, lo que percibimos en el contacto continuo a través de nuestra distintiva percepción.

Las palabras que surgen del trazo o del tintineo en la pantalla son capaces de delatar las circunstancias que atravesamos en ese preciso periodo de tiempo de la redacción. Escribir atravesando la denuncia es un acto que requiere de mucha valentía, no sólo porque implica reconocer y afrontar las complejas situaciones a las que nos enfrentamos, sino que significa compartir las propias reflexiones con posibles lectores del mismo contexto.

En las siguientes páginas encontramos las voces de los y las jóvenes que se atrevieron a escribir, en varias o pocas líneas, sobre lo que implica ser parte de nuestra sociedad actual. Abordar temas como los estándares de belleza poco realistas, los impuestos sociales sobre la edad, la marcha del tiempo, la soledad, los feminicidios o los trastornos mentales requiere de una sensibilidad que cada vez se pierde con la normalización de lo lacerante, en la impasibilidad.

Incluso los textos que juegan con las estrategias para descolocar al lector también tienen un papel muy importante al momento de restituir las fórmulas a las que estamos acostumbrados o a las que nuestras mentes reconocen como confortantes.

Escribimos con lo que atraviesa nuestra mirada porque nos apropiamos de lo que sentimos y subrayamos sobre aquello de lo que nos apropiamos. Para los y las autoras, este tipo de narraciones funcionan como un medio efectivo para externar los sentimientos de intranquilidad que descubren en su propio reflejo y en el de los demás.

En conjunto, cada autor nos invita a cavilar sobre lo que ocurre en las calles, en sus propias casas, en sus relaciones, en sus mentes y a redescubrir, desde su literatura, aquello a lo que también se enfrentan día a día. 

Itzel Alejandra Ledezma González*

*Estudiante de noveno semestre de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara. Ha colaborado como moderadora y formó parte del comité en el Café Literario CUCSH. Cuenta con una publicación en el número 14 de la revista Aportes Académicos P5.

¿Todo bien?

José Antonio Canseco Briceño

Preparatoria 15

¡Ya te dije que callaras a ese mocoso! Perdóname, cariño, pero no se calla, tiene hambre, no ha comido. ¡No es mi problema, lo callas o yo lo callo de un chingadazo! ¡No, no! Te prometo que ya se va a callar. Ya ves, mi niño, ya hiciste enojar a papá, por favor, ya deja de chillar.

Decía aquella loca meciendo a un niño putrefacto, frente al cuerpo destripado y agusanado de su esposo.

Duality of confort
Daira Xenic Campos García
Preparatoria Regional de El Salto

Apócrifo

Yhoalibeth Estrada Flores

Preparatoria 8

Cuando seguí la luz al final del túnel y llegué al cielo, comprendí por qué Lucifer se había revelado.

No llegarán

Mariana Soto Almaguer

Preparatoria Regional de Santa Anita

Apenas hay una ventana, la habitación es demasiado pequeña para todas nosotras. Huele a sudor, a sangre, a miedo. Veo rostros desamparados, agonizantes; yo sé que nuestros padres nos buscan, pero no estoy segura si algún día nos encontrarán.

Femme

Mariana Soto Almaguer

Preparatoria Regional de Santa Anita

Entonces decidí ser mujer, enfrentarme a mi padre, a los insultos en las calles, a los que no aceptaban llamarme por mi nuevo nombre… Meses después fui masacrada, encontrada en las espesas y heladas aguas de un lago.

Servicios de la noche

Ernesto Gabriel González Santiago

Preparatoria 7

Suena el teléfono, tardan en contestar. Contestan.

—Hola, cariño. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Buenas noches, lo siento por la hora.

—Ningún problema, tú sabes que estoy para ti. ¿Qué necesitas hoy?

—Algo rápido, por favor. Necesito —se interrumpe— sacar todo este estrés. Es demasiado.

—¿Te veo donde siempre?

—Sí, por favor. Estoy solo.

—No tardo nada, corazón.

Cuelga el teléfono. Se ve al espejo, desnudo. Hace un gesto, finge otro. Se viste con lo que tiene a la mano; no mucha ropa limpia, tampoco bonita para salir. No la necesita.

Suelta perfume sobre él, da vueltas para impregnarse. Tiende la cama, esconde las manchas con las almohadas y las botellas bajo el edredón. Sale a la sala, que no está mucho mejor. Se deja caer en el sillón; no hay lo suficiente para limpiar, está bien.

Ve el reloj; casi medianoche. Toma su cartera, revisa el dinero; la cuenta será cara, pero lo necesitaba más que nunca. Abre la ventana a la fea y poca alumbrada calle; agrega otro billete de 100 al bonche.

Tocan a la puerta. Suspira hondo, cae en lágrimas y la deja pasar.

—Buenas noches, Arturo. —Le da un abrazo rápido y cordial. —¿Cómo has estado desde la última vez?

—Nada bien. Lo siento por la hora.

—Para eso estoy, cariño, no te preocupes y ponte cómodo. ¿Retomamos?

—Sí, por favor.

Llora otra vez.

La fiesta de los 18

Saulo Isaac Toriz Ramírez

Preparatoria de Tonalá

Hoy es su cumpleaños. Cumple 18 años. Se supone que es un día especial, un día de celebración, un día de transición. Se supone que deja atrás la adolescencia y entra en la edad adulta. Se supone que tiene que estar feliz.

Pero no lo está, no le apetece ir a la fiesta que le han organizado sus padres. No le apetece ver a sus familiares que le felicitaron con falsedad y le harán regalos que no quiere. No le apetece ver a sus amigos, que le animarán a beber y a bailar y a divertirse. No le apetece ver a su novia, que le besará y le dirá que le quiere y que le espera una noche de pasión.

No le apetece nada de eso. Lo que le apetece es quedarse en su habitación, escuchando música, leyendo libros, jugando a videojuegos. Lo que le apetece es seguir siendo un niño, seguir siendo inocente, seguir siendo libre. Lo que le apetece es no crecer, ni madurar, ni cambiar.

Pero no puede, tiene que ir a la fiesta. Tiene que sonreír y agradecer y fingir. Tiene que beber, bailar y divertirse. Tiene que besar y amar.

Tiene que ser un adulto. . .Y lo odia.