Daniela Itzel Esparza Huerta
Preparatoria 19
Hoy casi clavé un cuchillo
en el centro de mis costillas,
pues ahí se encuentra
la penumbra de mis pesares.
Quise acabar (me)
el sentido de insuficiencia
que se halla en mí
desde la niñez.
Quise terminar (me)
con la sensación
hacia la inutilidad
tras cada error.
Quise matar (me)
el sofocante llanto,
causado por la carga
de un crecimiento apurado,
más bien obligado.
Quise impedir (me)
una dolorosa vida
de un voluble futuro,
no muy prometedor.
Pero la visualicé.
Tan etérea como siempre,
la perfección la representaba.
Colocó sus manos,
manchadas por el sol
entre las mías y el mango
de aquel amenazante cuchillo
anunciando perforar la desilusión,
poco a poco me lo arrebató,
evitando el peligroso corte.
Me miró con compasión,
con sus bellos ojos marrones
que destellaban desesperación.
Me besó la frente.
Sus labios sabían a la esperanza
que en mí ya no existía.
Finalmente me abrazó
intentando darme vida.
Luego se esfumó
en brillos dorados
dignos de su realeza.
Ahí comprendí
que por ella
debo continuar
en este tortuoso camino
llamado respirar.
Dedicado a Sandra Huerta