Urdaneta

Ernesto Gabriel González Santiago. Preparatoria 7

Yo nunca me he bajado en la estación Urdaneta del tren ligero, y creo fielmente que no se puede bajar ahí (ignorando que no lo he intentado).

Dejaré el sesgo de un lado y te invito a dejarlo tú también en aquella mesita de allá, y pienses ¿Cuándo fue la última vez que te bajaste en Urdaneta? Sea hace unas semanas, medio año, o ayer, cuestiónate, porfa; ¿realmente te bajaste en Urdaneta? ¿Viste los carteles, ese símbolo que representa la estación (el cual no logro imaginar y sospecho no existe) y saliste del subsuelo por la misma salida que siempre lo haces? ¿Puedes jurar por tu vida, la de tu familia y por la gente que vive en Urdaneta, que te bajaste en Urdaneta? No lo creo.

Urdaneta, y con esto sigo suponiendo con la mayor confianza posible, no es un lugar. No uno en el que tú o yo podamos estar, no del todo, no completos. Bajarte ahí por un motivo concreto te hace olvidar quién eres, que te constituye. Te centras en la tarea urgente que te da la estación: salir. 

Las puertas fueron hechas un poco más grandes a propósito, aunque sea por milímetros. Se prioriza que la gente salga y entre lo más rápido posible por aquellos que guardan este no lugar y sus puertas. Los que se les ve trabajar dentro viven lejos, trabajan lejos, en otras estaciones y líneas. Sucede que, al distraerse un poco por ver pasar los trenes y la gente, ya se encuentran en Urdaneta, y por estar ahí ya no lo cuestionan. Ellos, enfermos de Urdaneta, están seguros de que viven en Urdaneta; no sus calles y casas fuera del suelo; dentro, donde nacieron y eventualmente morirán por ella. La mayoría tienen la suerte de perderse otra vez, en ese vacío cognitivo llamado estación, y al llegar su hora de salida ya están en su estación usual, o en el hospital, según los 3 casos del 2023 que me acabo de inventar.

A lo que voy con todo esto es que tengo miedo. No por mí, sino por ti; de que algo suceda fuera de tu poder y termines bajándote en esa estación, seguro de que es tu propósito y motivo de existencia. Yo mismo tengo días de mente en blanco, donde no puedo más que asumir que me encontraba en Urdaneta; ahí, sentado en el suelo, esperando la conciencia rumbo a Periférico Norte. Otros días parpadeo entre estaciones y he gastado mi vida; me sobran bolsas en las manos y años en mi espalda. Y aun estando seguro de haberme detenido en Zapopan Centro, yo sé que ese día, unos instantes, Urdaneta se encontraba en la línea 3, conmigo. 

Procuro hacer lo posible para dejarla ahí, dársela sutilmente a otra persona que sube cuando yo bajo las escaleras, para que la devuelva a esa estación inexistente. Ese no lugar tan suyo, tan no, tan Urdaneta, como debe de ser, donde debe de estar.

Quizás algún día pueda bajarla de mi espalda, sacarla de mis bolsillos y lo que queda entre mi ropa y piel. Arrancarla de mí, pero me cuesta mucho. Es muy difícil perderla, estando perdido en ella. Dentro de Urdaneta, y te lo aseguro (aunque nunca hayas pasado siquiera por esa estación) que lo que menos quieres es hacerte parte de ella. Hacerla algo. Hacerse uno, Urdaneta.


Nota al pie: la estación Urdaneta de la Línea 1 del tren ligero de Guadalajara se encuentra a nivel de calle, no bajo el suelo, a diferencia de Urdaneta, que se encuentra debajo de ti.

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