En tributo a las que nos hacen falta.
Querida madre: te escribo desde el otro lado… Nunca creí en una vida después de la muerte y lo sabes; sin embargo, aquí estoy.
Creo que esto es un lugar parecido al cielo o quizá sea el limbo. Yo sé que no sabes que me pasó más que lo que te dijo el forense, pero te contaré la historia. Era un sábado 19 de septiembre, salí de aquella fiesta a la que me dejaste ir con Mariela, ¿recuerdas? Julián pasó por ella, yo quedé de irme con Marisa pero ella quiso quedarse más tiempo y Mariela ya se había ido.
Decidí emprender mi camino a casa, al cabo sólo eran cuatro cuadras caminando. Eran pasadas las 11:00 PM. En ese momento no creí que fuese tan tarde hasta que vi las calles solas, la luz fallaba, por lo tanto había tramos oscuros. Pasaban coches; sin embargo, no me faltaron al respeto.
Una cuadra antes de llegar a casa pasó un hombre en una moto, lo raro es que creí haberlo visto antes pero hice caso omiso, gran error.
El hombre me interceptó en el vehículo y bajó de éste, con un arma en la mano comenzó a amenazarme mientras me llevaba a un callejón. Mis gritos no salían y las lágrimas rodaban. Traté de defenderme pero ¿qué podría hacer una muchacha de 18 años contra un hombre de unos posibles 40, el doble de grande y armado? En aquel callejón comenzó a tocarme, traté de resistirme pero comenzó a golpearme a tal grado que rompió mis dos brazos, el dolor se manifestaba en mis gritos pero nadie me ayudaba.
Aquel hombre comenzó a arrancar mi ropa mientras me decía aquellas asquerosas palabras; ese horrible ser profanaba mi cuerpo y destrozaba mi integridad. Mi mente pensaba en si había sido mi culpa: ¿Qué hice para merecerlo? Pensé que sería por mi ropa pero llevaba un pantalón y un suéter largo ¿Eso era provocador? Cada que intentaba gritar sólo recibía un golpe de aquel hombre, rompió mi nariz y uno de mis pómulos, rompió mis labios y mis dos ojos estaban rojos e hinchados. En ese momento pensé: «¿Por qué no llamé a mi madre?».
Después de terminar, aquel obsceno hombre me dejó tirada en el piso. Se estaba yendo cuando solté un grito ahogado, volteó a verme y caminó en dirección hacia mí… Me miró con unos fríos y oscuros ojos, comenzó a patear mi cuerpo y así fue como rompió tres de mis costillas y una de éstas perforó mis pulmones, comenzó a pisotear mi estómago, provocándome una hemorragia interna, pisó una de mis rodillas y así fue como dislocó ésta.
Pensé que todo mi sufrimiento había terminado hasta que con mi último aliento de vida pude verlo sostener una gran roca y dejarla caer sobre mi cabeza.
Cuando desperté ya estaba aquí. ¿Recuerdas a Ingrid, a Fátima y a Fabiola? Aquellas chicas por las que tanto lloré están aquí conmigo, me dijeron que tenía que escribir una carta para dejar mi huella aquí y que las siguientes chicas pudiesen leerlo.
Perdóname por no llamarte, consuela a papá y cuida a Paulina… por favor no dejes que venga aquí… Te amo, mami.
Con amor, Carina.
Vanessa Monserrat Razo Domínguez
Preparatoria 9