Abrí los ojos y ya no estaba ahí.
Traté de encontrarla entre las sábanas, sentirla triste, incompleta, taciturna, porque es un día sin sol, y ella despierta así en esos días. Me levanté, la busqué debajo de mi almohada, uno nunca sabe en qué momento su pareja puede convertirse en una pequeña sorpresa debajo de la almohada.
Nada.
Entré al baño, la busqué en el inodoro, en el lavabo, la busqué en el espejo, o en lo que en él se reflejaba, mi rostro, tal vez se había escondido en mis pupilas tratando de encontrar la respuesta de lo que tanto se pregunta cuando me ve a los ojos. Tampoco estaba ahí.
Me quité el pijama y me puse algo un poco más decente, no estaba seguro si tendría que salir a buscarla a la calle.
La busqué entre mi ropa interior, digo, cabía la posibilidad de que se hubiera convertido en eso. Pero no, ni la más mínima señal de ella.
Bajé.
Pude respirar su perfume, el que ya se le está acabando. «Entonces está acá abajo», pensé. Y sonreí.
Llegué a la cocina, no estaba.
Me cansé de buscar en las pequeñas cosas, me cansé de pensar que se había convertido en una prenda de vestir, en un pequeño regalo, en un dibujito, en una estampilla, en una carta, un libro, un mapa.
Me cansé, así que fui a la sala, traté de encontrarla en su forma de mujer, con sus hermosas piernas, dulces, suaves y esos ojos que parecieran estar siempre buscando algo dentro de mí: un futuro juntos, una casa, un husky, un cerdo vietnamita, una gran biblioteca, café.
Café.
Café…
¡Café!
Regresé corriendo a la cocina, el café estaba servido; junto a él, una pequeña nota:
“A veces, en las noches (todas las noches), siento la necesidad de que uno de mis ‘te amo’ estalle en tus oídos, entonces me encuentro con la frustración de que no estarás para escucharlo, y soy yo la que estalla en un millón de pedazos y así me quedo hasta que te veo y tus manos me ponen de nuevo en mi lugar”.
¡Pero qué tonto fui! ¡Yo buscándola en mis pupilas! ¡Buscándola dentro y fuera de mí! ¡En lugares imposibles! ¡En su forma de hermosísima mujer!
Mi vida, pero de qué forma terminaste. Te beberé sin azúcar, como tú hubieras querido. Mi amor, ahora que sabes a café quiero pedirte que no vuelvas a pegarme un susto así.
Luis Enrique Solorio Salazar
Preparatoria 10