En la frialdad de la tristeza
el auge de las luces apuñala.
Las vacías calles bifurcan
el espacio y la realidad.
Su soledad inunda
la celeste velada en la ciudad.
Con sus rostros de lápida
plantan un nuevo invierno,
llenan con pétalos la última copa
embriagando con vanidad sus mentiras.
¡Oh, falsas miradas! Tan inquietantes…
Sobrios tragos de ansiedad
culminan en un sueño.
¡Cambian las noches,
danzan las cortinas!
¡Predicen los aromas,
se entierra la vida!
Frívolos labios me seducen
Con ímpetu, borran lo monótono.
El mar se desborda
y las sábanas caen.
Interrumpido desliz,
se envuelve en la almohada una vez más.
El reloj con su inequívoca memoria
regresa de su descanso.
Las olas vuelven a chocar,
giramos alrededor del sol,
atraídos por una sola Luna
y anclados a una insufrible prisión.
Corro por el pavimento
sosteniendo su cálida mano.
Lleno de temor ante lo desconocido
miro con discreción las paredes.
Me aferro al suelo,
encadeno mi cuerpo.
Escapo con poca agilidad,
cada instante estoy más atado.
Sucumbo sobre los alaridos,
me lamento por tan vacío propósito.
Mis únicos tragos de esperanza
son bebidos de sus labios.
¡Las noches duermen,
las cortinas descansan!
¡Los aromas del alma,
son enterrados al alba!
Sus latidos reposan,
mi cuerpo se desmaya junto a las estrellas.
Su cuerpo es la Luna…
Yo soy la neblina.
Camino entre sus callejones
y ella me descifra.
Mario Alonso Lara Jr.
Preparatoria Regional de Chapala