Todo comenzó con el terremoto

Grietas del Corazón. Emmanuel Romero Villegas, Preparatoria Regional de Etzatlán.

Grietas del Corazón. Emmanuel Romero Villegas, Preparatoria Regional de Etzatlán.

La tierra azotó Alquiranom sin piedad, casi como si fuera una señal de los terribles acontecimientos que venían. Durante una hora, el suelo que nos sostenía se tragó edificios, autos y personas, eso sin mencionar las réplicas que acabaron por derrumbar la poca moral que nos quedaba.
Los cadáveres llenaban las calles, se mantenían bajo los escombros tan grotescamente que nadie se atrevía a sacarlos. El presidente yacía enterrado al igual que los otros. No había nadie que pudiera ordenar el desastre en que nos convertimos.
Nuestro pequeño país estaba herido hasta lo profundo; desesperado y necesitado de un guía.
Fue ahí cuando él hizo su entrada.

El hombre se presentó sonriente ante los restos de lo que fue un próspero país.
Los medios no tardaron en alabar su elocuencia e inteligencia, por no mencionar el “apoyo”
que nos brindó. Todos lo adoramos en su momento. ¿Y por qué no habríamos de hacerlo?  Un bondadoso extranjero que llegaba a salvarnos; era justo lo que deseábamos.
Queríamos buscar una buena forma de agradecerle, y luego de la muerte del antiguo gobernante, fue sólo cuestión de tiempo para que las masas que clamaban su nombre buscaran su liderazgo.

Fuimos tan ilusos.
Estábamos tan desesperados por la esperanza que él nos brindaba que permitimos que un desconocido tomara el mando.
No pasaron ni seis meses cuando se reveló la verdad.

Nadie quería aceptarlo. Aquel que creíamos que sería un impulso positivo para el país terminó por volverse un problema aún más grave que el desastre natural que nos golpeó.
Eliminó todo rastro de autoridad superior a él. Tomó el control absoluto con tan sólo
su encanto y persuasión, sin embargo su gobierno fue cruel e intolerante. Una vez obtenido el poder ya no necesitó fingir más. Se transformó en la bestia que había ocultado bajo su sonrisa y unos perfectos dientes.

Comenzó por dominar los medios, sobornando a los directores de las cadenas de televisión y radio, y despidiendo -o desapareciendo- a aquellos que se negaran.
Se aseguró de que nadie se le opusiera.
Cuando los primeros brotes de rebelión iniciaron en las redes, él se encargó de eliminarlos uno por uno, y aunque ese trabajo demoró un poco, fue paciente. Sólo necesitó un par de horas  para que la milicia se hiciera cargo de cada rebelde que se sumaba. No pudimos saber qué les ocurrió, pero las teorías de una muerte dolorosa hacia los opositores nunca faltaron.
Ni siquiera se molestó por ocultarlo.

– Una lección- lo llamó él, advirtiendo sobre estas conductas en un discurso ensayado que pretendía ser alentador -. Cualquier rebelde será castigado dependiendo de su falta. Es por su bien. Estas personas son peligrosas; son el tipo de terroristas anónimos que buscan desestabilizarnos, por ello los cortaremos de raíz.

Y aunque ello sonó como amenaza, nadie hacía nada, estábamos aterrados. Cohibidos de los micrófonos y las cámaras puestas en cada esquina. Un sistema de vigilancia 24/7 que era fuertemente monitoreado por nuestra gente.
No los culpaba. Un trabajo así les daba lo suficiente para sobrevivir, y los años que se mantuvo esta situación, la economía fue tan mal que era más de lo que cualquiera pudiera soñar.

Nada entraba y nada salía de la frontera, por lo que la comida escaseaba el primer invierno luego del terremoto. La crisis alimentaria se mantuvo. Los primeros arrestos por canibalismo se dieron a conocer por publicaciones en Internet. Publicaciones que desaparecieron tan rápido como se descubrieron. Todos poseíamos el conocimiento de que las cosas iban terriblemente mal, aunque en la televisión, los reporteros comentaban que las cosas nunca habían estado mejor.
Luego de un par de años las elecciones de gobierno eran historia antigua. La gota que derramó el vaso fue aquel día en que se transmitió un discurso donde dio a conocer al próximo gobernante de Alquiranom: Su hijo, aquel al que el dictador llamó príncipe ante las cámaras.

A pesar de todo el terror, el desacuerdo total no se hizo esperar. Abucheos y marchas en las calles, miles de publicaciones en las redes, además de unos cuantos murales clandestinos satanizando al líder y a su recién nacido.
Estábamos furiosos, hambrientos… Nos quitaron todo, supongo que aquel pensamiento fue lo que nos motivó: No podíamos perder nada más.

Los primeros grupos fueron los que sufrieron la peor suerte. Recuerdo uno donde atacaron los centros comerciales, robando comida para repartirla. Tres días después, encontraron los cuerpos carbonizados; no faltaba ninguno.
Otro grupo intentó atacar una televisora. Salieron al aire durante aproximadamente cinco minutos antes de que terminaran la transmisión y no se les volviera a ver con vida. Los cuerpos putrefactos se encontraron dos meses después, estaban a las afueras de la ciudad y les faltaba carne en algunas partes del cuerpo. Se dijo que los animales trataron devorarlos al no tener comida, pero en las fotos que circularon por la red podían verse mordeduras humanas. No solo los animales padecían la hambruna.
El último antes del verdadero cambio fue el peor, no por lo que les hicieron, sino porque nos obligaron a observar.
El grupo, conformado por hombres, mujeres y niños, había tratado de llegar a la casa del traidor en una simple marcha sin armas. Sólo poseían sus voces, con las gargantas lastimadas y el estómago vacío.
Las cámaras de seguridad mostraron que no pudieron llegar muy lejos cuando la milicia atacó.
Los prisioneros se distribuyeron equitativamente en cada distrito. Vivos y magullados, con heridas sangrantes en brazos y piernas. Los transportaron hasta los centros de todas las ciudades, y frente a un público horrorizado, fueron apaleados hasta la muerte mientras bolsas cubrían sus cabezas y sus extremidades yacían atadas en el suelo.
El espectáculo se transmitió en vivo y por todos los canales del país.
Nadie pudo olvidar.
La rebelión se encendió como si fuera una chispa cayendo directamente sobre la pólvora. No podíamos traer a los muertos, pero queríamos vengar a los difuntos con todo lo que teníamos.

Sigo preguntándome cómo consiguieron tantas armas, sin embargo, estoy consciente de que los cabecillas de la rebelión llevaban planeando esto por un largo tiempo. Realmente no importa de dónde las sacaron, sino el uso que les dimos.
La guerra para recuperar el poder de nuestra nación nos ha llevado años. Muchas cosas
han pasado y la mayoría se ha manchado las manos de sangre con tal de conseguir la victoria.
Hemos hecho cosas horrendas de las cuales me arrepiento y avergüenzo al recordar; pero por otro lado, todo lo bueno que hemos obtenido lo vale, o eso nos dicen los líderes de los grupos armados.

Hoy por fin estamos por acabar con este mar de sangre que hemos creado.
Encontramos dónde se esconde aquel que prometió ayudarnos, aquel rey ilegítimo, emperador de la nada, y junto a un pequeño grupo de tres personas, terminaremos este caos.

Ya hemos hablado acerca del futuro, de todas las grandes cosas que haremos. De cómo le devolveremos el poder a nuestros ciudadanos y de la grandeza renacida que tendrá esta nación. Hemos sufrido tanto que la sola idea de aquel futuro brillante suena lejano, pero estamos lo suficientemente desesperados como para creerla.

Todos están dispuestos a hacer un último gran sacrificio por la causa, pero al cruzar la puerta donde se encuentra la bestia que nos ha traído tanta desgracia, no puedo ver a un monstruo, tan solo a un padre tratando de cubrir a su hijo con su cuerpo.
Logro reconocer al infante como el príncipe destronado y sé que no tendrán piedad en el momento en que me indican apuntarle a él también. La duda me carcome lentamente, haciéndome temblar y por poco suelto el arma. Sé que es solo otro inocente cargando con los pecados de su padre, pero no puedo interferir. No debo. No ahora.

Los segundos corren y momentos antes de ver el cuerpo, lo escucho hacer un sonido sordo en el segundo exacto en que la cabeza golpea el piso. El monarca maldito ha caído.
Sólo queda el niño y nadie más que el líder parece seguro de qué hacer a pesar de tener órdenes.

-Mátenlo.- Ordena la voz con mayor autoridad, pero nadie hace nada.
-No podemos hacer esto. – Habla uno de los rebeldes bajando su mano. Quisiera agradecerle por lo que no tuve valor de decir. -Es sólo un niño… No tiene la culpa de nada.
– Tiene razón. – Lo apoya un segundo, temblando un poco y bajando su arma de igual manera.

Los únicos que continúan con el brazo arriba, somos el líder de la misión y yo. La emoción me recorre la espina dorsal, animándome a hacer lo mismo, pero antes de poder retirar el frío metal de la cabeza del niño y declararme en contra de la muerte, el sonido de una bala cruzando la habitación me aturde.

Pasan los segundos y escucho un suspiro exasperado antes de otro disparo, pero el niño sigue en pie. A mi lado, mis compañeros se desploman con un hoyo en la cabeza. No puedo reaccionar correctamente. Mi sorpresa no puede expresarse en palabras cuando me doy cuenta de que el líder que nos prometió un futuro libre, fue la misma persona que le disparó a mis compañeros.
Siento el arma en la sien cuando me invade una epifanía. Este hombre que me apunta con el filo de su arma se convertirá en el siguiente traidor y la historia se repetirá.

-¿Tú actuarás como un hombre, o tendré que dispararte también? – Siento el metal acariciando mi cabeza, frío, mortal, y extrañamente, me hace sentir vivo.
-Nada cambiara, ¿no es cierto?- Logro preguntar. – Todo esto se trata sólo de un cambio de administración. Esto seguirá igual. – Él está tan cerca que puedo sentir su respiración. Me bastaría un movimiento rápido para apuntar a su cuerpo.

La respuesta es clara cuando asiente lentamente con la cabeza, y un disparo se efectúa en la habitación.

 

Carolina González Arellano
Preparatoria 13

Bad Reputation.  Areli Alejandra Ruvalcaba  Becerra, Preparatoria Regional de El Salto

Bad Reputation. Areli Alejandra Ruvalcaba Becerra, Preparatoria Regional de El Salto