Tacto 0. Adiós hermano

Josué Jiménez García | Preparatoria 8

Avísenme si buscan mi alma,
probablemente esté platicando con la tuya.
Dando vueltas a mi cama,
perdiéndome en el techo.
Abrazando mi almohada, para pensar que,
por un soplo tú te encontrabas ahí.
Gasté miles de horas esperando tu regreso.
Aguardé como un niño, dormía con el teléfono en la mano,
ansioso de tu llamada.
Cuando duermo, te espero y me decepciono al despertar
lejos de ti.
Duermo temprano y me despierto tarde;
como si las horas de sueños fueran a acortar el camino
sin ti.
¿Sigues vistiéndome como tatuaje o ya has intentado
tallarme de ti?, -me pregunté.
Te pienso siempre que cae el sol, siempre que hace fresco.
Te pienso cuando escribo,
te huelo en cada cigarro,
te bebo en cada sorbo de café.
Antes de dormir, al despertar.
Te pienso tanto, que lo único que no puedo hacer es pensar.
Preguntándole a la Luna si sabe si tú también me
extrañas.
Me he vuelto violento,
cuando habló solo grito y
cuando grito solo sé decir tu nombre.
Tu nombre en mi boca,
y el nudo en la garganta.
No soporto el alboroto de tu ausencia,
quiero regresar a tus silencios que calmaban el ruido en mi mente.
Gritos en mis sueños, me das la espalda.
Y hoy, 18 de octubre, cerca del día de muertos,
bebiendo un café de olla en tu taza,
mientras miro tu foto,
sé que sabes que mis pulmones no danzan a tu tempo.
Me da risa las noches que salgo a buscar a mi fiel amigo,
porque sé perfectamente, que te estoy buscando.
Extraño sus oídos dispuestos a abrigar mi llanto.
Esa boca que siempre sabía qué decir.
Extraño los brazos que me hacían sentir seguro,
pero no extraño lo fácil que era amarte.
Ni siquiera arrancarme el corazón
te hizo una mala persona,
te conocí, no como los demás
te conocí a tu manera,
-una- que sólo a mí me dejaste.
Te conozco y
terminé de hacerlo cuando te fuiste.
Jamás pensé que fueras un problema,
hasta que conté cada lágrima después de tu ausencia.
Quería odiarte,
pero recuerdo esa sonrisa que con melodioso canto me cobijaba.
Ojalá decir que no eras para tanto,
que ignorar tus sencillos ojos,
cuando en realidad a lo único que no podría ser indiferente, es a tu profunda
mirada.
Te quiero, no con una carta,
ni con rosas, ni siquiera una disculpa,
sólo te quiero a ti, extrañamente,
quiero que mi vida vuelva a ser mía.