Cuando la débil brisa del mar
golpeaba mi ventana,
los vellos de mi nuca
se erizaban.
Mi cuerpo,
contraído en el suelo,
era el centro del escenario
en la noche fría.
La lejanía de mi hogar
no me impedía imaginarle:
la arena fina
bajo las plantas de mis pies,
el olor salado a paz,
el sonoro de las olas
rompiendo
ha llegado a mis rodillas.
Sin dejar atrás la frustración
el arrastre de la marea
hasta la profundidad obscura
La presión de mis pulmones
en silencio ahogado
De mis súplicas,
antes de convertirme en espuma de mar.
María Guadalupe Haro Iturriaga
Preparatoria Regional de Colotlán