Sillas rotas en la habitación

Aferradas con vehemencia al círculo vicioso de las palabras injuriosas.
Una imagen se desliza dentro del claustro de cuatro muros vacíos:
Dos ojos cerrados,
Dos pasos silenciosos,
Dos figuras inconexas, autómatas,
Que se anhelan con los brazos extendidos.
Desesperados en la agnosia y el susurro,
Destrozados y levitando por el espacio que se mantiene,
Se subleva sutilmente y luego, entre los fragmentos de las almas se disipa.
El aire se engancha de la desnudez de los cuerpos,
Se compenetra en la oquedad de su pecho, en la respiración entrecortada.
La ignición los combina el uno con el otro
Los comprime, los enreda.
La fuerza los une y los separa, Los violenta, los humilla.
Se desgarra, los lastima;
Se acelera, los explota.
Las figuras taciturnas se contemplan,
Se imploran, se inhiben,
Se fracturan poco a poco.
El movimiento arranca el sonido de las extremidades chocando contra nada.
Los gritos ahogados se destruyen
Sin eco, sin reverberación, sin sombra, sin más.

 

Andrea Azucena Avelar Barragán
Preparatoria 2