No existen la poesía adolescente ni la poesía juvenil. Existe la poesía escrita por adolescentes y por jóvenes. A veces se abusa de los adjetivos o se les da un uso impropio. Las mejores escritoras, por ejemplo, admiten que no existe la “literatura femenina”, sino la literatura hecha por mujeres, que puede ser tan buena o tan mala, tan extraordinaria o tan mediocre, como la literatura hecha por hombres a la que, por cierto, nadie denomina “literatura masculina”.
Cuando se habla de “literatura joven” y de “poesía joven” se comete un equívoco, pues muchos de los grandes escritores que hoy son indispensables en la cultura universal produjeron sus mejores obras entre los 17 y los 30 años, y nadie llama hoy a esas grandes obras “literatura joven” o “poesía joven” sino, en todo caso, gran literatura, gran poesía.
Cabe señalar esto porque lo más importante en las letras es el talento y la vocación que, con más o menos disciplina, llevará a sus autores a conseguir una “obra”, independientemente del nivel de calidad que alcancen.
En el caso de quienes empiezan a escribir, y generalmente se inician en la poesía y en el cuento, se tiene que hablar de aprendices. Un aprendiz es aquel que sigue el oficio de los maestros y que quiere llegar a ser maestro. Lo conseguirá si tiene, como ya advertimos, talento, vocación y disciplina, porque así como hay aprendices, con mucha disciplina, pero con escaso talento y poca vocación, que irremediablemente fracasan, también del mismo modo hay aprendices de mucho talento y no poca vocación que, sin embargo, echan a perder su oficio por falta de disciplina.
No hay género literario más personal y más íntimo que la poesía. La novela, el cuento, el teatro, la crónica, e incluso el ensayo, exigen cierta distancia del autor con su obra. Los géneros llamados “ficcionales” (en especial, el cuento y la novela) se denominan así porque la ficción, la invención, la fantasía; la imaginación son sus herramientas favoritas. Un cuentista y un novelista no necesariamente hablan por boca de sus personajes. El “yo” de los personajes no es forzosamente el “yo” del autor. En cambio, en la poesía, es mucho más difícil separar el “yo” del autor del “yo” del poema. Cuando leemos la poesía de Miguel Hernández, Pablo Neruda, César Vallejo, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Guadalupe Amor, sabemos que ellos se hallan en sus obras, que reflejan sus emociones, sus sentimientos, sus ideas, sus alegrías y dolores, y que los comparten con los lectores.
No resulta extraño que el género literario más inmediato sea justamente la poesía. Tal es el caso de la mayor parte de los adolescentes en el mundo, y tal es el caso particular de los autores de esta muestra literaria. “Práctica de vuelo” llamó Carlos Pellicer al ejercicio poético de los aprendices; por cierto un poeta que, jovencísimo, dio muestras de su enorme talento.
En efecto, esta muestra es una “práctica de vuelo” y no podemos saber, a partir de ella, quién conseguirá volar alto y quién, nada más, se conformará con el gusto, irreprochable, de compartir sus emociones y sus ideas con otros. Una de las cosas más importantes del ejercicio de las artes es que todos tengamos la oportunidad de practicarlas. No todos se harán “profesionales”, pero a todos les beneficiará en su sensibilidad, en su conocimiento y en su cultura.
Todos deberíamos pintar alguna vez, o al menos intentarlo; todos deberíamos tocar un instrumento musical, o al menos tener sus rudimentos; todos deberíamos escribir lo que se nos dé la gana, especialmente porque, para ello, lo único que necesitamos es el deseo, un lápiz o un bolígrafo y una hoja de papel, requerimientos básicos que hoy cualquier muchacho puede sustituir por el teclado de su dispositivo digital.
La muestra de poesía, que leeremos a continuación, revela todas las características de quienes empiezan con la inquietud de compartir sus sentimientos. Lo que más hay en estos “ejercicios” es emoción, sentimiento y expresión de ideas. A veces las ideas se confunden con la emoción. Lo importante aquí es que cada quien abre su espíritu y, dado que la poesía es comunión, se une con los demás (los lectores) para reiterar algo revelado por siglos: los temas de la poesía son siempre los mismos (el amor, el desamor, la dicha, la desdicha, la contemplación, la angustia existencial, el deseo de trascender, la necesidad de fundirnos en los otros, etcétera), porque la esencia del ser humano es la misma hoy y aquí, ayer y en todas partes.
Poesía es comunión y revelación. Es fraternidad con los “otros”: como escribiera Octavio Paz, en Piedra de sol, “soy otro cuando soy, los actos míos / son más míos si son también de todos, / para que pueda ser he de ser otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, / los otros que me dan plena existencia”.
Pero también es huella de nuestro paso por el mundo. Seguro, los adolescentes de esta muestra poética, cuando ya hayan transcurrido varios años, cuando ya no sean tan jóvenes, se asomarán a sus primeros versos y tendrán una imagen exacta de lo que fueron, lo que deseaban, lo que les preocupaba, lo que les complacía, lo que les angustiaba o dolía, lo que les alegraba y, para entonces, ya sabrán que la poesía enriquece la existencia y ayuda a vivir, indudablemente.
¡Feliz práctica de vuelo!
*Juan Domingo Argüelles
Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la facultad de Filosofía y Letras en la unam. Ha sido coordinador de publicaciones periódicas de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta, y subdirector de la revista Tierra Adentro. Es columnista de temas culturales en los diarios El Financiero, El Universal y La Jornada. Colabora habitualmente en las revistas Libros de México, Quehacer Editorial y El Bibliotecario, revista de la Dirección General de Conaculta.