La vida persiste, el gorgoteo de la máquina produce exhalaciones casi como si de los pulmones de quien mantiene vivos se tratase. La vida persiste, inerte el cuerpo sin poder mover un solo músculo. Aquel que caminó tantos kilómetros sobre distintas tierras, que corrió por verdes pastizales y se raspó las rodillas, que sintió la fría lluvia y el calor del sol, ahora está quieto, muy quieto. Parece que ya terminó, pero no, todavía no, la vida persiste. Su boca ahora es su nariz. Hace un esfuerzo por tomar un poco más de aire de este mundo. Las palabras se esfumaron, una tarea a la vez. Escucho su risa. Papá y mamá primero, dijo. La vida es un discurso. Buenos días al despertar y noches al dormir, hola al viajero con quien coincide, cuidado con dejar caer al niño que corría, te amo a todo aquel que merecía. Exhala una vez más. Tan solo una jeringa con un poco de agua moja su boca seca, y un sonido débil, como de aquel que está cansado de luchar. La vida persiste. Su rostro delicado fue, entonces, belleza; aquella palabra se la atribuía. Ahora hay arrugas por cualquier lugar. Su cuerpo comienza a invertirse, aún no porque la vida persiste. Sus ojos han visto tantas estrellas, amaneceres y lunas, paisajes verdes y tierra secas, fueron testigos de caballos y autos, se cerraron y abrieron 1000 y más veces. No sé si ahora podrá con el segundo paso, ahora están abiertos fijos en la nada, su brillo se ha perdido, ahora más por ellos, como si las estrellas que vieron brillaran. El mundo es testigo de muchas vidas que llegan, persisten y se unen a él de nuevo. Qué duro debe ser para él. La vida pasa como numerosas imágenes tristes, felices, rápidas y lentas, como todo adjetivo existente, y fluye, pero ahora se detiene. El primer respiro del bebé sonó, y ahora el llanto, pero después la vida cede.
Obed Alistair Montes Hidalgo
Preparatoria 15