Karen Alejandra Meza Jiménez
Módulo San Agustín de la Preparatoria Regional de Tlajomulco
Participante del Encuentro Filosófico del Sems 2020
Resumen
Dialogaremos cómo la violencia de género y el feminicidio se han normalizado en nuestra sociedad, a través de ámbitos personales, sociales y familiares. Cómo es que desde nuestra niñez hemos adoptado y perpetuado los tan marcados roles de género, debido a que literalmente todo lo que nos rodea los representan: los medios de comunicación, la escuela, nuestros familiares y amigos. Al igual de cómo hemos naturalizado y romantizado en algunos casos las agresiones hacia las mujeres, quienes pueden terminar en situaciones lamentables como lo es el femicidio, y cómo este se termina distorsionando completamente en algunos casos. Aunque algunas veces no lo parezca, vivimos en una cultura de violencia en la que los más inofensivos actos pueden condenar a una mujer de por vida. Es primordial distinguir la importancia de erradicar ese conjunto de ideas y comportamientos misóginos, ya que se han vuelto a nivel mundial un problema que perturba a todos los sectores de la sociedad
Introducción
Desde que era pequeña he escuchado diversas frases, que son tan comunes en nuestra sociedad, como: “Es su culpa por cómo iba vestida”, “no debía estar en la calle a esas horas”, “ella se lo buscó por provocarlo”, “seguro hizo algo mal o le hizo enojar”, “eso le pasa por decir que no”, “quién la manda a salir de fiesta y emborracharse”. Entre muchas otras más, las cuales responsabilizan a la víctima y justifican las acciones del victimario. ¿Cómo es posible que actos tan atroces sean culpa de otros tan inofensivos? No fue hasta que tuve las herramientas necesarias para informarme, que me di cuenta de que todo eso es erróneo. Se debe a que el feminicidio se ha naturalizado a través de una cultura de violencia, y es justo de esto que me gustaría compartir y discutir.
Desarrollo
El feminicidio es la cumbre de la violencia ante la mujer, pero antes de eso hay agresiones presentes, las cuales se derivan de ideas y comportamientos, que surgen de la interdependencia de factores personales, familiares y sociales, los cuales son los detonadores de la naturalización de la violencia. El machismo, la misoginia y la masculinidad tóxica son algunos ejemplos, y estos los tenemos tan arraigados (ya que es la forma en como nos criaron) que en algunas ocasiones resulta difícil distinguir cuando nosotros mismos estamos perpetuando conductas misóginas, aún más detectar cuando estamos en un círculo de violencia.
El concepto feminicidio, en todas sus variantes, abre un campo de análisis en torno a la violencia extrema que priva de la vida diariamente a mujeres de todas las edades en el mundo. Las ubica en el marco de dominación masculina orientada por el deseo sexual de control sobre el cuerpo y la libertad de las mujeres, e identifica la complejidad de instituciones hegemónicas que lo disimulan, toleran o justifican o incluso atenúan su gravedad mediante la prevalencia de legislaciones penales que justifican estos crimines (Romero, 2014).
Desde siempre hemos visto normal el hacer comentarios grotescos acerca de las mujeres, y sea por sus acciones o manera de pensar. Nos venden la idea de que las mujeres son sumisas y que desempeñan un papel específico en la sociedad; el de ser una buena esposa y madre. Nos representan como un objeto de consumo, las cuales no pueden tomar sus propias decisiones sin un hombre. He crecido escuchando a mis familiares, e incluso a la fecha a algunos conocidos frases despectivas y limitantes hacia nosotras, y pareciera que no se percatan de la gravedad de sus palabras, ideas como:
“Tú no puedes hacer esto porque eres mujer”, “tú dedícate a tu hogar e hijos”, “las mujeres pertenecen a la cocina”, “apártate, esto es cosa de hombres, mejor haz algo de comer”, “su opinión no vale porque es mujer”, “cállate y obedece a tu esposo”.
Hasta llegar a algunas peores como el culpar a las víctimas, literalmente nos dicen que nosotras buscamos que nos asesinen.
La representante de la Organización de las Naciones Unidas en México, Belén Sáenz, comentó que en el país siete de cada 10 mujeres y niñas menores de edad han sufrido un episodio de violencia de género en su entorno social y cotidiano. También dijo en una entrevista con CNN que la violencia contra la mujer mexicana está “extremadamente normalizada” y que es una de las principales razones por las cuales México es uno de los países con más feminicidios en el mundo. Pero, si es nuestra culpa, por cómo vestimos, o por la hora en que salimos, ¿Cómo es que se le atribuye la culpa a una niña? Simplemente es porque no la hay. “No hay nada que una persona diga o haga que dé permiso para que otra persona la lastime, controle o invada -ni su cuerpo ni su mente” (Plata, 2015).
Cuando los feminicidios son por parte de una pareja o expareja, es común escuchar que es su culpa por relacionarse con ese tipo de personas, o por no saber escoger pareja. Pero es realmente difícil percatarse cuando se está dentro de un circulo de violencia, sobre todo cuando te romantiza esta, por lo cual es muy complicado salir de ese tipo de relaciones. Nos han metido en la cabeza, a través del amor romántico que el amor lo soporta todo, nos han enseñado a ser sensibles y susceptibles y perdonar absolutamente todo, porque “no es la gran cosa”.
(Bijaya Pokharel, 2020).
Los factores más comunes para silenciar el maltrato que las mujeres experimentan en las relaciones íntimas, son vergüenza propia, preocupación por la familia y los hijos, y, en segundo lugar las expectativas de la sociedad, normalización de la violencia y valores religiosos
Toda la vida nos han repetido que “el hombre llega hasta donde la mujer quiere” y esto no es así, el hombre llega hasta donde él quiera sin importar lo que la mujer quiera, y es que acaso ¿ellos no se pueden responsabilizar sobre sus acciones?
Parece que siempre, sin importar qué, la culpa va a ser nuestra, y es por esto fácil entender por qué las mujeres se callan, puesto que tienen miedo a ser juzgadas y rechazadas, además de que muchas veces viven manipuladas o amenazadas por sus cónyuges.
Casi 40% de las mujeres asesinadas en el mundo han muerto en manos de sus parejas.
(Who, 2013).
A menudo los medios de comunicación hacen referencia a esto, atribuyéndoselo a los celos o el alcohol o, como ya vimos, los distorsionan y clasifican como “crímenes pasionales o historias de amor”.
Lamentablemente ese problema prevalece en todo el mundo, el hecho biológico, el haber nacido mujer nos encadena a una vida llena de vulneraciones y a ser constantemente inferiorizadas. Investigaciones desarrolladas por organismos nacionales e internacionales, por universidades y por partidos políticos, evidencian que las distintas formas de violencia contra las mujeres son ejecutadas en todo el mundo. Mujeres de todas las nacionalidades, niveles económicos, educativos y edades parecen compartir una experiencia determinada por su género, la opresión y la violencia. No importa el país, entorno social, económico, cultural o político cuando de identificar los daños físicos, emocionales, psicológicos, económicos y sociales que marca la experiencia de la vida de las mujeres se trata (Montiel, 2009).
Los medios de comunicación juegan un papel muy importante, al constituirse como una fuente de educación para la sociedad, junto con la familia y la escuela. Sus mensajes pueden alterar o fortalecer las costumbres y comportamientos, y tienen una gran influencia en la perspectiva del lector. Estos han tenido una gran influencia en la naturalización de la violencia.
Para el premio Nacional de Ciencias Exactas, la astrónoma María Torres Ruiz: El lenguaje es relevante porque constituye la forma en la que se entiende el mundo, entonces cuando vemos que en los medios se utiliza de forma irresponsable, en general, sabemos que esto genera efectos. Cuando se trata de prácticas machistas, esto es aún más importante y hace que pensemos como sociedad en cómo evitar que esta forma de actuar traspase a lo cotidiano. Si bien no podemos decir que los medios de comunicación determinan la violencia de género, sí se encargan de reforzar estereotipos continuamente.
Estudios como los del Servicio Nacional de la mujer (Sernam) han indicado que “los medios refuerzan estereotipos de género en el uso de las imágenes y contenidos de sus discursos, destacan la presencia masculina en espacios públicos y de las mujeres en espacios domésticos y familiares”. ¿Cómo es posible que no crezcamos asignando roles dependiendo el género que tengamos? Si los vemos tan reforzados en todo lo que nos rodea, cuando vemos películas, series, telenovelas, anuncios o incluso cuando escuchamos música. Todo el tiempo nos están encasillando, poniendo a las mujeres en desventaja.
Es peor aun cuando hablamos de feminicidios, puesto que manipulan la información, dando un contexto completamente diferente. Como ya mencionamos, los femicidios suelen distorsionarse, no los cuentan como un hecho, sino que crean una historia, la cual encasillan como crimen de amor, o hacen que la responsabilidad recaiga sobre la mujer.
Un ejemplo en el que se distorsiona el mensaje y se intenta poner en duda la reputación de la mujer es el siguiente: “Mata ex concubina de un disparo. La mujer asesinada departía con un grupo de amigos en una terraza”, “tenían separados unos siete meses” (El Nacional, lunes 6 de junio de 2016). Deja en la interpretación de los lectores que ella es la culpable, cuando ella tenía el derecho a disfrutar de su autonomía después de tener meses separada. Deja entrever que ella se los buscó por su comportamiento. Así como este hay muchos más, en algunos se intenta abordar confusamente el hecho histórico y otros intentan justificar al feminicida. Los medios de comunicación inciden en las percepciones de los lectores como fuente creíble de los hechos de violencia contra la mujer, pero si el abordaje de los feminicidios y de los casos de denuncias por violencia son asumidos e interpretados desde un sistema de creencia cultural que distorsiona, desculpabiliza al agresor y cosifica a la mujer en los estereotipos tradicionales de subordinación e inferioridad ante el hombre, se estará contribuyendo a normalizar los feminicidios y la violencia basada en el género (Mármol, 2017).
Es necesario, pues, erradicar todo tipo de violencia de género, movilizarnos para hacer conciencia, hablar con familiares y amigos, para cambiar la educación y la forma en cómo se ven las cosas. Utilizar nuestro privilegio y transformarlos en enseñanzas, por ejemplo; cuando se hacen chistes que “inofensivamente” perpetúan la violencia hacia la mujer, por más sutiles que sean. Debemos creerles a las víctimas, no juzgarlas y acompañarlas en su proceso.
Otra opción sería la abolición de género, para no encasillar a nadie y reducirles a sus genitales. Si bien en nuestra persona inicia el cambio, los medios de comunicación son de suma importancia. Se ha detectado un efecto protector en las noticias, cuando están enfocadas ya no en los crimenes, sino en las medidas frente a la violencia contra las mujeres y los feminicidios (relativas a leyes, declaraciones y entrevistas). En el caso de Costa Rica, por ejemplo, al ser aprobada la Ley de Penalización de la Violencia contra las mujeres en 2007, se produjo un importante descenso en las cifras de feminicidio, prácticamente la mitad en años anteriores, explicable sólo por la entrada en vigencia de la Ley y la amplia difusión en los medios. Se debe cuidar el contenido que se transmite y comenzar a viabilizar el reconocimiento y respeto a los derechos de las mujeres.
Conclusión
Después de haber planteado todo esto, nos podemos dar cuenta que la naturalización de los feminicidios, que surgen de la violencia de género, los tenemos presentes en cada ámbito de nuestra vida, ya sea social, familiar, político o personal. Podemos caer en cuenta de esto observando y analizando las acciones, noticias e ideas de la sociedad, ya que vivimos en una cultura que normaliza la violencia. Te puedes percatar de esto prestando atención a tu entorno cuestionándote todo lo asumido como verdad y verlo desde la perspectiva de género. Tenemos que ver más allá, educar y responsabilizar, para que las nuevas generaciones tengan una nueva mentalidad.
Bibliografía:
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