Víctor Agustín Vázquez Membrila / Preparatoria Regional de Tuxpan
Sobre mi sombra la herejía se verá extinta,
obstaculizando el paso de la luz en la miserable realidad de mis iguales,
buscando indefinidamente la revalidación personal de un ideal irreal
entre las llanuras vacías y estériles de mi pútrida alma en pena.
Renacen las cenizas de lo que alguna vez pude llegar a ser.
Beneficios vacíos he cosechado a lo largo de mi encarnación,
ignorando la divina enseñanza por mero egoísmo e indiferencia,
anhelando opacar el resplandor auténtico de las desdichadas almas puras.
Alimento un falso sentido inherente que crece dentro de mí,
viviendo con los demonios que me incitan a pecar contra lo divino.
Arremolinados son mis deseos psicóticos por tener más.
Rasgando cada centímetro de mi agrietada y enrojecida piel.
Iracundo y mal oliente es el ser que miro al espejo, siendo
comido por gusanos y devorado por ratas. El aroma a metal no desaparece e
inevitablemente me arranque la lengua a mordidas por el dolor del castigo
ardiente que mi alma fue condenada a pagar por mi existencia indecente.
Lloro en la oscuridad, no por placer, más bien por dolor.
Una única vela ilumina las curvas desnudas servidas a la mesa,
jactándose de cualquier remordimiento moral, se desencadena el deseo carnal.
Una y otra vez los jadeos retumban en mi cabeza. Lloriqueo entre gruñidos
Ritual sanguinario, excitación inmoral, ultraje infernal, todos pueden mirar.
Inevitablemente el clímax tiene que llegar. El sudor resbala por nuestros cuerpos.
A punto de culminar, la velocidad aumenta, pero esto no conoce un final.
Internamente soy devorado por mis deseos de arrebatar la dicha.
Rabioso como un lobo, incontenible como una hiena, violento sin razón
Aparentemente, ante el juicio final el perdón no he podido encontrar.
Gano peso por mi pecado, mas pierdo mi humanidad con cada bocado.
Untándome de grasa y manteca, mi cuerpo no resiste la tentación.
Llamo a esto un escape de la nauseabunda realidad.
Amorfa y descompuesta es la masa que llamo alimento
Encuentro injusticia en lo que tengo, deseo lo ajeno sin remordimiento,
no puedo salir de este bucle de falacias sin razón aparente, así pues
viviendo de deseos y no de oración, el arrepentimiento ya no es una opción.
Imponiendo mi egoísmo por encima de lo que verdaderamente importante.
Dolor es lo único que percibo, a excepción del olor putrefacto de mi carne.
Incito a mis demonios a tomar el control cada vez que miro la dicha impropia,
amparando la falsa esperanza de haber cosechado la gratitud en el pasado
Pecar es cansado,
escribir lo es más,
rezar es una pérdida de tiempo.
Es mejor no esforzarse.
Zorros carcomen mi carne.
Aun es muy pronto para levantarme.
Igual de desdichados son todos en este limbo que llamamos tierra.
Normalizamos la inmundicia y nos escondemos de la cruda verdad.
Fingimos ser felices entre las colonias de ratas hambrientas que buscan el calor.
Infinito será pues el sufrimiento al que estaremos todos condenados.
Entrañable será la agonía y la tortura de la que somos merecedores.
Renunciar ya no es una opción, la sentencia ya está dictada en el libro del fin.
Nadaremos entre el excremento y la sangre hirviendo de nuestros hermanos.
Olas de cadáveres cubrirán el horizonte teñido de rojo y del cielo lloverá sangre.