¿De dónde surge la necesidad de leer y crear historias? Habrá que hurgar en nuestra consciencia para poder determinarlo de manera honesta. Si me preguntan a mí, me parece que la vida y la existencia misma son un ejercicio perpetuo de narrar historias. Nuestra propia civilización fue construida a base de narraciones que, de algún modo, pretendían dotar de sentido a lo que ordinaria y extraordinariamente acaecía día con día. Escribir historias es, por lo tanto, un acto natural que surge de la necesidad de comprender a nuestro entorno. Así, nos contamos cuentos para recordar, para conocer, para experimentar e incluso para soñar y no dormir.
En el momento justo en que nos disponemos a crear un relato gestamos vida a través de las palabras. Nos convertimos en pequeños dioses por el poder que nos confiere la pluma y el papel, por el ímpetu de la voz y el aliento. Dioses erráticos, generosos, ingenuos, locos si se quiere. Pero dioses -al fin y al cabo- de universos (im)posibles. En este número de Vaivén, los cuentos de los que disponemos parten de un mundo un tanto conocido por nosotros: atiborrado de incoherencias, de injusticias inaceptables, de personajes irresponsables, donde no obstante, hay lugar para la transgresión. Una suerte de ajuste de cuentas.
Mientras que en términos fisiológicos la procreación es entendida como uno de los fines últimos del ser humano, el medio que asegura la preservación del hombre; la narración por su parte, nos otorga también la facultad de dar vida, de perpetuar la fantasía, re-crear el movimiento del existir y quién sabe, en algún momento sea un camino más corto para trascender.
Vanessa Cabuto Enríquez
Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Es docente en las preparatorias 3 y 12. Ha participado y coordinado proyectos que promueven la lectura y la creación literaria. En el año 2017 fue antologada en la Antología literaria de docentes del SEMS Mar de Voces, en la sección de narrativa.