Diana Sheccid Sandoval Aldana
Preparatoria Regional de El Salto
Me alejo, lo veo. No puedo creerlo, es imposible. ¡¿Aún está vivo ese desgraciado?!
Mi corazón se acelera, mis manos tiemblan y no soy capaz de hablar.
¡Impotencia incontrolable!
Grito, vuelvo a gritar, pero parezco un estúpido mimo.
¡Pantomima!, diría mi hermana.
Sin ninguna salida o alternativa más, prefiero acercarme a lo que parece ser mi destino.
—¡Vamos, ven por mí de una vez!
No tarda mucho en acercarse.
Debí obedecerlos. ¿Por qué me atreví a retarlos?…
Eso ya no importa ahora, mi final ya está escrito.
Sucede algo inusual… El maldito y perverso se detiene en seco.
¿Qué espera?, pienso demasiado rápido.
El juego llegó a su fin.
Mi señor
Innecesario era golpear,
éramos obedientes.
Simplemente tradición.