El señor Paul nunca fue una mala persona, gozaba casi siempre de buena salud, se mudó de la casa de sus padres a los 18 años. Terminó sus estudios como el primero de su clase. Solía acompañar a una pareja de ancianos en un pequeño parque todos los sábados quedando este justo a la vuelta de su casa. Su perro se llama Max y nunca lo abandonó.
El último cumpleaños de Paul fue hace dos semanas, se regaló así mismo un libro titulado El olvido está lleno de memoria, era perfecto, ya que gozaba de leer y escribir poesía que inundaba su día.
Al caminar por la acera los niños de la primaria le agradecieron por ayudarlos a cruzar la calle todas las mañanas, seguido de un “Que tenga un excelente día”, y en efecto: hoy sería un gran día, ya que hace tiempo había estado planeando este momento.
Hoy por la tarde, escribió un pequeño ensayo llamado: “El mejor día del resto de mi vida” donde narra cómo era su vida antes de este momento, las 7 Navidades qué pasó solo deseando en cada una de ellas que el siguiente año fuera mejor que el anterior, los 9 San Valentines que transcurrieron desde que su único amor lo dejó hace muchas lunas, los 364 domingos que invitó a su familia a cenar y nadie llegó siquiera a la puerta, el como rescató a Max de una muerte segura para los dos, la razón de acompañar todos los sábados temprano a esta pareja de ancianos y ayudar a cruzar la calle a todos los niños del aula 4 cada mañana. Años de penas descritas en una limitada hoja de papel, una simple acción, un universo entero compactado teniendo un bolígrafo como verdugo y único testigo.
El señor Paul deja de lado el lápiz y el papel, con un pequeño salto se levanta de la silla para cometer sus buenas acciones del día: prepara una fuerte cantidad de alimento para su perro, limpia la casa detalladamente, coloca una señal de alto donde los niños pasan todas las mañanas con el objetivo de que no ocurra ningún accidente cuando él haga falta, hace una tarjeta de Navidad para sus dos hermanos, presenta una carta de renuncia en su tan agotador e incesante trabajo, hornea un pastel para sus vecinos ya ancianos y les avisa que el próximo sábado no asistirá al parque, con la excusa de que está enfermo y se quedara en casa un largo tiempo para descansar.
Después de esto cierra bien las puertas y ventanas de su casa, comienza hacer un hoyo en la pared, un tanto alto, por esto, debe subirse en una silla para trabajar, cuando termina coloca un palo resistente y lo incrusta de manera en que éste sea firme, luego se da una ducha y viste con su mejor traje, aquel que se regaló a sí mismo el San Valentín pasado y le parece totalmente elegante y sofisticado. De nuevo sube a la silla, amarra una cuerda al extremo del palo en la pared y del otro lado de la soga, introduce su cuello. Quiere terminar con su vida.
Como lo dije antes, el Sr Paul no es una mala persona, pero carga con una vida que ya no quiere sostener. Toma un minuto para juntar el valor que necesita, el frío sudor cae desde su frente y siente una presión en el pecho. No está seguro de lo que pueda ocurrir a continuación, se inunda de miedo, quiere vivir, no de esta manera pero por ahora parece que es la única salida, él mismo se lo buscó, no cree en segundas oportunidades, ha dejado todo listo: el ensayo, la comida de Max, el pastel, la señal de alto, las tarjetas de navidad. No queda nada por corregir, no parece haber secuela ni peticiones por cumplir.
Éste es su momento. Sólo él puede decidir, vivir o morir, toma una pausa, ¿salta o baja de la silla?, considera que puede quitar la soga y bajar cuidadosamente, seguir con su vida, pero una voz en su cabeza le dice que no merece una segunda oportunidad, está contradiciéndose a sí mismo volviéndose loco. El peso de este momento cae sobre sus hombros, se pregunta si esto es valiente o cobarde, ¿Qué diría su madre si lo viera así? No puede siquiera pensar en ella. Todo es silencio en su mente por un minuto, las ideas de una manera increíble se organizan como nunca antes. Pareciera que el mundo se detiene a observar detalladamente, es extraño, ya que en ningún momento el mundo había pedido su opinión para algo y ahora quizá aparentara ser su amigo en una fracción de segundo.
Su inconsciente emerge de pronto, justo ahí, donde guarda sus más execrables pensamientos y recuerda que anoche no durmió nada, su madre en este momento debe de estar preparando el almuerzo, sola como siempre, y casi puede olerlo, el coro de aquella canción tan amada, esa que escucha cuando se siente más que cansado comienza a sonar en su mente mientras se da cuenta de que el aire acondicionado ya no funciona y sigue pensando en el ruido tan extraño que hace el escritorio, su padre debe de estar trabajando mientras le grita a sus empleados como se lo hacia él. Su mente está clara, toma la decisión mientras una fría lágrima cae por su mejilla.
Lo logró.
Azul Alejandra Hernández Castro
Preparatoria 20