Alexia Valentina Aguirre Contreras
Preparatoria 9
Ellos no llegarían al invierno. Lo supo desde que cruzaron miradas por primera vez, una tarde a finales de la primavera.
No, no llegarían, porque entonces ya había enterrados secretos e inseguridades a flote. Y cuando olió su dulce aroma a finales de Junio, se dio cuenta que quizá un amor de verano no sería tan trágico. Pero no, definitivamente no llegarían al invierno. Compartieron horas de sol, y quizá algunas horas de luna, pero si se lo preguntas, por supuesto que lo negará todo.
No, no estábamos hechos para el otro. Por eso me sorprendió cuando llegamos de la mano a otoño, mientras la temperatura descendía y compartíamos un dulce chocolate caliente. Las hojas verdes que admiramos en el verano, se destiñeron a un color ocre. Pero no, yo sabía que igual que esa hermosa vegetación, nos secaríamos y caeríamos con las suaves brisas.
No fue su culpa, porque siempre supe que sería efímero, nos enamoraríamos tan rápido y todo acabaría de la misma forma. Y a inicios del último mes, mire sus ojos, su piel, su sonrisa. «No llegaremos al invierno.»
En la cama del hospital, recordé su mirada, su sonrisa, su aroma, horas de sol, horas de luna. No, no llegamos al invierno, pero no fue su culpa, fue mía.