Logramos sacarle todo a ese libro. Le había salido sangre, de una herida muy cercana a su piel. Logramos sacarle la verdad y desmentimos las locuras del escritor. Le quitamos la voz aunque conservó la boca. Sus palabras ya no decían nada y sus sueños fueron aliviados con café. Pero aún estaba vivo. Alguien dijo que le sacáramos lágrimas, cada lágrima estaría seca y así podríamos mojarlo.
Entonces comenzamos a sacarle lágrimas, él no quería pero ¿a quién le importa? Cada lágrima tenía más agua que la anterior, pero poco a poco dejaron de contenerla. Pronto cambió a ser lodo, luego fue leche, luego arrojó tierra y más tarde llegó a ser azufre.
Estaba gritando en su mente pero a nosotros no nos decía nada. Llegamos al punto en que cayó y fue derrotado. Ya era un mundo vacío. Nos sentimos tristes pero no era nuestra culpa. Ese libro ya no tenía nada que ofrecer. Su existencia ya no valía la pena, se había vuelto uno de nosotros y junto a nosotros ya nadie lo distingue.
Óscar Rito Muñoz
Preparatoria 5