La soga se encierra y el reloj se detiene.
La primavera pasa. El cielo se torna gris.
En los cristales, mi tormenta. Bajo mis pies, arena.
El manto oscuro se eleva.
Todo muere. Todo se enciende.
Todo cae.
Mi sombra me engaña. Y la maldición se levanta.
Caen gotas dulces de veneno, son mares de soledad.
Y a mi espalda la espada que pronto cortará.
La sangre se esparce. El corazón no late.
Final.
Eso y oscuridad.
Bajo la melodía del pobre, la luminiscencia de mi alma.
Sobre las costillas del hambriento, mi escudo protector.
El volcán en erupción interrumpe las sigilosas palabras del corazón.
La maternal caricia de desesperación provoca muerte al que en pasos va.
Y el invierno se adelanta, dejando sin cobijo a quien congela.
Sólo tira del gatillo pues la tormenta no acabará,
borradas en mis labios las palabras que hacen dudar.
El reloj al fin sigue.
Del cielo sueños caen.
La llamada humana ya podrá descansar.
Fabiola Alejandra Rodríguez Barbosa
Preparatoria 18