Ander Emiliano Santos Ponce
Preparatoria de Jalisco
Resumen
A lo largo de este ensayo, buscaré demostrar cómo el sujeto común no tiene la posibilidad de ejercer su voluntad, dado que las hordas de publicidad enviadas por el mundo capitalista en el que vive no solo lo rozan, sino que lo dominan por completo. Aunado a esto, propongo la necesidad de generar conocimiento para librarse del dominio de la industria publicitaria.
Palabras clave:
Libertad, publicidad, conocimiento, voluntad, consumo.
¿Qué tanto hemos cambiado desde que llegó el Internet a nuestra vida cotidiana? ¿El Internet y las redes sociales se han apoderado de nuestra conciencia? Me atrevo a decir que la sociedad —aquella que desde una pequeña pantalla puede acceder a grandes mares de información— está contaminada por una falta profunda de libertad. Dice Herbert Marcuse que:
La cultura industrial avanzada es, en un sentido específico, más ideológica que su predecesora, en tanto que la ideología se encuentra hoy dentro del propio proceso de producción […] Los productos adoctrinan y manipulan; promueven una falsa conciencia inmune a su falsedad. Y a medida que estos productos benéficos son asequibles a más individuos en más clases sociales, la adoctrinarían en la publicidad y se convierte en modo de vida (1993).
Las páginas web nos conocen, y nos conocen muy bien. Nos conocen tanto que son capaces de acertar antes que nosotros si padecemos una enfermedad o estamos en un estado irregular. Así de poderosos son los algoritmos, que se nutren constantemente con nuestra información. Su comportamiento es similar al de una persona con la que convivimos habitualmente; la diferencia radica en que estos algoritmos nos monitorean todas las horas del día, todos los días, apropiándose continuamente de nuestra información y nuestra vida. El problema radica en que un algoritmo nos terminará conociendo más de lo que lo hacemos nosotros mismos. Y esto me recuerda las palabras de Sun Tzu: “Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla” (2003).
Me pregunto entonces: ¿cuánto peligro hemos de correr si, en nuestra travesía en un mundo que avanza tan rápido, no se nos permite conocerlo ni conocernos? ¿Nos enfrentamos a un enemigo extraño e incontrolable?
Practicar la voluntad logra el conocimiento propio; las opciones se revelan cuando se les reconoce. De la misma forma; para que exista libertad, es necesario dominar estos dos factores: conocimiento y voluntad. Por ende, cuando se ausenta uno de ellos, podemos decir que se genera una deficiencia en el manejo de la libertad. Y eso es justo lo que padecemos del mundo tecnológico.
Para poder funcionar económicamente, y debido al alcance que tienen, las redes sociales y las páginas web ofrecen servicios de publicidad. ¿Y de qué manera pueden tener certeza de influir en los usuarios si no es a través de la información que ellos mismos proveen? No es coincidencia que, cuando buscamos artículos en la web, nos bombardeen con publicidad relacionada en todas las plataformas que usamos —especialmente en Facebook—. Cuando nos damos cuenta de esto es que cobra mayor sentido el hecho de que existan modelos de negocios que aparentemente no tienen rentabilidad. Pero, pensándolo a profundidad, nos será obvio: no puede haber mayor negocio en las plataformas gratuitas que la recopilación y venta de la información de sus usuarios.
Por consiguiente, todos los días somos víctimas de la publicidad en las redes sociales, y esa publicidad nos hace desear cosas. De esa manera, la publicidad a la que somos sometidos no es únicamente mercantil, sino también política y social, lo que puede contribuir a crear una visión tergiversada de la realidad en la mente de las personas. La publicidad nos manipula, de modo que el marketing es experto en crearnos necesidades. Su objetivo es conseguir la venta de un bien o un servicio a cualquier costo. No obstante, en el camino que debe tomarse para crear aquella carencia, se encuentra casi siempre con la ansiedad y el desasosiego del consumidor. Y así pensamos en historias de personas que se han vuelto compradoras compulsivas.
Vivimos en un mundo tecnológico donde tenemos acceso a mucha información, ya sea para el entretenimiento o el conocimiento. En este ambiente moderno en el que somos bombardeados por estímulos sensoriales de todo tipo, las redes sociales son, según las estadísticas presentadas por Amazon en la base de datos de Alexa (2021), las plataformas en las que las personas pasan la mayor parte de su tiempo en Internet. Y es normal, ya que las redes sociales generan, de manera rápida y sencilla, vínculos sociales importantes que han cobrado mucha fuerza en estos tiempos de pandemia. Pero eso no es todo: el Internet proporciona servicios prácticos que buscan facilitar la existencia del humano: comida a domicilio, paquetería instantánea en moto, pornografía y plataformas de películas y series son solo algunas de las cosas que las personas pueden conseguir fácilmente. Y, claro, en todas las plataformas que ofrecen estas posibilidades hay cientos de anuncios publicitarios, porque la economía capitalista genera que el espectador se mantenga consumiendo todo el tiempo.
En cierta medida, las redes sociales aprovechan nuestra falta de libertad para tomar decisiones por nosotros, sobre todo si estamos ya acostumbrados a que nos den lo que nos gusta. Sin embargo, nos encontramos en una situación donde todo lo que nos enseña la publicidad no es más que un truco, un viso de libertad que nos hace creer que elegimos lo que queremos, cuando realmente un algoritmo lo está eligiendo por nosotros. Esto no solamente nos limita en voluntad, sino también en opciones, pues las únicas opciones que tenemos son las que la publicidad y sus algoritmos quieren que tengamos. De esta manera, es innegable que las redes sociales limitan nuestra libertad y nosotros nos damos cuenta.
Pero, aunque nunca podamos conocernos ni conocer lo que nos rodea por completo, esto no debe ser algo que limite el que continuamente busquemos enriquecer nuestro conocimiento. Es así que una persona ignorante de sí misma es menos libre que aquella que se conoce más. Saber esto nos ayudará a reconocer que la publicidad busca hacernos ignorantes para que compremos, sin dudar, lo que promociona. Las redes sociales nos brindan estímulos placenteros para hacernos ver por más tiempo la publicidad, pero es necesario que estemos conscientes de ello para poder sobreponernos. El Internet está lleno de información que nos puede dañar si lo usamos inadecuada o descuidadamente. En cambio, si lo utilizamos bien, el Internet podría ayudarnos a ser mucho más sabios y, con ello, ganarle la guerra a la publicidad y conseguir, por fin, nuestra libertad.
Bibliografía:
Alexa, an amazon.com company (2021). Top cities in Mexico. Recuperado de la base de datos de Alexa, an amazon.com company.
Marcuse, H. (1993). El hombre unidimensional, ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada. Barcelona: Planeta-Agostini
Sun Tzu. (2003). El arte de la guerra. Biblioteca Virtual Universal. Consultado en: https://biblioteca.org.ar/libros/656228.pdf