El Tunkuluchú y Valentín Azuela

Sombras Salma Damaris Ortega Dávalos Preparatoria Regional de El Salto

Sombras
Salma Damaris Ortega Dávalos
Preparatoria Regional de El Salto

“¡Uuu! ¡Uuu!”, aulló el tecolote, “¡uuu! ¡Uuu!”.

Valentín se encontraba en un funeral, una de las vecinas había fallecido, era apenas una niña. La noche estaba triste y cruda. “¡Uuu! ¡Uuu!”, ya hacía tiempo que escuchaba al tecolote cantar, incluso puso un espantapájaros improvisado en su jardín, pero no funcionaba. Estaba sentado a un lado de las lloronas, cuando escuchó de nuevo el canto del ave.

“¡Uuu! ¡Uuu!”.

─La muerte se aproxima otra vez ─se lamentó una de las lloronas.

Cuando el entierro terminó al día siguiente, se acercó a la mujer y quiso saber de la muerte y el tecolote.

─Tenga cuidado joven ─le advirtió la llorona─, el tunkuluchú es un pájaro vengativo. Le tiene odio al hombre, piensa que todos debemos pagar por lo que un maya imprudente le hizo. Aprendió a oler la muerte.

Para Valentín el búho era un animal de letras. Símbolo de inteligencia y sabiduría. Pero en la antigua Mesoamérica aprendió a oler la muerte, lo hizo en los panteones y en forma de venganza, va a los lugares donde presiente este sádico olor y asusta a todos con su premonición, por eso se dice: cuando el tecolote canta, el indio muere.

Ignacio Manuel Silva González
Preparatoria 17
Publicado en la edición Núm. 11