Sí, han matado a María, la gitana.
Don Lalo pagó por compartir un momento de intimidad con ella, y María, quien aprendió a leer el futuro con los astros del firmamento, comparó los lunares que se extendían desde el cuello de él hasta su pecho, eran como estrellas, y las leyó.
Se puso a llorar, pronto moriría el hombre que dormía en su cama, desconsolada, fue a prepararse una taza de café, nada más para mirar el fondo, y los granos de café indicaban el mismo destino para ella. Don Lalo quería irse, pero la joven gitana no se lo permitió, quería protegerlo de lo que allá fuera a pasar, y así, un encuentro que esperaba ser breve, pasó junto a las miradas de sus ojos y se volvió pasión, se tomaron por el cuello, se besaron y de ahí decidieron amarse con el cuerpo.
Mientras compartían el calor de sus almas, la puerta de la recamara se abrió, pegando en la pared como un rayo estruendoso, ambos sin despegarse voltearon a ver quién era, “mi vieja” susurró el amante al oído de María.
La mujer parada en la puerta levantó una pistola, cerró un ojo para ver con el otro. María, acostada sobre Don Lalo se volteó para ver sus ojos y lo abrazó…
¡PUM!
Kevin Bricio Palafox
Preparatoria Regional de Arandas,
módulo San Ignacio Cerro Gordo