Erik Marben Zepeda Martínez
Preparatoria Regional de Ahualulco de Mercado
Aquí dan los clamores en cuanto se muere la gente y desde hace ya rato los vengo escuchando. Hace calor aquí. Esta oscuro. Las campanas vuelven a replicar, alternándose constantemente: un repiqueteo agudo da paso a uno recio, contrastan con el alma de los habitantes y les crean un estado de incertidumbre profundo. No tardan en escucharse esos leves murmullos acumulados que nacen en las calles (aun siendo de madrugada). ¿Quién habrá sido? ¿No habrá sido Horacio? Ya ves que desde cuando está enfermo. No, pues sabe. Apenas uno se entera del nombre del difunto, nos compadecemos de la familia a lo lejos. No vamos porque no nos gusta el ambiente de los velorios. Siguen replicando las campanas, y el eco que golpea al pueblo aledaño nos rebota con más fuerza de la que salió. Se me hace que fue Félix, ya tiene sus años. De un segundo a otro escucho un precipitado llanto detrás de la puerta, que parece tan cercano como si lo tuviera al lado. Seguro fue de la familia, es mi hermana la que llora con fuerza. De fondo, también se escuchan los sollozos de mi madre. Apenas y miro un furtivo rabillo de luz que se cuela en la habitación, me doy cuenta de que han prendido la luz de la sala. Jalo aire, pero no alcanzo el resuello. Hace calor. ¿Quién habrá sido? Escucho pasos cercanos, seguro es mi madre que me viene a despertar. Intento reincorporarme, pero en el impulso siento un golpe contra una superficie de madera. En ese momento, mi madre abre el féretro y con los ojos cerrados, llora con fuerza en dirección mía.