La voz de la historia

– Un cuchillo con un poco de verdad. Daniela Guadalupe Magdaleno Herrera. Preparatoria Regional de El Salto.

Érase una vez… Un reino que hace muchos años había logrado ser uno de los más grandes e importantes del mundo. Para desgracia de muchos, ese reino actualmente estaba a punto de ser olvidado junto con sus habitantes.
Pero, ¿por qué había sucedido esto? Se preguntaban los habitantes del Reino Casi Olvidado. La respuesta, aunque estaba frente a ellos, no podían verla. Los pocos habitantes que quedaban preferían la comodidad y decidían aguardar a que el problema se solucionara solo, en lugar de buscar una historia que contar.

Entre aquellos habitantes existía un joven que era distinto a todos los demás, no prefería quedarse en su casa y siempre estaba en busca de una aventura.
Henry, como todas las mañanas, se levantó entusiasmado por el nuevo día que tendría. Tomó su ropa y se vistió lo más rápido que pudo. Bajó las escaleras y con un grito se despidió de sus padres. Mientras corría por el pueblo, iba saludando a todas aquellas personas que se encontraba: la panadera, el herrero, el cartero, la florista, incluso al Señor de los Gatos. Muy pocos le regresaban el saludo, pero no le afectaba en lo absoluto. Él estaba concentrado en su próxima aventura: La Cascada.

—Oye, ¿podrías dejar de hacer eso?— dijo Henry a la gran voz que escuchaba todos los días. —Ya estoy harto de que repitas todo lo que hago—, me reclamó.
Henry, al no escuchar una pronta respuesta, creyó que todo había terminado y que mi magnífica voz se había apagado.

— ¡Ya deja de hacer eso! —, dijo algo irritado. —Y tu voz no es magnífica.
Yo, algo confundido, no entendía por qué después de tantos años Henry se salía de sus líneas y me hablaba directamente a mí. —Pues porque no me dejas estar solo en ningún momento, siento que todo el tiempo alguien me vigila— dijo mientras cambiaba de dirección, de vuelta al pueblo. —¿Por qué siempre narras mi vida?
La respuesta era muy sencilla: Yo era un narrador y a eso nos dedicamos los narradores. Además, Henry era el único que hacía algo interesante en el pequeño Reino Casi Olvidado.

—No soy el único que hace cosas interesantes, ¿por qué no pruebas con alguien más aquí en el pueblo? Estoy seguro de que podrás encontrar a alguien más—, me dijo.
Nunca me había puesto a pensar en eso y, mientras analizaba la situación, me di cuenta de que la vida de Henry, al igual que la de muchos, era rutinaria y comenzaba a parecerme aburrida, así que… ¿por qué no cambiar?

Ahora existía un problema: ¿qué historia narraría si no era la de Henry? Habían pasado tantos años narrando la misma historia que nunca había visto la posibilidad de narrar alguna nueva.
—Podrías narrar a cualquier persona—, decía mientras pasaba a lado de la panadera. Intenta con ella.
Pero, una panadera no me parecía suficientemente interesante para una historia.

Tú solo inténtalo—. Fueron aquellas las palabras que me hicieron dar el salto. Mientras, en la cabeza de Henry, mi voz se extinguía lentamente hasta generar un extraño vacío oscuro. Nunca había hecho algo así antes y jamás habría imaginado que tendría que buscar una nueva historia. La sensación de estar viajando en esa oscuridad hasta una cabeza nueva me parecía difícil de describir.

—Suerte— escuché decir a Henry justo en el momento en el que mi voz ya no era escuchada por él, sino por la panadera.
Érase una vez… Una panadera llamada Rosa, que solía presumir que el miedo no era parte de ella y que seguro era la más valiente de todo el pueblo, comenzó a escuchar una voz en su cabeza luego de ver al joven Henry hablando solo. Esto le llenaba el cuerpo de un terror escalofriante.
Ella, a pesar de creerse la más valiente, en su interior guardaba muchos miedos y una voz en su cabeza era un síntoma de uno de ellos: la locura. Obviamente ella no gritaría o saltaría del miedo. Esperaría hasta su casa para demostrar aquel miedo.

—¡Ya!—, dijo justo a unas calles de su pequeña choza. —¡¿Qué está pasando!?
Yo no había pensado en la posibilidad de que alguien se podría asustar con mi voz, ya que solía ser tranquila, pero incluso mi narración sobre sus pensamientos comenzaba a asustarme.
—No estoy loca, no estoy loca, no estoy loca—, comenzó a decir en voz alta, para convencerse a ella misma de que mi voz era tan solo arte de su imaginación. — ¡Cállate!
La reacción comenzaba a asustarme, así que decidí explicarle todo de manera…
—¡No me expliques nada! ¡Largo!—, dijo mientras me interrumpía y su vecina la florista la veía con extrañez. —Estoy soñando, sé que es un sueño.
Lamentablemente para ella, lo que le estaba pasando no era un sueño y había sido culpa de Henry. Ella estaba aterrada y el miedo que yo sentía por su gran desesperación y sus sollozos era suficiente motivo para salir de su cabeza y buscar a Henry.

Oscuridad. Vacío. La sensación era muy extraña, y una pregunta surgió en mí. ¿Qué era ese lugar?…
Antes de que tuviera tiempo de contestarme, sentí de nuevo los pensamientos de la cabeza más cercana a la que puede llegar. Sinceramente me decepcionó que no fuera la persona con la que tanto tiempo había estado y nunca había tenido problemas.

Érase una vez… Una joven hermosa que había tenido que viajar al Reino Casi Olvidado para apoyar en el negocio de flores que había iniciado su padre. Y aunque el negocio iba decayendo, gracias a la poca gente que llegaba al reino, Kate seguía con la esperanza de que algo sucedería, que cambiara ese lugar para siempre.
A diferencia de la panadera, ella estaba reaccionando bien y de forma calmada. Mi voz no la asustó, sino que la sorprendió y estaba esperando a que dejara de narrar un poco, para así poder hablar ella sin necesidad de interrumpirme.

Luego de empezar a reírse ella habló:
—Esto es muy extraño—, dijo aun entre risas. — ¿Qué está pasando?
Su reacción me pareció algo extraña, luego de ver a la panadera gritar como una total psicópata, su risa era algo totalmente inesperada.
—Espera… estás narrando. ¡Eres un narrador!—. Su increíble deducción me había dejado impresionado y sinceramente no tenía nada qué decir. —

¿Un narrador sin palabras?
Yo, luego de admirar su gran capacidad para deducir cosas, comencé a explicarle que yo era un narrador sin historia, por lo que estaba en busca de una historia que pudiera regresar al Reino Casi Olvidado a su antigua gloria. Había muchas personas en el pueblo, pero muy pocas podrían llegar a tener un gran final, así que yo quería narrar la vida de aquella florista.


No. Mi historia no sería interesante, estoy demasiado ocupada con la tienda de mi padre y tengo que cuidar de las plantas que hay ahí—. No entendía por qué, si uno de sus mayores deseos era poder viajar a otros lugares. —Tienes razón, pero mi padre confió en mí y no lo puedo decepcionar.
Esto no podía ser cierto. Me había metido en un problema muy grande al salir de la cabeza de Henry. Encontrar una historia que narrar comenzaba a volverse más tardado de lo que pensé.


—Oye—, dijo Kate, sacándome de mis pensamientos dentro de su cabeza.
—¿Tienes que narrar a otra persona para hacer tu trabajo?
No comprendí su pregunta. Era obvio que necesitaba a alguien para así poder hablar de él y contar cómo soluciona sus problemas.
—A lo que me refiero es: ¿no puedes narrar tu propia historia?
Era una pregunta increíblemente peculiar y, si soy sincero, nunca se me habría ocurrido a mí, ni siquiera sabía si eso era posible.
—Yo te ayudaré a buscar una historia si no funciona, pero puedes intentarlo.


Era agradable tener el apoyo de alguien, pero si su idea funcionaba, ya no iba a necesitar más ayuda de alguien, y podría crear una historia increíble que regresaría al Reino Casi Olvidado a su grandeza. Así que después de una espera larga, decidí a intentarlo…
Una última vez, viajé al vacío y volví a sentir todas aquellas sensaciones extrañas, pero esta ocasión me quedé ahí el tiempo suficiente como para entender que ese lugar extraño era mi cabeza. Y ya cuando había razonado todo, escuché mi voz:
—Érase una vez… La voz de las historias… La voz de mi historia…

Juan Pedro Junco Díaz

Preparatoria 10

Autocuidado

La adrenalina recorría mi cuerpo entero y a cada respiro aumentaba exponencialmente. Ya te imaginarás: sola, en medio del bosque, a oscuras y al lado de un extraño que se ofreció a darme un raite. Uno nunca se acostumbra a esto.
No pasaron más que unos minutos de que el auto se había detenido, cuando lo volví a poner en marcha. Voy rumbo a casa con mi billetera a punto de estallar, coche nuevo y medio kilo de conciencia más pesada.
 

Iván Eugenio Ramírez López

Preparatoria Regional de Tecolotlán

– Quisiera ser. Paulina Valeria Vázquez Luna. Preparatoria Regional de El Salto.

Compañía

Entonces, desde que murió mi abuela me quedé con su habitación y me di cuenta que no murió de enfermedad.
 

Ángel Ramsés Cornejo Santos

Preparatoria 12

Sueños

Y cuando por fin me atreví a soñar, me di cuenta de que la tierra ya cubría mis pensamientos.

César Francisco Hernández Pérez

Preparatoria Regional de Tecolotlán

Huevos, café y bolillos

¿No puedes verme, cierto?
Estoy viéndome. A diferencia de ti, puedo observar aún en mi mirada las huellas de tu agonía; te dije que me besaras.

Salgo del baño y me aproximo a la mesa, donde un rico desayuno me espera, en un restaurante a un costado del Mercado Corona, con una orden de exquisitos huevos a la mexicana, trozos de jitomate, cebolla, un poco de chile, mezclados con tres huevos, un puñado de frijoles, un café bien cargado y bolillos recién hechos. Mi sonrisa es grande, créelo.
¡Hmmm! Exclamo al ver mi platillo postrado en la mesa y la bella melodía de un señor tocando su organillo, entrando por la puerta principal.
Inhalo el aroma proveniente de mis huevos, los huevos de gallina, claro; por ahora me refiero a esos. Tomo el tenedor y en cámara lenta lo dirijo hacia mi deslumbrante almuerzo, lo encajo en el huevo. Lo mexicano se nota desde cualquier punto, lo levanto y atraigo a mi boca para empezar a procesarlo. Sólo me demoré en tragar mi saliva para recordar sus labios resecos siendo obligados a besarme.

Leslie Estefanía Macías González

Preparatoria Regional de Tala

Perra, gorda y fea

El chico la rechazó por no ser bonita. Era gorda, usaba lentes grandes y tenía que usar brackets. Todos se rieron de ella cuando declaró su amor y fue rechazada. Al pasar le coreaban: “Gorda y fea, se declara y la batean”. Empezó a hacer ejercicio, bajó 30 kilos, se quitó los brackets, cambió sus lentes por unos de contacto. El chico se arrepentiría de haberla rechazado. Quiso ser bonita y por eso descuidó otras cosas, como su linda personalidad. Ahora es una perra que corea junto a los demás: “Gorda y fea, se declara y la batean”.

Ciclary Violeta Flores Maldonado

Preparatoria Regional de Tecolotlán

Muerte mojada

Estábamos recostados, uno al lado del otro. Acabábamos de hacerlo; me sentía sorprendida y horrorificada a la vez. Se levantó, se vistió y antes de irse me dijo: “vuelvo en el próximo aniversario, mi vida” y atravesó la puerta. Pero me quedé preguntándome si sería en el aniversario de nuestro matrimonio o en el de su muerte.

María José Sigala Murillo

Preparatoria Regional de Tequila, módulo Magdalena

Mónica

-Fuego en el alma. Areli Lizbeth Carrillo Vázquez. Preparatoria Regional de El Salto.

Al frente está ella. Tiene 13 años, y anda con su uniforme azul celeste. Yo la llevaba a la escuela o, en este caso, al concurso. Es una tarea que disfruto. Pienso que se debe a que es de los pocos momentos en los que puedo sentirme cerca de ella. Después de todo, sus estudios la ocupan mucho, y yo, bueno, también tengo mis propios asuntos de vida “adulta”.
—Así que… la Olimpiada de Matemáticas—, le digo en tono casual mientras caminamos—. Eres un genio, Mel, seguro que esta vez sí ganas.
—Sí, eso espero, ¡No voy a conformarme con un segundo lugar de nuevo!—.
Esta vez su expresión se vuelve más determinada—. Y sabes que me siento rara cuando me llamas de esa forma.
Me cambio del lado de la calle para estar junto a ella y le sonrío travieso.
—No puedo evitarlo—, le digo y continúo—: Entonces ¿Tengo que recordarte que le prometiste una invitación a tu persona favorita?
—Ah, ¿lo hiciste? —. Tomó mi mano y la apretó ligeramente—. Yo te dije que tal vez. Nunca aseguré nada.
Ya veo, entonces creo que simplemente podría comerme la caja de mazapanes yo solo. —¡Qué torpe! Es cierto. Tengo tu invitación justo aquí—. Golpeó el bolsillo delantero de su mochila.
—Me alegro mucho de que te hayas recuperado de tu amnesia, mi pequeña Mel—. Ella hizo un gesto acompañado de una risita. Luego, me abrazó.
—Bueno, ¡nos vemos, Charlie! —. Se da la vuelta y se dispone a entrar siguiendo una estampida de niños.
—No tan rápido—, le llamo la atención y apunto a mi mejilla. Mel me planta un beso en el mismo—. Ahora sí, nos vemos.
La despido con la mano y la veo irse hasta que desaparece, con una larga melena castaña flotando detrás.
Me doy la vuelta y camino por el vecindario de manera más solitaria. Iba a regresar por ella tan pronto acabara la prueba.
Mientras caminaba, no pude evitar echar un vistazo a su casa, donde podía ver a sus padres conversando en la sala.
—¡Querida! ¡Llegó! ¡Finalmente está aquí!
Me acerco lentamente al lugar de donde provienen las voces, recargado sobre la pared de afuera procurando ser discreto.
—¡La han aceptado!
—¿De verdad? ¡Esto es asombroso! Finalmente podrá tener la oportunidad que se merece.
—¡Debemos darle la noticia en cuanto llegue! Estoy seguro le encantará un ambiente más a su nivel.
—Así es. Y además… Tendrá más privacidad—. El tono de angustia de la mujer es perceptible.
—Sí, lo sé—, le da la razón el padre, y despeja las cosas—. Yo me encargo de recogerla y después podemos darle la noticia.
Me quedo paralizado con cada palabra. Siento mi corazón acelerado y de pronto me siento aterrado de que me encuentren y descubran que escuché todo. Sin pensarlo mucho, salí de allí hacia mi destino original. Mi propio hogar. Tomé las llaves de la mesa y encendí el carro.
Ira corre por mis venas. Estaba seguro que lo hacían por mí. Mi presencia siempre les había incomodado, pero ahora se habían pasado.
No iba a dejar que la alejaran de mí. Después de todo ¡era mi hermana! ¡Ni el accidente, ni ninguno de sus estúpidos papelitos de adopción podían cambiar eso!
La espero estacionado afuera de la escuela hasta que el concurso acaba.
La llamo desde la ventanilla.
—¡Mel, Meli, ven!
—Oh, estás aquí. Pensé que mi papá vendría…—. Hace un gesto de extrañeza, mientras yo abro la puerta para que entre.
—Cambio de planes—. Veo por el espejo retrovisor. A unos pocos coches de mí, estaba él, caminando por la misma acera donde nosotros veníamos hace apenas una hora. Eso me obliga a apresurarme.
—¿Qué… tal el concurso?—. La veo de reojo encogiendo los hombros.
—Me fue perfectamente. Estoy segura de que el idiota de Bruno no me va a quitar el puesto esta vez—. Me mira con esa confianza suya.
Eso me ayuda. Aunque aún me siento tenso. No han puesto denuncia pero evadir las estaciones de policía no estaba de más, ¿cierto?
—¿No vamos a mi casa, Charlie? —, pregunta de pronto y me desorienta un poco.
—Quiero dar un paseo y de ahí llevarte a mi casa para darte los mazapanes que te prometí— Trato de lucir tan tranquilo como podía.
—Perfecto. Me alegra saber que eres alguien de palabra—. Me sonríe ganadora.
—Espero lo mismo de ti, niñita—, respondo imitando un tono gruñón. Ella sólo sostiene su expresión.
Sigo conduciendo. En un silencio un tanto incómodo, que se rompe un par de minutos después por una pregunta de mi pequeña Melissa.
—¿A dónde vamos de paseo?—. Me siento feliz y complacido a penas pregunta eso.
—¿No reconoces por donde estoy yendo?—. Sus ojos se llenan de confusión y niega despacio con la cabeza.
—¿En lo absoluto? Anda, mira bien—. Coloco mi mano sobre su pierna acariciando su palidez. El gesto parecía desconcertarla, mas siguió mirando a los alrededores como buscando pistas.
Mel de verdad no parecía reconocerlo. Fui deteniendo el carro lentamente en la orilla, mirándola con los ojos abiertos como plato, con el corazón latiendo tan rápido que dolía.
—Quiero que recuerdes, enfócate—. La tomo por los hombros y la obligo a mirarme. Quizá demasiado por sorpresa, ya que se sobresalta al instante. —¡Aquí fue el accidente, Mel! ¡El que acabó con la vida de nuestros padres! ¡El que nos separó! ¿Te han lavado el cerebro, no es cierto? ¡Ellos te han lavado el cerebro! —. En menos de lo que me doy cuenta estoy gritándole.
—Charlie…—, su voz sale como un hilo tembloroso. Sus ojos están húmedos y llenos de terror.
Rápidamente, suavicé mi voz. No quería asustarla.
—Sólo te traje para que recordaras. Para que accedieras a irte conmigo. Así podremos estar juntos de nuevo—. Fuerzo a las comisuras de mis labios a elevarse. Eso no pareció reconfortarla.
—N-no puedo, Charlie, estás… muy confundido—. Quitó mis manos de sus hombros.
—¡No es así! Vamos.
—No soy quien crees. Soy… tu vecina ¿te acuerdas? Mi nombre es Mónica. Mónica Martínez— Noto cómo una de sus manos, temblorosa, se dirige a la manija del carro. Con lentitud. —Sé que… yo—, Soltó un quejido desesperado. Como si quisiera decir muchas cosas, pero no supiera cómo hacerlo. —Sé que podemos arreglar esto si tan sólo me llevas a casa, ¿sí? Por favor, por favor, volvamos…—, ruega.
Pero ya no puedo escucharla. Pongo seguro a las puertas y arranco pisando el acelerador con tanta fuerza como puedo.
Era definitivo. La habían arruinado.
Mas voy a recuperarla. Porque voy a asegurarme de que nadie va a volver a quitármela.
Nunca más.

Itzel Alejandra Ambriz Saldívar

Preparatoria 10

Pecado y Tentación

Mis manos temblaban ante aquel pensamiento que fue transformándose en insufribles gotas de agua que escurrían hasta mis dedos, temerosas de ser descubiertas al caer a la madera vieja.
Me mantuve absorto mirando fijamente la cruz que colgaba como una broma cruel que me abofeteaba como el rostro. El hombre que me tenía sometido en ese colchón sobre las sabanas era quien veía de pie detrás del púlpito guiando a su rebaño de corderos. Irónico, pensé, porque era el Padre que profesaba que la homosexualidad y los actos mundanos se castigarían con el pase directo a las brasas del infierno para quienes se atreviesen a blasfemar contra la palabra sagrada de Dios.

Karla Janette Lara Ramírez

Preparatoria 7

– Calor mío. Aranza Berenice Fernández Segura. Preparatoria Regional de El Salto.

La única testigo

Secándose las lágrimas, prometió a la Luna ya no sufrir más. A la noche siguiente la Luna fue testigo de un suicidio.

Selma Rubí Cortez Vaca

Preparatoria Regional de Autlán de Navarro

Canicas Verdes

Estaba tan enamorada de sus ojos, no podía dejar de contemplarlos. No le costó mucho sacárselos con una cuchara para besarlos ya en sus manos.

Gabriela Villaseñor Villaseñor

Preparatoria Regional de Unión de Tula

La liberación de la oscura realidad

Sin título. Josselin Vianey Pulido Romo. Preparatoria Regional de El Salto.

No puedo ver. Todo a mi alrededor es oscuridad.
He perdido la noción del tiempo. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi la luz del día. Tampoco recuerdo qué fue de mis amigos, mi familia, ni mis compañeros de clase, mucho menos del mundo.

Las únicas preguntas que no dejan mi mente me carcomen por dentro. ¿Alguien está buscándome? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me llevaron? ¿Por qué me hicieron esto? ¿Cuándo me dejarán ir?
Tengo muy pocos recuerdos desde que me llevaron ese día de invierno, fue hace mucho tiempo atrás, o al menos así se siente. Lo único que recuerdo desde ese día es la oscuridad. Puedo escuchar algunos murmullos de vez en cuando, pero nunca logro comprender lo que dicen.

Extraño tanto a mi familia, a mis amigos, incluso a mis compañeros de la universidad, a pesar de que no nos lleváramos muy bien. Extraño tanto a Olivia, a esa hermosa chica castaña que era mi todo…
Aún me pregunto si Olivia todavía me quiere, si sufrió con mi partida, o si sigue esperando que me liberen para poder estar juntos de nuevo. ¿Logró ser la bailarina exitosa que siempre soñó? ¿Pudo viajar a Francia como siempre quiso?
Está fuera de mi comprensión por qué me llevaron a mí. ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué es lo que quieren? ¿Cuál es el motivo por el que me tienen en esta oscuridad? ¿Por qué aún no me liberan? ¿Por qué me arrebataron mi vida?

Sigo sin encontrar la respuesta a alguna de esas preguntas, ya no puedo continuar más aquí, no puedo seguir así. Mi mente me está matando, ya no pienso con claridad, no puedo ni formular una respuesta para mantenerme tranquilo. Quiero irme de aquí, sólo quiero irme.
Pero no puedo. No puedo ver, ni escuchar, tampoco me puedo mover. Ni siquiera soy capaz de hablar. Solo escucho las torturas que mi propia mente crea para mí. Ya no puedo con esto.

Trato de gritar, pero nada sale de mí.Trato de moverme, pero no lo logro. Busco una salida, pero no puedo verla.
Trato de escuchar algo de lo que dicen los murmullos…
…y es una canción.
Una canción de los años 1950, tal vez.
Mi mente colapsa de emoción, por fin puedo distinguir algo. Intento de nuevo, pero sigo sin poder ver. Intento de nuevo, pero aún no puedo hablar. Intento de nuevo y ahora me pude mover.

La felicidad me invade de lleno, mis sentidos estaban despertando, por fin lo hacían. Me muevo un poco, siento que un peso me impide moverme con libertad. Forcejeo para tratar de liberarme, no paro hasta sentir que lo consigo. La canción aún no se termina, puedo escuchar ese ritmo característico de la época. Siento que poco a poco me pongo de pie. Ahora mismo podría llorar de alegría.

Estiro mi mano y logro tocar mi rostro. Mi mano tiembla, llena de nerviosismo causado por la descarga de emociones y sentimientos que estaba sintiendo. Una pequeña risa se escapa de mis labios involuntariamente y no puedo sentir más euforia ahora.
Puedo hablar.

Me cuesta unos segundos acostumbrarme a la habitación tan iluminada. Cuando mi vista se acomoda a la iluminación, puedo reconocer la habitación en la que me encontraba. Era la mía. La cama continúa donde mismo, tan desordenada como la recuerdo. El escritorio está a mi lado, impecable, el pequeño estéreo que siempre usaba está sobre el escritorio, apagado. Miro mis manos y son más grandes de lo que recordaba. Incluso yo soy más alto, mi complexión es delgada, más de lo que esperaba. Siento mi rostro, mis labios, mi nariz, mis ojos…

Mis ojos no están cubiertos.
Comienzo a asustarme, ¿qué está pasando? ¿En dónde había estado? ¿Qué me sucedió?
Miro al frente y puedo ver a la persona que estaba tocándome. Es Olivia. Ella me mira con cautela, intriga y un poco de miedo. La miro sin poder creerlo. Después de todo este tiempo, aquí está. Ella me sonríe un poco y yo no puedo con la sorpresa. ¿Qué está sucediendo?

—¿André?, ¿eres tú?
Su pregunta me descoloca de inmediato, ¿cómo que si soy yo?, ¿tan diferente luzco?
—Sí, por supuesto, ¿qué sucedió? No entiendo nada.
Su rostro se suaviza y ahora me mira tranquila y con algo de pena.
—¿No recuerdas nada?
—No, nada.
—Bienvenido a casa, te extrañamos.
—¿A qué te refieres?, ¿qué está sucediendo? Necesito que me digas, por favor.
Mi desesperación es clara, estaba a punto de volverme loco. Nada parecía tener sentido. Todo se veía tan irreal, ¿en dónde había estado?, ¿qué significa todo esto?
—Respira, ya todo va a estar bien, estás recibiendo ayuda desde que tus otras personalidades aparecieron. La doctora nos explicó que algún día saldrías tú. Todo está bien. Estaremos bien…
 

Rubí González Orizaba

Escuela Vocacional

Atrapada en una pesadilla. Wendolín Murguía. Preparatoria Regional de El Salto.

Monstruos

– Yayo. Omar Adonai Rosales Flores. Preparatoria Regional de El Salto.

Tengo siete años, soy una niña pequeña; le tengo miedo a los monstruos, ellos me quieren atacar, no son buenos. Pienso que deben ser malvados pero mi papá me protege en las noches cuando tengo miedo. Él viene a las 3:00 a. m., cuando todo está oscuro, me abraza y me acaricia el cabello suavemente con su mano peluda, además de que tiene una respiración fuerte y fría que ayuda a espantar a los feos monstruos. No sé por qué mi mami se asustó cuando le platiqué que mi papi me protege de mis miedos. Ahora estoy yendo con el psicólogo y mi mami siempre deja encendida la luz de mi cuarto y me prohíbe apagarla. Extraño las manos peludas y la fría y potente respiración de mi papito, esa era la única forma en que puedo saber cuándo está conmigo luego de que murió cuando lo secuestraron. No entiendo por qué me hacen esto, pero al menos los monstruos ya no aparecen más. 

Luis Emilio Velázquez Torres

Preparatoria Regional de San Miguel El Alto

Fátima

Plus ultra. María del Rosario Gómez Sánchez. Preparatoria Regional de El Salto.

Hacía un calor del demonio y, además, la luz estaba tan intensa que le calaba los ojos… bueno, quizá no era tan así, a lo mejor la luz brillante sólo era consecuencia de la insolación.

Llevaba trabajando bajo ese semáforo todo el día y casi no estaba vendiendo las campechanas.

Le gritó su patrón. Él la miraba sin trabajar, y así era desde que ella tenía memoria. La verdad no sabía si su patrón era su pa’ o si era huérfana; no se atrevía a preguntar tan poco.

—Te estoy viendo, no te hagas pendeja ¿crees que con esa cara de ojete vas a vender mis productos? Órale, culera, a trabajar o a la chingada —le amenazó.

Ella respiró profundamente y se fue con la cabeza gacha. En otros tiempos habría estado feliz de irse a la chingada, muy lejos de ahí, pero ahora, con sus siete meses de embarazo, la idea de una vida distinta se había diluido, como acuarela en un vasito de agua.

Sonrió como pudo y siguió vendiendo, coqueteando un poco con los conductores, cubriendo su vientre con las bolsas de productos, esa era la clave, lo había aprendió a muy tierna edad, como cinco años atrás, quizá, a los 12 años… a más tardar a los 13.

En ese momento, nos notó, mirándola desde la ventanilla del carro, juzgando a su pancita y a su rostro quemado, a su sudor y a sus pies llenos de ampollas detrás de sus zapatos viejos, su ropa vieja y sucia, su pelo enmarañado. No dijo nada ni pretendió hacer nada al respecto, estaba ya muy acostumbrada a que la juzgaran, aunque no supiéramos nada de su vida ni su historia.

Nos miró de reojo, nos mentó la madre en voz bajita y siguió vendiendo, caminando entre los carros, disimulando su vientre, coqueteando.

Todo el problema de su vida había comenzado… desde siempre.

Desde que tenía memoria estaba en los semáforos, fingiendo ser la hija de algún otro vendedor o haciendo malabares… el negocio de la lástima.

Entregaba todo su dinero al patrón y ella a cambio podía dormir en lo que consideraba su casa (un prostíbulo disfrazado de antro) y se le daba de comer, aunque no mucho.

Dejó de ser suficiente cuando cumplió 15 años, ya le habían crecido los senos, y era hora de sacarle más provecho a lo que podía dar, eso decía el patrón.

La primera vez que la vendió, le dolió mucho, sangró y lloró. El tipo que la penetró la mordió y le dejó el hombro sangrado; la ventaja fue que no duró mucho, su problema más grave (según la chica con la que compartía cuarto) fueron las ampollas que le brotaron en los genitales. Qué fácil se convierten las flores en tormentos.

Cuando le comentó el problema al patrón, la golpeo y le gritó: —¡pinche puta!, ni para abrir las piernas sirves.

Terminado el regaño, se puso un condón y la violó, a ella le dolió más la primera vez, pero le dio más asco esta. El rostro del patrón era vómito y la sensación que su cuerpo le causa era peor aún, sentir cómo algo tan desagradable le penetraba, sentir cómo se movía dentro de ella le causaba una sensación incomparable, tan terrible que no tenía nombre, tan asquerosa, que sólo quería que su vagina desapareciera para siempre, de todos modos, ya estaba pedida.

A partir de eso, sus clientes comenzaron a usar condones, el patrón no quería comprar más pastillas.

La parte buena de esto (le había dicho su compañera de cuarto) era que ya ningún cliente le parecía repulsivo.

Después de un tiempo, uno de los hombres que la visitaba se quiso pasar de listo y, sin que ella lo notara, se quitó el preservativo. En esa ocasión había sido concebido su bebé. Intentó abortar varias veces. Con misoprostol, con un gancho. Casi se muere. Mejor muerte a cargar con el brote de eso que tanto odiaba.

Siguió trabajando en eso hasta su primer trimestre, después de eso su vientre parecía incomodar a los clientes y, como los ahuyentaba, el patrón decidió mandarla otra vez a los semáforos, a vender cacahuates y campechanas. Cuando terminaba, hacía la limpieza del prostíbulo.

Le daba asco ver todas las porquerías que había en las habitaciones de ese lugar, pero no hacía nada, le daba miedo. Paró de recordar.

Pasó de nuevo junto a nuestro carro, la volvimos a juzgar desde nuestros privilegios, pero nosotros no sabíamos sobre su gancho.

Terminó el día y regresó a limpiar ese lugar. Se había encontrado una mancha enorme de sangre en la cama de una de las chicas, ella estaba en el baño vomitando, pero no preguntó nada, aunque se preguntó qué le había pasado.

Mientras fregaba los pisos, sintió una contracción fuerte en el vientre, húmedo entre las piernas.

La chica que estaba vomitando salió del baño al escuchar el grito y llamó a sus compañeras, que llamaron a una ambulancia.

Ella veía borroso, había mucha sangre, sentía mucho dolor y escuchaba las sirenas de la ambulancia.

Tenía mucho frío, estaba temblando y se apagaron todas las luces.

Respiró hondo.

   P

             A

                         Z

Sofía Zazhil Román Verde

Preparatoria 9




Lo que dejó tu adiós. Lizette Jacqueline González Turrubiartes. Preparatoria Regional de El Salto.

Las Estrellas

Irreal. Yuli Itzel Flores Hernández. Preparatoria Regional de El Salto.


Él prometió que un día me llevaría a conocer las estrellas. Qué irónico que eso fue lo último que vió cuando el auto impactó con él.

Rubí González Orizaba

Escuela Vocacional

Adán

Adán soñó toda la noche. Su sueño le fue desconocido y horroroso, mientras su cuerpo sudaba y se estremecía. Justo antes de despertar sintió un vacío en su costado. Al despertar, con una mirada desprendida de todo, sólo observando su costado, se supo frágil y finito, pero completo y amante.

Angélica Bricio Martínez

Preparatoria 19

Correcta forma de presentar una denuncia

Comenzó a decirles desesperadamente: —¡Oficiales, tienen que ayudarme!, por favor… ese hombre… ¡ese maldito asqueroso! se llevó a mi niña… es tan dulce, tan pequeña. No quiero ni imaginar qué estará haciendo con ella, con su pequeño y débil cuerpo… es una tortura… ¡Ella sólo tiene 11 años!… ¡Rápido, no tenemos mucho tiempo! Si de verdad quieren atrapar a ese enfermo deben irse ya… ¡Vamos, háganme caso!… por favor… su cabello, largo y oscuro, sus mejillas, rosadas y tersas, su piel tan delicada, su suave y excitante aroma… sólo yo puedo tocarla… acariciarla… lamerla…
 

Brandon Martínez Medina

Preparatoria Regional de Tala

Inocente

Creerte para caer en un rezo. Dolor que me pica el cerebro. Sólo se escucha eco en la habitación conocida. Agua cayendo. La siento por todo mi cuerpo. Me pregunto sin palabras. A falta de piel me toman por los huesos y me abren las piernas. Me azotan contra la pared. Tatuajes narcisistas. Me introduce el pene de manera violenta. Siento cómo mi ano se abre, me carcome por dentro. Pienso en matarme, pero no sé en qué momento soy este pedazo óseo que ahora desentierran junto a otros.

Adriana Guadalupe Navarro Venegas

Preparatoria 12

Leche

Siempre estoy atenta a lo que pueda pasar. Hoy, más que otros días, pues sé que falta poco para que él venga. Y como si del diablo se tratara, aparece abriendo la puerta y soltando maldiciones. No puedo huir, estoy encerrada. Al parecer no le gusta que haga ruido, no detiene su manoseo. Resignada, me quedo quieta. Sólo soy un producto para los humanos.

Itzel Liliana Torres Ríos

Preparatoria 18