Era un mundo muerto. Nadie supo que le pasó. Los árboles ardieron, el agua se hizo roja, el aire apestaba a cobre. Desde el cielo amoratado, la luna destrozada mira sollozante los restos de lo que fue vida, cuando sus lágrimas caen sobre la tierra marchita el suelo se estría con brotes plateados.
María Fernanda Moncada Vázquez
Preparatoria de Tonalá Norte