María Guadalupe Cruz Esqueda
Preparatoria 5
Mis ojos recorren ambos lados de la avenida mientras espero el momento indicado para cruzar. El color rojo del semáforo se activa invitándome a continuar con mi paseo, mas los autos no se detienen. ¿Debería cruzar de todas maneras?
Vuelvo a inspeccionar ambos lados y levanto mi pie izquierdo, dispuesta a continuar con mi caminata. “¡NO!”, grita mi subconsciente y me detengo.
Un auto negro pasa delante de mí y hace sonar su claxon.
—¡Fíjate, loca! —gritan desde el interior y enfurezco.
—¡Está en rojo! —grito de regreso y señalo el semáforo en verde.
—¿Qué? —murmuro.
Observo cómo el pequeño círculo verdoso se burla de mí y mi ánimo decae.
Esta no soy yo. suspiro y vuelvo a esperar. Un minuto, diez minutos, una hora, el color verde no abandona el semáforo y me rindo. Mi pie izquierdo se levanta de nuevo, se coloca delante de mi pie derecho y repito la misma acción una y otra vez hasta que se me es permitido.
El color verde al fin abandona el semáforo y sonrío. El color rojo me cubre por completo, las luces de la ciudad se apagan y todo queda oscuro, se ha ido la luz.
