La sociedad perdida en el mundo virtual

Índira Monroy Herrera
Preparatoria 18

Las formas de comunicación han ido evolucionando hasta llegar a Internet.  Es muy sencillo tener acceso a Internet y a las plataformas virtuales que maneja, solo es necesario tener a la mano un aparato electrónico o dispositivo móvil, para poder introducirse a este mundo de información. Dentro de este mundo virtual las nuevas sociedades del conocimiento se comunican y relacionan por medio del uso de las redes sociales, es decir el objetivo principal es comunicar. Conjuntamente, han creado cambios acerca de su percepción sobre el mundo y las habilidades sociales. Cada día se ha ido incrementando el uso de las redes móviles gracias a las actualizaciones y la facilidad de obtener cierta información. Su distinción entre lo bueno y lo malo, lo público y lo privado provoca una controversia para los jóvenes usuarios, además de la inseguridad que hay al publicar su vida personal, sin tomar en cuenta el peligro en que se involucran.

 I

El presente ensayo tiene como objetivo argumentar sobre el uso de las redes sociales, así como los beneficios que ha aportado a la sociedad, al igual de los perjuicios que brinda. Considerando a su vez el manejo inadecuado que le dan los jóvenes a este nuevo medio de comunicación, el manejo que ejercen los jóvenes dentro de estas plataformas virtuales puede aportar incertidumbre o inseguridad, al igual que la información que suben en estos medios virtuales, dado a la poca responsabilidad que se tiene sobre ellas. Dicho flujo de información que ha cambiado las perspectivas de la vida y las formas de relacionarse en estas nuevas generaciones, nos hará cuestionarnos si las redes sociales son una forma eficaz de comunicación o una trampa donde el hombre a su falta de conocimiento la convierte en una herramienta perjudicial para el mismo. Considerando que es una comunicación poderosa y de mayor utilidad, mientras no haga inútil al ser humano, mediante su uso adecuado. Por lo tanto, es importante resaltar el vicio que puede ocasionar, dando al uso incorrecto de esta herramienta. La tesis principal que se discute en el presente ensayo es acerca del vacío perjudicial al que llevan las redes virtuales, mediante el uso inadecuado que ejercen los jóvenes sobre ellas.

 II

El humano tiende por naturaleza a socializar, interactuar, relacionarse y conocerse mediante su otredad, así como menciona Séneca: “El humano por naturaleza es un animal social”. Es por eso que el hombre siempre está en esa búsqueda de comunicar, expresar, interactuar y relacionarse de manera eficaz y, gracias a que los medios de comunicación han ido evolucionando en gran medida, el hombre puede lograr ese propósito de una manera más sencilla. No obstante, esa búsqueda de nuevas formas de comunicación ha ido descartando los medios de comunicación tradicionales, como las cartas, el fax, teléfono, medios impresos, entre otros. Empujándonos así hasta el gran mundo de internet, donde el hombre logra interactuar con otro ser humano a través del uso de las redes virtuales erróneamente llamadas redes sociales. Dicha forma de comunicación ha tenido una gran influencia en las formas de comunicación de los jóvenes, ya que les permite expresarse de una manera más fluida y eficaz, sin la necesidad de habilidades sociales con las cuales nos relacionamos físicamente con otro individuo.

Así, gracias al ciberespacio en el que actualmente los adolescentes se han ido desenvolviendo, las formas de comunicación han llegado a ser más eficaces. Sin embargo, Bauman (2016) menciona en una entrevista que, a pesar de ello, se está perdiendo el arte de las relaciones sociales reales y de la amistad. Es decir, evita el contacto físico, el mirarse uno a otro a los ojos y se deja de sentir el calor humano, para cambiarlo por una pantalla de cristal fría e inhumana, que te hace sentir una cercanía virtual hacia las amistades o los seres queridos. Es por ello que (2016) afirma queLas redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”.

Es importante resaltar que las redes sociales tienen como objetivo principal mantenernos comunicados, sin centrarse en los actos que pueden llegar a efectuar los jóvenes dentro de estas comunidades virtuales. Por ende, en la actualidad los jóvenes no se centran ni proyectan su vida en la vida real, sino, ahora su vida y actividades sociales son centradas en estas plataformas virtuales donde lo único que llega a tener realidad material son los dispositivos que utilizan para tener acceso a internet, que ha llegado a ser la escuela de muchos adolescentes.

“Este desarrollo es inevitable y, en último extremo, útil; pero es útil siempre que no desemboquemos en la vida inútil” (Sartori, 2012: 12). Internet ha revolucionado a través de la historia y ha llegado a ser de utilidad para encontrar la información que deseemos. Es decir, cuando internet es usado como un medio de trabajo, ayuda al usuario a enriquecerse de información y posiblemente de cultura. No obstante, los jóvenes, en ese mundo de información pueden llegar a perderse, dado a su incapacidad intelectiva para poder discernir entre la verdad y la falacia, y el joven desemboca en la vida inútil o pérdida de tiempo, pasando horas de día y noche enfrente de un aparato electrónico, desgastándose emocionalmente y físicamente, para así terminar desembocando en la vida inútil.

Cuando el joven usuario es dependiente de estos medios de comunicación para encontrar una identidad cae en el vacío de lo virtual y por ello la educación deja de ser de su interés. Es por ello que el astrónomo Clifford Stoll (1996) declara que “internet no es otra cosa que un tejido impalpable elaborado con nada”. O dicho de otra manera, las plataformas virtuales hacen que pierdan el sentido de la realidad haciendo que caiga en lo imaginario, es ahí donde la seguridad de estos medios puede llegar a ser incierta para los jóvenes, ya que no tiene la posibilidad de llegar a ser una realidad material, dado a que todo lo que lo conforma es un medio virtual.

En las redes sociales se encuentra información muy importante sobre la identidad del joven. Por lo tanto eso ha generado incertidumbre dentro de ese mundo virtual, dado al poco entendimiento que tiene el joven acerca de la delgada línea que existe entre lo público y lo privado. En otras palabras, el joven que se siente inseguro ante su identidad, además de su vida, se sumerge en estas comunidades virtuales para así poder encontrar su identidad, seguridad y afecto ante la aceptación por medio de un like más aun en esa búsqueda de aceptación, sin estar totalmente consciente de su situación, se encuentra arriesgando hasta su propia integridad. Estas redes virtuales han abierto una puerta a la sociedad para que el joven usuario puedan convertirse en un ser de farándula, abriéndose paso hacia una pequeña fama.

 III

La fluidez de información que contribuye internet a las nuevas generaciones es evidente, puede permitir el crecimiento del entendimiento, educación y cultura, donde se difunden conocimientos e información. Pero también permite la defunción de información y situaciones erróneas (falacias). El joven usuario que accede a esas redes virtuales se centra en su medio virtual impalpable, se olvida del contacto físico, las miradas cara a cara, y del dialogo físico, se aleja de las personas que tiene a su alrededor, para concentrase en lo que tiene dentro de la pantalla y dejar a un lado todo eso real que le rodea, perdiendo el tiempo frente a un ordenador o dispositivo móvil. Por otra parte, la barrera de lo público y lo privado se va deshaciendo en este medio. En algunas ocasiones los jóvenes, en su poca capacidad de distinguir entre estos dos factores, exponen sus vidas, y su intimidad queda expuesta ante un mundo virtual inmenso, siendo usado por millones de personas, y es ahí donde la seguridad del se cae en el vacío virtual, expuesto y con incertidumbre.

 

 

Bibliografía

Querol, R. (2016) Zygmunt Bauman: “Las redes sociales son una trampa”. El país. p. 1. 8 de enero. Recuperado de http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html.

Sartori, G. (2012) Homo videns, la sociedad teledirigida. México: Taurus.

Stoll, C. (1996) Miracoli Virtuali. Milán: Garzanti.

 

Sonrojado. Alan Alexis Tovar Guerra. Escuela de Nivel Medio Superior de Irapuato, Guanajuato

Sonrojado. Alan Alexis Tovar Guerra. Escuela de Nivel Medio Superior de Irapuato, Guanajuato

¿La muerte tiene implicaciones para la vida?

Mónica Sofía Díaz de León Guzmán
Preparatoria Regional Tonalá Norte

Si en todas partes estás,
Y si a todas partes vas,
conmigo en el pensamiento.
¿No serás, muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?
“Décima muerte”, Xavier Villaurrutia.

¿Has pensado en la importancia que tiene saber que morirás para realizar las actividades de tu vida diaria? Si no lo has hecho, deberías ponerlo en práctica más a menudo. La muerte ha sido motivo de controversia debido a que muchos individuos prefieren negarla, algo que, desde mi postura, es imposible. La muerte es una acción que da significado al concepto de la vida, ya que si no sabemos qué es la muerte no tendríamos plena conciencia de lo que es vivir, así como del aprovechamiento que damos a nuestro tiempo. La muerte da sentido a la vida, debido a que es necesaria para que aprendamos a pensarla y vivirla de una manera más provechosa. Esta es la tesis que defiendo en el presente ensayo, no obstante, mi finalidad consiste en invitarte a meditar en la siguiente pregunta: ¿has utilizado tu tiempo de manera adecuada?

¿Has pensado en la importancia que tiene saber que morirás para realizar las actividades de tu vida diaria? Si no lo has hecho, deberías comenzar a hacerlo de manera regular, pues la muerte es más relevante de lo que muchos consideran, y puede resultar un gran motivo que nos enseñe cómo aprovechar nuestro tiempo. De este tema hablaré en el presente trabajo, además de exponer las razones por las cuales considero que no deberíamos temer a la muerte, y la manera en que está presente en nuestra vida diaria, tanto así que se vuelve imposible negar que es algo cercano a todas las personas. Finalmente, hablaré de la importancia de adquirir conciencia una vez que se sabe que la muerte llega de manera irremediable.

La muerte es necesaria para la vida porque, de cierta manera, le da sentido; si la muerte no existiera, las personas no h­arían conciencia de ocupar su tiempo en cosas que produzcan un provecho real. No obstante, hay quienes consideran que sería agradable vivir para siempre, o tener asegurada una vida abundante en años, esto, claro está, sin considerar cuestionamientos como el planteado por el filósofo Baggini Julián (2005), quien dice que “si nuestro tiempo fuese ilimitado el concepto de ‘aprovechamiento máximo’ carecería de sentido, porque el suministro de tiempo sería infinito, y sin razón alguna para aprovechar al máximo la vida que tenemos ¿no se convertiría la existencia en una carga tediosa y vana?” ¿Por qué entonces culpar a la vida de ser tan corta cuando es nuestra responsabilidad lo que hacemos con el tiempo del que disponemos? Si supiéramos aprovecharlo, seguro la cantidad de vida que nos tocó vivir nos resultaría más que suficiente.

Si existe algo claro es que todas las personas vamos a morir, pero gran parte de quienes lo sabemos preferimos no pensarlo para no sentir angustia, o porque irónicamente creemos que ese hecho está tan distante a nosotros que nos es más cómodo no considerarlo. Sin embargo, como afirma Nagel Thomas (1995) “el hecho de que no puedas concebirlo desde dentro no significa que no puedas concebirlo en absoluto”. La muerte está ahí, y sería mejor pensar en ella para lograr, como ya mencioné, emplear el tiempo de un mejor modo y dejar de quejarnos tanto por la brevedad de la vida.  Si nos parece corta, la culpa no es de la vida, sino de las personas por no saber utilizar el tiempo con sabiduría e inteligencia; me refiero, obviamente, a las personas que son conscientes de la muerte y prefieren negarla por motivos no muy convenientes.

Además de lo mencionado arriba, algunas personas no sólo niegan la muerte para evitar la angustia que genera, sino que también lo hacen, ya que pensar en ella es motivo de miedo. Dicho miedo no tiene fundamento, ya que en realidad se trata de algo desconocido para nosotros, y por ello no deberíamos temer a la muerte. Por el contrario, sólo deberíamos temerle si supiéramos lo que sucederá cuando esta llegue, y si tuviéramos la certeza de que es tan temible como algunos creen. Ahora bien, como menciona Platón en la Apología de Sócrates: “Nadie conoce la muerte ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre, sin embargo, se le teme, como si se supiera con certeza que es el mayor de todos los males, ¡Ah! ¿No es una ignorancia vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce?”. Asimismo, Nagel (1995) menciona que “si realmente dejamos de existir con la muerte, no hay nada que esperar, así que ¿cómo puede haber algo que temer? Si se piensa lógicamente, parece que la muerte sería algo temible solo si nosotros fuéramos a sobrevivirle”. Sin embargo, existen personas egocéntricas a las que les es difícil aceptar que podrían volverse nada en cualquier segundo, y que el mundo continuaría fluyendo de manera natural sin ellas.

Epicuro, quien negaba la existencia de la muerte, afirmaba que “no se debe temer este momento, ya que la muerte representa el cese de ese ser que somos mientras existimos y, por tanto, cuando uno muere ya no existe como ser. Dicho de otro modo, mientras se vive la muerte no existe”. Concuerdo con él en que no se debe temer este momento, pero afirmar que mientras se vive la muerte no existe no es algo muy correcto, ya que la muerte se incluye en la vida, ¿por qué? Porque mientras vives y creces adquieres conciencia de que no eres inmortal, y que un día tienes que morir. Regresando a uno de los puntos iniciales de este ensayo, no concebimos la muerte desde dentro, pero sí lo hacemos desde afuera, ya que en el transcurso de la vida adquirimos conciencia de que esta llegará. Por lo tanto, la muerte existe dentro de la conciencia humana mientras se vive y con el paso de los años, o mediante las experiencias nos acercamos a ella.

Aceptar la muerte es lo que nos convierte en mortales y tener consciencia de que es un proceso que no involucra sólo a los demás sino a uno mismo, es lo que nos diferencia de los animales que no saben que morirán. Para un humano negar que la muerte existe mientras se vive resulta imposible, ya que viviendo adquieres la conciencia de que este hecho es inevitable. Un claro ejemplo de ello es lo que dice Fernando Savater (1999), quien relata en su libro Las preguntas de la vida la manera en la que comprendió, aproximadamente a los 10 años, que la muerte iba a llegarle y que ese hecho no involucraba sólo a los demás sino también a él. Además, se percató de que la vida era una forma de empezar a morir, pues con el paso del tiempo la muerte se vuelve más cercana al hombre. Comparto esta idea y por ello discrepo con Epicuro. Sólo estaría de acuerdo con él si los humanos fuéramos incapaces de concebir la muerte tal como lo hacen los animales. Sin embargo, esto no es así, y en algún momento de la vida todo ser humano deja de ser ajeno a este hecho y lo convierte en algo personal a través de la conciencia.

Estar consciente de este evento irremediable no debe ser motivo de angustia, ya que constituye el momento en el que se aprende a pensar de manera crítica y se adquiere madurez personal. Este factor debe motivar al aprovechamiento del tiempo para realizar mejores acciones, y dejar de perder el tiempo en cosas vanas. Esto es lo que nos convierte verdaderamente en seres pensantes que saben y aprenden a vivir pues, como dice Fernando Savater (1999), “Los auténticos vivientes somos solo los mortales, porque sabemos que dejaremos de vivir y que en esto precisamente consiste la vida.”

Querer o pretender la inmortalidad sería lo mismo que desear perpetuar y conservar los errores que tiene un ser humano, ya que todos los humanos carecemos de perfección. No obstante, el individuo tiende a ser perfectible cuando busca ser mejor cada día y esto es lo que debe buscar hacer una persona mientras vive. Nadie tiene la vida comprada, no sabemos si moriremos mañana o tal vez en cinco minutos; sin embargo, hoy que estamos aquí te invito a reflexionar si es que alguna vez has culpado a la vida de ser muy corta, si esta en realidad es así, o si eres tú quien no ha tomado buenas decisiones, las cuales te han llevado a culpar a la vida de lo que no has hecho correctamente.

En conclusión, todos tenemos una fecha de caducidad. Un día eres útil pero al siguiente podrías ser sólo un cascarón que dejó de funcionar. Por ello te invito a apreciar más la muerte, ya que si ella no existiera tu vida carecería de cierto sentido. Ser conscientes de la muerte nos ha llevado a convertirnos en los seres que somos, y una vez que lo hemos comprendido se vuelve algo que no podemos ignorar. La muerte es un discernimiento que debemos tomar en nuestro favor para convertirnos en mejores personas, ya que nos ayuda a tomar mejores decisiones respecto a lo que hacemos.

 Si la muerte le da sentido a nuestras vidas, ¿no sería bueno o provechoso dejar de pensar en la muerte como algo terrible y escudriñar en nuestra vida para saber si hemos hecho lo mejor con ella?

 

Bibliografía

Baggini, J. (2005). El cerdo que quería ser jamón y otros noventa y nueve experimentos para filósofos de salón. Barcelona: Paidós.

Magge, B. (1999) Historia de la Filosofía. México: Planeta.

Nagel, T. (1995) ¿Qué significa todo esto? Una brevísima introducción a la filosofía. México: Fondo de cultura económica.

Platón (2015) Diálogos. México: Editores mexicanos unidos.

Savater, F. (1999) Las preguntas de la vida. (N.P.) (N.E.)

http://www.poemas-del-alma.com/xavier-villaurrutia-decima-muerte.htm (N.A.) (N.A.)

 

Libertad. Néstor Ulises Santana Pérez. Preparatoria Regional de Tecolotlán

Libertad. Néstor Ulises Santana Pérez. Preparatoria Regional de Tecolotlán

El sentido de la existencia humana

Carolina Yanet Rodríguez Ortiz
Preparatoria Regional de Lagos de Moreno

En este ensayo se aborda el tema del sentido de la existencia humana desde un contexto contemporáneo de inquietud y desesperación dentro de la consciencia del ser que es capaz de reconocer las características de su propia existencia y la de otros; además de la visualización del impacto en la filosofía de vida personal y la existencia interpersonal, a manos de los análisis filosóficos de autores como Emmanuel Levinas, Soren Kierkegaard, Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y otros.

Hablar de la existencia nos puede provocar más de un dolor de cabeza, incluso si se busca encontrar un camino sencillo para abordarlo.

Nuestra naturaleza de seres conscientes y pensantes nos llevará a cuestionamos y es imposible ignorarlo.  Con un poco de paciencia y de tiempo dispuesto podríamos adentrarnos en cuestiones acerca del significado o el sentido de la existencia; si es que lo hay, ¿qué es lo que engloba?, ¿por qué necesitamos encontrarle un sentido?, ¿de qué nos servirá? o ¿a qué nos ayudará?

¿Acaso el intento por comprender la existencia humana provocará el deseo de dejar de existir?

La existencia humana fue y es sin duda alguna un tema principalmente filosófico, ya que adentrará en cuestiones no sólo biológicas o psicológicas, sino culturales y emocionales; es tan grande su impacto que inspira corrientes ideologías y movimientos sociales con base en su interpretación y no cabe duda que siempre seguirá siendo un tema polémico, debido a sus bastas perspectivas que pueda tomar y el contexto desde el que se analice.

Por ahora pareciese pertinente observar hasta dónde nos ha llevado la necesidad de respuestas, todo aquello que como seres humanos hemos creado con el fin de sentirnos satisfechos y poder proseguir en el arduo camino de nuestra existencia en sociedad. ¿Quién se va de viaje sin antes ver el folleto? (James y Orlodovsky,2017)

He precisado en iniciar con una cita de Emmanuel Revinas tomada del ensayo “Entre la cautividad y la filosofía”, realizado por Mateo Navia (2008: 47): “Lo absoluto de la relación entre el existente y la existencia, en el instante, está a la vez constituido por el dominio del existente sobre la existencia, pero también de la existencia sobre el existente”. Es ahí donde se encuentra un análisis acerca del haber y del trascender, lo que hay y la huella que deja; debido a un asumir de posibilidades entre la palabra “existir”, siendo así que, según este autor dentro de ese particular término, se ubicarían dos fronteras: el existente y la existencia, considerando también que cada una de ellas depende de la otra y la modifica de igual manera.

Enfocándonos primero en “el haber” del individuo habríamos de pensar en un tiempo, el momento en que ocurre su existir y su frecuencia.

Cito de nuevo a Levinas (2000: 133): “El presente es el hecho mismo de que hay un existente”. Nuestro tiempo será el presente haciendo alusión a que el existir dura sólo un instante, pero innumerables veces para poder ser visualizada una línea de continua existencia que, al ser instantánea, no deja lugar para la existencia de un pasado, al nivel de otros existentes.  Porque existen otros individuos, dentro de sus instantáneas existencias, que pueden coincidir con la nuestra, originando así una idea de vinculación.

Nuestra existencia, como ya lo consideramos, se ve condicionada por factores respectivos a la misma, por lo tanto, no cabe duda que otro existente podría influenciar en nosotros, pues “todo se puede intercambiar entre los seres salvo el existir” (Levinas, 2000).

“El trato con el otro, en el reconocimiento que el otro hace de nuestro ser, en la presencia de su mirada, sólo así nos hacemos consientes de nuestro propio ser y de nuestra propia realidad” (OIIeta). Ahora no sólo se considera el existir de más existentes, sino que su impacto entre ellos es creer en nuestra propia existencia a través de ellos, constituyendo una individualidad y una existencia colectiva que los llevará a cuestionarse acerca del origen entre existencias. “La existencia es la forma en que yo me relaciono con respecto a mí mismo y a lo trascendente” (Jaspers, 1932).

El hombre, en calidad de finito durante su estancia en la vida, busca una comprensión de la realidad humana, la cual la comienza en conjunto para enfatizarse en la suya, pero en la comprensión individual.
Kierkegaard destaca que no hay verdad absoluta, que es meramente relativa, compartiendo la idea con Sartre en una base del existencialismo en que “el mundo, la vida; no tiene sentido a priori: declara que Dios no existe, por lo que la vida misma carece de sentido; sólo se puede hablar del sentido que cada uno le da, los valores que cada uno se inventa” (OIIeta), pero para Kierkegaard Dios sí existe: “Elegimos a Dios para poseer el yo, y obtener algo fuera de lo temporal, de lo terrenal” (Aiarbid, 2008: 122). “Por eso el que no tiene a Dios, tampoco tiene ningún yo, ni tiene libertad propiamente tal” (Rivero, 1984: 17). Él encuentra en la idea de que “Dios no existe, Dios es eterno”, el medio para que su existencia no lo conduzca a la desesperación, “el estado propio de quien ya no espera nada, pero no sabe qué otra cosa esperar”, se siente aprisionado en la propia existencia.

Pero, ¿qué haría un hombre que no eligió Dios? Al final el también busca el sentido de su existencia.

Heidegger define ese concepto como la posibilidad de referirse a cierto modo de ser, su esencia consiste en la posibilidad existencial (Gonzáles, 2000: 257). Nuestro pensamiento no hace ni deshace, en un sentido tal que no aparece el ser de las cosas sino frente a un espíritu que los contempla también como ser, siendo ese espíritu quien los declara.

La existencia es demasiado para el existente, cada uno busca de alguna forma no ser devorado por su naturaleza de hombre pensante que le exige una respuesta a su origen, y esa forma de liberación espiritual será manifestada por la esencia que al mismo tiempo es determinada por la nada; entonces todo será una idea de Dios.

Sin aceptarlo como tal, puede ser el mismo hombre o toda naturaleza a la que se le otorga una esencia, la ética o las reglas sociales de nuestra existencia en sociedad.

«Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo” Nietzsche (en Rozo, 1998). Para Nietszche la respuesta para encontrar el sentido se puede dar de modo que con una meta nos marcaremos la forma para llegar, encontrarle un sentido a la existencia nos haría determinar si estamos creando o llevando a nuestro ser de la manera correcta o cómo es que podríamos hacerlo.

En referencia a lo correcto se asume lo que la experiencia personal le aporta al individuo para lograr encontrar su felicidad y realización, además de la de los existentes vinculados emocionalmente con el mismo.

Tomando alguno de los factores de liberación espiritual mencionado antes será ese mismo que nos determine las formas de vivir y por lo tanto el por qué.

Para Heidegger, comprenderse a sí mismo y comprender todas aquellas cosas de las que se ocupa y encuentra a mano en su existir cotidiano, es la única forma de existencia auténtica (Picaré: 4).

“El hombre es un proyecto que se vive subjetivamente: […] su preocupación por la realización de su ser […] No están trazados previamente por un destino” (Olleta).

Si nosotros como seres pensantes partimos de la idea de que existimos podemos definir esa existencia como nuestra presencia en un espacio temporal que puede ser la misma mientras vivimos biológicamente o no, donde bien puede haber otros individuos considerados como existentes por sus características relacionadas con el  existir, con los que compartimos los factores determinantes; lo interesante de eso es que al compartir dejaremos nuestra huella trascendental dentro de ellos creando una visión alternativa de nuestra existencia.

Nuestra vida biológica es finita, marcada por el nacimiento y la muerte, pero entonces también habría la posibilidad de identificarse un nacimiento y una muerte en el ser.
Gracias a esa característica nuestra, con el objetivo de no desperdiciar el avance degradante de la vida, buscamos un sentido a la existencia que haga de impulsor para seguir y para actuar, un sentido que puede cambiar y crecer o decrecer pero que será necesario para sentirnos libres, realizados y felices aprovechando al máximo nuestra estancia en la vida; además de tratar de extender nuestra existencia lejos del cuerpo, dentro de los demás.

Dentro de la diversidad de pensamientos al que el ser puede llegar, habrá distintas manifestaciones del sentido de la existencia y por lo tanto distintas maneras de marcar cómo vivir, pero debe apreciarse el hecho de que con el mero logro de obtenerlo, su forma de vivir será plena e incluso podrá trascender en la existencia en conjunto, aunque su cuerpo llegue a la muerte.

Nuestro instinto es cuestionar, y aunque pareciese que obtenemos algunas respuestas, más preguntas se avecinarán, así que hay que mantenerse fieles a los ideales, que, si bien pueden encontrarse en los factores de la existencia, también pueden ser creados por nosotros, con el único fin de fomentar un existir positivo y gratificante, aprovechando máximo del ser. Cada respuesta que leamos a las preguntas del existir ayuden a colaborar en su definición.

Bibliografía
Alarbid, Samirm (2008) “El hombre de hoy desde el concepto de existencia de Soren Kierkegaard”, Revista de Artes y Humanidades Única, vol. 9, núm. 22, mayo-agosto, pp. 117-131.  Universidad  Católica  Cecilia  Acosta
Maracaibo,                     Venezuela.                      Recuperado http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=170118859007
desde:
Echegoyen   01/eta J.  El existencialismo.   Historia   de la filosofía. Volumen 3: Filosofía contemporánea. Editorial EDINUMEN.
González, A. (2000) “La existencia como problema”, Revista de filosofía Temita, núm.   24, pp. 255-259. Universidad   de   Barcelona.
Recuperado http://institucional.us.es/revistas/themata/24/14%20gonzalez.pdf
desde:
Levinnas, E. Entre nosotros: Del uno al otro, trascendencia y tiempo. Recuperado         de: https://bibliotecadefilosofia.wikispaces.com/file/view/Levinas.+Dei+Uno+al+ Otro. +Trascendencia+y+Tiempo+en+Entre+nosotros, +ensayos+para+pens ar+en+otro.pdf
Navia Hoyos M. (2009) Emmanuel Levinas: entre la cautividad y la filosofía. Co-herencia, vol. 6, núm. 11, julio-diciembre, pp. 39-51, Universidad EAFIT Medellín, Colombia.
Pifarré L. Heidegger y la pregunta por el ser.  BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL Recuperado desde: http://www.mercaba.org/Filosofia/heidegger/HEIDEGER_03.htm
Rozo, Jairo A. Viktor Frankl (1905-1997) o el sentido de la existencia
Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 30, núm. 2, 1998, pp. 355-361.
Fundación Universitaria Konrad Lorenz Bogotá, Colombia. Disponible en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=8053021O
Solla R.; Graterol N. (2013) “La alteridad como puente para la trascendencia ética”, Telos, vol. 15, núm. 3, septiembre-diciembre, pp.
400-413 Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín Maracaibo, Venezuela. Recuperado de: Http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=99328424008
Javier E. Olleta Historia de la filosofía. Vol. 3, Filosofía contemporánea. Editorial Edinumen.

  • James y Orlodovsky (productores), McDowell C. (director) (2017) The discovery [cinta cinematográfica]Ee.Uu.: Netflix.

Narradores: dadores de vida

¿De dónde surge la necesidad de leer y crear historias? Habrá que hurgar en nuestra consciencia para poder determinarlo de manera honesta. Si me preguntan a mí, me parece que la vida y la existencia misma son un ejercicio perpetuo de narrar historias. Nuestra propia civilización fue construida a base de narraciones que, de algún modo, pretendían dotar de sentido a lo que ordinaria y extraordinariamente acaecía día con día. Escribir historias es, por lo tanto, un acto natural que surge de la necesidad de comprender a nuestro entorno. Así, nos contamos cuentos para recordar, para conocer, para experimentar e incluso para soñar y no dormir.

En el momento justo en que nos disponemos a crear un relato gestamos vida a través de las palabras. Nos convertimos en pequeños dioses por el poder que nos confiere la pluma y el papel, por el ímpetu de la voz y el aliento. Dioses erráticos, generosos, ingenuos, locos si se quiere. Pero dioses -al fin y al cabo- de universos (im)posibles. En este número de Vaivén, los cuentos de los que disponemos parten de un mundo un tanto conocido por nosotros: atiborrado de incoherencias, de injusticias inaceptables, de personajes irresponsables, donde no obstante, hay lugar para la transgresión. Una suerte de ajuste de cuentas.

Mientras que en términos fisiológicos la procreación es entendida como uno de los fines últimos del ser humano, el medio que asegura la preservación del hombre;  la narración por su parte, nos otorga también la facultad de dar vida, de perpetuar la fantasía, re-crear el movimiento del existir y quién sabe, en algún momento sea un camino más corto para trascender.

Vanessa Cabuto Enríquez

 

Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Es docente en las preparatorias 3 y 12. Ha participado y coordinado proyectos que promueven la lectura y la creación literaria. En el año 2017  fue antologada en la Antología literaria de docentes del SEMS Mar de Voces, en la sección de narrativa.

Blanca

“…Qui tollis peccata mundi, exaudi nos, Domine”, levantó el cáliz y las siete velas dejaron de arder.

Una lluvia de balas irrumpió por la puerta de la sacristía. La asamblea, en pleno horror, huyó desesperadamente. María recibió un impacto en la cabeza y sus hijos la agitaron en un triste intento de hacerla reaccionar; también fallecieron. Ramón arrastraba el herido Joaquín, quien se empapaba poco a poco la camisa de sangre. Ramón quiso salir por la puerta que da al convento, pero un proyectil lo dejó inmóvil en el suelo, en eso gimoteaba su hermano mientras sangraba profusamente. La familia Arámbula logró salir. Agachados y tropezando escaparon por la plaza entre alaridos y detonaciones. Llovía a cántaros y la visibilidad era muy pobre. Hermilio jaloneaba a Esthercita con fuerza, quien soportaba los tirones mientras castigaba a su otro brazo con el peso de su niña; una lloraba aterrorizada, la otra nomás pelaba los ojos.

─¡Se han de haber cruzado por Zapotlanejo!─, se alcanzó a escuchar entre todo el  alboroto.

Finalmente llegaron al 20 de la calle Madero. Hermilio cerró la puerta y llevó a su esposa e hija a la cocina.

─Alza a la niña, voy por el rifle.

Blanquita se aferró a su madre, quien le ayudó a meterse al hueco oculto en el muro, quedando de pie entre la pared del comedor y la que da a la calle.

─Allí quédate m´hijita, ¡y ni te asomes hasta que no esté todo tranquilo! ─ordenó.

La niña se quedó sollozando, con los pies hundidos en el barro y las cucarachas tapándole las piernas.

Esther regresó al zaguán con su esposo, quien ya había cargado el arma. No pasaron ni diez minutos. Golpearon la puerta.

─¡Abra, General, con una chingada! ─ladraron desde la calle.

─Son los federales ─pensó Esther, apretando su rosario.

Miró a su marido que había tomado el rifle y la apuntaba hacia la calle. Él pareció leerle el pensamiento:

─Son varios.

Al no recibir respuesta, empezaron a desbaratar la cerradura a marrazos.

Hermilio perdió la calma y disparó contra la puerta; apenas pudo despostillar la madera. Casi al mismo tiempo la puerta cedió y cayó hacia afuera, los soldados se hicieron a los lados y entraron. Esther corrió hacia la cocina cuando le dispararon en la pierna; uno de los intrusos la pateó en la casa y el lodo de su buta le manchó el rebozo. Penetró en su boca el amargo sabor a sangre. Trató de arrastrarse, no pudo moverse. A Hermilio lo desarmaron y lo amarraron de brazos y piernas a una silla en la cocina.

─¿Dónde tienen el parque? ─preguntó el comandante Diéguez, mientras sus esbirros destrozaban los muebles.

En el corral, Manuel, el más joven del grupo, disparaba con saña a las vacas y a las chivas.

Blanquita escuchaba todo el alboroto, enjuagándose las lágrimas con su pañuelo. No dejaba de llorar. Con las manitas se tapaba la boca, evitando ser oída. Imaginó de todo con el caos que tenía lugar a centímetros suyo. Estas penas no la dejaron más que rezar por el bien de sus padres. Hermilio nunca habló, a pesar de todo.

─¿Con atolito vamos sanando? Pues atolito vámosle dando.

Diéguez, harto, tomó del cuarto una imagen de la Virgen y lo golpeó viciosamente al general con ella hasta hacerla trizas. Los soldados se carcajeaban y le magullaban el cuello y la espalda a culatazos. Esther no pudo hacer nada y presenció toda la escena desde el zaguán. Enfurecida, insultó a los federales en tanto éstos se burlaban de ella, que se encontraba postrada junto al cancel.

─¡Qué viva Cristo Rey y santa María de Guadalupe! ─ dijo con las últimas fuerzas que le quedaban, no pudo despedirse de su marido.

Entrada ya la tarde los seis hombres se retiraron sin más rumbo a la plaza, donde se haría sumario de la operación. Uno de ellos se quedó a hacer guardia a unas cuantas puertas, en la esquina. Blanca esperó hasta no escuchar ni un alma, entonces, con todas sus fuerzas, apoyó en los ladrillos para salir del hueco. Cayó al suelo de la cocina, donde su vestido se tiño de rojo. Estaba ya todo tranquilo.

 

Fernando Daniel Nieves Camacho
Preparatoria Regional de Santa Anita

La salida de la puerta falsa

Viernes 24 de septiembre de 2016   El nuevo amanecer, San Pedro Tlaquepaque

“Los Caníbales atacan de nuevo”

Los caníbales una vez más asesinaron a una pareja joven, y como ya es de costumbre dejaron su marca en los cadáveres. Éstos fueron encontrados enfrente de la catedral de Guadalajara con las características cuencas de los ojos vacías.

¿Cuánto seguirá esta masacre? Hasta hoy ya son más de 40 personas asesinadas por esos criminales…

Desperté por un dolor agudo en la parte trasera de mi cabeza, sentía un frío indescriptible, ni siquiera sabía dónde me encontraba, traté de levantarme; sin embargo, no fue posible, estaba desnuda, tenía manos y pies atados, además de una mordaza en la boca. No me percaté de dónde estaba hasta que sentí la humedad y frialdad de la tierra bajo mi espalda, miré al cielo y me encontré con su mirada, la mirada que me conquistó cuando lo vi por primera vez, era tan bello alto y fornido, me hacía suspirar, entonces justo ahí entendí que era lo que hacía ahí.

Viernes por la noche, había sido un duro día en el trabajo, estaba cansada, estresada y muy alterada, ya que la noche anterior tuve una pesadilla siniestra en la que un hombre me secuestraba (sólo pensarlo resultaba tonto), así que seguí mi camino a casa; mientras caminaba, sentía que algo no estaba bien, como si alguien me estuviese siguiendo, apreté el paso para poder ganar un poco de distancia entre lo que fuese eso y yo hasta que al fin llegue a casa.

Me preparé una cena ligera y me dispuse a comerla. Mientras ingería el último bocado de mi cena escuché pasos en la parte de arriba de mi apartamento. Al principio me alarmé mucho, pero decidí guardar la calma. Subí a mi habitación armada con un cuchillo de cocina, iba con paso lento y decidido. Abrí la puerta  y me encontré con mi gato sobre la cama, suspiré de alivio, dejé el cuchillo en el buró que estaba a un lado de mi cama y me tiré en ella.

Tratando de conciliar el sueño escuché un ruido sordo en el baño, abrí los ojos para ver pero no alcancé a vislumbrar qué lo provocó, así que volví a cerrar los ojos. De nuevo escuché los pasos y al abrir los ojos observé a un hombre que me miraba fijamente. Sentí pánico, pero no me podía mover. Se acercó a mí y me tomó en sus brazos. Vi la jeringa caer.

Sábado 25 de septiembre 3:00 a.m.

Abrí los ojos confundida, ¿qué había pasado?, me incorporé y vi al hombre que me había raptado, me alejé lo más que pude de él, pero tenía grilletes en las muñecas. —¿A dónde me has traído? —pregunté alterada.

–Tranquilízate, si no lo haces el jefe nos va a hacer cosas malas —dijo cabizbajo.

Me conmovió cómo lo dijo, estaba tan asustado como yo e incluso estaba  más nervioso que yo. “¿Estás bien?”, pregunté mientras me acercaba lentamente a él. Me miró, tenía unos sorprendentes ojos cafés, una barba abundante y un poco desarreglada. “¿Tú estás bien?”, dijo con ojos llorosos y la voz cortada. Contesté que estaba bien, se levantó y salió de la habitación. Por alguna razón que aún desconozco sentí un pincho en el corazón al oír la preocupación en su voz, se veía tan confundido, sentía que debía ayudarlo.

Pasaron tres horas desde que me había dejado en la habitación, que estaba en orden, no había suciedad a la vista. Realmente no me sentía secuestrada, no había nadie que se preocupara por mí en esos momentos, me había mudado a Guadalajara hace dos semanas, no conocía a nadie ahí en mi trabajo era nadie. Había comenzado a trabajar en un periódico local, pero aún era nadie, ¿habrá sido por eso que me habrán secuestrado?, ¿para qué lo harían?, ¿fama?, ¿dinero? No lo sabía, lo único de lo que estaba segura hasta hora era que las cosas no mejorarían en un rato.

El sonido de alguien bajando las escaleras me sacó de mis pensamientos. Era él, traía una bandeja llena de lo que podía ser comida. “Te traje comida por si tenías hambre”, dijo con voz suave. La realidad era que no tenía mucho apetito, pero la acepté. Él se sentó al borde de la cama mirándome. “Lo siento”, dijo agachando la mirada. “De haber sabido no hubiese aceptado”. Posé mi mano sobre la de él, se estremeció. “Deja de pensar en ello, está bien sentir miedo, sólo no entiendo por qué aun así seguiste con esto”.

Hice una pausa al sentir las lágrimas calientes llenar mis ojos. “¿Por qué hacerlo?, ¿cuál fue tu razón?”. Comencé a llorar y tapé mi cara, él se colocó frente a mí y tomó mis manos. “No llores linda, no lo hagas, por favor. Eres muy linda para llorar”, dijo. “Entonces déjame salir, déjame ser libre, no me tengas aquí atrapada”, dije  tomándole las manos. Él se levantó y gritó: “¡NO ENTIENDES QUE NO PUEDO!,  si lo hago te van a hacer cosas malas a ti, Karhenina”.

Se veía tan alterado como si no pudiera hacer nada por mí. “¿Cuál es tu nombre?”, dije susurrando. Me miró y contestó: “Rudolf, me llamo Rudolf”, dijo tranquilamente y sentándose en la cama.

Parte de mí no se explicaba qué pasaba en ese momento, pero estaba segura de que algo comenzaba a surgir entre Rudolf y yo, algo que no estaba bien.

Domingo 26 de septiembre 10:00 a. m.

Me levanté por un aroma delicioso a macarrones con queso, realmente los extrañaba, desde que me mudé de casa de mis padres no los comía, abrí los ojos y vi a Rudolf sosteniendo un plato de macarrones. “Buenos días, hermosa”, dijo dirigiéndome una hermosa sonrisa. Me sonrojé un poco al momento que dijo eso, pero la magia desapareció al momento que sentí las cadenas arrastrarse. Rudolf notó la tristeza en mi cara. “Puedo quitarte las cadenas si prometes no hacer ninguna estupidez”, dijo señalando las escaleras. “Lo juro pero quítalas”, extendí mis manos y él sacó una pequeña llave de su bolsillo. “Bien, las quitaré ahora”.

Con cuidado introdujo la llavecilla en la cerradura de los grilletes y los abrió  con un giro seguido de un clac. Le agradecí y le dirigí una breve sonrisa sobándome las muñecas doloridas y enrojecidas. Me levanté cuidadosamente para estirarme un poco, había pasado en cama todo el día, me giré y descubrí a Rudolf mirándome. “¿Qué pasa?”, pregunté sonriendo. “Nada, sólo que aún no entiendo por qué te hicieron esto… Me refiero a que eres hermosa, física y emocionalmente, no te mereces esto, Karhenina”, dijo en tono afligido. “Entonces ayúdame a escapar”, le dije y me miró de manera severa. “¡Justo acabo de desencadenarte y estás pidiendo lo único que te dije que no hicieras!, ¡Karhenina entiende, por favor!”. Me tomó del brazo y me llevó de nuevo a la cama. “Me duele tener que hacerte esto pero no me dejas opción, debes saber que me preocupo por ti”. Tomó los grilletes y me encadenó de nuevo. “Por favor, entiende”. Agachó la cabeza y se marchó.

La habitación comenzó a oscurecerse, pues se veía que iba a llover. Tenía miedo de que comenzara la lluvia, desde pequeña siempre le he temido a los truenos y rayos y en ese momento sólo podía pensar en Rudolf, ¡como si él pudiese protegerme de eso!

Comenzó a llover ligeramente, mi ventana daba hacia un bello jardín muy bien arreglado. Si hubiese podido abrir la ventana lo hubiera hecho, ya que deseaba sentir las pequeñas gotas de agua cayendo sobre mis manos. Estaba concentrada en eso cuando Rudolf bajó las escaleras de nuevo. Esta vez traía una taza de té y galletas de canela, lo miré un poco avergonzada por mi actitud de hace rato.

“Siento lo de la tarde”, dije mirándolo. “No te preocupes, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo”, dijo sentándose junto a mí en la cama. Su cuerpo era fornido y robusto, olía extrañamente bien, era un perfume que recordaba haber olido alguna vez en mi vida. Inhalé profundamente. “Nautica Black”, fue como si Rudolf hubiese leído mi mente. “¿Qué pasa?”, dijo mirándome. “Nada”, me sonrojé un poco y él, a su vez, sonrió. Sentí el impulso de recargarme en su hombro como si fuese algo instintivo, así que lo hice. Él no se inmutó en absoluto, al contrario, me correspondió tomándome la mano. Notoriamente le molestaban los grilletes de mis muñecas, pero no me iba a atrever a pedirle que me las retirara de nuevo, o no por un tiempo, si es que seguía ahí.

Comenzó a llover un poco más fuerte, lo que me hizo apretar la mano de Rudolf instintivamente. “Te da miedo la lluvia, ¿cierto?”, dijo el con tono juguetón.   “No la lluvia, los truenos y los rayos. De pequeña mi padre solía quedarse conmigo mientras llovía, decía que no debía temerle a nada, que debía ser fuerte, entonces me abrazaba y me dormía en sus brazos”. Rudolf me envolvió en sus brazos, me sentía tan pequeña pero segura. “Tal vez tu padre no esté aquí, pero yo te voy a proteger”. Cuando dijo esas palabras me quedé muda, no sabría si volvería a ver a mis padres, ni siquiera sabía qué iba a ser de mí en esos momentos o qué me esperaba mañana… ya no sabía qué pensar. Las lágrimas comenzaron a salir instintivamente y Rudolf se dio cuenta. “¿Qué pasa?, ¿fue algo que dije?”, dijo levantándome la barbilla. Sus ojos se veían tan compasivos. “No, no fuiste tú, es sólo que pensé qué será lo que pueda pasarme”. “Sólo haz lo que te diga y te juro que podrás estar bien”. Lo miré a los ojos y dije: “¿Lo juras?”, y mirándome juró.

No dijimos nada hasta ese momento. Sólo éramos él, yo, la lluvia y un delicioso té de arándanos. Se veía tan serio e interesante y fue entonces que me di cuenta de sus labios: se veían tan carnosos y suaves. Me entró la duda de si además de eso serían dulces como parecían, me moría por averiguarlo. Bajó la mirada. “Me estás mirando como si fuese algo de comer”, bromeó. Me disculpé y  me sonrojé. Me tranquilizó con un beso en la frente. “¿Qué haces?”, dije sorprendida. “Lo siento, ¿te molestó?”, dijo preocupado. “En lo absoluto, sólo me tomaste desprevenida”, dije sonriendo. Dijo que tenía una sonrisa encantadora mientras miraba mi boca. “Quisiera… olvídalo, es tonto”, dijo agachándose sonrojado. “¿Qué?”, dije poniéndome frente a él. “¿Juras que no dirás que es algo extraño”, dijo mirándome. Juré ofreciéndole una gran sonrisa. Me tomó de la cintura, yo me dejé llevar, lo deseaba tanto como él a mí. Se acercó a mí lentamente, abrió sus labios y nos fundimos en un dulce y adorable beso, sus labios sabían al té que habíamos estado tomando. Me encantó, fue uno de los momentos más hermosos de toda mi vida.

Lunes 27 de septiembre, 00:00

El evento del día de hoy no me había dejado dormir, aún tenía el sabor de sus labios en mi boca, todo había sido tan satisfactorio, no encontraba palabras para describir como me sentía.

Una luz iluminó la escalera, esperaba en mi corazón que fuese Rudolf. Cerré los ojos para esperarlo pero no era él. Comencé a alarmarme, por el rabillo del ojo logré ver quién me asechaba. Era un hombre alto, casi igual a Rudolf; sin embargo, no era él. Se acercó a mi cama. “Te quitaré estas cadenas, preciosa”, pasó su sucia y áspera mano sobre mi  hombro. Traté de contener el vómito que subía por mi garganta, me giró demasiado rápido y se puso a horcajadas sobre mí.

“Por favor, no me hagas daño, te lo ruego.Soy virgen, por favor no lo hagas”, dije llorando. “Realmente veo por qué el jefe te eligió a ti, eres tan bella y seductora, maldita perra. Me escaneó con la mirada, y fue justo entonces cuando entró Rudolf y lo noqueó de un solo golpe. Me dijo que debía irme y me llamó  Karhi, como hacía años que nadie me llamaba así. Se acercó a mí y me quitó las cadenas. “Sal corriendo de aquí, aproximadamente en un kilómetro encontrarás el camino; no te detengas por nada, ¿de acuerdo?”. Tomó mi rostro y me besó, no creería que ese sería el último beso que me daría. “Vamos, corre”, dijo y me empujó escaleras arriba.

Justo al abrir la puerta me encontré con un denso bosque, húmedo y hacía mucho frío. No sabía a donde correr exactamente, estaba descalza y sólo tenía un vestido puesto. Corrí hacia la dirección que me había dicho Rudolf; sin embargo, no quería huir, quería estar con él a toda costa, pero mis pies seguían avanzando. Me detuve a tomar aire pero resultaba imposible, pues estaba lleno de humedad.

Me sorprendí al escuchar pasos no muy lejos de dónde estaba. ¿Qué debería hacer?, comencé a correr de nuevo, justo entonces un golpe aterrizó en mi cabeza y caí inconsciente.

Desperté por un dolor agudo en la parte trasera de mi cabeza, sentía un frío indescriptible, ni siquiera sabía dónde me encontraba, traté de levantarme, pero no fue posible: estaba desnuda, tenía las manos y los pies atados, además de una mordaza en la boca.

No me percaté de dónde estaba hasta que sentí la humedad y frialdad de la tierra bajo mi espalda, miré al cielo y me encontré con su mirada, la que me conquistó cuando lo vi por primera vez, era tan bello alto y fornido. Me hacía suspirar, entonces justo ahí entendí que era lo que hacía ahí: me había advertido del peligro que corría al escapar, me miró con tristeza. “Lo siento, no quería esto para ti, no es justo… mi jefe me ha obligado. Te amo, Karhenina, te amo demasiado, perdón”. Las lágrimas caían de sus ojos, su voz estaba quebrada. Sacó una nueve milímetros de su pantalón, cortó cartucho, apuntó a mi cabeza. Abrí extremamente los ojos y grité. Disparó…

Viernes 24 de septiembre de 2016   El nuevo amanecer, San Pedro Tlaquepaque

“Los Caníbales atacan de nuevo”

Se dice que son muy peligrosos gracias a los diferentes verdugos que están en sus filas, ni siquiera los oficiales de policía se atreven a enfrentárseles, pues ellos son asesinos a sangre fría, llegará el día en que sean detenidos a manos de la justicia y enfrenten la ley.

Karherina Coma Queen.

 

Ana Paula Ponce Zavala
Preparatoria del Instituto Tlaquepaque

Desvanece. Diana Betsabé Bernal Muñoz. Preparatoria del Centro Universitario UTEG Américas

Desvanece. Diana Betsabé Bernal Muñoz. Preparatoria del Centro Universitario UTEG Américas

No lo abras

Joel estaba preocupado, caminaba tambaleándose con precaución de que su madre no se enterara de lo que hizo. “Valió la pena”, pensó mientras se acomodaba los pantalones cuidando su secreto.

El pueblo era pequeño, si algo pasaba todos lo sabían. En las calles se comentaba el robo a una tienda de antigüedades. A pesar de que aparentemente no se trataba de algo valioso o incluso importante, la vendedora estaba histérica.  A Joel no le interesaban las pláticas de los demás, por lo general le aburrían, pero aun así se enteró de ello. Escucho la locura de aquella mujer por algo tan insignificante, pero igual que Joel, pensaba en lo valiosa que era esa caja que ahora él poseía.

Le pareció absurdo que la pequeña caja tuviera una advertencia: “No abras esta caja”. Encogiéndose de hombros la abrió y vio algo que lo desconcertó. En realidad era muy pesado, parecía costoso, pero a él no le interesó tal cosa. Descuidado tumbó la caja y salió un pequeño papel que decía: “No sabes cuánto lamento que la hayas abierto”.

Pasaron los días y la gente iba disminuyendo, todos desaparecían sin razón aparente. Joel escuchó algo que lo alteró, lamentos y gemidos que provenían de su armario, mismo lugar en donde dejó la caja abandonada. Todo empeoró, sus sueños lo llevaban a una realidad en donde todo parecía cierto, entre un millón de confusiones y voces que le susurraban al oído: “Vas a extrañar tener miedo en cuanto veas su rostro, en cuanto te toque sentirás el fuego adentrándose en tu alma”.

Joel investigó por cuenta propia lo que estaba pasando. Prefirió decir la verdad sin rodeos y enfrentar a la vendedora. No fue exactamente lo que esperaba. “Un disculpa y todo estará bien” no fue lo que resultó. En realidad la mujer comenzó a hablar sola, se dirigió a las paredes contando todo lo que se le  vendría a Joel, resumió que esa misma caja le pertenecía a alguien, no, más bien era una cosa que tomó la forma adecuada para embonar en este mundo. Convirtió una condena absoluta en lo que podría ser el regalo perfecto para cualquier mujer. Metafóricamente teniendo en cuenta la ambición y seducción de cualquier objeto.

A partir de ahí, Joel alucinaba sus miedos, los tenía de frente, viviéndolos en carne propia, fuera de sus pensamientos ingenuos, mismos que congelaban su alma y secuestraban su voz.

Se detuvo la radio, ya no había quién diera noticia de los desaparecidos, por lo visto sólo él quedaba y el oscuro ser que lo acosaba a cada segundo del día. Salió corriendo, esperaba librarse de ello mientras le pisaba los talones. Entró a un laberinto con un mar de dudas y la irrelevante esperanza de encontrar una salida, pero encontró una respuesta. Lo que antes era un estacionamiento ahora sólo era un lugar extenso habitado por toda la gente desaparecida. Vio a esa cosa que reclamaba por su objeto valioso y añoraba su presencia llamándole con una voz cálida y tranquila. Joel dobló su cuerpo dejando caer las rodillas al piso mientras vomitaba por el asco que le provocó ver y oler a esa cosa después de desprenderse del cuerpo humano que traía encima.

Esa misma cosa se levantó del trono improvisado hecho de partes humanas. Extendió su brazo pidiéndole de nuevo que le regresara la caja, pero Joel se la negó rotundamente. Entendió la necesidad de ello, pues era lo único que le daba el poder. No le tuvo temor a pesar de lo que era, la imaginación de Joel era inmensa y, para él, estaba frente a un demonio.

Se acercó un poco más, resbaló varias veces a causa de la sangre fresca, los dedos amontonados en un espacio y los cabellos en otro, ya sólo quedaban los cráneos manteniendo una expresión que más que miedo, suplicaban piedad.

Joel pensó en destruir lo que había dentro de la caja, pero una visión del futuro le hizo ver que eso sería peor que la muerte. Las lágrimas rodaron por sus mejillas hasta caer al suelo, se volvió a inclinar, pidió piedad, pero sólo consiguió que se burlara de él. Así que le propuso algo, hizo un trato con esa cosa, algo que no supe, no pude escucharlo desde mi escondite, estaba inmóvil frustrándome por mover cualquier músculo. Al final funcionó y todo volvió hacer casi como era antes.

Fue como si nadie recordara nada, como si nunca hubiera ocurrido. Jamás podre olvidarlo, y a pesar de ello caí en la fría tentación que daba placer a la curiosidad que había dentro de mí por descubrir algo en lo prohibido. Joel se condenó el resto de su vida a cuidar del objeto hasta la muerte. Ojala hubiera escuchado lo que dijo aquel día.

Debí haberlo pensado dos veces antes de abrir la caja. Los escucho debajo de mi cama, están por todos lados; me miro al espejo y me agrada el collar que había adentro, pues me provoca una linda sensación aunque al mismo tiempo siento cómo mastican mi piel. ¿Lo peor? Es que esto apenas comienza.

 

Norma Gloria Macías Álvarez
Guadalajara Lamar Plantel Hidalgo

La verdad en la mentira.. Jazmín Salomón Almaraz, Preparatoria Regional de El Salto

La verdad en la mentira.. Jazmín Salomón Almaraz, Preparatoria Regional de El Salto

Señor presidente

We'll never be free from our own minds. José Martín Hernández Orozco. Preparatoria Regional de Santa Anita.

We’ll never be free from our own minds. José Martín Hernández Orozco. Preparatoria Regional de Santa Anita.

 

 

 

 

 

Mario Armenta, hombre de facciones toscas y expresiones poco refinadas, de rancho, tradicionalista además, aguardaba en la sala de espera de la alcaldía donde, junto a él, ocasionalmente se escuchaban las quejas del pueblo. Alguno que otro viejo maleducado lanzaba un escupitajo cuando la fila tardaba más de diez minutos.

Mario Armenta iba con la intención de obtener una ayudita del gobierno. Y pensaba: “que no sean ingratos, una ayudita de cinco mil pesos me ayuda. Nomás quiero componerme de las malechuras de la sequía, que cómo estuvo canija la jija…”, lo mismo le decía al presidente. Que una ayudita aunque fuera de su propio bolsillo le caería bien, que él para qué quería una casa tan grande si el pueblo se estaba muriendo de hambre. Eso le decía. Lo que ganaba era, siempre, una ayudita pero para que se largara. La daba, sí, una notita con la leyenda “venga tal fecha, no hay presupuesto”. Lo que pasaba era más bien que Mario Armenta se presuponía la inminente muerte de sus vacas, de su milpa y, caminando a su casa, se le oía decir: “él pa’ qué quiere una casa tan grande… el pueblo se está muriendo, señor presidente.”

Y de tanto ver, a eso de las once de la noche, se nos ofuscó la vista, se nos fueron las ganas de saber, tuvimos que arrojarnos en penumbras a encender la luz. Todos, en muchedumbre, a encender la luz.

 

Jesús Alejandro de la Torre López
Preparatoria Regional de Huejuquilla, Módulo Mezquitic

 

Ring, ring

1968, en algún lugar de México.

Después de la primera llamada que recibió Coquito, todo su pueblo la llamaba loca, pues ella afirmaba que Dios fue quien le habló. Pero cuando ganó la lotería nacional, gracias a los dígitos que alguien le dio tras un teléfono, muchos tuvieron que pedir disculpas.

Hoy todos los interesados por las palabras que ella vaya a escuchar, se reúnen alrededor del teléfono. “Pregúntale si mi ‘apá está en el cielo”, le dice uno. “Dile que necesito chamba”, dice otro, pero luego de que las lágrimas cubrieran las pecas de las mejillas de Coquito, las preguntas cambiaron a “¿Qué pasó?”, “¿qué le dijo?”

—Sólo se escucha un temblor al otro lado de la línea— Dijo ella e inmediatamente colgó.

En la actualidad se busca de dónde provino la avalancha que sepultó el poblado en piedras.

 

Kevin Bricio Palafox
Preparatoria Regional de Arandas, Módulo San Ignacio

senectud. Jesús Alejandro de la Torre López. Preparatoria Regional de Huejuquilla, módulo Mezquitic.

senectud. Jesús Alejandro de la Torre López. Preparatoria Regional de Huejuquilla, módulo Mezquitic.

Marchito

Por el atardecer, aparece el sentimiento. Cinthya Araceli Valdivia Velázquez. Preparatoria Regional de El Salto

Por el atardecer, aparece el sentimiento. Cinthya Araceli Valdivia Velázquez. Preparatoria Regional de El Salto

No sé cuánto tiempo llevamos en la cueva. El sol y la luna se perseguían una y otra vez en el cielo, sin alcanzarse nunca. A veces trataba de adivinar a qué jugaban, pero por ser el más joven de la manada, difícilmente conocía muchos juegos.

Los lobos siempre llegaban al anochecer, cuando las estrellas brillaban con fuerza y la luna estaba en lo alto. A veces traían los restos de animales, otras veces los alfas nos daban de comer a su manera. No me importaba, la cueva era tan bonita que ni siquiera me molestaba por el alimento, me era suficiente el no tener hambre.

Las noches, a pesar de ser heladas, no eran un problema, el pelo de los otros me daba calor; sin embargo, poco a poco fueron desapareciendo y yo volví a sentir frío.

Al principio, los dedos que tenía en las manos no habían sido suficientes para contarlos a todos. Incluso había tratado de contarlos con las amapolas que crecían dentro de la cueva. A cada flor le puse el nombre de un lobo y cuando se iban para ya no volver, arrancaba una flor.

Al iniciar el invierno, en mi jardín sólo quedaba una flor.

—¿Qué ocurrió con los otros? ¿Por qué sólo quedamos nosotros ahora? —le pregunté una noche frente a las estrellas.

El animal me observó por un instante antes de hablar. Cuando lo hizo, logré ver sus largos colmillos, esos que tanta envidia me causaban.  ¿Por qué yo no podía tener unos así?

—Querido niño —odiaba cuando me llamaba así—, a todas las criaturas se nos da un tiempo en este mundo. Cuando ese tiempo termina, nos marchitamos o somos arrancados igual que tus amapolas, no se puede hacer nada contra eso.

Lo pensé unos minutos antes de contestar. El viejo lobo realmente se veía como si estuviera listo para marcharse, para “marchitarse” o ser arrancado… Pero yo no. Aún no quería eso.

—No quiero marchitarme—, repliqué. Sentía cómo ardían mis ojos y temí porque las lágrimas bajaran. Si lloraba frente a él, demostraría debilidad y sería abandonado, si es que no me devoraba primero.

—No tienes nada que temer, querido niño. Cuando te ocurra, lo entenderás. Marchitarse es algo natural.

El lobo se alejó en cuanto las lágrimas cayeron. Sólo quedamos las estrellas y yo. Mirando el cielo me pregunté si las ellas también se marchitarán algún día.

La comida dejó de llegar. La nieve era demasiado para el desgastado cuerpo de mi compañero, así que tuve que arrancar su flor para sobrevivir. Cuando dejó de ser suficiente, tuve que dejar la cueva.

Mis esperanzas eran pocas. No tenía garras, colmillos ni pelo. No estaba hecho para cazar como los lobos lo hacían, pero eso no significaba que no pudiera intentar. Mi cuerpo estaba cubierto por la piel de mi antiguo compañero, por lo que la nieve sólo llegaba a mi largo y enredado cabello. Mis uñas eran largas y, a pesar de no ser garras, funcionaban lo suficiente. Quedaban mis dientes, había tardado mucho, pero al fin logré afilarlos y ahora, aunque no eran largos, se parecían a los colmillos que tanto deseaba. Al fin me había convertido casi por completo en un lobo.

Aunque mi cuerpo estaba preparado, mi estómago no dejaba de doler. Por un momento temí que algún monstruo estuviera destruyendo todo desde adentro (las tripas aquí, la sangre allá). Después de comer todo lo que había podido encontrar (ratas, conejos, alguna ardilla ocasional), aquel monstruo pareció dormir un tiempo.

Tenía que buscar más comida, una presa de la que pudiera alimentarme lo suficiente como para que el monstruo en mi estómago no me atacara en mucho tiempo. Tardé más de lo que creía en encontrarla.

El frío del invierno me había obligado a detener mi búsqueda, el viento helado logró abrirse paso a través de la piel, incluso pudo congelar al monstruo del hambre, porque dejé de pensar en eso.

Estaba muriendo de frío, pensé que sería todo, hasta que lo escuché pisadas.

No estaban lejos y si había pisadas, significaba que había “algo” que las hiciera.

El monstruo del hambre se quitó el frío de encima y comenzó a gruñir con fuerza. Incluso él sabía que la comida poseía un líquido caliente dentro y en aquel momento el calor era vida… La sangre era vida.

Me acerqué al sonido, trataba de esconderme entre los árboles, no sabía qué era lo que estaba haciendo ruido y no quería arriesgarme, pero cuando al fin lo vi, no hubo necesidad de ocultarme más.

—No estoy solo —, escuché murmurar al niño humano frente a mí. A pesar de estar cubierto de nieve y temblando de frío, sonaba aliviado. —¿Sabes dónde queda la aldea? Estoy perdido y no creo aguantar mucho.

Una sonrisa cruzaba por su rostro, se abrazaba a sí mismo y su cabello negro me recordaba al de los lobos. Mi estómago volvió a rugir por lo que, sin decir ni una sola palabra, comencé a acercarme. La sonrisa del desconocido pareció vacilar.

—Vamos… Contesta. —Retrocedió un paso antes de que lo tomara del brazo para evitar su huida. —Me estás asustando… —Al ver su rostro aterrorizado le sonreí con mis dientes de lobo y al fin contesté.

—No tienes que temer, marchitarse es algo natural. —Y entonces salté.

 

Carolina González Arellano
Preparatoria 13

Peloteo

—¿Qué es el miedo?—, le lanzó un pase el nene a su abuelo que lo recibió de pecho y controló con la zurda.
—Es esa sensación que vives cuando tienes una pesadilla—, con rabona incluida el de edad mayor dibujó el pase.

Su nieto controló con la cabeza y, dejándola caer  en el pasto, continuó. –Y, ¿por qué de noche tengo más miedo?–, esta vez el balón no se movió, a diferencia de los labios que contestaron –Porque es el momento en que tu amigo imaginario rompe sus principios.
El niño contento, siguió peloteando solo con el viento.

 

Fernando Cocolán Villegas
Preparatoria 7

Cicatrices. Evangelina Espinoza García, Preparatoria Regional de El Salto

Cicatrices. Evangelina Espinoza García, Preparatoria Regional de El Salto

Utopía

Estaba soñando con una utopía cuando de repente me despertó la policía civil, entraron por una puerta rota y me hicieron pensar al colocar el frío del cañón metálico de nueve milímetros en la cabeza. Mi crimen, atentar contra la nación, mi castigo, vivir en este país.

 

Fernando Cocolán Villegas
Preparatoria 7

Resurrección

Los orines del niño (que hizo un admirable esfuerzo por contenerse) alcanzaron los pies descalzos de la mamá, provocando que ésta se despertara asustada y triste. Con éste, ya van dos suicidios frustrados.

 

Jesús Misael Chávez López
Preparatoria 9

Tormento. Cielo Zulay Trinidad Flores. Preparatoria Regional de Etzatlán

Tormento. Cielo Zulay Trinidad Flores. Preparatoria Regional de Etzatlán

Ésta

Estaba tomando mi café cuando vi la aterradora silueta de una dama con largos cabellos al fondo de la habitación. Yo no le temía a los fantasmas.
—¡Chúpame ésta! —le grité, agresivamente.
Y efectivamente, me la chupó; pero ya muerto uno no siente placer.

 

Jesús Misael Chávez López
Preparatoria 9

Reflejo

Giró su rostro hacia la ventana y ahí, en medio de la oscuridad, pudo ver claramente un par de ojos observándola fijamente.

Ese rostro extraño y familiar le sonreía de una manera grotesca, mostrando unos dientes manchados de rojo. Podría ser cualquier cosa, pero sabía bien que se trataba de sangre. Tenía el arma homicida en las manos.

Tras unos minutos mirando fijamente, su sonrisa se ensanchó y se retiró de la ventana con tranquilidad. Nada como ver tu reflejo antes de ir a dormir.

 

Carolina González Arellano
Preparatoria 13