Alexis Alfredo Banderas Mendoza
Preparatoria 9
El humano es un individuo racional con la capacidad de preguntarse sobre el propósito de su existencia. Y, para esto, realiza una búsqueda, en la que se encuentra con diversas dificultades y dudas, tales como el sentido de pertenencia, su esencia, existencia y la desesperación. Todo esto lo puede conducir hacia lo absurdo, pero lo absurdo no implica abandonar todo y renunciar a un sentido, así que se muestra cómo se puede hacer frente a lo absurdo.
En la historia de ciencia ficción Guía del viajero intergaláctico, de Douglas Adams (2013), una raza de seres pandimensionales muy inteligentes, de un tiempo arcaico, construyen la segunda mejor computadora que pudiera ser inventada de todos los tiempos. A la computadora le pusieron el nombre “Pensamiento profundo”, para que respondiera la pregunta “¿cuál es el sentido de la vida, el universo y todo lo demás? El ordenador, al hacerle la pregunta, empieza a meditar alrededor de 7.5 billones de años y al final da la respuesta: “42”.
A partir de esa idea, me surge un planteamiento acerca de lo contradictorio entre la búsqueda del sentido de nuestra existencia y lo absurdo de la vida.
De acuerdo con Kierkegaard, cada individuo tiene que encontrar un sentido a su existencia, para ello, cada uno tiene que realizar una búsqueda personal con base en experiencias vividas y conocimiento adquirido. A la consecuente trascendencia que aparece tras estos conceptos, por consiguiente, uno debe cultivarse lo más posible para poder, de cierta forma, responder todas las preguntas. Si la búsqueda no está orientada, consigue tomar el camino de la ignorancia. De la misma forma, el mayor reto o responsabilidad que el ser humano puede afrontar es que se basa en vivir su propia vida de forma pasional y sincera, pese a los miles de obstáculos que puedan presentarse. Lo anterior mencionado es el primer camino que el individuo toma al cuestionarse si hay un propósito en su existencia. Pero esa búsqueda se torna absurda, pues el mundo es indiferente a nuestro sentido de ella.
Una de las mayores dificultades denotativas del hombre es que puede sentirse fuera de su grupo, experiencia que fue analizada por Dostoievski, en su obra Memorias del subsuelo (1864), donde se presenta la vida de un hombre que se siente fuera de su grupo, incapaz de encajar en la sociedad y de encontrarle sentido a su existencia, cosa que sucede gracias a una crisis existencial a la edad de 24 años, donde su vida era solitaria, triste y vacía. Relata que en la cancillería donde trabajaba los hombres que habitaban ahí coexistían despreocupados de su aspecto físico, vestimenta, no les importaba las críticas de los demás. Él, por su parte, era diferente, reflexionaba en sus respuestas o en lo que la gente pensaría de él, de tal forma que sentía que el mundo giraba en torno a él. No le gustaba ser ignorado o tratado como alguien invisible, pero por la coyuntura en la que se encontraba, se sentía invisible. Esta novela es un claro ejemplo de cómo los grupos e individuos de la antigüedad y, en la actualidad, pueden ser incapaces de encajar con su entorno, además de no encontrarle un sentido a su existencia. A partir de esto el hombre realiza diferentes acciones para encajar en su grupo, para lograr ese sentido de pertenencia.
Tomando lo anterior, uno con sus acciones deja una marca, un impacto, ahora bien, una esencia. Sartre, por su parte, menciona que “La existencia precede a la esencia”, ya que el hombre, a partir de lo que hace en su vida, su existencia en el mundo, define lo que él es, por lo tanto, él mismo crea su esencia con base en lo que ha construido en su existencia, además de que cada uno debe procurar un equilibrio entre sus posibilidades, lo que es y quisiera ser, además de los roles sociales para llegar a la plenitud, que ésta se define como una existencia auténtica, que se caracteriza porque uno reconoce sus posibilidades reales, vive con una conciencia lúcida de lo que es, asume la angustia ante la nada de la muerte, que es la posibilidad más cierta e inminente que todo hombre posee.
Si se consideran esos puntos uno puede llegar a caer en la desesperación. Ahora bien, ¿la desesperación puede llegar a ser una ventaja en el cuestionamiento de nuestro sentido? Sin pensar en casos determinados, debería tomarse como una ventaja enorme. La desesperación es un mal necesario del yo, ese que se conoce como la autoconciencia, que es capacidad de analizar nuestros propios actos, de saber quiénes somos y por qué realizamos esos actos. “Ser pasible de este mal nos coloca por encima de la bestia […] La superioridad del hombre sobre el animal está, pues, en ser susceptible de ese mal […] tener conciencia de la enfermedad, así como conseguir su beatitud, está en poder ser curado de ella” (Kierkegaard, 1941). Así que en este punto se puede concordar con el concepto del “eterno retorno”, de Nietzsche, donde hace referencia que uno debe interpretar su vida como una obra de arte, en la cual, cada vez que la vuelvas a ver estés satisfecho con el resultado y los procesos, teniendo en cuenta que lo anterior se relaciona con el yo.
¿Estaremos realmente satisfechos con nuestra obra de arte? Es posible experimentar durante un intento de búsqueda, que el sentido se construye por factores externos al individuo, tales como, sociales, históricos, políticos, culturales, científicos, relaciones interpersonales, etc., los cuales se pueden analizar en Memorias del subsuelo. Por consiguiente, esto toma dos formas, dentro de nosotros la existencia es auténtica, pero se vuelve subjetiva, ya que al momento de querer materializarla y no poder concretarla, uno cae de nuevo en lo absurdo.
Todo apunta que el humano tiene un vacío existencial, el cual necesita ser saciado con una respuesta, que la mayor parte del tiempo carece de un sentido. Así que, ¿qué tal si hemos hechos las preguntas equivocadas?, ¿y si cuestionar nuestro propósito sólo es algo absurdo?
Se puede llegar a pensar que es absurdo encontrar un sentido, pero “cualquier hombre puede experimentar lo absurdo, porque todo es absurdo” (Camus), ya que la condición humana es absurda y el mundo es indiferente, de forma que hagamos lo que hagamos, nuestra existencia y realidad siempre carecerán de sentido porque la humanidad se desplaza en una lucha constante, entre las expectativas y la realidad, entre nuestros ideales y como son las cosas realmente. Podemos ver esto en repetidas ocasiones con claridad, nos damos cuenta de lo absurdo y no necesariamente cualquier evento dispara este descubrimiento, ya que cualquier acontecimiento irrelevante o negativo puede llegar a interrumpir nuestro pensamiento cotidiano. Ese es el momento en que el universo revela su total indiferencia hacia las metas personales o el desgarro en el tejido de nuestras vidas construidas. Para Camus eso es lo absurdo.
Para explicarlo mejor, Camus (1942) recreó el famoso mito griego de Sísifo, personaje que fue condenado a empujar una roca cuesta arriba de la montaña por toda la eternidad, por creerse más astuto que los dioses. Como castigo, la roca se caería de forma mágica cada vez que Sísifo se aproxima a la cima. Todo hombre como Sísifo, está con un propósito.
Así que uno puede tomar varias opciones, el mito menciona que el suicidio nunca es la solución, ya que suicidarse sólo niega el problema en lugar de resolverlo. Entonces, la respuesta la podemos encontrar en encadenarnos con lo absurdo, en tomar decisiones conscientes para deleitarnos en él; gracias al carácter absurdo que toma la existencia, la vida adquiere un valor invaluable y con todas las dificultades posibles que la misma vida implica. Ella se vuelve valiosa y digna de vivirla, no sólo se limita en disfrutarla dignamente, sino también debemos hacerlo con pasión, el que seamos absurdos no implica que tomemos el camino del pesimismo o la renuncia. Así que es posible vivir con dignidad frente a lo absurdo y relevarse contra la indiferencia del mundo.
Para ello cultivémonos, leamos, estudiemos y en lo posible; seamos creativos, hagamos arte que refleje nuestra condición humana.
La vida está llena de adversidades, pero eso no implica renunciar a vivirla; encontrar un sentido no es un lujo, se convierte en una necesidad. Construyamos nuestro sentido de existencia, el cual sea único y auténtico, no aceptemos ciegamente un sentido establecido; nuestro sentido de vida puede que se encuentre en constante cambio y no está mal, es parte del proceso, pues refleja la trascendencia de nuestra existencia y razonamiento.
En este acto, nos revelamos y le creamos un sentido a nuestro absurdo castigo. Después de todo, es el acto de crear en sí, lo que debería importar.
Bibliografía
Adams, D. (2013). Guía del viajero intergaláctico. Barcelona: Anagrama.
Camus, A. (1942) El mito de Sísifo. Madrid: Alianza.
Dostoievski, F. (1864) Memorias del subsuelo. Argentina: Colihue.
Kierkegaard, S. (1941) Tratado de la desesperación. México: Grupo Editorial Tomo.
Ser libre. Ángel Daniel Tirado Hinojosa, Preparatoria Regional de Tuxpan.